Fragmento de El último Hammett, de Juan Sasturain
En El último
Hammett, Juan Sasturain sitúa como personaje principal a uno de los padres del policial negro estadounidense. En una novela en la que la literatura se rinde homenaje a sí misma, Sasturain retoma (en algunos casos de manera directa), los textos de Dashiell Hammett y desarrolla una trama propia. Otro autor que aparece como personaje en esta novela es Roald Dahl. Compartimos un fragmento en el que los dos escritores reflexionan acerca de cuestiones relacionadas con el acto de escribir.
-Yo
no era un escritor todavía- dijo Dahl con un leve y modesto parpadeo.
-Y
yo ya no lo era- informó Hammett imperturbable.
-
No digas eso, Dash.
-
Quiero decir que no me había enterado aún de que ya no lo era.
-
Con todo respeto, Dash- dijo Dahl-. Supongo que, aunque no publique, uno nunca
deja de serlo.
-
El problema no es dejar de serlo sino empezar a serlo alguna vez. Conozco
decenas de tipos que escriben libros y que acaso nunca se enteren de que no son
escritores. Una vez, Raymond Chandler me dijo eso…
-¿Se
conocen?
-Nos
vimos solo una vez, en una convención de The
Black Mask, a fines de los treinta. Hay una foto en la que está Horace
McCoy también, además de otros compañeros. Él, Chandler, es más grande que yo
pero recién empezaba, incluso no había inventado al pesado de Marlowe, todavía.
A diferencia del resto, Chandler sabía ya lo que quería hacer. En un aparte,
con ese aire de escritor inglés, que se soñaba inglés, en realidad, con la pipa
y la chaqueta de tweed, me dijo eso que les digo. Supongo que se refería a
varios de los que estaban allí. Le gustaba hablar de literatura pero no con
todos, claro. Era, o es, muy ácido.
-A
usted lo respeta-dijo Dahl mientras empezaba a cargar su pipa, como si la
referencia de hammet le hubiera recordado un deber o costumbre olvidada.
No
hace mucho escribió un artículo en el Atlantic
Monthly sobre el género en el que me coloca en el lugar de precursor. El
artículo es bueno, pero es una forma de enterrarme. Casi un epitafio, o un
responso, mejor.
-Dash…-
meneó la cabeza pat.
-
Una forma de hacerse su propio lugar. ES normal. Esa vez, en The Black Mask, cuando ya habíamos
tomado lo suficiente, me desarrolló toda una larga teoría respecto de Stevenson
y de Conrad. Según Chandler, no podía ser casual, tales fueron sus palabras,
que uno hubiera empezado a escribir justo cuando el otro dejaba de hacerlo. Y
tiene razón. Son exactamente sucesivos: cuando Stevenson muere en Samoa, el
polaco Conrad se baja del barco, pues era capitán, y del idioma, y empieza a
escribir. Y son complementarios, casi especulares. Stevenson inventa lo que no
ha vivido, lee y escribe primero y viaja después, para morir donde había
imaginado las aventuras; es un pasajero enfermo además, no un capitán. Conrad
vive primero una larga vida de experiencia sin escribir una línea, y después se
sienta a escribir. Cuenta lo que ha vivido o lo que le ha contado la genteqye
conoció, al menos esa es su manera de poner en ficción la experiencia
acumulada.
-¿Y
entonces?- Rolad Dahl lo seguía con atención.
Hammett
sonrió levemente y dijo:
Yo
creo que Chandler, alegóricamente, con esa referencia a Stevenson y a Conrad,
estaba enterrándome a mí, y avisándome que lo sabía. Yo dejo de publicar cuando
él empieza, como si no pudiéramos compartir el mismo espacio. Incluso en El simple arte de matar, cuando habla de
Hammett lo hace en pasado.
Rolad
Dahl sonrió también con cierto embarazo.
Pero
es cierto que usted empieza a publicar a partir de una experiencia personal.
Con esas Memorias de un detective privado…
Hammett
no pareció estar totalmente de acuerdo, pero no llegó a decir nada.
-Y
tú también Roald-se cruzó Pat, otra vez satisfecha de poder conectar en algún
punto a esos dos hombres flacos en secreta pugna-. Aquel primer relato que te
publicaron, según me contaste, era sobre cuando te derribaron en el desierto.
-Sí,
fue de lo primero que publiqué, ya hace más de diez años. O que me publicaron,
en realidad- los ojos muy abiertos del noruego parecieron licuarse de tan
claros-. Porque no era mi intención.
El último Hammett
Juan Sasturain
Alfaguara, 2018.
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