Franco Vaccarini: “Volver a casa para mí siempre significó tener a mano unos libros, o un cuaderno, y una lapicera”

En esta segunda parte de la entrevista que dio cierre al Ciclo dedicado a adaptaciones, versiones, reversiones, Franco comenzó por hablarnos de su versión novelada de Martín Fierro para luego contarnos de sus primeras versiones de clásicos: La Odisea, La Eneida, y el hecho real de que los encargos, desde Virgilio a esta parte, están en la raíz misma de la literatura en particular, y del arte en general.


Mario Méndez: Entre tus libros hay algunos que son adaptaciones de clásicos. La Eneida, la Odisea, Plauto, Moby Dick, incluso, aunque saltemos en el tiempo. ¿Qué pasó con Martín Fierro? ¿Fue difícil adaptar nuestro poema épico del siglo pasado?

Franco Vaccarini: Martín Fierro es nuestro héroe. No es el Rey Arturo, no es medieval, pero es una épica también. Y con la editora, Karina Echevarría, estamos tratando de ponernos de acuerdo sobre a quién se le ocurrió la herejía primero. Porque yo creía que era ella, y ella cree que soy yo. ¿A quién se le ocurrió hacer una versión novelada del Martín Fierro?  Ya les dije que nací en un rancho, tenía el paisaje, pero la verdad es que después de que Karina confirmó el proyecto estuve un tiempo en blanco. No sabía cómo contarlo, no sabía qué hacer con eso, y en una conversación chiquita con ella me dice, muy suelta de cuerpo, que hiciera lo mismo que en Héroes Medievales. Claro. Ya lo había hecho otras veces. ¿Por qué si está cerca no le encuentro la magia? Cuando me dijo eso se me hizo el “clic”, y pude empezar; y fue placentero. Les leo el primer párrafo. Empieza diciendo: “Esta historia se contó por primera vez hace muchos años, en esta misma tierra, cuando tantas cosas se estaban fundando, en un país hecho de distancia y soledades. Cuando las casas desperdigadas en la llanura eran ranchos, a la sombra de árboles flacos o a la intemperie del sol. Y leguas de nada separaban un caserío de otro, de una pulpería, o del casco de una estancia. Solo el viento y las bestias vagaban entre pajonales amarillentos. Es la historia de un hombre, de un gaucho, Martín Fierro, al que un día el infortunio lo tomó del cuello, y lo llevó a deambular por sus caminos de dolor. A sobrevivir con picardía, con audacia y coraje. Y que gustaba de tomar la guitarra para recitar sus desventuras.” Y ahí pongo unos versos originales del Martín Fierro que dicen:
Aquí me pongo a cantar
al compás de la vigüela
que el hombre que lo desvela
una pena extraordinaria
como el ave solitaria
con el cantar se consuela
Entonces ese es el recurso. Escribir la prosa y cada tanto poner un verso de los más célebres del Martín Fierro, para que los chicos también puedan degustar ese fragmento. La verdad es que sé que a algunos profesores no les gusta la idea de haberse metido con el poema nacional y hacer una novela. Pero en muchísimos casos los chicos no entienden un montón de vocablos del Martín Fierro. Y a mí mismo me costó entender muchos. Así que tuve que hacer el esfuerzo de buscar, de encontrar las notas al pie. Y estoy muy contento por haber hecho la versión novelada del Martín Fierro, quiero que lo sepan. Es una herejía de la que estoy orgulloso…  Tengo una anécdota… Cuando Cántaro me pidió la versión de la Odisea, yo la hice muy entusiasmado, porque había dejado mi trabajo para dedicarme solo a escribir. Y Mario, que estaba con Amauta en sus primeros tiempos, al hilo me pide una versión de La Eneida. Para mí fue maravilloso. Primero, para sacarme el susto que tenía por tener que hacer la versión de la Odisea y que solo pude hacer cuando me di cuenta que Homero, si existió, era un bardo, que andaba por las plazas de las aldeas, contando sus historias de la guerra de Troya. Un poeta de la gente. Cuando pude entender eso, le perdí el miedo, salí de la mirada académica, de “eso no se toca, es un clásico”. Y lo maravilloso de que Mario me pidiera La Eneida, es que pude contar la historia del lado de los perdedores. Primero, del lado de los ganadores, los griegos. Y después, de los troyanos, y a través de la magia de la literatura y de Virgilio, emparentar a los troyanos y a Venus, la madre de Eneas, con los emperadores romanos, para que ellos justificaran que también tenían un origen divino. Porque, en definitiva, La Eneida es un encargo que Augusto le hace a Virgilio. Así que contar la historia de Eneas, que pasa por algunos lugares similares a los que pasó Ulises, fue maravilloso para mí. Sentir que Ulises el astuto, el inteligente, para los troyanos era el pérfido, el carnicero. Ver la historia de los ganadores y de los perdedores.

Asistente: Eso quiere decir que hay otra historia.

FV: “Quién quiera oír, que oiga”.

MM: Esto de los pedidos, de trabajar por encargo… El viernes, cuando Graciela Montes nada menos, dijo que muchas cosas de las que ella escribió fueron pedidos, encargos editoriales, a los que laburamos de esto nos dio una alegría...

FV: Por supuesto, porque hay un reconocimiento del oficio, de vernos como trabajadores de la palabra. Eso no le quita nada al hecho de ser escritor. Es parte de este trabajo. No todo es encargo, pero lo otro es un encargo que uno se hace a sí mismo. Cuando empiezo a escribir una novela me estoy haciendo un encargo a mí mismo. En el caso de las versiones, está claro. Yo lo agradecía mucho en mis comienzos, porque me ayudaban a vivir. Y me dieron un entrenamiento grande. De paso, si uno leyera La Odisea en una traducción literal, no entenderíamos casi nada. Borges es otro de los que podríamos poner del lado de los defensores (junto con Graciela Montes), en su ensayo que se llama “Las versiones homéricas”. Compara siete traducciones de La Ilíada. Llega a la conclusión, con ejemplos, de que cada traducción es una versión. Tenemos que aceptar que hablamos diferentes lenguas, y si es una lengua antigua, la cosa se complica más. Entonces, el traductor está haciendo una versión. Y Borges, en ese ensayo, compara momentos de la guerra de Troya iguales, pero contados de manera completamente distinta según el traductor. Por eso son clásicos. Soportan a todos los que les metemos mano. Lo importante, en definitiva, es que el espíritu de esas historias llegue a las nuevas generaciones.



MM: Acá, varios de los concurrentes al Laboratorio, tuvieron que hacer adaptaciones. En algún momento fuiste no solo adaptador, sino director de colección de adaptaciones. A mí me pediste, por ejemplo, para La estación, para Mandioca, una adaptación de Julio Verne. ¿Qué le aconsejás a un escritor, o a un futuro escritor, que se quiere meter con una adaptación?

FV: Más que director”, era un coordinador, elegía sobre qué trabajar y lo encargaba... ¿Cómo era la pregunta?

MM: Mañana te dicen que tienen que adaptar, que necesitan cuatro libros más, para que les pidas a escritores. ¿Qué les pedís? ¿Cómo les pedís? ¿Cómo tienen que enfocarse?

FV: Lo primero es leer una buena traducción. Y otra (si es una obra muy antigua) tener dos o tres traducciones. Y después, tratar de captar el espíritu, lo que requiere informarte, tener una mirada sobre la época en la que se escribió, y entender que, si Ulises mandó a matar a todas las sirvientas que tuvieron relaciones con los pretendientes de Penélope, era un contexto evidentemente distinto al actual.

Asistente: Digamos que el poliamor en esa época no existía…

FV: Eso fue demasiado, realmente. Ulises, mandó a colgar a todos los pretendientes primero, y después mató a todas las sirvientas que se habían acostado con ellos. Como escarmiento. Se fue a la miércoles. Admito algo: lo único que no conté en la Odisea fue eso. Me superó. Esa partecita… la batalla sangrienta de Ulises y su hijo Telémaco contra los pretendientes es espectacular, pero esa parte donde mata a las mujeres, no la conté. Yo ahí tomé una decisión que no afectaba al conjunto, ya bastante sangre había.

MM: También respetar la cuestión de la empatía; eso que hizo Ulises resulta insostenible…

FV: Es insostenible. Por eso me gusta mucho más Eneas como héroe. Ya es un héroe político. Que viene del lado de los romanos. Ahí ya no era todo cortar cabezas. Se le podía perdonar la vida al enemigo, se podía respetar la cultura del enemigo, era parte de la riqueza del Imperio Romano. Era como sumar esa diversidad. Y Eneas era un héroe menos carnicero que Aquiles, Ulises…

MM: Le decían “El Piadoso”…

FV: Eneas el Piadoso, sí.  Igual, aunque tuvo la intención, no perdonó a Turno, que era su enemigo, el prometido de Lavinia… Lavinia se termina casando con Eneas, pero me parece que a Lavinia le gustaba Turno eh… (Risas). El padre, el rey Latino, quería que se casara con el hijo de una diosa, es decir, con Eneas. Lavinia se casa por imposición. Enfrentados, Eneas quiere tiene a su merced a Turno, pero cuando va a perdonarlo ve que lleva un estandarte, algo que representaba a un amigo de Eneas, que Turno había matado… Y se le fue la piedad al diablo.

MM: No siempre se puede. Bueno, salimos de las versiones. Probablemente cuando te haga preguntas el grupo, volveremos.

FV: ¿Para Gilgamesh no tenemos tiempo?

MM: Dale.

FV: Como sé que todos ustedes son enemigos de las versiones, yo me vine preparado. Ya nombré el ensayo de Borges, vos nombraste a Graciela… Hay algo que descubrí en un libro maravilloso sobre el mito de Gilgamesh, el rey que no quería morir. El libro lo escribió Franco D’Agostino, no sé si ahora se consigue acá. Y habla de la sabia respuesta de Siduri, que era la diosa tabernera, que les daba cerveza a los marinos, cuando llegaban de sus travesías. Obviamente era una diosa práctica, de mucho sentido común. Cuando Gilgamesh se encuentra con ella está desesperado porque se murió Enkidu, su amigo. Él descubre la muerte desgarradora de su amigo, no se quiere morir; ya no quiere tener nombradía, ser recordado después de muerto, quiere la inmortalidad. Entonces busca al único hombre al que los dioses le concedieron la inmortalidad. Pero hay que atravesar el Mar de la Muerte. Y Siduri le dice que hubo una vez en la que los dioses decidieron darle la inmortalidad a un hombre. Pero eso fue esa vez. El billete de lotería ya tenía a su ganador. Entonces le dice lo que voy a leer, que según D’Agostino es toda una rareza incluso en el panorama de la literatura mesopotámica antigua. Le dice Siduri a Gilgamesh: “Gilgamesh, ¿pero hacia dónde estás corriendo? La vida que persigues no la encontrarás jamás. Cuando los dioses crearon a la Humanidad, ellos reservaron la muerte para el hombre. La vida eterna conservaron en sus manos. Por lo que a ti respecta, Gilgamesh, llena tu estómago, diviértete día y noche, haz fiesta todos los días, baila y canta día y noche, y que tus vestidos estén siempre limpios, lávate la cabeza, báñate con el agua, contempla tiernamente al niño que te toma de la mano, y que tu esposa no deje de gozar sobre tu pecho. Éste es el destino de la Humanidad.” Esta sinceridad, que no deja espacio a ambigüedades, dice D’Agostino, nos sorprende en el panorama ético de la Mesopotamia, pero después influencia a otros pueblos. En el Eclesiastés se ve La influencia del Gilgamesh en La Biblia. Dice el Eclesiastés: “Ve, come con alegría tu pan, bebe tu vino con el corazón gozoso, pues Dios ha aceptado ya tus obras. Que en toda circunstancia tus vestidos sean blancos, y que no falte el perfume de tu cabeza. Goza de la vida junto a la esposa que amas, durante todos los días de tu fugaz vida, que Dios te concede bajo el sol, pues esta es tu suerte en la existencia, y en las penas que sufres bajo el sol. Todo lo que puedas hacer, hazlo mientras seas capaz, ya que no habrá actividad, ni razón, ni ciencia, ni sabiduría abajo”. Y acá, para desdramatizar (acá dice “en los Infiernos”), yo diría “en el sepulcro, porque dice “en el Seol” que tiene muchas traducciones, puede ser “sepulcro”, o “infierno”. Acá dice: “esa sabiduría, en el sepulcro donde vas a ir”. Y bueno, esta influencia mesopotámica está también en Egipto. Bresciani, en Poesía y literatura en el Antiguo Egipto, encuentra un verso que dice: Que no se canse tu corazón de beber y de comer, de emborracharse y de amar”. Es lo que hace Mario todo el tiempo. (Risas). Y eso puede llevarnos a Epicuro, al Carpe Diem, de Horacio. En definitiva, todos somos seres humanos, nos seguimos pareciendo a través de los siglos, pero esa visión de Siduri…

Álvar Torales: Esas religiones estaban fantásticas.

FV: ¡Y claro! Después la religión afecta todo esto. Empezó a ser pecado el pasarla bien, el disfrutar un buen momento. Todo era oscuridad para el ser humano, porque la vida eterna es para cuando estemos bien muertos. Ahí, en el Seol, en el sepulcro.

MM: Muy bien, hay que hacerle caso, Siduri la tenía clara. ¿Dónde está Gilgamesh? ¿En Cántaro, también?

FV: Gilgamesh está en Mandioca. Pero es un libro que me gusta tanto que quiero hacer algo más. Ya veremos en el futuro cómo lo encaro. Es una historia demasiado hermosa, y es el primer libro del que se conserva registro, del que se encontraron las tablillas con los poemas, así que tiene unos 4.500 años de antigüedad. Lo increíble es que habla de la amistad, del miedo a la muerte, del dolor por la pérdida de la juventud, de la educación, del poder absoluto…

Asistente: ¿Y en qué idioma está escrito?

FV: En acadio. Es el idioma de los pueblos que están entre los dos ríos, para decirlo de un modo más poético, el Tigris y el Eufrates… Sumeria, Babilonia…

MM: Ya que hablamos de adaptaciones, hay una hermosa versión de Robin Wood en historieta. “Gilgamesh el inmortal”

FV: Toda nuestra generación le entró a Gilgamesh por el D’Artagnan.

MM: Bien. Piensen que Franco les va a hacer obsequios. Pregúntenle cosas lindas…

FV: Traje un libro para cada uno. (Risas).

Alejandro Alonso: Justo estabas mencionando tu rutina, y siempre hablás de “volver a casa” como que ese es el espacio, no te da por escribir en bares ni en plazas…

FV: Lo hice en alguna época. He escrito en cuartos de hotel; en bares, también. Conozco amigos escritores que siguen haciéndolo. Yo me siento un poco desguarnecido. Necesito estar en mi estudio, en el que por suerte tengo luz natural, y los libros a manos. También puedo ir a un bar, pero ya en un momento de corrección final. Quiero alejarme de toda distracción, entonces me voy al bar, con algo que imprimí. “Volver a casa”, para mí, significó siempre tener a mano unos libros o un cuaderno, y una lapicera.

MM: Qué hermoso y qué coincidente. Lo tengo muy presente porque fue hace dos días… El viernes pasado. Graciela Montes dijo que para ella la lectura era una casa.

FV: Bueno, yo no escuché a Graciela, pero es real, porque uno lo va aprendiendo con los años. En la adolescencia, cuando estaba triste, yo me acompañaba con el cuaderno, o un libro. Esto me hace pensar en la infancia. La infancia es una plataforma, es el cohete propulsor. Y a veces volvemos, pero para poder tomar más impulso.

Asistente: Como cuando flexionás las piernas. Te hacés chiquito para hacerte grande…

FV: Claro. Nunca es la cosa melancólica la infancia.

Asistente: Por ahí, de la infancia, es como vos decías, hay personajes, lugares…

FV: Son las primeras memorias fuertes. Entonces, más que recordar algo puntual de la infancia, uno tiene que volver a esa mirada asombrada. Se ha dicho mucho eso; hay cosas de las que uno no se olvida cuando las ve por primera vez. Hay que tratar de volver a ver todo por primera vez. Es difícil, requiere entrenamiento, y hay días en los que uno ve las cosas como si las hubiera visto diez mil ochocientas veces, pero se puede también.

MM: Es lindo ese concepto. ¿Alguien más quiere hacer una pregunta?

Asistente: Lo que hablaste de las versiones y adaptaciones… ¿Siempre son por encargo? ¿O alguna vez se te ocurre algún personaje y lo adaptás?

FV: No, lo que puede pasar, es como alguna vez me dijeron, como en la colección que tuvo el destacado de ALIJA, los Clásicos Contemporáneos de SM… Me dijeron que quería que estuviera en la colección, y de inmediato pensé en La metamorfosis, de Kafka. Entonces escribí una historia, que no es una versión de La metamorfosis, que no la necesita en absoluto. Simplemente escribí una historia en la que hay un evento de metamorfosis, para emparentarla con la de Kafka, que, exagerando un poco el concepto, (pero no tanto) es un escritor que es un poco como una de las paredes de mi casa.

AT: Vos decías que investigabas y que leías más de una traducción del original para meterte en el tema de la versión que vas a hacer… ¿Cómo fue lo del holandés, que no tiene un libro?

FV: Ese es otro tema. Yo considero que la historia El misterio del holandés errante es una novela mía, propia. Lo que hice con el Rey Arturo en Héroes medievales, también, porque no hay una Biblia, un libro. Uno simplemente encuentra referencias en muchos lugares, y en el caso de El holandés errante, lo único que encontré fue en un libro de Heine, que se llama Las aventuras del señor de Schnabelewopski, una página y media en la que habla de la leyenda del holandés errante. Nada más que una página y media. Y dice que recibió ese castigo, por querer ser mejor capitán que el propio Satanás, con el que había hecho un pacto. Y un día de tormenta, el diablo le dice que ni él lo puede ayudar. El holandés errante entonces dice que lo va a hacer él, que es un gran capitán; entonces el diablo lo maldice: por creerse más vivo que él no va a poder parar nunca más en ningún puerto, y lo condena a ser un errante. Pero que cada diez o cien años, depende de la versión, va a poder atracar en un puerto por una semana y si una mujer se enamora de él y le es fiel, se rompería la maldición. Me cuesta decirlo, porque tiene que ver con la época… Si una mujer se enamorara de él y le es fiel. Pero ¿una semana de fidelidad? (Risas).

Asistente: Con tanto marinero en esa época… (Risas).

FV: Yo creo que nadie era fiel. Un marino no era fiel, obviamente. Ni tampoco la mujer que lo esperaba. Richard Wagner —él lee el mismo libro que yo —, (Risas), se inspira y hace la ópera El holandés errante. Y en su versión logra que esa mujer sea fiel y lo libere de la maldición. La mujer se suicida, objetivamente le será fiel para siempre. Y al holandés se le va la maldición. ¿Pero qué le pasa? Se hace polvo, porque habían pasado cien años. Yo conseguí el guion de la ópera de Wagner, el libro de Heine, y con esos elementos, y un chisme: en 1883 el entonces príncipe de Inglaterra, en un viaje iniciático, escribe en la bitácora que ese día, a las 4 AM, él y parte de la tripulación avistaron al holandés errante. Eso me dio la pauta para ambientar la novela en Londres, en 1883.



Asistente: Cuando el príncipe de Inglaterra escribe, ¿ya existía la narración de Heine?

FV: Sí, pero supongo que más allá de Heine, era una leyenda muy popular.  era necesario que el príncipe lo hubiera leído, es la leyenda más antigua del mar. Es el clásico de los clásicos de las leyendas marinas de fantasmas. Y de pactos con el diablo. Fáusticos, o como queramos llamarlos.

Asistente: ¿Qué le aconsejarías a alguien que quiere o tiene que hacer una adaptación? ¿Qué sea lo más fiel posible al texto original? ¿Qué se libere de ese texto original una vez leído y que haga una versión más libre?

FV: Uno, como lector, va a agradecer que sea una versión ambientada en esta época, en cuanto al lenguaje. A mí me han pedido muchas veces que en las versiones “haya más Franco Vaccarini”. Como un requerimiento de las editoriales. Pero si yo leí veinte versiones libres, también me va a interesar que un traductor, por ejemplo, haga una versión literal. Porque quiero recuperar algo del sabor original de ese autor. Cómo escribió él. Y si hay alguna imperfección, algún arcaísmo, algo que nos resulte feo, estética o estilísticamente ahora, no importa. Porque ese autor, por algo es grande. Entonces a veces prefiero leer algo que sea lo más cercano posible al original, sabiendo que ya hay una traducción de por medio. Cuando piden una versión, pienso que el autor tiene que encontrar una forma de equilibrio entre su forma de escribir y el respeto por el espíritu de época con el que eso se escribió. O sea, en la historia de Ulises, no hay hadas. Las sirenas no son “La sirenita” de Andersen. Son pájaros atroces que se comen a los marinos. Eso hay que respetarlo.

MM: Muy bien. Natacha…

Natacha: Yo traté de razonar y no me salió… ¿Hay alguna relación con los covers de canciones? Tenés la canción original, y alguien que hace un cover. Quería saber si podrías hacer algún paralelismo entre historia original, adaptación o versión, la canción original, y un cover. Si te parece que hay alguna relación.

FV: Yo soy de escuchar covers. Muchas veces me gustan más que la canción original.  A mí me gusta mucho la versión que hicieron los Pet Shop Boys, de “Siempre estás en mi mente”, de Elvis Presley. Y me gusta más la de los Pet Shop Boys. Eso en música me pasa mucho. Pero en literatura es diferente. Es otro lenguaje, no siento que me pase lo mismo. Pero si hay una traducción de La metamorfosis de Kafka, y la hizo César Aira, por ahí le echo un ojo a eso. Lo mismo que a los cuentos de Poe traducidos por Cortázar.

MM: Alejandro…

Alejandro: Es que en esto que se llama “adaptaciones”, hay otras operaciones, como la condensación, a lo mejor el original es más extenso. ¿Cuánto podés faltarle el respeto al texto original porque la condensación es algo de lo que tenés que apropiarte, y tenés que sacar, cortar o reducir?

FV: Drácula, por ejemplo, lo tomé porque es un libro que debe tener seiscientas o setecientas páginas.  Y este libro tiene doscientas. Y con letra chiquita. Lo que pasa es que había que seguir el hilo de todas las cosas, y no quería sacrificar nada. Se quejaron después, de que no fuera un libro más condensado.

Alejandro: En Drácula están hasta las boletas de recibo de los cajones… El momento dramático de la llegada está en un papel comercial.

FV: Claro. En la Odisea fue más fácil hacer esa síntesis, porque como Homero memorizaba, las batallas son siempre iguales, el amanecer es siempre igual, “la aurora con sus dedos dorados…“Entonces no necesitás poner eso veinte o cincuenta veces. No. “Amaneció”. Basta. (Risas). No me hagas más el verso. Muchas historias están calcadas una de la otra, y es lógico, porque él tenía fórmulas para poder memorizar. Entonces hay mucho que se puede sacar ahí.

Alejandro: Me acordé de versiones de clásicos de la Biblioteca Roja de Billiken…

FV: Ah, no, pero hay cosas que son carnicerías directamente. (Risas) Desguaces…

Alejandro: Por eso pregunto, porque hay una operación de condensación, y si no sos respetuoso, los desvirtuás.

FV: Esto es una inmersión profunda en el texto, es lo más parecido posible al original, y desde esa inmersión nosotros trabajamos, respetando que tiene que ser un organismo entero, pero jibarizado. (Risas). Viste que los jíbaros agarran tu cabeza, y queda todo igual pero más chiquito…

Alejandro: Y en la autoría aparece Franco Vaccarini…

FV: El jíbaro. (Risas).

Alejandro: Y abajo Homero, chiquitito…

FV: Te imaginás que lo que más lamento es que, por ejemplo, en el Martín Fierro diga Franco Vaccarini más grande que José Hernández. Pero a la vez, no hay que engañar al que lo va a comprar, tiene que saber que es una versión. Ahí no tengo ningún problema de cartel. Como dijo Isaac Newton: “Llegué a esto porque estuve montado sobre hombros de gigantes”. Bueno, yo les agradezco a todos estos gigantes. Humildemente, espero que cuando vaya al Seol no estén enojados conmigo. (Risas). Me están esperando todos: está Polifemo, el cíclope, aparece Circe ofendida porque no tuvo el mismo cartel que Venus. O se me enoja Agamenón, porque él era el jefe, y yo le di bolilla a Ulises. (Risas). Las historias de Agamenón son terribles también; seguramente es mejor no contarlas. Como una vez que tenía mucha vergüenza, porque me estaba escuchando Hebe Uhart, en una Feria del Libro en Comodoro Rivadavia, y tenía que hablar sobre los héroes medievales. Y como estaba un poco nervioso, conté el argumento de las historias de los héroes sobre los que había escrito. Y Hebe, con esa sutileza, me dice que no debía transformar mis charlas en un resumen de argumentos (Risas). Igual, la saqué barata.




MM: Bueno, Guadal, para este ciclo y para el de terror, al que va a venir Ángeles como invitada, nos hizo obsequios. El otro día sorteé… Así que vamos a regalar un libro tuyo, y uno de Ángeles, ya que la tenemos acá. Ángeles, decime un número del uno al diecinueve…

Ángeles Durini: Nueve

MM: Bien, entonces yo empiezo a contar por ahí, y se lo regalo a Maro.

FV: Mirá vos el sistema…

MM: Vos vas a regalar los tuyos. Decime un número…

FV: El quince, la niña bonita.

MM: Quince. Para no hacer lo mismo, sumo cinco más uno, me da seis y regalo por acá cerca. Cinthia. Y Franco les trajo de regalo.

FV: Traje para todos. Son libros de la colección Vuela el pez, que edita la Biblioteca del Congreso, y que hace un trabajo genial. Los libros se entregan con el Bibliomóvil, que es un colectivo biblioteca que anda por todo el país. No tiene valor comercial, son cuentos que yo quiero mucho.

MM: Le damos un aplauso. Muchas gracias, Franco.

APLAUSO FINAL

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