Pablo Bernasconi: “Uno va creciendo con los monstruos”

En esta primera parte de la entrevista a Pablo Bernasconi, autor integral, hablamos de muchas cosas. De su formación como lector, primero; de su crecimiento como ilustrador y de sus estudios de diseño. Hablamos de sus libros viejos, de los recientes y de los que están prontos a aparecer en librerías: Miedoso y Para mover el mundo. Una maravilla de charla, cuya segunda parte compartiremos la próxima semana.



Mario Méndez: Pablo, es realmente una alegría tenerte acá. Hace muchísimo que no nos veíamos. 

Pablo Bernasconi: Si, hará unos tres años.

MM: Parece muchísimo tiempo. Siempre hago una presentación un poco más formal. Voy a aprovechar uno de tus últimos libros, La explicación, para leer de la contratapa que Pablo nació en el año ’73, es diseñador gráfico e ilustrador; colabora actualmente con publicaciones en diversos países, por lo que ha obtenido importantes distinciones. Es también autor, y sus libros fueron editados en Alemania, Australia, Brasil, Polonia, Estados Unidos, Francia e Inglaterra. En 2012 fue candidato por la Argentina al premio Hans Christian Andersen, en la categoría Ilustración. Y hace poquito fuiste una vez más candidato, ¿no? El año pasado, si no me equivoco. 

PB: Sí, claro.

MM: El año pasado fuiste candidateado otra vez, al premio más importante que hay en el mundo de la literatura infantil y juvenil. Leyendo esto te hago una primera pregunta. “Es también autor” … Yo creo que cuando los ilustradores ven esto les da un ataque de hígado. Autores somos tanto los que escribimos como los que ilustran. Vos hacés las dos cosas, pero por las dos sos autor. 

PB: Sí, hay un lío ahí. Como con todo lo que tiene rótulo. Autor claramente, como todos los que generamos un proyecto en el que hay ideas dando vuelta que nacen de una misma cabeza. Capaz, ahí lo que haría falta sería poner “autor integral”, que es la famosa dupla de palabras que combina esto de la misma persona que ilustra es la que escribe. En mi caso, también diseño, es un trabajo más integral. 

MM: Esto me da pie para un par de preguntas más. Primero, fuiste diseñador. Supongo que ilustrabas desde muy chiquito, como casi todos los ilustradores, estudiaste diseño… ¿Cómo fue esto de animarse a ser un autor integral, ponerte a escribir tus propias historias? 

PB: En realidad fue bastante paulatino, siempre requiere una dosis de osadía y de profunda irresponsabilidad, porque uno se mete en aguas en las que no sabe cómo va a navegar. Siempre recuerdo algo que a mí me sirvió mucho, no como escritor, pero sí como lector. Tenía como un atributo. Yo podía diferenciar mucho por qué las cosas que me gustaban me gustaban, y las cosas que no me gustaban, no me gustaban. Podía diferenciar eso en cuanto a los escritos, en cuanto a los autores que leía, en cuanto a los textos en las novelas y en los cuentos. Eso me ayudó mucho a definir que si eso era lo que me gustaba por qué no escribir de esa forma, o por qué no intentar generar proyectos o textos que también me gustaran, sabiendo qué es lo que quiero. Definir eso, para mí, fue fundamental. Porque si no, uno empieza a escribir siempre de una forma amorfa. No sabés si escribís bien o mal. Sabés contar algo con imágenes, pero no es lo mismo que escribirlo, y que algo que vos estás relacionando en tus ideas, en tu cabeza, se traslade al papel, se traslade al texto. Vos más que nadie lo sabés.  Sin embargo, si vos ya tenés diferenciado por qué te gusta lo que te gusta, y por qué no te gusta lo que no te gusta, aunque sea podés hacer una autocrítica fuerte y separar esas aguas. Entonces eso a mí me ayudó mucho. Y tiene que ver con mi hábito de lector, más que nada. Para nada con el hábito de escritor. Con el hábito de haber leído mucho, de haber leído variado también. En una época (ya no lo hago más), tenía la martirizante idea de terminar todos los libros, aunque no me gustaran. Y eso me ayudó también mucho a decir “capaz tiene una sorpresa más adelante, capaz tiene un giro, capaz esto está escrito de esta forma que a mí no me gusta por lo que sea”. Y eso me ayudó bastante a entender de qué forma quería abordar la escritura. 

MM: ¿Será por eso que te quedaste con los finales, con llegar a los finales de los libros? 

PB: Creo que sí. Igual, yo eso, muy lejos en el tiempo lo relaciono con cuando era chico, mi papá compraba el diario y yo iba derecho a la página de los chistes. De cualquier diario. Yo tenía ese reflejo. “Voy al final y empiezo por ahí”. Así empezaba a leer historietas, leyendo los finales. Y cuando fui creciendo, a leer los finales de las novelas, acotando cada vez más, porque me arruinaba tanto el libro que dije: “Pará. No vemos a ser tan giles”. Y entonces leía solo el último párrafo. El último punto y aparte. Desde ahí leía. Con eso em alcanzaba. Cosa que sigo haciendo, no el algo que puedo evitar. Sigo teniendo la misma enfermedad, es crónica. Pero bueno acotándola al último párrafo, a veces no es tan dañino. Y a veces, sí.

MM: De este camino que empezó leyendo obsesivamente hasta los finales, ¿qué libros recordás? ¿Cuáles fueron los que te marcaron?

PB: Me acuerdo que, sobre todo, mi mamá era la que más leía. Mi vieja era muy lectora. Raro, porque ella era científica, y los científicos leen mucho de ciencia y de libros rarísimos que en mi casa había. Pero era muy lectora de literatura latinoamericana, por ejemplo. Le gustaba también la literatura inglesa, ciertas cosas de la norteamericana, los cuentos, leía a Carver… O sea, mezclaba mucho. Me acuerdo de que la biblioteca de mi casa estaba dividida por niveles de altura. Los niveles de abajo eran los de niños, que era adonde estaban nuestros libros. En los niveles del medio estaba Oscar Wilde, ponele, a la altura del metro veinte, metro cuarenta. Y arriba estaba Henry Miller. Había “libros que no”. Y eso hizo que relacionara mucho el deporte de escalar con la literatura. Yo aprendí a leer los clásicos más difíciles escalando mi propia biblioteca. Pero estaba directamente dividido así: “Estos no son para ustedes”. Me acuerdo de esas palabras: “No, estos no son para ustedes”. Entonces mi hermano y yo teníamos que escalar para llegar a un autor. Pero leía un montón. Me acuerdo de que un poco más arriba de Oscar Wilde estaba Ítalo Calvino, que para mí cambió todo. Estaba más o menos a un metro setenta. Me acuerdo de que había un libro, que no sé si no era de Minotauro, Las Cosmicómicas. Hermoso. Un delirio perfecto. Y ese libro, yo primero no lo entendí. No sabía si era joda, verdad… Claro, a mi mamá le gustaba porque mezcla mucho la ciencia con una parábola narrativa irónica. Así que cuando llegué al metro setenta, entendí toda esa línea narrativa de libros que me encantó, y que empezó con Ítalo Calvino. 

MM: Qué grande. Calvino sigue siendo uno de los autores favoritos de muchos. Es realmente genial. El barón rampante, El caballero inexistente, El vizconde demediado, Las fábulas medievales, Las Cosmicómicas, es muy muy lindo…

PB: Las ciudades invisibles

MM: Tu obra tiene bastante influencia, ¿no? de ese tipo de libros…

PB: Sí. Creo que sí, porque me pasa como que a Calvino le creo. Ese delirio en el que mezcla el humor con cosas que son bastante ciertas, o con fábulas, o lo que hace en Las ciudades invisibles, de mezclar con marco Polo o con Kublai Khan y todas esas cosas, que no se sabe si son verdad o no, pero está tan bien escrito, es tan verosímil que le creo, me gusta creerle, prefiero creer. Me gustan esos textos que me dejan con la duda. Y de todos modos, elijo creerle. 

MM: Bueno, no quiero olvidarme, como me pasó el otro día con Sergio Aguirre, de agradecer a Random House, o Sudamericana, a Amelia, que me mandó una pila de libros. Tenía algunos, pero me mandó La verdadera explicación, El infinito, Mentiras y moretones, que no lo tenía, Rebelión en el Tortoni, y Excesos y exageraciones. Me los mandaron de onda… muy bien. Algunos míos tengo. Éste, que está viejito, se los leí a mis hijas, El brujo, el horrible y el libro rojo de los hechizos. Así que, no solamente agradecerles a las chicas de Random, sino que además me hicieron notar que estás a punto de sacar un nuevo libro con ellas, supuestamente ahora en octubre…

PB: En octubre, sí. De hecho, lo entregué el lunes pasado. Esta semana entra en imprenta. Es un libro que se llama Miedoso, y es sobre los miedos. Es un libro bastante personal. Escribí un texto bastante cortito que describe a un monstruo que vive debajo de la cama de Nina. Nina es mi hija. La historia habla de una enfermedad que tiene Nina, diabetes. Nina desde los tres años tiene diabetes infantil. Y con eso convivimos, es una enfermedad crónica que no tiene cura. Convivimos con ese monstruo debajo de la cama. Entonces yo escribí hace bastante un textito para darle a ella, para defenderse de ese monstruo, que es el miedo a la diabetes, no la diabetes en sí. Con eso hice ahora un libro álbum en donde voy dándole forma a este monstruo, y a las múltiples formas que tiene Nina para afrontar ese miedo y esa historia que tiene, que la va a acompañar. Es un monstruo que tiene debajo de la cama y que ve siempre. Entonces, cómo hacer para no pelearse con ese monstruo, para saber que va a estar ahí, para ganarle siempre. Para ser más valiente que él, para tener el coraje necesario para ser permeable a las cosas que vayan a suceder, y amigarse un poco con ese bicho, que está ahí. Con eso hice este libro, por eso digo que es bastante personal. Por supuesto, esto aparece velado, de una forma muy metafórica. Si bien empieza diciendo: “Debajo de la cama de Nina había un monstruo enorme…”, después no hablo nunca más ni de la diabetes ni de nada por el estilo. Es todo metafórico, aparece entre líneas muy veladas, muy sutiles, ciertas cosas que tienen que ver con este “encuentro”. Por eso el libro sirve para esa etapa de la niñez, en la que uno tiene los miedos debajo de la cama, y como que necesita afrontarlos en algún momento, salir corriendo en otro momento… Son varios momentos que te tocan en la niñez. Uno va creciendo con los monstruos. Por lo menos para mí es así.

MM: Qué fuerte y qué lindo… Esa frase que dijiste recién ya es un título. “Uno va creciendo con los monstruos”. Combatiéndolos y aprendiendo a convivir también. ¿Cuántos años tiene Nina ahora? 

PB: Ahora tiene diez. Hace siete años se le declaró la diabetes, y tuvo ese cambio de vida que nos integra a todos. Para el tratamiento de la diabetes necesitás, por supuesto, dietas, y uno se vuelve como experto en muchas cosas. Después se naturaliza mucho, pero uno está siempre a los saltos. Por eso me pareció que estaba bueno. Siempre mis libros, como los de todos, tienen una porción integrada con la realidad. Y en este caso me pareció que estaba bien. Me estoy volviendo bastante catártico. Ya lo hice antes con El infinito. Me parece que está bien ver qué experiencia tiene uno, que puede brindar al resto de los lectores. Me parece que ese es un lugar legítimo. 

MM: La creación como recurso de catarsis, de sanación, es importantísima. La literatura y por supuesto la plástica, en tu caso. Recién dijiste “entregaste”. ¿Vos todavía hacés el diseño de los libros? 

PB: Sí, hago todo. Hasta los archivos de pre impresión, los PDF…  Todo, todo. De hecho, la tipografía que usé en el libro la dibujé yo. Absolutamente todo, salvo la edición y las correcciones, por supuesto. Ese ya es un trabajo de la editorial. Recién la nombraste a Amelia. Yo trabajé con ella en este libro. Y tuvo mucha paciencia, porque a mí tenés que perseguirme para que me concentre, para que llegue con los tiempos… Amelia y Mariana tienen mucha paciencia. En este caso, tocó Amelia. Pero sí, me encargo del diseño, de la ilustración y del texto. Más que nada porque disfruto de hacerlo, porque me gusta estar un poco al control. Cada libro que hago tiene una impronta muy diferente uno del otro. Sobre todo en el diseño. Me dan ganas de modificar cosas, de experimentar cosas, de probar. Este libro es bastante diferente en lo estético, está hecho como si fuesen dibujos de niños…De niña, en este caso. Hay toda una idea de experimentación que yo necesitaba también, que fue la etapa más larga de este libro. De estar seguro de que ese resultado experimental se entendiese. Vamos a ver…

MM: Esta es una pregunta que los chicos hacen en la escuela. Todo este trabajo, todo esto para lo que decís que tienen que perseguirte, ¿cuánto te demora armar un libro completo así?

PB: Viste que siempre es muy diferente de libro a libro. Jamás pude generalizar eso, porque hay libros que me llevan dos años y libros que me llevaron cuatro meses. En este caso, el texto yo ya lo tenía. Descontando el texto, el libro me habrá llevado unos seis meses. Por supuesto, no es tiempo neto. Yo además hago otras cosas, trabajo en un diario, este lo hice casi en simultáneo con otro libro, un poco se chocaron. Éste me llevó seis o siete meses. Hasta que lo entregué la semana pasada. 

MM: Me diste un pie. El otro día una amiga en común, Lola Rubio, presidenta de ALIJA, con la que vos colaborás siempre, me habló del otro libro, que estuvo trabajándose en paralelo, que vas a presentar en el Fondo de Cultura Económica. 

PB: Sí. Ese estuve haciéndolo desde antes, es más largo aún. Bastante más largo. Me llevó como nueve o diez meses. Lo entregué hace un poquito más, hará un mes. Es un libro re lindo que hicimos con Lola. Yo nunca había trabajado con ella como editora. Y la verdad es que me encantó. Muy puntillosa, tuvo observaciones muy interesantes que me sumaron un montón. Se llama Para mover el mundo. Es un libro rarísimo. Imaginate, un libro para niños y niñas que arranca con una cita de Chomsky que dice: “No estaríamos necesitando héroes. Estaríamos necesitando buenas ideas”. 

MM: ¡Qué bueno!

PB: Es lindo, sí. Y es un libro que tiene un poco que ver con lo científico también. Siempre meto un poquito de eso. Parte de una cita de Arquímedes, que dice: “Denme un punto de apoyo y moveré el mundo”, que es la base para la palanca. A mí siempre me encantó esa cita. Es fuertísima la idea de esa cita. Entonces hice un libro en el que hay un racconto de formas, con anagramas, para mover el mundo, que son en cierta forma instrucciones muy breves, para lograr cambios. Y esos cambios no tienen que ver con los héroes. Tienen que ver con el punto de apoyo, que considero que hoy es algo que está bastante esquivo. Justamente, en este mundo actual hay una búsqueda de salvadores, de protagonistas, que descartan mucho que el trabajo colectivo, en realidad, es mucho más poderoso. Claramente mucho más difícil, pero más permanente. El libro habla un poco de eso, de esa idea que para mí es correcta, y a ver cómo hacemos para visibilizarla. 

MM: Qué desafío… Así como lo contás, sin haberlo visto, pareciera que es uno de esos libros para toda edad… Niños chicos y medianos, y para adultos también. 

PB: Sí, porque, además, prácticamente no tiene textos. Son conceptos ilustrados como palabras ilustradas. Hay fuerzas que se oponen, hay, por supuesto, detractores de esta idea, que intentan poner palos en las ruedas, literalmente. No todo es romántico en esta historia. Hay que encontrarse también con los obstáculos, y ver qué hacer con eso, pero sí, es un libro que no tiene edad. 

MM: Qué bueno. Me decías que es tu primera vez en el Fondo de Cultura Económica.

PB: Sí. Nunca trabajé con ellos. Todavía no vi el libro, así que tengo cero experiencias. Pero hasta ahora todo bien. 

MM: También hiciste el trabajo completo…

PB: Sí.

MM: Cuando se trata de ilustrar el trabajo de alguien… Yo tengo el orgullo de que hayas ilustrado un texto mío. Ahí el diseño lo hizo otra gente. ¿Te cuesta soltar eso? ¿O lo dejás? En Quién soy el diseño no es tuyo. Y nunca te pregunté si te cuesta soltar el control. En “Querido Melli”, ¿la idea de los renglones y de la letra en cursiva es tuya o de la diseñadora?

PB: ¿Sabés que no me acuerdo? Sé que no lo diseñé, seguro. Pero lo de los renglones no me acuerdo. Yo pierdo un montón. Si es de hace más de siete años, no me pregunten nada. No me acuerdo, creo que no, que no es mi idea, pero no me acuerdo. Soltar el control, sí, me cuesta. Me cuesta soltarlo totalmente. Sí, he probado, por ejemplo, ahora estoy trabajando también con otra editorial, que es Catapulta, en donde hicimos algunos libros y yo no los diseñé. Otros sí, pero de los que no diseñé solté totalmente el control. Pero siempre estoy fisgoneando. Tengo una mirada y esa mirada corrige cosas. U observa. Suelto mucho el control en cosas que no tengo idea. Por ejemplo, correcciones gramaticales o de coherencia, suelto. Porque no tengo idea. Entiendo que no estoy en mis aguas, y que no me va a ir bien si trato de interceder ahí. Pero en diseño, ilustración y texto, me cuesta bastante. 

MM: ¿Ilustrar para otros autores ya no lo hacés? ¿Solamente trabajás con tus propios textos? 

PB: No, pero cada vez menos. La verdad es que no estoy ilustrando mucho a otros autores, pero de vez en cuando sigo ilustrando algunas cosas puntuales. Por ejemplo, con Catapulta ilustré unos libros que hicimos con Daniel Balmaceda, el historiador. Y son textos de él, porque justamente son textos históricos, que hablan de San Martín y cosas así. En esos casos, la verdad es que la suma de saberes queda muy bien. Él toma la historia de ciertos personajes, Frida Kahlo, San Martín, Saint Exupery, Tesla, y con esos personajes yo ilustré. Hice los retratos y las ilustraciones del libro. Son textos de él con diseño de otra persona. Ahí solo ilustré, por ejemplo.  En general me gustan ese tipo de cosas. Al ser autor integral (esto lo digo con bastante frecuencia), uno es “culpable de todo”. Y es difícil. Soy culpable, chau. Cuando los textos son de otro, por lo menos podés echarle la culpa. Es bastante sanador. “Mirá lo que son los textos. ¿Qué querés?” o “También, con ese diseño…” (Risas). Me ayuda un poquito a sacarme peso de encima. 

MM: Y en este proyecto con Balmaceda ¿Vos elegiste los personajes y él después escribió sus historias o vos ilustraste lo que él te proponía? 

PB: Los propusimos los dos y la editorial. De hecho, nos reunió la editorial, que tenía esa idea dando vueltas, y empezamos a elegir personajes no tan protagónicos, tan conocidos. Fuimos dándole forma, fuimos peloteando eso. 

MM: Mencionaste un par que son importantísimos, por lo menos en tu obra, me parece. Saint Exupery, que es epígrafe en alguno de tus libros. Además, era aviador, y vos sos aviador, ese es otro detalle. El lado científico, aunque a veces te lo tomás a broma, me parece que es algo que te pesa. Por la formación familiar.

PB: Bueno, a Tesla lo propuse yo. Me encanta. Es un personaje que adoro. Me parece un súper antihéroe, de una relevancia que todavía no conocemos y no llegamos a dimensionar en la historia de la ciencia y de las Humanidades. Sí para mí es importante lo científico. Tiene que ver con mi herencia, con mis viejos, pero es algo que cada vez me apasiona más. Incluso el ante año pasado, con el tema del libro de El infinito, me pasé dos años medio recluido estudiando acá, en el Balseiro, con docentes, porque hice una muestra alrededor de la ciencia, y las formas que toma en la ciencia el infinito. En la Física, la Matemática, la Astrofísica… Entonces estuve tomando clásicas de Cuántica y de Astrofísica y de universos paralelos con físicos del Balseiro. Fue maravilloso. Estuvo re bueno. 

MM: Suena dificilísimo.

PB: No sabés lo que es. Es tremendamente difícil. Pero imagínate que lo hice en un plano muy superficial. Porque por más que estén esas personas que se dignaron a darme clase de una forma tan copada, porque también se coparon con la idea de trabajar en la muestra, Ellos curaron la muestra desde el lugar de la ciencia. Guillermo Abramson y varios personajes muy interesantes. Para mí, lo hicieron desde un lugar muy humilde de parte de ellos. Yo pretendía que me explicaran lo que para ellos habían sido veinte años de laburo, en dos. Y lo hicieron desde un lugar muy humilde y generoso. Incluso tomar clases ahí mismo, en el Balseiro, me pareció muy divertido. 

MM: ¿El Balseiro está al lado del Nahuel Huapi o en una isla? Yo tengo esa fantasía…

PB: Es correcta en parte. En realidad, no el Instituto Balseiro, sino la Comisión de Energía Atómica donde está hoy el Balseiro, acá en el kilómetro diez (digo acá y señalo para atrás porque yo estoy en el catorce), está en un predio muy grande donde está el reactor nuclear, están todas las universidades del Balseiro, y todos los laboratorios que dependen de la CNEA, y es parte de un proyecto que está en una isla, que es la Isla Huemul. Había un personaje, en la época de Perón, un alemán (o austríaco, no me acuerdo) que se llamaba Richter, que le propone a Perón en el cuarenta y tantos… en general le dice a Perón que había conseguido generar la ecuación, la fórmula para producir fusión en frío de átomos. Que es algo que todavía no se ha logrado hoy. Sería la respuesta energética para la humanidad. Para siempre. Es lo que sucede adentro del sol. Todavía esa fusión no se ha logrado. Se ha logrado la fisión, que es el choque. Fusión, no. Entonces Perón compró la idea, y le armó una especie de laboratorio gigante en la Isla Huemul, con todo lo que Richter le pedía. Y el tipo era un farsante. Tenía un delirio sobre esa idea. Por supuesto, fracasó. Pero sentó las bases de lo que es hoy la CNEA. A partir de todo eso, que ya estaba ahí, empezó en Bariloche este polo de ciencia que es tan importante. Gracias a un delirio de un alemán loco. Hubo mucha plata en el medio también, una estafa.

MM: Acá dice Adriana que eso da para una novela. Seguro. Yo creo que en La novela de Perón, Tomás Eloy Martínez cuenta parte de esta historia, que ya es mítica. Es una maravilla. Podríamos decir: “Dadme una mentira como punto de apoyo, y también moveré al mundo”, porque mirá todo lo que pasó a partir de este verso. 

PB: Sí, totalmente. Al punto de aprovechar algo que fue una estafa, pero generó un montón de cosas. “Ya está todo acá. ¿Ahora qué hacemos?”  Y, de hecho, ahí aparece Balseiro. Lo llaman para preguntarle qué onda ese Richter. Y Balseiro llega y dice que es cualquier cosa. Y toma esa posta. 

MM: Acá Lili dice que Evita le decía a Perón que Richter era un farsante. 

PB: Sí.

MM: Cecilia nos pregunta quién era Balseiro. Brevemente.

PB: Carlos Balseiro era un físico o químico, no recuerdo bien, que era una eminencia internacional. Un tipo híper formado y un formador. Funda una universidad con varios polos, pero termina sucediendo acá, en Bariloche, que es donde hasta el día de hoy hay una universidad muy prestigiosa. Del Balseiro salen los físicos más importantes del mundo. Sobre todo, era un estratega. Él entendía el poder de la Física y de la energía nuclear. Y sobre todo, plasmada en un país como Argentina, que tenía cero experiencia en eso. Cero estructura para hacerlo. 



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