Franco Vaccarini: “Volver a casa para mí siempre significó tener a mano unos libros, o un cuaderno, y una lapicera”
En esta segunda parte de la entrevista que dio cierre al Ciclo dedicado a adaptaciones,
versiones, reversiones, Franco comenzó por hablarnos de su versión novelada de Martín Fierro para luego contarnos de sus primeras
versiones de clásicos: La Odisea, La Eneida, y el hecho real de que los encargos, desde Virgilio a esta parte,
están en la raíz misma de la literatura en particular, y del arte en
general.
Mario Méndez: Entre tus libros
hay algunos que son adaptaciones de clásicos. La Eneida, la Odisea,
Plauto, Moby Dick, incluso, aunque
saltemos en el tiempo. ¿Qué pasó con Martín
Fierro? ¿Fue difícil adaptar nuestro poema épico del siglo pasado?
Franco Vaccarini: Martín Fierro es
nuestro héroe. No es el Rey Arturo, no es medieval, pero es una épica también.
Y con la editora, Karina Echevarría, estamos tratando de ponernos de acuerdo
sobre a quién se le ocurrió la herejía primero. Porque yo creía que era ella, y
ella cree que soy yo. ¿A quién se le ocurrió hacer una versión novelada del Martín Fierro? Ya les dije que nací en un rancho, tenía el
paisaje, pero la verdad es que después de que Karina confirmó el proyecto
estuve un tiempo en blanco. No sabía cómo contarlo, no sabía qué hacer con eso,
y en una conversación chiquita con ella me dice, muy suelta de cuerpo, que
hiciera lo mismo que en Héroes Medievales.
Claro. Ya lo había hecho otras veces. ¿Por qué si está cerca no le encuentro la
magia? Cuando me dijo eso se me hizo el “clic”, y pude empezar; y fue
placentero. Les leo el primer párrafo. Empieza diciendo: “Esta historia se contó por primera vez hace muchos años, en esta misma
tierra, cuando tantas cosas se estaban fundando, en un país hecho de distancia
y soledades. Cuando las casas desperdigadas en la llanura eran ranchos, a la
sombra de árboles flacos o a la intemperie del sol. Y leguas de nada separaban
un caserío de otro, de una pulpería, o del casco de una estancia. Solo el
viento y las bestias vagaban entre pajonales amarillentos. Es la historia de un
hombre, de un gaucho, Martín Fierro, al que un día el infortunio lo tomó del
cuello, y lo llevó a deambular por sus caminos de dolor. A sobrevivir con
picardía, con audacia y coraje. Y que gustaba de tomar la guitarra para recitar
sus desventuras.” Y ahí pongo unos versos originales del Martín Fierro que dicen:
“Aquí me pongo a cantar
al compás de la vigüela
que el hombre que lo desvela
una pena extraordinaria
como el ave solitaria
con el cantar se consuela”
al compás de la vigüela
que el hombre que lo desvela
una pena extraordinaria
como el ave solitaria
con el cantar se consuela”
Entonces ese es el recurso. Escribir la prosa
y cada tanto poner un verso de los más célebres del Martín Fierro, para que los chicos también puedan degustar ese
fragmento. La verdad es que sé que a algunos profesores no les gusta la idea de
haberse metido con el poema nacional
y hacer una novela. Pero en muchísimos casos los chicos no entienden un montón
de vocablos del Martín Fierro. Y a mí mismo me costó entender muchos. Así que
tuve que hacer el esfuerzo de buscar, de encontrar las notas al pie. Y estoy
muy contento por haber hecho la versión novelada del Martín Fierro, quiero que lo sepan. Es una herejía de la que
estoy orgulloso… Tengo una anécdota…
Cuando Cántaro me pidió la versión de la Odisea,
yo la hice muy entusiasmado, porque había dejado mi trabajo para dedicarme solo
a escribir. Y Mario, que estaba con Amauta en sus primeros tiempos, al hilo me
pide una versión de La Eneida. Para
mí fue maravilloso. Primero, para sacarme el susto que tenía por tener que
hacer la versión de la Odisea y que
solo pude hacer cuando me di cuenta que Homero, si existió, era un bardo, que
andaba por las plazas de las aldeas, contando sus historias de la guerra de
Troya. Un poeta de la gente. Cuando pude entender eso, le perdí el miedo, salí
de la mirada académica, de “eso no se toca, es un clásico”. Y lo maravilloso de
que Mario me pidiera La Eneida, es
que pude contar la historia del lado de los perdedores. Primero, del lado de
los ganadores, los griegos. Y después, de los troyanos, y a través de la magia
de la literatura y de Virgilio, emparentar a los troyanos y a Venus, la madre
de Eneas, con los emperadores romanos, para que ellos justificaran que también
tenían un origen divino. Porque, en definitiva, La Eneida es un encargo que Augusto le hace a Virgilio. Así que
contar la historia de Eneas, que pasa por algunos lugares similares a los que
pasó Ulises, fue maravilloso para mí. Sentir que Ulises el astuto, el
inteligente, para los troyanos era el pérfido, el carnicero. Ver la historia de
los ganadores y de los perdedores.
Asistente: Eso quiere decir que hay otra
historia.
FV: “Quién quiera oír, que oiga”.
MM: Esto de los pedidos, de trabajar por encargo…
El viernes, cuando Graciela Montes nada menos, dijo que muchas cosas de las que
ella escribió fueron pedidos, encargos editoriales, a los que laburamos de esto
nos dio una alegría...
FV: Por supuesto, porque hay un reconocimiento
del oficio, de vernos como trabajadores de la palabra. Eso no le quita nada al
hecho de ser escritor. Es parte de este trabajo. No todo es encargo, pero lo
otro es un encargo que uno se hace a sí mismo. Cuando empiezo a escribir una
novela me estoy haciendo un encargo a mí mismo. En el caso de las versiones,
está claro. Yo lo agradecía mucho en mis comienzos, porque me ayudaban a vivir.
Y me dieron un entrenamiento grande. De paso, si uno leyera La Odisea en una traducción literal, no
entenderíamos casi nada. Borges es otro de los que podríamos poner del lado de
los defensores (junto con Graciela Montes), en su ensayo que se llama “Las versiones homéricas”. Compara siete traducciones de La Ilíada. Llega a la conclusión, con ejemplos, de que cada
traducción es una versión. Tenemos que aceptar que hablamos diferentes lenguas,
y si es una lengua antigua, la cosa se complica más. Entonces, el traductor
está haciendo una versión. Y Borges, en ese ensayo, compara momentos de la
guerra de Troya iguales, pero contados de manera completamente distinta según
el traductor. Por eso son clásicos. Soportan a todos los que les metemos mano.
Lo importante, en definitiva, es que el espíritu de esas historias llegue a las
nuevas generaciones.
MM: Acá, varios de los concurrentes al Laboratorio, tuvieron que hacer adaptaciones. En algún momento fuiste no solo adaptador, sino director de colección de adaptaciones. A mí me pediste, por ejemplo, para La estación, para Mandioca, una adaptación de Julio Verne. ¿Qué le aconsejás a un escritor, o a un futuro escritor, que se quiere meter con una adaptación?
FV: Más que director”, era un coordinador, elegía
sobre qué trabajar y lo encargaba... ¿Cómo era la pregunta?
MM: Mañana te dicen que tienen que adaptar, que
necesitan cuatro libros más, para que les pidas a escritores. ¿Qué les pedís?
¿Cómo les pedís? ¿Cómo tienen que enfocarse?
FV: Lo primero es leer una buena traducción. Y
otra (si es una obra muy antigua) tener dos o tres traducciones. Y después,
tratar de captar el espíritu, lo que requiere informarte, tener una mirada
sobre la época en la que se escribió, y entender que, si Ulises mandó a matar a
todas las sirvientas que tuvieron relaciones con los pretendientes de Penélope,
era un contexto evidentemente distinto al actual.
Asistente: Digamos que el poliamor en esa época
no existía…
FV: Eso fue demasiado, realmente. Ulises, mandó a
colgar a todos los pretendientes primero, y después mató a todas las sirvientas
que se habían acostado con ellos. Como escarmiento. Se fue a la miércoles. Admito
algo: lo único que no conté en la Odisea
fue eso. Me superó. Esa partecita… la batalla sangrienta de Ulises y su hijo
Telémaco contra los pretendientes es espectacular, pero esa parte donde mata a
las mujeres, no la conté. Yo ahí tomé una decisión que no afectaba al conjunto,
ya bastante sangre había.
MM: También respetar la cuestión de la empatía;
eso que hizo Ulises resulta insostenible…
FV: Es insostenible. Por eso me gusta mucho más
Eneas como héroe. Ya es un héroe político. Que viene del lado de los romanos.
Ahí ya no era todo cortar cabezas. Se le podía perdonar la vida al enemigo, se
podía respetar la cultura del enemigo, era parte de la riqueza del Imperio
Romano. Era como sumar esa diversidad. Y Eneas era un héroe menos carnicero que
Aquiles, Ulises…
MM: Le decían “El Piadoso”…
FV: Eneas el Piadoso, sí. Igual, aunque tuvo la intención, no perdonó a
Turno, que era su enemigo, el prometido de Lavinia… Lavinia se termina casando
con Eneas, pero me parece que a Lavinia le gustaba Turno eh… (Risas). El padre,
el rey Latino, quería que se casara con el hijo de una diosa, es decir, con
Eneas. Lavinia se casa por imposición. Enfrentados, Eneas quiere tiene a su
merced a Turno, pero cuando va a perdonarlo ve que lleva un estandarte, algo
que representaba a un amigo de Eneas, que Turno había matado… Y se le fue la
piedad al diablo.
MM: No siempre se puede. Bueno, salimos de las
versiones. Probablemente cuando te haga preguntas el grupo, volveremos.
FV: ¿Para Gilgamesh no tenemos tiempo?
MM: Dale.
FV: Como sé que todos ustedes son enemigos de las
versiones, yo me vine preparado. Ya nombré el ensayo de Borges, vos nombraste a
Graciela… Hay algo que descubrí en un libro maravilloso sobre el mito de
Gilgamesh, el rey que no quería morir. El libro lo escribió Franco D’Agostino, no
sé si ahora se consigue acá. Y habla de la sabia respuesta de Siduri, que era
la diosa tabernera, que les daba cerveza a los marinos, cuando llegaban de sus
travesías. Obviamente era una diosa práctica, de mucho sentido común. Cuando
Gilgamesh se encuentra con ella está desesperado porque se murió Enkidu, su
amigo. Él descubre la muerte desgarradora de su amigo, no se quiere morir; ya
no quiere tener nombradía, ser recordado después de muerto, quiere la inmortalidad.
Entonces busca al único hombre al que los dioses le concedieron la
inmortalidad. Pero hay que atravesar el Mar de la Muerte. Y Siduri le dice que
hubo una vez en la que los dioses decidieron darle la inmortalidad a un hombre.
Pero eso fue esa vez. El billete de lotería ya tenía a su ganador. Entonces le
dice lo que voy a leer, que según D’Agostino es toda una rareza incluso en el
panorama de la literatura mesopotámica antigua. Le dice Siduri a Gilgamesh: “Gilgamesh, ¿pero hacia dónde estás
corriendo? La vida que persigues no la encontrarás jamás. Cuando los dioses
crearon a la Humanidad, ellos reservaron la muerte para el hombre. La vida
eterna conservaron en sus manos. Por lo que a ti respecta, Gilgamesh, llena tu
estómago, diviértete día y noche, haz fiesta todos los días, baila y canta día
y noche, y que tus vestidos estén siempre limpios, lávate la cabeza, báñate con
el agua, contempla tiernamente al niño que te toma de la mano, y que tu esposa
no deje de gozar sobre tu pecho. Éste es el destino de la Humanidad.” Esta
sinceridad, que no deja espacio a ambigüedades, dice D’Agostino, nos sorprende
en el panorama ético de la Mesopotamia, pero después influencia a otros
pueblos. En el Eclesiastés se ve La
influencia del Gilgamesh en La Biblia. Dice el Eclesiastés: “Ve, come con alegría tu pan, bebe tu vino
con el corazón gozoso, pues Dios ha aceptado ya tus obras. Que en toda
circunstancia tus vestidos sean blancos, y que no falte el perfume de tu cabeza.
Goza de la vida junto a la esposa que amas, durante todos los días de tu fugaz
vida, que Dios te concede bajo el sol, pues esta es tu suerte en la existencia,
y en las penas que sufres bajo el sol. Todo lo que puedas hacer, hazlo mientras
seas capaz, ya que no habrá actividad, ni razón, ni ciencia, ni sabiduría abajo”.
Y acá, para desdramatizar (acá dice “en los Infiernos”), yo diría “en el
sepulcro, porque dice “en el Seol” que tiene muchas traducciones, puede ser
“sepulcro”, o “infierno”. Acá dice: “esa
sabiduría, en el sepulcro donde vas a ir”.
Y bueno, esta influencia mesopotámica está también en Egipto. Bresciani, en Poesía y literatura en el Antiguo Egipto,
encuentra un verso que dice: Que no se canse tu corazón de beber y de comer, de
emborracharse y de amar”. Es lo que hace Mario todo el tiempo. (Risas). Y eso
puede llevarnos a Epicuro, al Carpe Diem,
de Horacio. En definitiva, todos somos seres humanos, nos seguimos pareciendo a
través de los siglos, pero esa visión de Siduri…
Álvar Torales: Esas religiones
estaban fantásticas.
FV: ¡Y claro! Después la religión afecta todo
esto. Empezó a ser pecado el pasarla bien, el disfrutar un buen momento. Todo
era oscuridad para el ser humano, porque la vida eterna es para cuando estemos
bien muertos. Ahí, en el Seol, en el sepulcro.
MM: Muy bien, hay que hacerle caso, Siduri la
tenía clara. ¿Dónde está Gilgamesh? ¿En Cántaro, también?
FV: Gilgamesh
está en Mandioca. Pero es un libro que me gusta tanto que quiero hacer algo
más. Ya veremos en el futuro cómo lo encaro. Es una historia demasiado hermosa,
y es el primer libro del que se conserva registro, del que se encontraron las
tablillas con los poemas, así que tiene unos 4.500 años de antigüedad. Lo
increíble es que habla de la amistad, del miedo a la muerte, del dolor por la
pérdida de la juventud, de la educación, del poder absoluto…
Asistente: ¿Y en qué idioma está escrito?
FV: En acadio. Es el idioma de los pueblos que
están entre los dos ríos, para decirlo de un modo más poético, el Tigris y el
Eufrates… Sumeria, Babilonia…
MM: Ya que hablamos de adaptaciones, hay una
hermosa versión de Robin Wood en historieta. “Gilgamesh el inmortal”
FV: Toda nuestra generación le entró a Gilgamesh
por el D’Artagnan.
MM: Bien. Piensen que Franco les va a hacer
obsequios. Pregúntenle cosas lindas…
FV: Traje un libro para cada uno. (Risas).
Alejandro Alonso: Justo estabas
mencionando tu rutina, y siempre hablás de “volver a casa” como que ese es el
espacio, no te da por escribir en bares ni en plazas…
FV: Lo hice en alguna época. He escrito en
cuartos de hotel; en bares, también. Conozco amigos escritores que siguen
haciéndolo. Yo me siento un poco desguarnecido. Necesito estar en mi estudio,
en el que por suerte tengo luz natural, y los libros a manos. También puedo ir
a un bar, pero ya en un momento de corrección final. Quiero alejarme de toda
distracción, entonces me voy al bar, con algo que imprimí. “Volver a casa”,
para mí, significó siempre tener a mano unos libros o un cuaderno, y una
lapicera.
MM: Qué hermoso y qué coincidente. Lo tengo muy
presente porque fue hace dos días… El viernes pasado. Graciela Montes dijo que
para ella la lectura era una casa.
FV: Bueno, yo no escuché a Graciela, pero es
real, porque uno lo va aprendiendo con los años. En la adolescencia, cuando
estaba triste, yo me acompañaba con el cuaderno, o un libro. Esto me hace pensar
en la infancia. La infancia es una plataforma, es el cohete propulsor. Y a
veces volvemos, pero para poder tomar más impulso.
Asistente: Como cuando flexionás las piernas. Te
hacés chiquito para hacerte grande…
FV: Claro. Nunca es la cosa melancólica la
infancia.
Asistente: Por ahí, de la infancia, es como vos
decías, hay personajes, lugares…
FV: Son las primeras memorias fuertes. Entonces,
más que recordar algo puntual de la infancia, uno tiene que volver a esa mirada
asombrada. Se ha dicho mucho eso; hay cosas de las que uno no se olvida cuando
las ve por primera vez. Hay que tratar de volver a ver todo por primera vez. Es
difícil, requiere entrenamiento, y hay días en los que uno ve las cosas como si
las hubiera visto diez mil ochocientas veces, pero se puede también.
MM: Es lindo ese concepto. ¿Alguien más quiere
hacer una pregunta?
Asistente: Lo que hablaste de las versiones y
adaptaciones… ¿Siempre son por encargo? ¿O alguna vez se te ocurre algún
personaje y lo adaptás?
FV: No, lo que puede pasar, es como alguna vez me
dijeron, como en la colección que tuvo el destacado de ALIJA, los Clásicos
Contemporáneos de SM… Me dijeron que quería que estuviera en la colección, y de
inmediato pensé en La metamorfosis,
de Kafka. Entonces escribí una historia, que no es una versión de La metamorfosis, que no la necesita en
absoluto. Simplemente escribí una historia en la que hay un evento de
metamorfosis, para emparentarla con la de Kafka, que, exagerando un poco el
concepto, (pero no tanto) es un escritor que es un poco como una de las paredes
de mi casa.
AT: Vos decías que investigabas y que leías más
de una traducción del original para meterte en el tema de la versión que vas a
hacer… ¿Cómo fue lo del holandés, que no tiene un libro?
FV: Ese es otro tema. Yo considero que la
historia El misterio del holandés errante
es una novela mía, propia. Lo que hice con el Rey Arturo en Héroes medievales, también, porque no
hay una Biblia, un libro. Uno simplemente encuentra referencias en muchos
lugares, y en el caso de El holandés
errante, lo único que encontré fue en un libro de Heine, que se llama Las aventuras del señor de Schnabelewopski,
una página y media en la que habla de la leyenda del holandés errante. Nada más
que una página y media. Y dice que recibió ese castigo, por querer ser mejor
capitán que el propio Satanás, con el que había hecho un pacto. Y un día de
tormenta, el diablo le dice que ni él lo puede ayudar. El holandés errante
entonces dice que lo va a hacer él, que es un gran capitán; entonces el diablo
lo maldice: por creerse más vivo que él no va a poder parar nunca más en ningún
puerto, y lo condena a ser un errante. Pero que cada diez o cien años, depende
de la versión, va a poder atracar en un puerto por una semana y si una mujer se
enamora de él y le es fiel, se rompería la maldición. Me cuesta decirlo, porque
tiene que ver con la época… Si una mujer se enamorara de él y le es fiel. Pero
¿una semana de fidelidad? (Risas).
Asistente: Con tanto marinero en esa época…
(Risas).
FV: Yo creo que nadie era fiel. Un marino no era
fiel, obviamente. Ni tampoco la mujer que lo esperaba. Richard Wagner —él lee
el mismo libro que yo —, (Risas), se inspira y hace la ópera El holandés errante. Y en su versión
logra que esa mujer sea fiel y lo libere de la maldición. La mujer se suicida, objetivamente
le será fiel para siempre. Y al holandés se le va la maldición. ¿Pero qué le
pasa? Se hace polvo, porque habían pasado cien años. Yo conseguí el guion de la
ópera de Wagner, el libro de Heine, y con esos elementos, y un chisme: en 1883
el entonces príncipe de Inglaterra, en un viaje iniciático, escribe en la
bitácora que ese día, a las 4 AM, él y parte de la tripulación avistaron al
holandés errante. Eso me dio la pauta para ambientar la novela en Londres, en
1883.
FV: Sí, pero supongo que más allá de Heine, era
una leyenda muy popular. era necesario
que el príncipe lo hubiera leído, es la leyenda más antigua del mar. Es el
clásico de los clásicos de las leyendas marinas de fantasmas. Y de pactos con
el diablo. Fáusticos, o como queramos llamarlos.
Asistente: ¿Qué le aconsejarías a alguien que
quiere o tiene que hacer una adaptación? ¿Qué sea lo más fiel posible al texto
original? ¿Qué se libere de ese texto original una vez leído y que haga una
versión más libre?
FV: Uno, como lector, va a agradecer que sea una
versión ambientada en esta época, en cuanto al lenguaje. A mí me han pedido
muchas veces que en las versiones “haya más Franco Vaccarini”. Como un
requerimiento de las editoriales. Pero si yo leí veinte versiones libres,
también me va a interesar que un traductor, por ejemplo, haga una versión
literal. Porque quiero recuperar algo del sabor original de ese autor. Cómo
escribió él. Y si hay alguna imperfección, algún arcaísmo, algo que nos resulte
feo, estética o estilísticamente ahora, no importa. Porque ese autor, por algo
es grande. Entonces a veces prefiero leer algo que sea lo más cercano posible
al original, sabiendo que ya hay una traducción de por medio. Cuando piden una
versión, pienso que el autor tiene que encontrar una forma de equilibrio entre
su forma de escribir y el respeto por el espíritu de época con el que eso se
escribió. O sea, en la historia de Ulises, no hay hadas. Las sirenas no son “La sirenita”
de Andersen. Son pájaros atroces que se comen a los marinos. Eso hay que
respetarlo.
MM: Muy bien. Natacha…
Natacha: Yo traté de razonar y no me salió…
¿Hay alguna relación con los covers de canciones? Tenés la canción original, y
alguien que hace un cover. Quería saber si podrías hacer algún paralelismo
entre historia original, adaptación o versión, la canción original, y un cover.
Si te parece que hay alguna relación.
FV: Yo soy de escuchar covers. Muchas veces me
gustan más que la canción original. A mí
me gusta mucho la versión que hicieron los Pet Shop Boys, de “Siempre estás en mi mente”, de Elvis
Presley. Y me gusta más la de los Pet Shop Boys. Eso en música me pasa mucho.
Pero en literatura es diferente. Es otro lenguaje, no siento que me pase lo mismo.
Pero si hay una traducción de La
metamorfosis de Kafka, y la hizo César Aira, por ahí le echo un ojo a eso.
Lo mismo que a los cuentos de Poe traducidos por Cortázar.
MM: Alejandro…
Alejandro: Es que en esto que se llama
“adaptaciones”, hay otras operaciones, como la condensación, a lo mejor el
original es más extenso. ¿Cuánto podés faltarle el respeto al texto original
porque la condensación es algo de lo que tenés que apropiarte, y tenés que
sacar, cortar o reducir?
FV: Drácula,
por ejemplo, lo tomé porque es un libro que debe tener seiscientas o
setecientas páginas. Y este libro tiene
doscientas. Y con letra chiquita. Lo que pasa es que había que seguir el hilo
de todas las cosas, y no quería sacrificar nada. Se quejaron después, de que no
fuera un libro más condensado.
Alejandro: En Drácula están hasta las boletas de recibo de los cajones… El
momento dramático de la llegada está en un papel comercial.
FV: Claro. En la Odisea fue más fácil hacer esa síntesis, porque como Homero
memorizaba, las batallas son siempre iguales, el amanecer es siempre igual, “la
aurora con sus dedos dorados…“Entonces no necesitás poner eso veinte o
cincuenta veces. No. “Amaneció”. Basta. (Risas). No me hagas más el verso.
Muchas historias están calcadas una de la otra, y es lógico, porque él tenía
fórmulas para poder memorizar. Entonces hay mucho que se puede sacar ahí.
Alejandro: Me acordé de versiones de clásicos de
la Biblioteca Roja de Billiken…
FV: Ah, no, pero hay cosas que son carnicerías
directamente. (Risas) Desguaces…
Alejandro: Por eso pregunto, porque hay una
operación de condensación, y si no sos respetuoso, los desvirtuás.
FV: Esto es una inmersión profunda en el texto,
es lo más parecido posible al original, y desde esa inmersión nosotros
trabajamos, respetando que tiene que ser un organismo entero, pero jibarizado.
(Risas). Viste que los jíbaros agarran tu cabeza, y queda todo igual pero más
chiquito…
Alejandro: Y en la autoría aparece Franco
Vaccarini…
FV: El jíbaro. (Risas).
Alejandro: Y abajo Homero, chiquitito…
FV: Te imaginás que lo que más lamento es que,
por ejemplo, en el Martín Fierro diga
Franco Vaccarini más grande que José Hernández. Pero a la vez, no hay que
engañar al que lo va a comprar, tiene que saber que es una versión. Ahí no tengo
ningún problema de cartel. Como dijo Isaac Newton: “Llegué a esto porque estuve
montado sobre hombros de gigantes”. Bueno, yo les agradezco a todos estos
gigantes. Humildemente, espero que cuando vaya al Seol no estén enojados
conmigo. (Risas). Me están esperando todos: está Polifemo, el cíclope, aparece
Circe ofendida porque no tuvo el mismo cartel que Venus. O se me enoja
Agamenón, porque él era el jefe, y yo le di bolilla a Ulises. (Risas). Las
historias de Agamenón son terribles también; seguramente es mejor no contarlas.
Como una vez que tenía mucha vergüenza, porque me estaba escuchando Hebe Uhart,
en una Feria del Libro en Comodoro Rivadavia, y tenía que hablar sobre los
héroes medievales. Y como estaba un poco nervioso, conté el argumento de las
historias de los héroes sobre los que había escrito. Y Hebe, con esa sutileza,
me dice que no debía transformar mis charlas en un resumen de argumentos
(Risas). Igual, la saqué barata.
MM: Bueno, Guadal, para este ciclo y para el de terror, al que va a venir Ángeles como invitada, nos hizo obsequios. El otro día sorteé… Así que vamos a regalar un libro tuyo, y uno de Ángeles, ya que la tenemos acá. Ángeles, decime un número del uno al diecinueve…
Ángeles Durini: Nueve
MM: Bien, entonces yo empiezo a contar por ahí, y
se lo regalo a Maro.
FV: Mirá vos el sistema…
MM: Vos vas a regalar los tuyos. Decime un
número…
FV: El quince, la niña bonita.
MM: Quince. Para no hacer lo mismo, sumo cinco
más uno, me da seis y regalo por acá cerca. Cinthia. Y Franco les trajo de
regalo.
FV: Traje para todos. Son libros de la colección Vuela el pez, que edita la Biblioteca
del Congreso, y que hace un trabajo genial. Los libros se entregan con el
Bibliomóvil, que es un colectivo biblioteca que anda por todo el país. No tiene
valor comercial, son cuentos que yo quiero mucho.
MM: Le damos un aplauso. Muchas gracias, Franco.
APLAUSO FINAL
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