Francisco Gorostiaga: “Hay un montón de prejuicios instalados en la LIJ y vos, como editorial, tenés que funcionar con los prejuicios o contra ellos”
En esta primera parte de la charla con Francisco Gorostiaga, desde hace no mucho tiempo editor de Guadal, conversamos de casi todos los temas editoriales. Francisco, que se formó en Letras, ha recorrido mucho el campo de la LIJ y tiene experiencia como para hablarnos de canales, de colecciones, de ilustración, de licitaciones del Estado, de la venta en grandes superficies, de la mirada comercial del Publisher. Una charla interesantísima, para seguir aprendiendo.
Mario Méndez: Buenas tardes. ¿Cómo están? Bienvenidos y bienvenidas a una nueva charla, esta vez con Francisco Gorostiaga, Fran, editor de Guadal, recientemente. Pero un hombre con muchísima experiencia en el campo editorial. Más de diez años de editar en Uranito, y en varios sitios más, que nos va a contar. Y desde hace poco tiempo, en una editorial como es Guadal, que nos va a interesar bastante charlar, porque es una editorial dedicada a los libros infantiles y juveniles, pero no como la mayoría de las que hemos estado entrevistando hasta ahora, con una mirada escolarizada. Es más de lo que llamamos “trade”, la compra espontánea, de librería. Así que bienvenido, Fran, quisiera que nos cuentes cómo es tu llegada a esta potente editorial tan presente en las librerías.
Francisco Gorostiaga: Hola a todas y todos. Qué lindo verlos. Bueno, la llegada a la editorial… en realidad yo sigo trabajando free lance con varias editoriales. Desde enero de 2022 estuve trabajando para Guadal y para otras, como Puerto de Palos, Norma-Kapelusz, en la parte de Norma, la parte literaria, con reediciones y el rediseño de la colección Torre de Papel. Laburando bastante para Guadal también, el año pasado, y a partir de este año, junto con la salida de Antonella de Alva, que emigró para otro lado, reestructuraron un poco y me ofrecieron la posibilidad de encargarme del catálogo de la parte literaria de Guadal. No trabajo licencias, o coediciones, sino principalmente escritores e ilustradores nacionales. Esa es un poco la idea. Me buscaron para analizar el catálogo, repensarlo un poco, ver hacia dónde mirar, qué cosas fijar dentro del catálogo y hacia dónde expandir. Esa es un poco la historia. Arranqué hace muy poquito en esta parte, trabajando el catálogo de la editorial, pero igual hay mucho para charlar.
MM: Decís “la parte literaria”. ¿Eso tiene que ver con la llegada a escuelas? ¿Por qué hacés esa diferencia?
FG: Hago la diferencia porque Guadal trabaja muchos canales, tiene grandes superficies, librerías, busca la escuela no tanto internamente, pero trabaja y siempre trabajó licitaciones. El Estado le ha comprado libros en distintas oportunidades, y es algo a lo que le presta atención. Siempre hay, y hubo, una intención de darle un lugar a lo literario. Así como alguna vez ha quedado o ha ganado un destacado de ALIJA, son cosas a las que les prestan atención por más que obviamente, dentro del catálogo, que es muy grande, es el diez por ciento. Buscan prestarle atención, no es algo que descuidan. Sino que tratan de fomentar, y mi entrada tiene que ver un poco con eso. No tienen promotores en las escuelas, no están pensados los catálogos ni las colecciones en ese sentido. Pero sí prestan bastante atención a la parte de licitaciones.
MM: Recuerdo que Guadal ganó una o dos veces el premio Favorito de los lectores. Supongo que habrá sido toda una novedad, y después el destacado de ALIJA con el libro de los mitos. Pequeñas historias de grandes mitos... Mostralo si lo tenés ahí…
FG: Sí, además acá está Ana Lucía Salgado, que fue quien lo editó originalmente. Este fue el Destacado de ALIJA, y esta colección es una de las que buscaron seguir desarrollando. Ahora esta se reeditó, se ajustaron los formatos, porque se siguió la colección y hay versión en formato tapa blanda y otra en tapa dura. También se fueron haciendo algunos ajustes de ilustración. Y ahora, la novedad para la Feria es Pequeñas historias de otros mitos griegos. Son cuatro mitos más que siguen la misma línea del primero, y otro de mitos mexicanos. En la primera serie estaban mitos griegos l, mitos egipcios, japoneses y vikingos. Se les sumaron ahora otros mitos griegos y mitos mexicanos, que ya está listo pero todavía no entró en imprenta.
MM: ¿Siempre con la misma pareja de ilustrador y autor? ¿O va variando?
FG: No, no varía. Cecilia Blanco y Roberto Cubillas. Parte de la identidad de esta colección es la dupla autoral.
MM: Equipo que gana no se toca…
FG: Sí, además, es muy desde el origen. Por ahí Ana nos puede contar un poco. Ellos ya han trabajado en otros libros, tienen una relación de años entre ellos, funcionan bien y hacen un buen producto. Y sí. Equipo que gana no se toca.
MM: Me decís que el de mitos mexicanos no va a llegar a la Feria
FG: No, ese no llega. Estaban haciendo una corrida para tratar de llegar pero finalmente no se va a poder dar. Así que estaban viendo de sacarlo ya para el Día del Niño. Y moverlo bastante más. Como son libros que funcionan bien, se trata de buscar algún evento en particular para publicarlo.
MM: Vos lo tenés muy claro, pero por ahí la gente que no conoce tanto el mundillo de la LIJ no tanto… El Día del Niño. Eso está pensado claramente en el canal de librerías, ¿verdad? Es otra manera de pensar la llegada de los libros. Otra tipología editorial. ¿Y eso es parecido a lo que hacías en Uranito o es muy diferente?
FG: Tiene puntos en común. Es diferente en el sentido de que en Uranito yo trabajaba adentro de la editorial. Inicialmente el sello lo llevaba la que era mi jefa en ese momento, Anabel Jurado, y después de un par de años, lo seguí yo y empecé a darle mi impronta. Pero hay un montón de trabajo de gestión que por ahí no se ve afuera y eso cambia mucho. Además, te insumen un tiempo y actividades que llevan otro tanto. Si tengo que comparar un trabajo con el otro, acá tengo por ahí la ventaja de estar trabajando “desde afuera”, entonces hay un montón de cuestiones del día a día de la editorial que me pasan por el costado. Pero me conviene quedar afuera, porque trabajo más enfocado en el catálogo, me junto una vez por semana, tengo reuniones con la directora, conversamos, definimos, y después se sigue. Como que me permite hacer un trabajo un poco más depurado, en un punto. O trabajo el catálogo, o estoy trabajando puntualmente en la edición de los libros, pero no tengo tantas instancias aparte. Me pasaba mucho en Urano, que a medida que iba creciendo tenía más reuniones, una atrás de otra. Hasta que en un momento tenés que parar la pelota y pensar hacia dónde estás yendo. Siempre buscás la manera, pero cuando hay tanta producción, y de editoriales más grandes, a veces es difícil encontrar el tiempo de reflexión y de crítica. Y me parece que esta instancia de estar trabajando con un pie afuera y otro adentro, está buena para pensar un poco más la identidad del catálogo.
MM: Está bueno porque es una experiencia muy diferente la que nos estás contando. Vos estás contratado para una cosa muy específica. ¿Se podría decir que tu trabajo es free lance?
FG: En realidad sí, pero yo tengo un compromiso. No es una exclusividad, pero es una semi exclusividad. Es algo conversado para pensar el catálogo, pero en términos funcionales, no es que tengo un sueldo fijo en el que entran un montón de otras cuestiones. Tengo un sueldo fijo por mes, más los trabajos. No es lo mismo que estar en exclusividad absoluta. Yo sigo trabajando también con otras editoriales, infantiles o también de adultos, y también con otros proyectos; yo doy talleres, soy docente… Justo acá está Ana Lucía que es coordinadora de la capacitación en libros infantiles y juveniles en la UBA, yo soy profe ahí, también en UNTREF, también doy talleres en FILBA, así que hoy por hoy te diría que mi trabajo es un poco free lance, porque se va componiendo un poco de docencia, talleres, asesoría de obra, la editorial… Es un poco y un poco. Si tengo que definirme quizá me defino más como un free lance por más que hay un compromiso para llevar adelante el catálogo.
MM: Muy diferente a lo que estamos viendo ahora, y eso está buenísimo para ir variando. Vos venís de Letras, Fran ¿no? ¿O sos editor?
FG: Yo, de formación, soy Licenciado en Letras por la UBA. Editor, por más que he hecho cursos, siempre fue más de oficio. Un poco fue encontrarle una salida laboral a algo que siempre me encantó, que son los libros, y la literatura. Siempre me gustó la investigación y la docencia, pero no me veía dedicándome full time a eso. Y en un momento me pregunté por qué no la edición. Fue abrir esa puerta. No me fue nada fácil. Y la verdad es que me encontré con un mundo que me fascinó. Y muy distinto si comparaba la óptica de la carrera. Yo adoro la UBA y adoro Letras, pero editar es un poco salir a la realidad y trabajar con la materia viva. En Letras, en ese momento, de toda la carrera, los autores vivos eran un dos por ciento. Era raro, digamos. La cosa está terminada, ya no hay una voz que opine, las lecturas son las que hizo la crítica y está todo como bastante cristalizado. Son dos cosas completamente distintas en algún punto, porque en Letras, en el análisis, que es muy fuerte, tiene un valor re importante a nivel formativo, pero es como más un anatomista. En cambio… no sé… acá está Sebastián Vargas… te juntás con él o con Mario, a hablar o a tomar un café y es otra cosa. Te estás juntando con alguien a quien le pasan cosas, que escribe, que en su escritura se juegan un montón de cuestiones. En cambio, cuando está tan cristalizado, por los autores de la carrera que les decía, se pierde un poco de vista eso. Siempre pongo un ejemplo, en función de la carrera y de la profesión: cuando entré a Urano me fascinó el momento en el que llegó el primer libro. Fue una sensación única. La editorial tenía las oficinas arriba, te levantaban la cortina, entraba un camión, venía el autoelevador, levantaba la grúa, enganchaba y bajaba tres mil libros. Había que abrirlos, controlar la calidad… era una cosa muy viva.
MM: (Se ríe) Dice Sebastián: “Claro, pasás de ser un anatomista a ser un cirujano”. Puede correr sangre con los autores vivos…
FG: Yo tengo una visión más autocomplaciente de mí. Me pienso como partero, no como cirujano. (Se ríe).
MM: Está bien. Igual corre sangre.
FG: Sí, pero tratando de ayudar al otro a hacerlo de la mejor forma.
MM: Nunca pensando a los editores como chupasangres. Porque ya que estamos hablando de eso, me queda ahí el chiste fácil. ¿Y por qué literatura infantil? Porque venís de Letras, estás hablando de todo lo cristalizado del mundo de las Letras, la crítica, y editás literatura para niños y jóvenes. En Letras es una rareza total… salvo por algunos seminarios colgados por ahí, casi que no existimos. ¿Por qué vos te volcaste a los libros para chicos?
FG: La verdad es que primero me encontré con los libros para chicos. Vengo de una familia lectora. Por ahí no me compraban tantos libros, pero tenía los libros de mis abuelos, de mis viejos cuando eran chicos… Siempre estaban los libros en mi casa. Por ejemplo, la colección Robin Hood, leía el Billiken que leía mi mamá cuando era chiquita, a tres colores. Había un montón de libros en mi casa, y en mi familia siempre estuvimos muy marcados por la lectura. Y en Letras, tal cual lo que decís: no hay lugar para la literatura infantil, o no lo había al menos. Yo cursé el seminario de Bombini, un lugarcito en el que se cruzaban Letras y Edición. Pero a nivel de la carrera, nada. Miguel Vedda le daba un poco de bola cuando él daba sus seminarios de literatura trivial, y entonces te metía algún romántico, o alguna cosa más juvenil. Pero todo muy clásico, no dándole lugar a nada del campo actual, ni a la historia del campo de la LIJ. Era impensable leer a Martín Blasco, Cristina Macjus, o a Sebastián Vargas en la carrera de Letras. ¿Por qué, no? A mí me pasó que me reencontré con los libros infantiles cuando entré a Urano. Y la verdad es que no me gustaba mucho lo que hacía Urano, pero lo vi como un lugar para empezar a conocer, trabajar y empezar a empaparme de todo esto. Y justo en ese momento, 2009, 2010, estaba arrancando con lo infantil, que en un principio tenía un perfil súper comercial, y después, por más que seguía con una impronta comercial, se fue abriendo. Se empezó a dar espacio para invertir más en lo infantil y abrió el abanico. Empezó a dar más lugar para lo literario y también para un montón de otras cosas, libros didácticos, un poco de todo. Cuando me encontré con lo infantil me encantó. Después de leer tantos años apuntes del CEFyL en letra gris clarita, que no se lee nada, de golpe había colores, y colores y colores. Ni siquiera estoy hablando de la calidad de la ilustración, sino de los colores. Era maravilloso, me sentía un niño. Entonces me fui buscando el espacio, dentro de Urano, para trabajar con lo infantil. Me dieron el OK a fines de 2013, y ahí pude empezar a hacer pequeñas colecciones mías, desarrolladas desde cero, conceptualizadas… Para Urano también era un aprendizaje, porque nunca había hecho infantil, hasta 2008 era una distribuidora prácticamente; se imprimían algunos libros acá pero no tenía un equipo editorial. Fue todo muy nuevo, muy al tuntún por los tiempos de las editoriales grandes, por más que Urano acá no era una editorial grande. Pero editabas un montón, desde un libro de budismo a uno infantil. Cuando me hice cargo de lo infantil me aboqué a eso, y la verdad es que estuvo buenísimo. Porque aprendí un montón, porque también la editorial, con defectos y virtudes me permitió hacer un recorrido por todos los puestos que puede haber dentro del equipo de edición de una editorial. Me permitió conocer un montón de producción, muchas puestas en máquina, muchas idas y vueltas, mucha relación con imprenteros de los que aprendí mucho. Me acuerdo de un imprentero viejo, de Artes Gráficas del Sur, Carlos, que muy al principio, cuando yo no sabía nada, por teléfono me daba seminarios de preproducción y producción. En su momento me costó, pero con el tiempo fui valorando un montón eso. Con defectos y virtudes pude ir desarrollándome; aprendí un montón de producción, de contratos, de licitaciones, a manejarme con autores, que al principio es difícil, porque al principio no sabés, y cada uno tiene sus propios intereses y mundos. Aprendí a manejarme de otra forma: antes uno estaba más encerrado en el escritorio, pero cuando llega el manuscrito hay alguien del otro lado. Entonces tenés que entender qué es lo que le está pasando a esa persona con eso, que es su obra y no es la tuya. Por más que después uno se sienta parte, y colabore y genere el libro. Por eso lo de partero. Ese recorrido, hablar con abogados, ir a licitaciones, tratar con la Cámara del Libro, con la Cámara de Publicaciones también, con Ministerios… te vas formando y empezás a conceptualizar de otra forma. Trabajar las licitaciones es un bodrio, no hay nada peor que leer el pliego, las condiciones, pero es algo re útil y es genial que el Estado las haga. También uno empieza a pensar cuál puede ser material potencial para el Estado. Y también hay que pensar así. Porque a mí, obviamente que me encanta y amo la literatura, pero tengo que tratar de sacar el mejor libro posible, que se adecúe con la editorial, y darme cuenta como editor cuándo un libro está bien para una licitación. Mario me presenta una novela y tengo que poder ver que si no va para esta colección puede ir para tal otra, porque el ministerio ya me compró una y por el perfil y todo eso puede andar… tenés que empezar a pensar un poco en esas cuestiones. Que terminan impactando en el diseño, en el tipo de ilustración… Hay un montón de factores que están encadenados a la edición del libro, según el tipo de autor, el canal, hacia donde lo querés perfilar… Hay ediciones más abiertas, más permeables a distintos canales, y otras que no. Hay libros de librería, sí o sí, porque tiene determinados temas que en la escuela no se permiten. No van a ir nunca a la escuela. O libros para grandes superficies: supermercados. Así como también hay libros que no van a funcionar nunca en supermercados. Hacer el mejor libro posible para ese canal. Que es un canal raro, porque es medio mezquino, pero es un canal y depende de la editorial. En el caso de Guadal, es un canal importante para la parte de licencias. Uranito tenía unos desarrollos en China que le funcionaban muy bien. Después, te funciona bien El Principito también. Que funciona en librerías.
Son cosas en las que empezás a pensar y a partir de las cuales una editorial puede hacer caja y se permite hacer otras cosas. Los Bestiarios de Gustavo Roldán, por ejemplo, en Guadal, de los que el ministerio compró cantidad en 2007 o por ahí. Y eran libros con una tirada al mercado de tres mil ejemplares. Y el Estado debe haber comprado como nueve mil de cada uno. Tiene una validez para la editorial porque piensa en el prestigio. Uno apunta a las licitaciones desde el punto de vista del interés comercial. A todos les gusta que les compre el Estado. Que te compre nueve mil libros es un golazo. Pero es también muy azaroso. Puede que tengas un libro buenísimo, ideal para licitación, con el que no pasa nada. A mí me parece que ese diez por ciento del catálogo que se guarda Guadal, es un lugar de prestigio. Le interesa que queden las historias de grandes mitos griegos como Destacado en ALIJA. Obviamente que no es Calibroscopio, no es Limonero… es otro perfil. Y además es otra editorial más grande que presta atención a varios canales, está segmentada.
MM: ¿Y vos acá en Guadal estás también a cargo de esa mirada un poco de publisher, con las licitaciones, con la elección de para qué canales y demás? ¿O es un recuerdo de tu trabajo en Uranito?
FG: Sí, pero no completo, porque ese trabajo en Guadal lo hace María Pingray. Sí en la parte de licitaciones y en la parte para librerías. Pero no me meto en la parte de licitaciones, coediciones de otro tipo de libros. Pueden pedirme opinión y la doy, pero no estoy a cargo de esa parte del catálogo. De eso se encarga María, con los editores de adentro y los otros editores con esa posición mixta adentro-afuera, que es hija de la pandemia. Es interesante marcarlo, porque no es tan común. Tiene alguien que le hace licencias que tiene una relación parecida a la que tengo yo. Trabaja por su cuenta pero tiene un compromiso, va una vez por semana a la editorial, hace reuniones y arma toda la parte de licencias y se ocupa de la relación con Marketself, que es la empresa que trabaja con los supermercados, para ver las necesidades que tienen. Ahí tiene una lógica distinta, porque es como que la editorial hace desarrollo, pero en esas reuniones se determina lo que se necesita, lo que sirve, lo que no. Te dicen que necesitan libros para el baño, de vinilo, y después hay que buscarle la vuelta para imprimirle un diferencial que te posicione mejor que a la competencia. En algunos casos se compran derechos y se hace a partir de un desarrollo de afuera. En otros casos se desarrolla acá, es un mundo un poco distinto del de la edición literaria, pero bueno, está ahí dando vueltas. Uno lo ve separado y como algo con lo que no tiene ninguna relación, pero lo que le permite a Guadal hacer caja es por ahí. Por las ventas de los libros para la bañera.
MM: No hay críticas sobre los libros de bañera en Letras, ¿no? (Risas). Ese es un tema, eso faltaba. Me parece genial el cambio enorme y tu experiencia de pasar de esta formación académica de Letras, a toda esta mirada clarísima que tenés de lo comercial, de los diferentes canales, de los libros para aquí o para allá, supermercados, librerías, licitaciones, y para la reserva de catálogo. Ojalá haya alumnos míos de Introducción a la Actividad Editorial, así toman nota de la mirada general que tiene que tener un editor. ¿En qué proyectos estás ahora con Guadal?
FG: Estamos con esta colección de Cecilia Blanco y Cubillas Pequeños historias de grandes mitos, con un título de mitos mexicanos; la idea es seguirla, estamos en conversaciones para sacar otros títulos. Todavía no hay nada latinoamericano. O sudamericanos, con los mexicanos cubrimos el norte. La idea es sumar algo en ese sentido, que puede ser argentino o del Cono Sur, o mitos quichuas. Estamos en conversaciones por ese lado. Actualmente, también lo que me pasa mucho en esto del análisis del catálogo que estamos viendo es editar alguna reedición. Ellos tienen la colección Atrapacuentos. Siempre pasa que hay una colección que es más “caja de zapatero” que otra. En todas las editoriales hay alguna colección a la que, cuando no se sabe adónde mandar algo, va ahí. Atrapacuentos tiene unos libros buenísimos, y otros no tanto. Y lo que pasa es que en el tiempo se hizo un diseño, que tiene cierta flexibilidad o no. Va muy bien para algunos libros y para otros, no. Uno busca que sea lo mejor posible, pero cuando una colección se sostiene tanto en el tiempo y es tan abierta, a lo largo de ese tiempo fueron pasando distintas personas, eso también influye.
Entonces hay que parar la pelota y ver cómo buscamos una manera de reeditar todo eso y emparejarlo. Porque hay un momento en el que queda desparejo a nivel estético. Y parte de los que estoy haciendo es releyendo la colección y repensando, porque hay libros que por ahí están por importancia, pero para la edad de la colección no terminan de encajar. Lo metieron porque el libro era una bomba, y por ahí ahora hay que pensar en sacrificar, sacar un buen título de la colección, pero armo otra cosa, o armo un libro fuera de colección que no es lo ideal, pero a partir de eso armo otra colección. Son algunas de las cuestiones que están ahí, jugándose.
Después, también, estoy empezando a trabajar con una colección de clásicos. Algunos que ellos ya tienen, como El principito, que les funciona excelentemente bien, entonces hicieron distintos formatos. Tienen El principito y Alicia en el País de las Maravillas traducidos por Ana María Shua. La idea, además de sacar esos dos, es sumar Mujercitas, Cuentos extraordinarios, de Poe, que es un clásico, clásico, pero en este formato (muestra un ejemplar de El principito de 10x15 cm), que como ven es del tamaño de mi mano. Es un formato chiquito, pero con tapa dura, sobrecubierta, entelado, con guardas… La idea es armar una caja. Son productos con libros que se piensan como para armar la cajita, con doce libros… Por ahora vamos a arrancar con los primeros cuatro, pero la idea es armar una caja y que sea algo que también pueda funcionar afuera, en distintos países. Piensan, un poco desde la elegancia de la edición, tener tu rinconcito de clásicos. Por más que ese no va a ser el nombre que suena medio horrible, pero sí que sea una cajita de clásicos.
MM: Te hago una pregunta, ya que trabajás con escritores vivos, que tienen sus propios temas, una pregunta interesada. Con la colección Tren Fantasma, ¿qué ha pasado? ¿Qué va a pasar? ¿Tenés alguna idea?
FG: Con la colección Tren Fantasma hay ganas de hacer una reedición, sobre todo para volver a ilustrar algunos. No va a ser inmediatamente, pero esa es la idea. No están muy conformes con cómo está resuelta estéticamente hoy esa colección. Pero varios de los libros funcionan bien y les interesa. El terror siempre es un género que mueve, así que la idea es reeditarlos.
MM: Eso me interesa. Esa colección tuvo un par de premios interesantes, incluso creo que llegó alguna compra estatal de los títulos de Tren Fantasma. ¿Vos tenés alguna propuesta de género en ese análisis de catálogo que estás haciendo? ¿Algo que te interese particularmente?
FG: Ahora estamos en una instancia de evaluación. Se sacan los números, que obviamente, pesan, se analiza todo, qué libro funcionó, se definen qué parámetros llena o no un libro. Hay libros a los que se les va a tener más paciencia. Hay libros que por definición tienen una venta más rápida, otros, más lenta… No es lo mismo tenerle paciencia a un libro de súper que a un libro de autor, para decirlo muy a grosso modo. Ahora estamos haciendo esa evaluación. No son tantos los proyectos, pero estamos viendo qué cosas sí y qué cosas no. Porque se crea una zona medio vaga del catálogo. Y la idea es empezar a darle más forma a las colecciones. Si queda algún título suelto ver qué se hace con ese libro. Hay libros que tienen colecciones que les funcionan muy bien, tratar de armar colecciones a partir de eso y ver cómo implementarlas… Estamos en una instancia muy inicial. Después, en términos de qué me interesa a mí, qué se puede sumar, soy bastante abierto. Creo que le prestaría más atención no tanto al género en sí, sino a la colección. Para qué tipo de público y tipo de libro más que el género en sí. Hay un montón de prejuicios de la LIJ que están instalados. Y vos como editorial tenés que funcionar con los prejuicios o contra ellos. Si sacás una colección de ciencia ficción tiene que tener todo un entramado para ver cómo implementarla. Pienso en las editoriales escolares… a poesía, a teatro, siempre los metían dentro de las grandes colecciones, siempre evitaban generar colecciones que fueran sólo de teatro o de poesía, porque por ahí les compraban uno o dos para cumplir y después eso quedaba un poco perdido. En cambio cuando lo trabajan (en el caso de las escolares) con un corte por edad, eso permite variar y entonces edito uno de poesía, uno de teatro… Manejan un poco ese criterio. Particularmente, yo no vería un género puntual, sino el tipo de libros. Sí me interesan cosas más textuales, sí me interesa editar novelas, pero me parece que hay que buscar la manera y la colección. Guadal descansa mucho en lo gráfico, entonces también es algo a lo que necesariamente le tengo que presar atención. No es porque una cosa esté bien y la otra mal, pero hay editoriales que se permiten editar más texto, y otras no tanto. Creo que también va un poco de la mano de lo comercial pero no solamente.
MM: Recién mencionaste algunos autores del siglo XXI. Sebas, acá presente, Martín Blasco, Cris Macjus, todos autores que hicieron su aparición, creo no equivocarme, en este siglo. ¿Creés que Guadal es una editorial que está abierta a nuevas voces, que puede abrirse, o que va por autores con más renombre, “consagrados”?
FG: Creo que hay un poco y un poco. Me parece que principalmente va a buscar autores “de nombre”, va a ir por eso, un poco en línea con las licitaciones… Pero, por ejemplo, Martín Blasco vende muy bien, también lo compran… Son autores que ya tienen su recorrido y tranquilamente pueden ser parte del catálogo sumando libros nuevos o, en casos como el de Cristina, desde cero, porque no tiene nada en Guadal. Me parece que hay un poco y un poco. Cuando buscan armar la colección literaria, van a buscar los grandes nombres. No están pensando en autores que estén dando sus primeros pasos. Pero por otro lado es una editorial en la que hay mucho desarrollo textual.
Este libro, 365 cuentos, es un libro que edité el año pasado, es un libro bastante comercial, que funciona en distintos canales. La idea es la de tener un cuento por día para leerles a los chicos, y en este caso hay autores que ya tienen libros publicados, a algunos los publiqué en Uranito, pero también hay muchos en los que es su primera publicación. No es lo mismo alguien que tenga la experiencia de que lo hayan editado, lo hayan publicado, que alguien que empieza de cero y te trae el primer manuscrito. Acá son dieciocho en total, y para muchos es su primera publicación. No es lo mismo entrar en una editorial y decir “Esto es lo que tengo”, cuando ya te publicó alguien y pueden leerte. En ese sentido hay lugar. Y hay casos rarísimos, porque a mí me permitió pensar a qué autor le podría interesar. Por ahí, un autor de más renombre te cobra una fortuna para participar de esta antología, que es un libro muy grande, entonces las cuentas no te van a cerrar por ningún lado y hay que poner el libro a un precio que no es competitivo. Y de golpe pensar que acá participó Natalia Leiderman, que es una poeta que llegó por una de las correctoras. La verdad es que escribe unos cuentos increíbles, y se re motivó. No es que la editorial esté buscando armar colecciones de autores que están dando sus primeros pasos, que no tienen nada publicado pero sí hay un lugar. No es que hay que ser un autor de primera línea para que se lo edite. Eso está más abierto, pero pasa en todas las editoriales, si editan cosas que son más temáticas, en las que tiene más peso el tema que la autoría, hay bastante diversidad. Hay un libro que me llegó por una conocida, que es un libro de cocina para chicos. Una conocida mía que es nutricionista y se autoeditó. Y se está vendiendo re bien. Y tiene un costo caro, porque es un libro anillado, medio calendario, con stickers, todas esas cosas que salen muchísimo dinero… Ella se editó, empezó a vender, y vende mil y pico de ejemplares al año. ¡Epa! Eso no entraría en el catálogo que voy a editar, pero me llega eso, y aunque tiene las ventas que lo acompañan también tengo que pensar la proyección posible, que no sea un libro único, sino pensar en toda una serie, con un mismo personaje… por ahí la agarra Guadal, que tiene una gran estructura comercial y de distribución, y es un libro que está bueno y que le re funciona. Son libros más temáticos, funcionales, prácticos, que también son parte del campo de los libros infantiles. Nos corremos un poco de lo literario, pero también es parte de lo que trabajamos.
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