Setenta años del nacimiento de Herta Müller
Hoy se cumplen setenta años del nacimiento de la narradora y poeta Herta Müller, Premio Nobel de Literatura 2003. Libro de arena la recuerda con tres cuentos breves incluidos en Las tierras bajas, el libro de relatos en el que se refiere a su infancia, en un pueblo rumano durante el gobierno de Ceaucescu.
El baño suabo
Es un sábado por la tarde. El calentador del baño tiene el vientre al rojo vivo. La ventanilla de ventilación está herméticamente cerrada. La semana anterior, Arni, un niño de dos años, había cogido un catarro por culpa del aire frío. La madre lava la espalda del pequeño Arni con unos pantaloncitos desteñidos. El pequeño palmotea a su alrededor. La madre saca al pequeño Arni de la bañera. Pobre crío, dice el abuelo. A los niños tan pequeños no hay que bañarlos, dice la abuela. La madre se mete en la bañera. El agua aún está caliente. El jabón hace espuma. La madre se restrega unos fideos grises del cuello. Los fideos de la madre nadan sobre la superficie del agua. La bañera tiene un borde amarillento. La madre sale de la bañera. El agua aún está caliente, le dice la madre al padre. El padre se mete en la bañera. El agua está caliente. El jabón hace espuma. El padre se restrega unos fideos grises del pecho. Los fideos del padre nadan junto con los fideos de la madre sobre la superficie del agua. La bañera tiene un borde parduzco. El padre sale de la bañera. El agua aún está caliente, le dice el padre a la abuela. La abuela se mete en la bañera. El agua está tibia. El jabón hace espuma. La abuela se restriega unos fideos grises de los hombros. Los fideos de la abuela nadan junto con los fideos de la madre y del padre sobre la superficie del agua. La bañera tiene un borde negro. La abuela sale de la bañera. El agua aún está caliente, le dice la abuela al abuelo. El abuelo se mete en la bañera. El agua está helada. El jabón hace espuma. El abuelo se restriega unos fideos grises de los codos. Los fideos del abuelo nadan junto con los fideos de la madre, del padre y de la abuela sobre la superficie del agua. La abuela abre la puerta del cuarto de baño. Luego mira en dirección a la bañera. No ve al abuelo. El agua negra se derrama por el borde negro de la bañera. El abuelo ha de estar en la bañera, piensa la abuela, que cierra tras de sí la puerta del cuarto de baño. El abuelo deja correr el agua sucia de la bañera. Los fideos de la madre, del padre, de la abuela y del abuelo dan vueltas sobre la boca del desagüe.
La familia suaba se instala, recién bañada, ante la pantalla del televisor. La familia suaba, recién bañada, aguarda la película del sábado por la noche.
Mi familia
Mi madre es una mujer que va siempre embozada.
Mi abuela ha perdido la visión. En un ojo tiene cataratas, y enel otro, glaucoma.
Mi abuelo tiene una hernia escrotal.
Mi padre tiene otro hijo de otra mujer. No conozco a la otra mujer ni al otro hijo. El otro hijo es mayor que yo, y la gente dice que por eso yo soy de otro hombre.
Mi padre le hace regalos de Navidad al otro hijo y le dice a mi madre que el otro hijo es de otro hombre.
El cartero siempre me trae cien leis en un sobre por Año Nuevo y dice que me los manda Papá Noel. Pero mi madre dice que yo no soy de otro hombre.
La gente dice que mi abuela se casó con mi abuelo por sus tierras y que estaba enamorada de otro hombre con el que hubiera sido mejor que se casara porque su parentesco con mi abuelo es tan cercano que aquello fue un cruzamiento consanguíneo.
La otra gente dice que mi madre es hija de otro hombre y mi tío es hijo de otro hombre, pero no del mismo otro hombre, sino de otro.
Por eso el abuelo de otro niño es abuelo mío, y la gente dice que mi abuelo es el abuelo de otro niño, pero no del mismo otro niño, sino de otro, y que mi bisabuela murió muy joven, aparentemente a consecuencia de un catarro, pero que aquello fue algo muy distinto de una muerte natural, que realmente fue un suicidio.
Y la otra gente dice que fue algo muy distinto de una enfermedad y de un suicidio, que fue un asesinato.
Al morir ella, mi bisabuelo se casó en seguida con otra mujer que ya tenía un hijo de otro hombre con el que no estaba casada, pero que a la vez también era casada y que después de ese otro matrimonio con mi bisabuelo tuvo otro hijo del que también dice la gente que es de otro hombre, no de mi bisabuelo.
Mi bisabuelo viajaba cada sábado, año tras año, a una pequeña ciudad que era un balneario.
La gente dice que en esa ciudad se juntaba con otra mujer.
Hasta se le veía en público llevando de la mano a otro niño con el que incluso hablaba otro idioma.
Nunca se le veía con la otra mujer, pero, según la gente, éstasólo podía ser una prostituta del balneario, ya que mi bisabuelo nunca se dejaba ver con ella en público.
La gente dice que hay que despreciar a un hombre que tenga otra mujer y otro hijo fuera del pueblo, que aquello no es mejor que el incesto puro y simple, que aquello es aún peor que el cruzamiento consanguíneo, que aquello es pura y simple ignominia.
Los barrenderos
La ciudad está impregnada de vacío.
Un coche me atropella los ojos con sus faros.
El conductor maldice porque no se me ve en la oscuridad.
Los barrenderos están de servicio.
Barren las bombillas, barren las calles fuera de las ciudades, barren el vivir de las viviendas, me barren las ideas de la cabeza, me barren de una pierna a otra, me barren los pasos al andar.
Los barrenderos me envían luego sus escobas, sus magras escobas saltarinas. Los zapatos se me alejan taconeando.
Y camino detrás de mí, caigo fuera de mí, por sobre el borde de mis pensamientos.
A mi lado ladra el parque. Las lechuzas se comen los besos que han quedado en los bancos. Las lechuzas ni me miran. En la maleza se acurrucan los sueños cansados, hartos de trajinar.
Las escobas me barren la espalda porque me apoyo demasiado contra la noche.
Los barrenderos hacen un montón con las estrellas, las barren en sus palas y las vacían en el canal.
Un barrendero le dice algo a otro barrendero, que se lo dice a otro y éste también a otro.
De pronto los barrenderos de todas las calles hablan a la vez.
Yo paso por entre sus gritos, por entre la espuma de sus voces, me quiebro, me precipito al abismo de los significados.
Camino a grandes pasos. Me quedo sin piernas al caminar.
El camino ha sido barrido.
Las escobas me caen encima.
Todo da un vuelco.
La ciudad va por el campo a la deriva, hacia algún punto
Herta Müller
Siruela, 2009.
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