REVOLUCIONAR LA MIRADA

María Trombetta  fue al teatro el fin de semana pasado y escribió esta nota, sobre la representación, Urdapilleta, Batato y Tortonese. Compartimos con ustedes la nota y de yapa, un video con una entrevista inédita a Urdapilleta, en la que cuenta cómo lo conoció a Batato y a Tortonese. ¡Qué la disfruten!
Siempre me molestaron esas escenas de películas, o de series de televisión, en donde un grupo de actores se reúne para ensayar una obra de teatro, sosteniendo en sus manos las hojas de papel con el texto. Leen y, tal vez, caminan un poco por el escenario. Esa imagen, la del teatro como representación de un texto escrito, está grabada a fuego entre aquellos que se acercan al teatro ocasionalmente, y, lo que es peor, entre muchos de los que lo hacen. Por más que hayan pasado décadas de creadores y teóricos que confirmaran lo contrario, todavía hoy, en algunos de los escenarios más prestigiosos de Buenos Aires, podemos asistir a las recreaciones más solemnes de textos dramáticos diversos.
Por supuesto que un texto bello es importante. Pero es solamente una parte. No hay teatro sin el espesor que le da la especificidad de la disciplina, la de los cuerpos en el espacio haciendo que algo ocurra.

La revolución personal que les comento aquí tiene que ver con el teatro, claro. Empezó con ellos. Conocí a Batato Barea en una función del Clú del Claun en el Rojas, a fines de los ´80. Y después los anduve siguiendo, a él, a Urdapilleta y Tortonese, por esos lugares donde actuaban, casi clichés a esta altura: el Parakultural, Mediomundo Varieté, la Bienal de Arte Joven en el Centro Cultural Recoleta.
 
En una entrevista al diario La Nación, Urdapilleta contó que Batato y él se hicieron amigos luego de confesarse mutuamente que odiaban al teatro. El Clú del Claun, en el año 1989, estrenó, en el Teatro Nacional Cervantes un espectáculo llamado La historia del Tearto. Claro que no odiaban al teatro, sino a la impostación con la que lo suelen investir a veces. Por eso, y por el momento en que les tocó vivir y crear, su poética consistió en derribar lo conocido a través de una estética en permanente cambio, tomando técnicas y modelos actorales internacionales, revalorizando la tradición del teatro popular argentino y apelando al circo, la performance, el clown. El humor.

Viva la mentira
Pueblo argentino:
Se ha acabado el tiempo de las mentiras.
¡Caen como retazos secos las mentiras!
Y las lluvias
las deshacen
a las mentiras.
¡Lluvia de verdades acalambradas!
¡Verdades en carne viva!
¡Confesiones!
¡Revelaciones!
Mi lengua se tuerce por no declarar a todas las verdades y sin embargo la obligo.
Mi pico se enciende
Mortal y asesino
Contra toda mentira.
¡Vuelo!
Roja como la sangre que escupe los becerros sacrificados.
Roja como los ojos de los niños muertos de hambre,
todos vomitados por sus madres muertas de frío.
Roja como la niebla en las catacumbas
de los desposeídos
Poderosa y helada
Empapada en perfumes franceses
Aturdida
Loca
Obscena
Perdida
Tuerta
Y asquerosamente muerta
Me dispongo a declarar
La última
Y la primera
de todas las verdades:
La mentira. 
Pueblo argentino:
Se acabó el tiempo de las mentiras
Por eso me dispongo
a poner en el altar
a la única verdad: la mentira
¡Viva la mentira!
¡Viva la mentira!
¡Viva la careta!
¡La sorna!
¡El desparpajo!
¡La impunidad!
¡Las sonrisas falsas
de dientes falsos!
Gorriones acuchillados
¡Viva la mentira!
¡Viva la mentira!
¡Poso!
Con los dientes
que son mi alma
Mastico
Degluto
Destruyo.
Aunque los afeites
no me alcanzan
para tapar la máscara
pegada a la máscara
que está pegada a la máscara
que está pegada a la máscara
pegada a la máscara
que está pegada a la máscara de más abajo de todo
¡Viva la mentira!
¡Viva la mentira!
He tenido en mis manos la enorme piedad por la pobreza
de los que duermen de pie haciendo enormes colas
para subir un escalón hacia la nada más decorada:
la riqueza
Sin embargo intrigué
Puse zancadillas
¡aprendí a mentir!
Cualquier sentir
A destrozar toda ilusión de un semejante
Encendí fogatas de hielo en mis tripas y pude matar
Maté
Maté
Maté
y empecé a ser
y entonces sí
la mentira
¡Soy la más fea!
¡La más mala!
¡La más torcida!

Alejandro Urdapilleta – María Julia. La Carancha, una dama sin límites (1991)

María Trombetta es Profesora de Artes con Orientación en Teatro. Como docente se especializa desde hace más de veinte años en el trabajo con grupos de niños, adolescentes, adultos y mayores, tanto en el ámbito público como privado. Desde esta disciplina se vinculó con el campo de la promoción de la lectura, en el que se dedicó a capacitar a docentes, bibliotecarios y mediadores en estrategias de animación a la lectura.


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