Laura Linzuain: “No sé si lloramos abrazados a muchas cosas. Pero abrazados a los libros, lloramos”.
Charlamos con Laura Linzuain, editora con mucha experiencia, que este año se hizo cargo de la dirección editorial de Norma, una de las líderes en el mundo de la LIJ. Como no podía ser de otra manera, hablamos de todo. Del doble carácter del libro, de la mirada del “Publisher”, de su historia como editora, de la actualidad de su trabajo. Una charla imperdible para entender muchas de las características del trabajo editorial.
Laura Linzuain: Cinco años.
MM: Cinco años ya. Laura Linzuain es editora de Norma. Es un caso muy especial (ojalá vengan alumnos de la materia Introducción a la Actividad Editorial, y si no, que después lean la entrevista), porque es un caso muy interesante de crecimiento, de cambio de rol…
LL: De cambio de rol. Tal cual.
MM: Laura Linzuain era la editora de Norma junto con Laura Leibiker, que hasta hace un mes o un poco más era la “Publisher”, esta distinción algo anglosajona que hacemos en la materia y en la carrera de Edición. Ahora, Laura Leibiker tomó otros rumbos, y Laura quedó a cargo del timón, es Publisher y editora y seguramente en algún momento va a tener (si no tiene ya) alguna colaboración. Vamos a empezar por el principio. ¿Cómo estás en este nuevo rol? ¿Cómo te sentís en el trabajo?
LL: Hola, buenas tardes, para todos. Y gracias, Mario, por la invitación. Es cierto que hace muchos años que nos conocemos, que nos hicimos amigos en el mundo de la edición, que es una de las características de este trabajo: acerca al editor y al autor, y muchas veces se establecen relaciones que van más allá de lo laboral. Me preguntabas cómo me siento… Bueno, diría, estrenando el lugar. El mío es un rol muy nuevito, porque —como bien dijiste— hace nada más que un mes que Laura se fue y nosotras trabajamos diecisiete años juntas. Es decir que me inicié como editora junto a ella. Yo estaba trabajando en SM, tenía el sueño de ser editora, y como nos pasa a muchos en el ámbito editorial, de los libros…, no sabemos cómo llegar a ese lugar, y aprender, sobre todo. Porque no soy una editora que se recibió en la carrera de Edición, sino que hice la licenciatura en Letras; cuando me recibí no existía la carrera de Edición. Es decir que quienes queríamos trabajar con los textos y con los libros, teníamos que ver cómo hacíamos. Me acuerdo de que mandé (no recuerdo si no fue por carta) mi currículum a una selección que estaba haciendo en su momento Susana Aime, que ahora es una querida amiga, y era la editora en Ediciones SM. Estaba buscando a alguien que llevara a cabo la corrección de un proyecto que se hacía para Bolivia, en ese momento en el que Bolivia se transformó en una república que incluía de manera oficial a varias lenguas, además del español. Entonces, quisieron publicar libros de texto en tres lenguas originarias (además de en lengua castellana): el aymara, el quechua y el guaraní. Susana siempre dice que no sabe cómo hicimos para corregir eso, porque era muy complejo. Teníamos, por supuesto, apoyo de las personas que trabajaban en Bolivia… pero, bueno, el tema es que yo entre así a SM, como correctora de ese proyecto. Y después me quedé como correctora, porque no había un espacio en Edición. Y con el tiempo, cuando ingresó Laura, yo quería entrar en el área de LIJ, y en ese momento se me dio la oportunidad de trabajar con ella, que era la Publisher, y pude empezar a trabajar como editora. Ahí nos conocimos, hace muchos años atrás.
MM: ¡Qué experiencia rara! ¿No? Es lo que tiene la edición. Hay huecos de laburo que uno ni espera. Ponerte a trabajar con cuatro lenguas originarias para la República Plurinacional de Bolivia…
LL: Fue interesantísimo. Tengo guardada esa colección, que es espléndida. Además, es espléndida como idea…
MM: ¿Sólo texto, Lau? ¿O también literatura?
LL: Eran manuales. Acá en el grupo hay una persona que también estaba en ese momento, que quizá pueda recordar algo que yo no recuerdo. Eran manuales, como nuestros manuales de Lengua, pero para distintas materias. Tengo los de Lengua guardados…
Sebastián Vargas: SM ganó la licitación de Lengua.
LL: Ah, bien…
SV: Las licitaciones de otras materias las ganó, en general, Santillana. Y en realidad, quien ganó la licitación para hacer los libros de Lengua fue SM España. Pero cuando intentaron hacer los libros no pudieron, y entonces pidieron ayuda a SM Argentina, para que los que estábamos ahí nos ocupáramos de hacerlo. Entonces se armó un equipo desde Argentina, para ir a Bolivia. Todos los autores e ilustradores eran bolivianos. Pero Bolivia no tenía una estructura editorial para editar los libros. Entonces era bastante complejo; se armó un equipo acá, de editores, correctores, que fueron a Bolivia. Salvo algunas cosas que venían a la Argentina para trabajarlas acá, la mayor parte de la edición se llevó adelante allá. Eran los libros de Lengua, que eran los más difíciles, porque tenías que hacer lo de guaraní, lo del quechua, lo de aymara, lo de castellano y lo de castellano como segunda lengua. Eran cinco versiones.
LL: Era muy complejo corregir eso. Reconozco que, con el paso del tiempo, algunas cosas las comprendíamos porque se repetían, como patrones, y por supuesto, además, estaban revisados originalmente en Bolivia. Algunas cosas empezamos a comprenderlas y a saber revisarlas. Y ahí tuve la suerte de trabajar con gente que fueron mis maestros. Incorporé la idea de cuidar el libro en todos sus sentidos, y no solamente en lo que refiere al texto. Desde la maqueta, ninguna cosa debe quedar fuera de la mirada del editor, porque el editor tiene que ver muchas cosas, en muchos niveles. Cuando se recorre un texto y se lo ve tan hermoso, es porque hubo muchos ojos que estuvieron mirando en distintos departamentos, adentro de una editorial, para que esto resulte tan cuidado. Y los manuales llevan mucho trabajo, porque las maquetas son distintas. En este caso las tapas eran de distintos colores para que los chicos reconocieran con solo verlas a que lengua correspondía cada libro. A mí me daba alegría y mucho orgullo que un país empezara a pensar esto así. Ellos tienen una población grande que pertenece a pueblos originarios, que hablan sus lenguas. Aunque en la Argentina también nos ocurre esto, en Bolivia es preponderante. Y es raro, en realidad, que no hubiera ocurrido antes, que el Ministerio de Educación no hubiera hecho esto que hizo. Fue una experiencia linda, que a mí me abrió la puerta de una editorial y allí empezar a ver qué es un editor, cómo trabaja, qué es lo que hace. La verdad es que yo, antes de entrar a SM no lo sabía. No sabía cuál era el proceso del libro y ahí lo aprendí. Por eso digo que soy editora de oficio, y que los años y la cercanía con los otros me permitió aprender el oficio.
MM: Vos sabés que soy egresado de la carrera de Edición. Pero casi todos los profesores de la carrera son gente que aprendió en el oficio. Y armaron esta carrera como una tecnicatura, como para ordenar los saberes, pero en general son gente que, o venía de Letras, o directamente de las editoriales en las que estaban trabajando. Leandro de Sagastizábal, que es uno de los profesores que más recuerdo, que dirigió durante cuatro años la CONABIP, en el momento en el que daba clases de Administración Editorial, creo, era gerente de una de las áreas de Planeta, y venía de Historia. Y del mundo editorial. Había sido promotor, vendedor… la mayoría de los grandes editores que hemos tenido es gente que aprendió en el oficio, y la mayoría con tu formación: la de Letras. Los de Edición todavía son nuevitos, a pesar de que la carrera ya tiene veinticinco años. Nosotros tampoco nos cocemos en el primer hervor.
LL: Ya somos grandes. Es que cuando uno termina la carrera de Letras, excepto que quiera seguir la carrera de investigador (lo hice un tiempito pero con profesores con los que investigábamos y publicábamos) o estás claramente orientado a la docencia (cosa que probé pero no era por ahí), si quiere estar entre libros, trabajar el texto, o eso que vio en crítica literaria quiere ponerlo en algún lugar… porque cuando uno lee hay tantas cosas para conversar…. Bueno, yo no sabía que había un espacio posible. La verdad es que fue un descubrimiento y la primera persona que me abrió la puerta, no sólo sin saber quién era, sino qué podía hacer yo ahí, fue Rosario Charquero. Pensé que una pequeña editorial me iba a abrir la puerta, entonces toqué esa puerta y le dije que no tenía ninguna experiencia en una editorial pero que quería hacer algo. Y le pedí que me dijera lo que había que hacer. Me dijo “bueno”, y empecé a hacer pequeñas cosas, pequeñas tareas. Ella vivía arriba, o abajo, no me acuerdo, de la editorial, ahí en Julián Álvarez. Así que yo iba para estar con ella, para ir viendo qué hacía. Cuando llegaron los primeros pliegos de imprenta a color, me volví loca de alegría. No sabía ni por qué se llamaban pliegos; y con el tiempo me di cuenta de que ese primer pliego que vi, que para mí fue inolvidable, era del libro Piñata, de Isol, que en ese momento estaba en una colección que se llamaba Libros album Del Eclipse, que dirigía Itsvansch.
Y había otra colección para jóvenes que dirigía Tere Andruetto... Y para mí eran nombres completamente desconocidos. Me acuerdo de que un día vino Isol a ver las pruebas. Empecé a sentir que todo eso que estaba conociendo me atrapaba, me emocionaba ese trabajo, de un modo que no me había pasado antes. Rosario fue una persona que me dijo que, para empezar a aprender, empezara a corregir. Que la corrección era importante, que los libros no podían tener errores. Después Itsvansch, que muy pronto publicó su libro La otra lectura, me preguntó si quería corregir este libro, y de paso iba practicando. Le dije que sí, y ahí, de a poco me di cuenta de que estaba haciendo algo más que corregir. Porque empecé a intervenir el texto de otro modo. Son esos límites lábiles entre las tareas editoriales. Por eso me parece muy bien que en la carrera haya una materia que es Corrección. Estos límites no son tan claros.
Uno está corrigiendo y de pronto ve algo que no está funcionando; por ejemplo, se da cuenta de que hay un capítulo que por la ubicación está adelantando algo. Y, además, fue hermoso aprender mientras trabajaba con alguien como Itsvansch, en ese libro que a mí me pareció increíble: como no podía incluir ilustraciones a color a lo largo del libre, hizo un solo pliego en color, pensando en que los lectores podían recortar los dibujos de ese pliego e intervenir el libro, pegando cada ilustración color sobre la correspondiente ilustración en blanco y negro, que debían buscar a lo largo de las páginas. Una idea extraordinaria. Me acuerdo de que estaba recién mudada y él vino a mi casa, con ese entusiasmo que tiene… ; no tenía ni sillas ni mesa, tiramos todas las cosas en el suelo para trabajar. Él es un apasionado por su tarea. Nos llevó bastante tiempo hacer esa corre-edición. Yo sentía interiormente que estaba haciendo algo más, además de corregir. Pero, además, con ese libro aprendí algo extraordinario, que me acompañó y que me parece muy bueno, que Itsvansch lo expuso allí, y que da título al libro: que la ilustración es “la otra lectura”. Sus reflexiones me sirvieron para trabajar en algo que los editores de literatura infantil y juvenil amamos hacer: los libros ilustrados. Y sentir qué fuerza tiene la ilustración. Para todos, pero en la infancia es impresionante. Quizá nosotros no recordamos qué dice un cuento, pero no nos olvidamos de sus ilustraciones. El otro día, pensando en qué libros de infancia fueron inolvidables para mí, recordé una colección del CEAL llamada “Los hermosos libros”, que congregaba Los libros de Polidoro (que tuvieron muchas reediciones, con tapa dura, con tapa blanda…), que me acuerdo se compraban en cuotas, a un vendedor que venía a tu casa. Esta colección extraordinaria de cuentos, para mí inolvidable: recuerdo las ilustraciones de alguien cuyo seudónimo era Chacha, con el tiempo supe que era la hermana de Oski. Unas ilustraciones increíbles. Y también las de Hermenegildo Sábat… Las ilustraciones con las que los chicos argentinos conocimos las maravillas de nuestros artistas argentinos. Es que tenemos ilustradores y cuentistas tan extraordinarios. Y una producción literaria para chicos y jóvenes tan maravillosa. No conozco la literatura infantil y juvenil de todo el mundo, pero puedo asegurar que la nuestra es increíble. Nos pasa en Norma que, en las otras casas, México, Colombia…, se enamoran de nuestros autores. Nuestros libros llegan a esos países y son adoptados allí.
MM: Mientras contabas estaba pensando en con qué seleccionado hiciste tus primeros pasos en el mundo editorial. Rosario Charquero era la dueña, creadora, factótum de Libros del Eclipse. Y fue, junto con Itsvansch, pionera en el libro álbum. Uno de los lugares que encabezó el boom del libro álbum de principios de siglo fue Libros del Eclipse. Y estás hablando además, de nuestros dos premios internacionales más importantes en la LIJ. Tere Andruetto e Isol. Mirá con qué “nenes” empezaste a trabajar… qué lindo.
LL: Sí, yo digo que uno aprende a mirar y a escuchar (un editor también tiene que saber escuchar: la voz del texto, de ese autor o de esa autora), que son dos elementos muy importantes para un editor. Mirar alrededor y detenerse a mirar el arte, a mirar en general las cosas que nos rodean. Me parece que hay que mirar y escuchar con mucha atención. Aunque parece algo que todo el mundo hace todo el tiempo.
MM: Miramos de otra manera cuando editamos.
LL: Claro.
MM: Te traigo un poco más al presente. Empezaste ahí, en ese lugar maravilloso, corrigiendo, y haciendo lo que todavía no sabías que era editar. Después estuviste muchos años editando en SM, y en Norma. Y ahora tenés que estrenar otra mirada. ¿Cuál es la mirada diferente a la que tu nuevo rol te predispone?
LL: Es una mirada distinta, pero me siento muy afortunada de haber estado tan cerca de los textos, del proceso de realización de los libros, de las ilustraciones, de los autores. Porque me parece que ese es un aspecto esencial para el que es Publisher. No el único. Hay que tener en cuenta otros elementos. Uno es este, por supuesto. El Publisher es quien elige, quien conoce el fondo editorial, en este caso, de Norma, que es tan vasto. Las características, la identidad que tiene Norma, después de tantos años, que tiene tanta fuerza. Está dentro de una empresa que es Kapelusz, entonces su identidad también está muy ligada a lo infantil, lo juvenil, a las escuelas, que también son nuestro destinatario. Una literatura por prescripción, que llega las escuelas a través de un equipo comercial. Esa es nuestra llegada principal. Creo que además de elegir las obras, un Publisher tiene que estar muy atento a lo que está pasando en el mercado, en otras casas editoriales, tiene que trabajar “hacia afuera”, viendo qué pasa en el mercado, con los lectores, que van a ser los que van a recibir sus libros. Pero también hacia adentro, porque el Publisher debe explicar y convencer a ciertos actores y estamentos, hacia adentro de la editorial, de que esas obras son las que se deben publicar. Para eso hay que hablar con el equipo comercial, con jefes, con la gerencia, para decirles que este es el camino, el plan editorial para el año, y por qué. Son dos espacios distintos, pero necesarios. Antes mi trabajo era con el texto, con el autor o la autora, esa era mi relación fundamental; y por supuesto, con otros colaboradores que no quiero dejar afuera, porque trabajaba como coordinadora editorial, es decir, con la diseñadora, con los ilustradores, con los correctores, con la gente de Producción, viendo las pruebas de imprenta. Ahora, mi relación con las áreas dentro de la editorial va a ser otra. Voy a tener que pensar más en las ventas, en las tiradas, por ejemplo, en cuestiones que tienen que ver con uno de los aspectos del libro… Yo creo que estuve hasta ahora sobre todo observado el aspecto más cultural del libro, este objeto bifronte. El libro es un objeto cultural y comercial. Ahora, yo voy a tener que estar mirando además otros aspectos vinculados con lo comercial del libro. Sin descuidar su aspecto cultural. Estoy estrenando rol; recién estoy en mis primeras semanas. Y hay muchas cosas que las voy descubriendo, otras con las que me tengo que familiarizar, que tienen que ver con los derechos de los autores: ese otro mundo, referido a ese momento tan importante, que es que un autor decide darle su obra a una empresa. Todo ese encuentro, ese proceso, que incluye lo personal, lo afectivo, que atañe al cuidado que se va a tener con esa obra, pero también, refiere a lo económico. Creo que es un desafío. Tuve la suerte de que Laura me participara de todas las decisiones relacionadas con las elecciones de los libros que íbamos publicando, con los planes editoriales. Cuando trabajé en SM no tanto, pero en estos últimos años, en Norma, los planes editoriales los veíamos mucho en equipo. En este aspecto me siento tranquila porque fueron cosas muy conversadas.
MM: Insisto: qué bueno sería que estuvieran mis alumnos. Realidad de doble faz, “mercancía y significación”, dice Bourdieu. Es lo que acabás de decir muy sencillamente. El libro es bifronte. Tiene esas dos cosas. Por eso es un mercado tan especial.
LL: Tan especial y que a veces nos hace sufrir, porque quienes somos más románticos y pensamos únicamente en el objeto artístico, debemos pensar en que es un objeto que tiene que venderse. Y que hay toda una cadena que depende de ese objeto que se va a vender. Y llegado el caso, si uno es un romántico, tiene que saber que va a tener que transitar esa contradicción.
MM: Qué bueno. Sí, es exactamente eso lo que les pasa a los nuevos alumnos, que muchas veces creen que el libro es solo un objeto artístico, o cultural, y hay que estar machacando con que esto es una industria cultural. Y que si no se venden, no se pueden hacer los nuevos.
LL: Y cuando uno va a la Feria del Libro lo ve. ¡Guau, qué industria! En ese encuentro anual es posible tomar dimensión de qué grande es esta industria. También es cierto que en el caso de los libros pesa mucho el aspecto cultural, porque los que tuvimos esa fortuna de encontrarnos con libros desde la infancia y queremos que todos la tengan, tenemos una relación amorosa con los libros. Y es difícil ligar esa idea con la de mercancía. Porque las historias que atesoramos son quizá de las cosas más importantes que tenemos. En ese sentido nosotros, en la Argentina, contamos con maestras que nos explicaron por qué pasa esto y por qué hay que cuidar que siga ocurriendo: Graciela Montes nos lo ha explicado, justamente. Los libros son los lugares a los que vamos a buscar significado. Conocimiento también, pero el significado es lo más importante. ¿Para qué estamos acá? La vida es una cosa difícil a veces…
MM: Ya tengo el título: “la vida es una cosa difícil”.
LL: Difícil, aunque uno esté feliz. Compleja. No es una cosa simple. Y me parece que los libros son un buen camino para entender, porque no te dan una respuesta, pero te muestran la fragilidad, o te permiten transitar una locura de la que vos no participarías, pero te sentís tan bien “viviéndola” mediante la lectura, o te llenan de preguntas. Creo que el libro puede tantas cosas, son tan hermosos los libros, que a veces es difícil ligarlos con lo comercial. Pero están en un catálogo y tiene que venderse. Y si no se vende, o no sabemos cómo venderlos, en algún momento quizá se caigan del catálogo. Todo depende también de en qué editorial uno está. Hay algunas que pueden hacer tiradas muy chiquititas. Por eso, el Publisher, además, debe hacer una de las cosas más difíciles de hacer, que es decir que no si ese libro, por alguna razón, no es para su catálogo. Debe saber si va a estar bien ese libro dentro del catálogo, si va a estar cuidado, si le va a ir bien. Si va a tener un buen camino. Y eso es una cosa dificilísima de saber. Porque es un poco de conocimiento, otro poco de la experiencia, y otro poco de algo intangible, que es subjetivo. Tan subjetivo como cuando uno lee. Porque un editor (por eso para mí es una tarea tan apasionante) es un lector, que se enamora de un texto y quiere que todo el mundo lo lea. En parte es eso. Pero también tiene que saber que es una persona que tiene un montón de limitaciones de todo tipo (ideológicas, vitales), y que su elección tiene que estar por arriba de eso que él piensa (de sus limitaciones). O tiene que tratar de que esté por arriba. Es muy difícil el momento en el que se le dice que sí a un texto. Y a veces es muy fácil. Ese objeto que cuando llega a la editorial es un texto; y cuando sale de ella, ya publicado, es un libro (seguro que les decís esto a tus alumnos); y que sufre una metamorfosis, que creo que es cierta. Hay autores que dicen que los libros son hijos (Sebastián siempre me dice que no, que es una barbaridad). Pero me acuerdo de un libro, de un ensayo, en el que el autor decía que el editor es un partero o una partera, porque ayuda a que esa cosa, que todavía no es un objeto cultural, se transforme en algo público; pase por un proceso, en el que van a participar muchas personas que van a estar cuidando a ese objeto y poniéndole un marco, para que llegue al público. Entonces, un editor es un mediador, pero que trabaja con algo muy sensible, que es quizá lo más importante que tienen los autores, que son sus creaciones. Y a mí, esto es lo que me parece más hermoso de editar. Aun en la instancia de elegir aquello que se vaya a editar, esa elección es difícil, por lo subjetiva, como todas las elecciones humanas. No hay un cien por ciento de certeza de que algo es así… A mí me parece, por lo que conozco del catálogo, por lo que creo de los destinatarios, por lo que creo que es el equipo que en este caso vehiculiza estos libros de esta manera especial, porque son libros que van a la escuela, creo… que a ese libro le va a ir bien. O no. Puedo pensar que a un libro no le va a ir bien en nuestro catálogo. Por algunas de esas razones o por otras. También puede que sea un texto del que yo crea que ni luego de la edición va a funcionar, porque tiene muchos problemas y no hay manera. Pero centralmente es eso. Quizá sea una tarea apasionante también por lo mismo, porque no hay tanta seguridad. A veces te llega un texto y decís: “Listo. Que firme el contrato. Es genial”. Y es genial en todos los sentidos: por el texto en sí, porque viene bien para nuestro catálogo, va a ir bien; es algo que no tenemos, está diciendo algo nuevo, es una voz distinta. Está contando algo distinto para esta Serie… tenemos distintas Series en Norma.
MM: Me dejás un montón de puntas para agarrar. Lo que decís de la importancia del libro en general, pero sobre todo trabajando con chicos. Lo comentamos el otro día, en la presentación de una colección de la que después nos vas a hablar. Cuando les preguntás a los futuros editores, que esperemos, lo sean, cuáles son sus primeros recuerdos de lectura, muchos de ellos no responden, como yo pensaba prejuiciosamente, libros “que les leyeron mamá y papá, o la abuela o el tío”, en la primera infancia, sino libros de los que circulan por prescripción en la escuela. Y aparecen nuestros nombres: leí tal libro de Vaccarini, o Vargas, o Bombara, o Blasco. Se acuerdan de eso. Y ahí está el trabajo de la editorial, que sabe que su canal es la escuela, que ahí hay un montón de lectores, y que es de una enorme responsabilidad.
LL: Yo hace muchos años que voy a la Feria. Este año, algunos días fueron más locos, pero otros estuve tranquila, al lado de los autores, viendo qué pasaba, y es esto que vos me decís. Porque los libros de los autores o autoras que firman en nuestro stand, obviamente, son libros por prescripción. En algunos casos me emocionaba hasta las lágrimas al escuchar algunas de las cosas que les dicen las chicas y los chicos a los autores. Ni qué hablar, sobre todo de los adolescentes: “con este libro empecé a leer”. Porque dicen que no les gustaba leer, que no lo soportaban, pero que “con ese libro, sí”. Una nena, muy chiquita, vino y le dijo a una autora: “Este libro es muy bueno”. No le dijo que el libro “le gustaba”; usó una categoría distinta, me pareció. No es que el libro le gustó a ella, sino que el libro es genial. Se ven escenas familiares, o de alguna autora que puede tener mucha presencia ahora en las redes, y eso está bien, pero también uno ve la emoción. Por eso me encanta que se dé, que ocurra ese encuentro, que muchos quisimos y no tuvimos, la verdad. Si yo me hubiera encontrado a Elsa Bornemann cuando era chica, para que me firmase un libro, con lo amorosa que debía ser, o a Laura Devetach, o a Gustavo Roldán, hubiera sido una experiencia inolvidable. Como creo que les pasa a los chicos.
MM. Qué bueno. Voy a leer algo que dice Debby acá en el chat, que también es una apasionada de los libros, bibliotecaria: “Sufrí antes de ir a la Feria del Libro, cuando tuve que hacer la selección de lo que compraría para la biblio”. Bueno, así se ve que es una mercancía, tiene precio. “Por supuesto, quería comprar muchos más”. Bueno, se compra hasta lo que alcanza. “Los libros son un refugio”. Sí. Es uno de los títulos que me dejaste en esta última intervención. Los libros son muchas cosas y abren muchas posibilidades.
LL: No sé si lloramos abrazados a muchas cosas. Pero abrazados a los libros, lloramos.
MM: Acá Diana te pregunta cuándo es el momento de elegir el estilo de ilustración.
LL: En nuestro caso (la experiencia con SM fue bastante parecida), cuando recibimos una obra, y ya sabemos que la vamos a publicar y esa obra permite, además del arte de tapa, (en los libros para chicos más grandes no hay ilustraciones en el interior) ilustraciones interiores, empieza ya la búsqueda del ilustrador. Porque el trabajo de ilustración es uno de los trabajos más largos. A veces puede llevar muchos meses.
MM: Me hiciste acordar de una zamba que se escuchaba en mi casa. “Piquillín y chañar, monte de algarrobales, verdes tunales, recuerdos me traen de ande soy…”.
LL: Por eso digo que el trabajo del ilustrador puede ser extraordinario. Y como dice Itsvansch, es la otra lectura. El otro texto, el texto que acompaña en otros sentidos, y enriquece desde otros lugares, al texto escrito; a las palabras.
MM: Te hago una pregunta más del chat, de Debby, que es la representante encubierta de su marido ilustrador, ¿recibís trabajos, libros, que ya vienen acompañados de sus ilustraciones?
Comentarios
Publicar un comentario