Viaje por el río literario
Lejos, muy lejos del cauce de la razón, se viaja al corazón de las tinieblas. Río arriba, por el Congo, se asoma la naturaleza del África fértil, cuyo interior esconde un misterio inenarrable. Extranjero en la propia lengua en que escribió su obra, Joseph Conrad, de origen polaco, se convirtió en uno de los escritores centrales de la literatura inglesa del siglo XIX. El corazón de las tinieblas es comentado a partir de las impresiones de lectura, como texto favorito. Libro de arena continúa proponiendo miradas sobre textos que abordan el tema del río para iniciar nuevos viajes, a las infinitas tierras literarias.
Por Marina Ruiz
Hay un secreto a ser descubierto, hay un sentido
oculto que el relato guarda, hay para el lector una necesidad suprema de
recorrer el texto y desvelarlo. La intriga no es la de una novela policial, aunque parece, consume al lector que devora el texto. Como lectora me he sentido atrapada en El corazón de las tinieblas. Una máscara recubre la razón, sus luces palidecen. El descubrimiento de Marlow, narrador y alter ego de Joseph Conrad, es
el símbolo del fracaso de la razón iluminada, de su corrupción y
desmoronamiento. Lo que va a contar en su breve novela es una travesía, a la
vez efectiva, real si se quiere, en el viaje que sigue el itinerario de la
expansión territorial de Europa desde Inglaterra hacia África, e imaginario, en
la exploración de la interioridad del alma humana. El
corazón de las tinieblas es una novela del contrapunto permanente
entre la razón y la locura que habitan en el hombre. Reflejadas ambas en el
conjunto de imágenes visuales que el texto provee y de calificaciones que
refieren a las porciones iluminadas y a las oscuras del mundo al que el hombre
tiene acceso. Situado en el centro de la civilización, en el centro de
occidente, con la mirada de quien observa desde afuera, en la extranjería de
una lengua otra, así arranca el relato. En el comienzo aparecen los claroscuros
que tramarán toda la historia, que desde la partida se proyectan hacia adelante
y anuncian el tema del relato. No solo la explotación del marfil, la
apropiación de materias primas, no solo la expansión territorial y económica,
sino lo insondable del deseo, las fluctuaciones de la razón, la fascinación por
lo ominoso, por lo que no tiene nombre, orden, o explicación. El inicio del
viaje es el estuario del río Támesis “un interminable camino de agua. A lo
lejos el cielo y el mar se unían sin ninguna interferencia, y en el espacio
luminoso las velas curtidas de los navíos que subían con la marea parecían
racimos encendidos de lonas agudamente triangulares, en los que resplandecían
las botavaras barnizadas. La bruma que se extendía por las orillas del río se
deslizaba hacia el mar y allí se desvanecía suavemente. La oscuridad se cernía
sobre Gravesend, y más lejos aún, parecía condensarse en una lúgubre capa que
envolvía la ciudad más grande y poderosa del universo.” Este inicio es la clave
del relato. A través del marinero Marlow, Conrad describe el viaje por el río
Congo, en busca de "Kurtz", jefe de una explotación de marfil. Su encuentro
será la confirmación de la hipocresía colonialista a la vez que el cuestionamiento
de su carácter de cruzada moral y comercial. El horror es el vacío de sentido,
la perpetración de la violencia, el sometimiento y el exterminio. Esa extraña e
inexplicable comunión entre el horror y la belleza que se cifra en la selva
exuberante que rodea al río Congo no encuentra su nombre: "Una corriente
vacía, un gran silencio, una selva impenetrable. No había ninguna alegría en la
luz del sol. Sentí un peso intolerable, la presencia invisible de la corrupción
victoriosa, las tinieblas... Y hay en todo ello una fascinación, la fascinación
de lo terrible". Es lo ominoso. En ese paisaje abominable, un personaje
antes civilizado, Kurtz, sufre la destrucción de sus principios y de su propia
naturaleza de hombre inteligente. "¡El horror!", es su grito final,
poco antes de morir. Y Marlow lo juzga así: "Su mente seguía siendo
perfectamente lúcida, pero su alma estaba loca...". El deseo de poder y
riqueza, la avaricia, el exceso, la desmesura son las marcas que dan cuenta del
horror de la colonización, de la falacia del orden civilizatorio, en nombre del
cual se llevaron a cabo los actos más aberrantes e inhumanos contra otras
culturas. Lo que subsiste a lo largo del relato es la oscuridad, lo
inabordable, lo indecible como denuncia contra el orden establecido y el
discurso de la razón.
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