Laura Devetach: "En el medio de la poesía, siempre está el compromiso"

La segunda parte de la charla con Laura Devetach retoma a partir del tema de la relación entre el mercado y la producción literaria, de las imposiciones de las modas y las ventas sobre los temas de los que se escribe y habla. A través de la lectura de pequeños fragmentos de sus textos, la escritora fue comentando su punto de vista acerca del sentido de cada cuento vinculado, a la vez, con las anécdotas que hicieron a su construcción. En la conversación con Mario Méndez, la autora se refirió a la importancia de la poesía, a cómo se entrelazan poesía y cuento, además de la más evidente conexión con la música. También se escucharon los poemas musicalizados “Dos viejos y una canasta”, y “El garbanzo peligroso”, a pedido del público.

Laura Devetach: Yo tengo la suerte de que me publican poesía. Pero no es así con la mayoría de la gente. No sé si tal vez tendrá que ver con la calidad, puede ser… pero en general, no se publicaba poesía, ni soñando. El primer libro de poºººesía que publiqué es uno que ahora está incluido acá, que se llama Milongas tamaño alpiste, en Sudamericana. Porque ahí hay una editora, Mariana Vera, una persona amplia, que defiende muchas cosas, muchas veces las que se llaman indefendibles. Y ella amplió las colecciones. Pero no siempre la poesía es bienvenida. De hecho, de poesía para adultos, en este momento tengo cuatro libros en un cajón. Las editoriales no publican poesía. Y los círculos de poetas son pequeños grupos que se juntan entre ellos, publican y se leen, se comentan, pero no se abren. Pero el mercado  no permite que la poesía entre porque dicen que no se vende, cosa que yo no creo pero ¿qué vamos a hacer? Ese famoso mercado al que hay que encararlo algún día.

Mario Méndez: Es un poco difuso…

LD: Sí, y que sea difuso viene bien para todos.

MM: Decían Sarlo y Altamirano que el mercado sea tan difuso influye en la ideología y en las elecciones de los autores. ¿Te ha pasado? ¿Te has sentido influida por esta presencia del mercado?

LD: Influida, no. Porque yo en eso siempre fui bastante peleadora. Medio cabeza dura. Siempre me pareció terrible que alguien que se dedica a un arte tenga que trabajar por encargo, por ejemplo. Me parece espantoso. Es cuestión de no aceptar ciertas cosas pero hay gente que trabaja, y que quiere trabajar de esto, y lo hace. Entonces, cuando viene la moda de los monstruos, cuando viene la moda de los dinosaurios, cuando viene la moda de los esqueletos, la de los zombies… La editorial es hábil, les pide este tipo de cosas. Y el que escribe eso, vende. Y el que no escribe, no. Por eso a veces este tipo de cuentos como el que leí quizás no entre en las farándulas infantiles. ¿Qué importa una chipera?

MM: Es otro título. “¿Qué importa una chipera?” En Una caja llena de… y en Milongas tamaño alpiste, hay una poesía que me interesa particularmente por marplatense. Que es esta, “Las palomas de San Pedro”. Esa anécdota de que las palomas armaban sus nidos con clavos ¿es real?

LD: Sí, sí. Eso está en Cuentos que no son cuento, el poema está en un cuento. Y ahora está en este disco, Quiensabe. Eso es, concretamente en Villa Gesell. Una vez, cuando Clarín era Clarín, (Risas) sacaron una nota muy linda relativa a la vida y a la naturaleza y demás. Y salió esta idea de que en san Pedro, que era la iglesia donde vivían las palomas, y hacían siempre sus nidos, cuando viene todo el tema de la construcción de la playa y la ciudad, el campo desapareció. Desaparecieron los cuises, los conejos, fue muy afectada la naturaleza en ese momento. Pero las palomas se quedaron. La persona que había escrito la nota decía que sabía por alguien que había ido a la torre a investigar, y había encontrado un montón de nidos hechos de alambre. No había ni pasto. Usaban cosas de la construcción. Yo tenía muchas ganas de ir a ver eso, porque realmente es una curiosidad.  



MM: También se cruzan en poesía y cuento, una que está en Canción y pico, que es “Los difíciles días de la lombriz”. Y el cuento “Lombriz que va, lombriz que viene” que está en este bello libro de Primera Sudamericana. ¿Cómo es esto del cruce de cuento y poesía para una misma historia?

LD: Primero fue el cuento. Yo tenía ganas de hacer algo como un croquis. Ahí sí tenía ganas del dibujo. Por eso lo interpretó Nora Hilb. Había una lombriz que los lunes y martes iba para allá, y los miércoles y jueves iba para allá, y había días en los que no sabía dónde estaba. (Risas). Eso tiene mucho que ver con mi llegada a Buenos Aires. A mí me pareció lindo que se hiciera el croquis. Pero después pensé en “Lombriz que va, lombriz que viene”, como en quien avanza y retrocede todo el tiempo. Después empezó a sonarme como poema.

MM: Los voy a mostrar. “Los difíciles días de la lombriz”, y trabaja con la disposición de los versos. “La lombriz nunca sabe dónde empieza ni dónde termina”. Otra cosa que quería preguntarte es de algunos particulares, queribles, personajes tuyos como Doña Sidonia, que está en Así, así asá, y en Un cuento ¡Puajjj!, y en algunos otros. ¿De dónde sale, Sidonia? El garbanzo peligroso es otro personaje particular.

LD: La Sidonia era un poco una tía mía, mi tía Julia, que para mí siempre fue viejita. ¿Se acuerdan de antes, cuando las señoras se ponían un batón largo, negro, usaban luto cuando alguien se moría? A lo mejor mi tía era joven cuando yo iba a su casa. Me gustaba mucho ir porque era muy rara, hacía cosas… Por ejemplo, decía que tenía un sapo que vivía debajo de la pileta de su cocina, que tenía piso de ladrillos. Y que el sapo, cuando ella le hablaba, o lo miraba, le hacía así con los ojos. (Laura imita el gesto del sapo, levanta las cejas. Risas). Para mí fue un poco la tía Sidonia. Que además, podía rodearse de gente, podía entender a los chicos, podía hacer cosas extrañas. Hay muchas viejitas que tienen mucho que ver con la Sidonia.

MM: Tiene un enamorado, Sidonia, ¿no?

LD: Sí. Yo quería hacer una saga y al final no la hice. Se casó con Peteco.

MM: Un personaje bastante simpático, ¿de dónde sale?

LD: (Se ríe) ¿De dónde te parece? Es cierto…

MM: ¿Ah, sí? Es muy bello.  Peteco no se quería comprar pantalones…

LD: No se quería comprar nada. Entonces llegaba el día en que no tenía con qué salir.



MM: Se llama “Cuento del pantalón”. Está en ¡Un cuento ¡Puajjj! Les leo un pedacito. “Como todo el mundo sabe, las Sidonias son de enamorarse perdidamente. Y así fue que Sidonia se enamoró de Peteco, morochón y bigotudo. Y se casaron con la aprobación de la vaca, las gallinas, el gato, las palomas y demás amistades”. (Risas). Y el conflicto del cuento es que Peteco tiene un solo pantalón, y no hay caso, no se quiere comprar otro. Hasta que se hace uno con papel de diario.

LD: Porque ella le decía, que cuando se rompiera, iba a salir envuelto en papel de diario. Y eso pasó. Porque las Sidonias no cosen pantalones. Se fue envuelto en papel de diario. De Clarín cuando era Clarín. (Risas). Entonces la gente empezó a querer leer los chistes. Iba por la calle con un montón de gente atrás leyéndole los pantalones. Y por eso se compró un pantalón.

MM: Muy bueno. Otro personaje que todos queremos acá es el Monigote. Monigote de carbón en La torre de cubos, y el Monigote en la arena, que fue premiado por Casa de las Américas. Es un cuento un poco triste, ¿verdad? ¿O no? ¿Cómo lo ves?

LD: Creo que es medio existencial. Es un poco la vida. Y cómo son las cosas, que según la época, el momento histórico, la coyuntura, se interpretan los textos de una manera o de otra. Mucha gente creyó que yo escribí ese cuento en la época de los desaparecidos. Que hacía referencia a los desaparecidos. Y no. Es muy anterior.

MM: Sigo con los personajes, En Cuentos que no son cuento, tomás uno que  es de la tradición, que es Paí Luchí. Que es el mentiroso. Como el Barón de Munchausen o los cuentos que contaba Landriscina. ¿Estas historias las escuchabas en el Litoral?

LD: Sí. Es más, yo creí que existía. Mucha gente decía que el Paí iba por ahí. Por eso digo que el Litoral es todo muy fantasioso. Ven Pomberos en todos lados. Les dan una entidad. El lobisón, lo mismo.

MM: ¿Y estos, que son tan simpáticos, Los Pomporerá? Cuando les releía, me acordaba de que mi papá me decía lo de “la escuela viruela de pico picotuela”. ¿Esto de qué tradición es?

LD: O “Pico pico tueja”. Seguramente el origen es español. Son cosas que me enseñaban mis mayores cuando era chica. Y que yo les transmití a mis hijos y a mis alumnos. Así que un día me solté y empecé una recopilación, y empecé a buscar algunos referentes en los libros para ver si estaba bien. Esas diferencias, en algunos con ele y en otros con jota, se da en algunas provincias.



MM: Otro de los personajes, y de los cuentos más lindos (es difícil elegir), está en El paseo de los viejitos, que seguramente lo recordarán, tiene una dedicatoria: “Hace mucho, allá por 1965, una nena de cuatro años me ayudó a hacer este cuento. Gracias Laurita.” Saben a quién me refiero. Este libro de los viejitos es enormemente poético. Pero hay una cosa que quiero rescatar. En el medio de la poesía, siempre está el compromiso: “… y sentados en el jardín de la casa chiquita tomaron dos pavas de mate con secretos. Después se fueron a buscar los chicos para hacer juguetes y quizá, algún día contarles el secreto. Y buscaron también a los otros viejitos, para seguir pidiendo el aumento de la jubilación, que era apenas un puñadito de dinero”. Siempre te las arreglás para meter en los cuentos, en el medio del “exceso de imaginación”, por ejemplo, la poca jubilación. Como en “El cuento del Retintín”, donde el rey arregla las cosas más o menos, y dice que el retintín de las  monedas mejoró para los pobres, “un poquitín”. Eso, es, obviamente, una toma de postura de tu literatura.

LD: Sí, en general los personajes que busco o que tengo adentro, son gente que trabaja, gente común, y si hay un rey, es como el de Retintín.

MM: No hay solución mágica, y si se mejora, se mejora un cachito. Este es otro libro, hermosamente ilustrado por María Wernicke. Cuidado con la osa, que empieza con esta mención: “A Roberta Iannamico, que escribió “Me acuerdo de un poema en que un oso polar hace pis y mancha la nieve”. Esa es la imagen poética de donde surge esta osa que está durmiendo su sueño de hibernación, y hace pis, y todo lo que ese pis produce. También la poesía en medio de la narración. Y hablando de narración… hay uno solo de tus relatos que me parece que es una novela. Vos me dirás qué te parece, y si me corregís está todo bien. Para mí, “El hombrecito verde y su pájaro”, es una novela. Y no es un género que hayas transitado mucho…

LD: Es una novela. Tengo La loma del hombre flaco, y tengo cosas en borrador sin terminar. No soy muy novelera. Acá se me dio porque primero fue un cuento. Después hice otro y vi que podían enganchar. Los fui enganchando y se me armó.

MM: Es una novela breve, muy recomendable, de esas que las maestras y maestros encuentran poco, porque no hay tantas novelas para primeros lectores. Y es una historia que está enganchada con este hombrecito que vive en un lugar que es todo verde. Decías que tenías algunas cosas en borrador…

LD: Sí… Tengo algunas que están descatalogadas… La loma del hombre flaco… qué lástima que no lo traje, porque lo tuve en Sudamericana y Alfaguara. Y las dos editoriales lo descatalogaron. Depende un poco del momento. En Sudamericana, hace años vino un terremoto, por una norma que decía que si no se vendían tantos libros en tanto tiempo, se “picaba”. Ahí tuve todo un problema. No solamente yo, muchísima gente. Tuve una pelea por el tema del picado. Me enfrenté por eso.

MM: ¿Qué es el tema del picado? Hay gente que no lo sabe.

LD: Picar el papel. Picarlo y convertirlo en papel para reciclar. Yo quería donarla y ellos decían que era competencia en el mercado. Entonces les dije que se los iba a donar a los indios en la frontera. Teníamos lugar y todo. Después de un enfrentamiento, y con la ayuda de la presidenta de ALIJA, muy en silencio, finalmente, donaron los libros. No los picaron. En ese tiempo, mucha gente, Graciela Montes, Graciela Cabal, tuvieron ese problema. Y yo lo llevé a Alfaguara. Siempre me agarra algún tembladeral. Y son estos, los libros que no se venden como pan caliente, los que mueren. También es una novelita corta, donde está presente el tema del hilo y de la hebra, Aparece un personaje misterioso que quiere la hebra infinita y que quiere sacársela a la dueña, y hay todo un enredo. Y ese libro está descatalogado. Yo lo hice traducir para mandarlo al Andersen.

MM: Cuando se eligen los candidatos a los premios Andersen, a un escritor y a un ilustrador, en este caso a Laura la va a acompañar Diego Bianchi, los autores eligen diez títulos de su propia obra. Debe ser difícil elegir lo propio. De los noventa títulos que tiene Laura tuvo que elegir diez para que se haga, no una traducción completa, sino una especie de sinopsis.

LD: Pedacitos de capítulos, o poemas…

MM: Eso es para los jurados, que pueden ser de todo el mundo. ¿Qué te acordás que elegiste?

LD: El primero fue La plaza del piolín, La torre de cubos, de El enigma del barquero se tradujo un cuento, Un cuento ¡Puajjj!, porque ahí están los libros que estaban antes en otra editorial, tanto de Gustavo como míos, me ocupé de convertir libros unitarios en este, de Alfaguara. 

MM: ¿Querés que cerremos con una lectura más? Así después la gente se acerca para que les firmes los libros.

LD: No sé si lectura o escuchamos otra canción… ¿Qué prefieren?

Asistentes: Una canción

MM: Bien. ¿Cuál es?

LD: La última.

MM: Bueno, para los que llegaron un poco más tarde, hoy escuchamos “Dos viejos y una canasta”, y ahora vamos a escuchar “El garbanzo peligroso”. ¿De quién es la música?

LD: De Mariano Medina.

MM: Dice que los arreglos son de Bonaparte.

LD: Esta canción estaba desde  antes, de los años de la tele. Ahora le hizo los arreglos Guillo Bonaparte.

MM: ¡Ah! Hay una antología que me marqué, 16 de diablos, que la debe haber editado Mariana. Me causó tanta gracia el relato de lo que hacía el diablo. Y Diablos y mariposas, que está en Del Eclipse, seguramente ilustrado por Istvan. Y hay un cuento que está en esa antología, en el que la descripción del diablo, versión Laura Devetach, es muy buena. Fíjense: El diablo, cuando vio pasar a la hermosa muchacha, no lo dudó más. Se le prendió como un abrojo en el pelo, imposible de desenredar. Se acomodó muy contento sobre la espalda y así andaba de patas cruzadas. Criticaba todo lo que veía, decía groserías a los demás, y se tiraba pedos con el mayor desparpajo”. (Risas). Bien, vamos a escuchar.

(Se escucha Un garbanzo peligroso, cierra el encuentro con muchos Aplausos)

MM: Redoblamos este aplauso para Laura. Muchas gracias.

LD: Muchas gracias a ustedes.

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