Una gran literatura para los niños



Por María Laura Migliarino

Durante el mes de octubre se cumplieron 100 años de uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX; con el estallido de la Revolución Rusa el mundo ya no fue el mismo. El derrumbe de la monarquía zarista, el establecimiento de un gobierno comunista, el tratado de paz con Alemania y la guerra civil entre 1918 y 1920 dieron lugar a una nueva forma de pensar y de vivir por fuera de los límites del capitalismo. Algunos historiadores afirman que la revolución que llevó al poder al partido bolchevique fue un golpe de Estado protagonizado por una minoría que aprovechó tres cuestiones fundamentales; la descomposición del poder central, la ruptura de la disciplina en el ejército y los errores de los adversarios.

Tratando de comprender el fenómeno, y en la búsqueda de información, comencé a preguntarme por los efectos en la infancia, por como la misma se ve atravesada por “una revolución”. En ese intento de búsqueda me pregunté por la literatura pensada y escrita para los niños y me di cuenta que nada sabía al respecto. Así las cosas, descubrí algunos escritos (citados en la bibliografía) que ampliaron mi mirada y mi conocimiento y que me ayudaron a organizar este breve texto acerca de los libros infantiles antes y después de las revoluciones de febrero y octubre de 1917.

Toda literatura se remonta al inmenso patrimonio de la literatura oral, y en el caso de Rusia no hay excepciones. Las narraciones populares se transmitían de generación en generación, hundiendo sus raíces en el folklore medieval, en los mitos y leyendas de los primeros pobladores del vasto territorio. En 1673, de la mano del ensayista Ivan Possochkov, aparecen los primeros libros de consejos morales. Su Instrucción para mi hijo, es un código de conducta con una clara intención aleccionadora. Más tarde, durante el mandato de Pedro el Grande, Vassili Nikititch, escribe otra instrucción y, bajo influencia europea, la literatura didáctica llega a Rusia a través de las traducciones; Vassili Trédrakoiski traduce Telémaco y las Fábulas de Esopo. Las obras francesas inspiran a los autores nacionales y Catalina la Grande crea una biblioteca para sus nietos en la que se pueden encontrar cuentos pedagógicos inspirados en Montaigne, Locke y Rousseau.

En este ambiente de afrancesamiento aparece un nombre nacional; uno de los primeros fabulistas rusos –acaso el más popular de su época- fue Ivan Krilov (1768-1884), un escritor que en sus fábulas satirizó situaciones y defectos rusos con un lenguaje familiar y coloquial.
Aleksandr Afanásiev (1826-1871) fue otro gran investigador y compilador de cuentos y leyendas tradicionales, en sus Cuentos populares ofrece más de 600 relatos folclóricos que dan cuenta de la vasta tradición cuentística campesina.

Aleksandr Puschkin (1799-1837) será uno de los grandes revolucionarios de la literatura rusa moderna. Poeta, dramaturgo y novelista que influenciado por las historias que le relataba su nodriza comienza a escribir textos para niños. Leyendas del tiempo antiguo, historias de héroes y guerreros, y hasta versiones de los clásicos de los cuentos de hadas, lo convertirán (según la mirada de sus compatriotas) en el fundador de la literatura infantil. Pero será Máximo Gorki (1868-1936) quien con sus ideales revolucionarios sentirá una gran preocupación por la calidad y el contenido de los libros infantiles:

“La literatura infantil burguesa y prerrevolucionaria transmitía, a pesar de todo, a los niños una cierta representación del mundo: a los niños más pequeños con cuentos de hadas y libros de imágenes; a los mayores con historias y relatos originales y traducidos.”

“Convendría escribir libros -no sólo uno, sino varios- en los que se pusiera de manifiesto todo cuanto la física y la química han proporcionado a la humanidad y todo cuando pueden proporcionarnos todavía aún a nosotros en las condiciones de nuestra estructura socialista.”

Con la llegada del Estado Socialista el libro soviético para niños, en tanto fenómeno cultural y educativo, será considerado como un asunto de importancia estatal. La literatura como puro entretenimiento dará lugar también a la incorporación del conocimiento científico:

“En nuestra época fabulosa, época de las más audaces fantasías científicas y sociales, que podían parecer hace muy poco un cuento absurdo, debemos a toda costa formar una generación de creadores y soñadores inspirados en todas las ramas, y en todos los dominios, en la técnica, en la agronomía, en la arquitectura como en la política” (Kornei Tchoukosky)

La creación de la editorial Dietizdat (fundada por iniciativa de Gorki en los años ‘30), la aparición de revistas y periódicos para niños en las lenguas de los pueblos rusos, y la constitución del centro científico de estudio de las inquietudes de los pequeños lectores -La Casa del Libro Infantil- serán la punta de lanza de las representaciones sobre los libros para niños en la Rusia postrevolucionaria. El siglo XX y la Revolución, darán un nuevo modo de entender la vida y con ella la literatura. Los acontecimientos histórico políticos invariablemente nutren a los autores que reflejan los sucesos de su época y la literatura infantil rusa alcanzará un gran desarrollo con Samuil Marschak, Arkady Gaidar, Korney Chukovski y Agniya Barto.

Como bien lo explica Bravo Villasante, “es natural que la transformación del país, el cambio de ideología y de estructura social se refleje en la literatura infantil (…) Se trata ahora de que la mayoría de los libros rusos tengan por finalidad crear buenos ciudadanos comunistas, así como antes, en general en el siglo XIX, el fin era hacer buenos cristianos.”

Muchos escritores valiosos han quedado fuera de este recorte; León Tolstói, Vladimir Mayakovski y Antón Chéjov también han hecho su aporte a la literatura infantil de su país. Y quedará para un futuro investigar sobre los escritores e ilustradores contemporáneos.

La literatura para las niñas y niños rusos se parece a una caja de Pandora. Sólo he descubierto lo que hay debajo de la tapa. Octubre llega a su fin y con él el recuerdo del fantasma de una revolución que puede ser rastreada también en la literatura.

Para seguir leyendo:
Bravo Villasante, Carmen: Historia de la Literatura Infantil Universal, Madrid, Doncel, 1971.
Cervera Borrás, Juan: Aproximación a la literatura infantil. Recuperado de:
Órgano de la Unión de Escritores de la URSS (comp.) Revista Literatura soviética. Número especial dedicado a la literatura infantil Nº 12., 1968.
Saborido, Jorge: Rusia 1917: Una introducción, Buenos Aires, Biblios, 1993.



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