Recuperar el tiempo
A veces lo necesario es algo simple y complejo a la vez. A veces es necesario que haya quien sepa escuchar. Recuperar el tiempo es una tarea de difícil resolución, y más en medio del vértigo de la actual vida cotidiana. En Momo, de Michael Ende, se trata de restituir el sentido único y el valor indiscutible de cada ser. Los personajes cuya historia reaparece en el centro del relato se reapropian de su tiempo, de su existencia, una vez que la escucha les hace lugar. Libro de Arena cierra el tema del mes de Agosto, con este comentario de Milagros Corcuera, con el que recordamos, además, los cincuenta años de la publicación de Momo.
Por Milagros Corcuera*
El escritor alemán Michael Ende, más conocido como el autor de La Historia Interminable es también el padre de una historia –más breve, discreta y quizás por eso más fuerte: Momo.
Momo es una niña pobre abandonada en un anfiteatro querida y cuidada por los vecinos del pueblo cercano, quienes están impresionados por su inaudita capacidad de escuchar al otro. Cuando los Hombres Grises (una parodia al capitalismo y consumismo brillante) llegan al pueblo, comienzan a seducir a los habitantes de que ahorren tiempo y lo depositen en su banco. Momo es la única capaz de enfrentarlos, dado que no tiene nada que perder: lo único que desea es tiempo y amigos con quienes compartirlo. Una flor horaria y una tortuga que escribe mensajes en su caparazón son sus únicas armas frente quienes están robando el tiempo, consumiéndolo en sus cigarrillos humeantes.
A pesar de haber sido publicada en 1973, hoy en día la historia continúa siendo vigente. Critica el creciente consumismo de la sociedad, donde luego de darte una muñeca, vienen todos sus accesorios; casa de playa, carteras y bolsos, zapatos y su novio (con sus propios añadidos a su vez, como el auto de moda, los trajes y cambios de ropa, por supuesto).
Es para “el niño en mí, en todos nosotros, que cuento mis historias”, Ende decía. Es uno de esos raros libros que pueden entretener a niños de cuarto grado, y atraer al mismo tiempo a los adultos. Recomiendo esta historia como un poema a la sencillez de la vida: leerlo puede ser una oportunidad de recuperar nuestro tiempo, algo que no nos haría mal dada la época vertiginosa en la cual nos encontramos.
“Lo que la pequeña Momo sabía hacer como nadie era escuchar. Eso no es nada especial, dirá, quizás, algún lector; cualquiera sabe escuchar. Pues eso es un error. Muy pocas personas saben escuchar de verdad.
Y la manera en que sabía escuchar Momo era única. Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes. No porque dijera o preguntara algo que llevara a los demás a pensar esas ideas, no; simplemente estaba allí y escuchaba con toda su atención y toda simpatía. Mientras tanto miraba al otro con sus grandes ojos negros y el otro en cuestión notaba de inmediato cómo se le ocurrían pensamientos que nunca hubiera creído que estaban en él.
Sabía escuchar de tal manera que la gente perpleja o indecisa sabía muy bien, de repente, qué era lo que quería. O los tímidos se sentían de súbito muy libres y valerosos. O los desgraciados y agobiados se volvían confiados y alegres. Y si alguien creía que su vida estaba totalmente perdida y que era insignificante y que él mismo no era más que uno entre millones, y que no importaba nada y que se podía sustituir con la misma facilidad que una maceta rota, iba y le contaba todo eso a la pequeña Momo, y le resultaba claro, de modo misterioso mientras hablaba, que tal como era sólo había uno entre todos los hombres y que, por eso, era importante a su manera, para el mundo.”
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