Juan Lima y Mariano Díaz Prieto: “Decime cómo te gustan las tostadas y te diré de qué planeta sos”
En el último encuentro del ciclo dedicado a la
ilustración nos encontramos con un grande de este campo, el maestro Juan Lima,
y con un joven autor, Mariano Díaz Prieto, que se está destacando desde hace
algunos años. Conversamos acerca de sus orígenes en el arte de contar con
ilustraciones, de la obra que han hecho y está, justamente, en obra, en
construcción. Y de poesía, como la de los dos versos que dan título a esta
entrevista.
Mario Méndez: Vamos a comenzar
con el final de este ciclo que dimos en llamar La Ilustración toma la palabra,
con dos invitados muy importantes. Al querido amigo Juan lo conozco desde hace
muchísimo tiempo, y a Mariano, que me ha ilustrado, lo había visto solo una vez
en ALIJA, y no hablamos más de dos palabras, pero me dieron muchas ganas de
escucharlo. Una breve presentación formal. Encontré una entrevista muy linda,
Juan, “Seis preguntas y dos poemas”, que te hizo una chica que se llama María
Josefa Ferradas.
Cuenta: “Soy hijo de una
modista y de un esquilador de ovejas, cero libro, otra poesía. En mi casa
estaban —todos los años renovados— los almanaques de la fábrica Alpargatas, con
las impactantes ilustraciones de Molina Campos. Imágenes inspiradas en el mundo
gauchesco con un desborde de humor caricaturesco y cromático que se conectaba
mucho más con el expresionismo que con lo naif. Esos almanaques fueron la primera hemeroteca y la más
visitada exposición permanente en el museo imaginario de mis primeros años. Si
mis marcas de infancia no estuvieran hundidas en aquellas siestas polvorientas
de pueblo, me pregunto qué razones tendría hoy para pensar imágenes y hacer
poesía”.
Y dice después, María
José Ferradas:
La verdad es que
esta entrevista está quedando un poco desordenada, pero creo que eso no le
importará mucho (se me estaba olvidando contar, a quiénes aún no lo conocen,
quién es y qué hace. Aquí va: nació en El Perdido, (todo un nombre
para un pueblo) una localidad de la
provincia de Buenos Aires, Argentina, en 1944. Realizó sus estudios en la
Universidad Nacional de La Plata y ha publicado decenas de libros con sus
ilustraciones. También objetos, poesía visual, afiches y diseño
editorial. Fue director de Arte de las revistas de Ediciones de La
Urraca: Humi, Fierro, y Raf.
Todas publicaciones que marcaron época en el mundo del dibujo argentino.
Podríamos decir mucho más, pero vamos a empezar por ahí, para
también leer un poquito de la presentación de Mariano… Mariano Díaz Prieto
nació en Martín Coronado, en el Partido de Tres de Febrero. Estudió ilustración
en la escuela de Arte Sótano Blanco, la escuela que orientaba José Sanabria,
varias veces mencionado en este ciclo. Trabaja como ilustrador para editoriales
infantiles y revistas. Ha ilustrado a muchos autores entre los que me
encuentro. (Estoy muy contento con este libro, Prohibido ordenar, que además tiene edición española, un lujo). Ha hecho obras integrales como Mondo Babosa, que fue publicado por
Pípala en 2012. Y obtuvo el prestigioso premio Nuevos Horizontes, en Bolonia en
2015. Además es un entomólogo aficionado, así que La hormiga que canta, o El
camino de la hormiga, del amigo Juan y de Laura Devetach y Gustavo Roldán seguramente
le va a interesar. Acá tenemos otro: Las
pulgas no andan por las ramas, de Gustavo y Juan. Y es autor de una
categoría por la que íbamos a invitarlo el lunes pasado, del paro, junto con
Javier Rovella, que es los “libros silenciosos”, “silent books” o álbumes mudos. Mondo
Babosa es uno de ellos. Doña Elba,
este hermosísimo libro que también le editó Pípala, y fue Destacado de ALIJA
por libro álbum, también es un libro sin texto escrito, porque el texto
subyace, como ya vamos a ver. Hay una nota muy interesante que les recomiendo
si quieren profundizar en este tema, en la revista Evaristo Cultural. Una nota
sobre Doña Elba, no anoté el nombre de la autora de la reseña, que es muy
buena, la verdad, relacionando a la vieja solitaria de la historia con Mamá
Cora y hasta los abuelos esquimales que se suben al iceberg… La cuestión de los
geriátricos, la cuestión de los fantasmas, todo esto de lo que habla en este
libro mudo, Mariano Díaz Prieto.
Esta es la presentación. Ya que está Roberto Sotelo acá, acompañándonos,
que vino con César Da Col, hay un informe muy lindo, que también les recomiendo
en una edición de la revista Imaginaria de hace ya varios años, creo que de
2005, hecho por César, sobre Juan, de las que les voy a leer una parte. Dice
“Juan Lima por Juan Lima”:
Al principio
fue Humi, cuando aún no se
había inventado ni el liquid paper. El dinosaurio
aún estaba ahí (parafraseando a Monterroso). Laura
Devetach prohibida por exceso de imaginación. Billiken era (de) derecha y
humana. Desde esos años ilustré, diseñé y discutí conceptos, pensé imágenes e
hice libros y colecciones para chicos, y la revista Fierro. Tiempos de abrir la puerta,
recibir gente, abrir las páginas, abrirnos la cabeza, aclarar los tantos,
enseñar y aprender. Y organizar muestras (Primera Bienal de Arte Joven, las de
Recoleta, en el Centro Cultural San Martín, en el Interior, casi, casi de
Ushuaia a La Quiaca. Después, la Raf,
para hablar de ilustración y de la gráfica de libros para chicos y grandes.
Bueno, lean, si tienen ganas de profundizar, el informe de César
Da Col en Imaginaria. Bienvenidos Juan y Mariano. Gracias por estar acá. Vamos
a empezar con algunas preguntas que abran. Vamos a empezar por la cuestión de
la trayectoria. Mariano es muy joven. Escandalosamente joven. Juan y yo no lo
somos tanto. Y ya tiene una trayectoria importante, con varios libros
publicados. Juan ha sido maestro de ilustradores, poeta también, muy premiado.
¿Cómo se acercaron ustedes a la literatura infantil y juvenil? Cuéntennos un
poco sobre esos orígenes y ese camino. Te toca empezar…
Mariano Díaz
Prieto: Soy
de una generación que se crió con la televisión, no con la literatura. En mi
casa había una biblioteca que tenía sobre todo manuales escolares de Kapelusz o
de Santillana, y me gustaban mucho las ilustraciones. Y unas enciclopedias
viejas que se llamaban Códex, españolas, que tenían unas ilustraciones enormes
con mariposas, bichos, insectos… Yo no sabía leer pero iba y agarraba eso, o
gráficos del cuerpo humano. Me encantaban todos los de Ciencias Naturales.
Estaban ahí, en un rincón, al lado del baño. Creo que esos fueron los primeros
contactos. Y era sobre todo, jugar en la casa, momentos de televisión, espacios
perdidos donde uno empezaba a encontrarse con el dibujo. Los ilustradores
empezamos a dibujar en el mismo momento que todos. Todos dibujamos como juego
en algún momento, y algunos dejamos por alguna razón misteriosa. Dejamos porque
ya estamos grandes, porque no nos sale… Y yo en esa época seguí, ya estaba
metido con esto. Quería ser animador… que es un dato de color, porque como esto
no tiene texto, puede decirse que son como story
boards, dibujos previos a hacer una animación. Pero me era imposible
estudiar, porque no tenía los recursos económicos. Hacía historieta, dibujaba
cosas sueltas. Desde los catorce años hacía la típica de recortar las revistas
Viva, o Clarín, y juntaba todas las partes de Quino, las partes de Caloi, y
hacía libritos. Y en un momento decidí que quería ser dibujante. Para horror de
mis padres, que decían que me iba a morir de hambre. Querían mandarme a un
industrial. Lloré y todo. (Risas). Sí, lloraba y me decían que era maricón por
eso. Todo junto. Terrible, ¿no? Sin embargo, me la aguanté, porque me gustaba
más dibujar que otra cosa. Y a los diecinueve, veinte, empecé a hacer unos
trabajos sueltos, contactando a través de Internet, dibujando conceptos, ideas.
Y en un momento trabajé diseñando bordados y estampados para una empresa, y
justo en ese momento descubrí que había un lugar que se llamaba Sótano Blanco,
donde daba clases José Sanabria, maestro. Me acerqué y él me tomó como alumno,
aunque ya no estaba tomando gente en ese momento. Ahí empecé. Yo desconocía…
tenía contacto todo el tiempo con libros ilustrados, por la escuela, los
manuales. Y yo consideraba que era algo infantil. Un error típico. Y una vez
que fui conociendo me enamoré de la técnica, de los recursos, de los autores,
del contar para niños, en algún punto. Como contactar un poco con el niño de
uno en esos espacios. Un poco juego, un poco, ilustrar. Ahí empecé.
MM: Juan, has
recorrido un camino más largo…
Juan Lima: Sí. Todavía lo
puedo contar. Primero quiero agradecerles el esfuerzo a Mario y a la gente del
equipo de Bibliotecas para Armar, porque esto es un esfuerzo…
MM: Es un esfuerzo,
pero vale la pena.
JL: También a La
Nube, que aporta semejante espacio. Maravilloso. Aprovecho también que está
Roberto, para agradecer lo que Imaginaria nos aportó a todos. Es realmente
valioso y se siente la ausencia.
MM: Es un reclamo,
Roberto…
JL.: No, un estímulo
para ver si aparece una punta… Como él, dibujé siempre, desde chico dibujé
mucho. Después empecé a estudiar Letras, y otro tipo de cosas pero subyacía
esta necesidad de expresarme con una línea. Además, yo soy medio ecléctico,
abarco demasiadas cosas, a veces. Y cuando comenzaron a emerger nuevos productos
gráficos, como por ejemplo, Satiricón, pensé que por ahí podía animarme. Tomo
como referencia a un tipo como Jorge Sanzol, que era un ilustrador maravilloso,
riquísimo. Me referencié en él. Lo empecé a seguir, a buscar, a mirar, y me fue
marcando un poco en eso. Tuve la suerte de que Andrés Cascioli, que estaba
triunfando con su revista a full, decidió ingenuamente que si hacía una revista
para chicos vinculada a Humor, los papás que compraban Humor iban a comprar
para sus hijos una revista para chicos. Sobre todo si se llamaba Humi. Llamó a un grupo de amigos, me
llamó a mí entre ellos, para hacer ese proyecto. Pero bueno… los papás
compraban Billiken, Anteojito, los
avisadores no aparecían… pero instalado ahí empecé a disfrutar, a aprender, a
mirar… Jorge Sanzol era uno de los ilustradores permanentes, estaba Jorge
Limura, Carlos Nine, que en aquel momento comenzaba a ser un ilustrador
importante.
MDP: Había muchos. Ahí
salieron los primeros trabajos de Diego Parés…
JL: Eso fue mucho
después, en una segunda edición de Humi.
MDP: ¿Cuánto duró
Humi?
JL: Veintinueve
números. Salía quincenalmente. Con dificultades de todo tipo, ideológicas… en
provincias reaccionarias no se distribuía. En Mendoza, por ejemplo. Todavía
estaba la dictadura, mis hijos no podían llevarla a la escuela. Era el año ’82.
Y aprendí muchísimo sobre gráfica, y stockeé
recursos de todo el mundo. Había mucho material dando vuelta y ahí me fui
formando.
MM: ¿Hacías Diseño,
más que nada?
JL: De todo. Era todo
para mañana, el periodismo es express.
Había un agujero acá, Ema Wolf hacía un chascarrillo con una receta para hacer
tortas fritas y había que ilustrarla. Punto. No existían las tecnologías
actuales, era todo a mano. Las máscaras de colores eran con vegetales. Yo le
daba color a Bicherío, de Tabaré, que
era una maravilla absoluta. Tenía dieciséis colores que tenía que graduar.
Visto hoy, es una épica. Aprendí mucho, y eso me alentó a pensar que podía ser
una profesión. Simultáneamente se abrieron colecciones que se desarrollaron en
la historia reciente de la literatura infantil. Las de Colihue, las de Graciela
Montes, etc. Y Raúl Fortín que era un ilustrador maravilloso era el director
estético. Hicimos juntos la colección de Colihue. Ahí me lancé a tratar de
ilustrar profesionalmente.
MM: ¿Ya en ese tiempo
hacías poesía?
JL: Sí, pero tenía la
libido puesta en dibujar. El primer libro que ilustré fue éste. Un gato como cualquiera, un cuento de la Graciela Montes que fue el número 1 de
Los Libros del Pajarito Remendado. Hicimos el afiche con Raúl Fortín.
MM: Yo pensé que el
primero había sido el del pajarito…
JL: Salían de a
cuatro.
MM: El del pajarito
me parece que era de Fortín…
JL: Sí.
Asistente: Actualmente está
descatalogado…
JL: No tengo la menor
idea.
Asistente: Creo que Graciela
Montes no está más en Colihue.
JL: Pero Colihue no
le hace asco a quien esté… (Risas).
MM: Yo tuve un
contrato por uno que me ilustró Roberto Cubillas. Tenía unos contratos
rarísimos la colección esa. Cada tanto se acuerdan y te mandan una liquidación.
JL: Ese es un
fenómeno anómalo. (Risas).
MDP: ¿Quién era el
dueño, el editor de Colihue?
JL: Sigue siendo.
Aurelio Narvaja. Y ahora está uno de sus hijos, Fabián…
MM: ¿Y vos trabajaste
con De Santis?
JL: Sí, en distintas
etapas. La Movida fue un proyecto que charlamos con Narvaja. Y lo invité a
Pablo…
MM: Que era
jovencísimo…
JL: Un chico, sí.
Estaba conmigo en Fierro cuando se fue Sasturain.
MM: Ahí incluso
publica sus primeras novelas Birmajer.
JL: Sí, Un crimen secundario, que tiene
dieciocho o veinte reimpresiones. Un éxito.
Asistentes: Y La Movida
sigue…
JL: Creo que sí, me
parece que con cierta discontinuidad. Depende de los períodos en los cuales
accede a la venta al Estado, o no. Un poco fluctúa con eso. Pero yo trabajé
mucho con Colihue, free lance. Hicimos
la colección Enedé con Sasturain.
MM: ¿Esa colección
era de historieta?
JL: Narrativa Dibujada.
MM: Tal cual. ¿Y ahí
a qué historietistas publicaste? ¿Te acordás?
JL: Pablo De Santis,
Max Cachimba, por ejemplo, Rompecabezas.
Breccia, Mandrafina… una calidad de colección… Después fue perdiendo presencia
por falta de distribución, de ventas. El diseño tiene un punto a favor, que es
visualmente muy potente.
MM: Esos naranjas…
JL: Claro. En aquel
momento no se veía ese tipo de tapa flúo. Le ofrecí a Narvaja hacer una
colección que en lugar de ser a cuatro colores como las españolas fuera blanco
y negro pero que comprara una lata de veinte kilos de pantone de este, un
naranja flúo. Lo tenés para siempre, no hay que hacer variaciones. Han pasado
diez, quince años y no hay variaciones de color. Ese fue un acierto. No hay un
premio para eso. (Risas). En mi trayectoria yo valoro esa colección. Y después,
lo que hicimos con Pablo, la pasamos muy bien.
MM: Paralelamente
ilustrabas literatura infantil con Gustavo Roldán, con Laura Devetach…
JL: Así es. De todo
un poco. Laburo, placer...
MM: Esta es para los
dos, ¿cómo se animaron a la cosa integral, de hacer el texto y la ilustración,
las dos cosas?
MDP: Cuando empecé a
aprender ilustración sabía que había un espacio que era la ilustración de
libros de textos; el primer campo de
batalla de un ilustrador novel era enviar las carpetas a las editoriales
y te decían que tenían que ilustrar un libro de Lengua, o de Sociales. Son
laburos que estaban buenos, eran una gran cantidad de dibujos en poco tiempo, y
eso te daba “músculos” de dibujante.
JL: Y el cheque
final…
MDP: Sí, que te pagaba
los materiales. (Risas).
MM: ¿No eran muy
generosos los cheques?
MDP: Yo siempre digo
que es como trabajo en negro. Te pagan por cantidad. Entonces, por ahí con
cuatro ilustradores tenés que ilustrar un manual de trescientas páginas. Por
ahí, de esas mismas colecciones los directores de arte te escribían para que
ilustraras textos, libros ilustrados. A mí al principio me gustaba, yo
trabajaba el libro con lápiz, que lleva mucho tiempo. Sumale a eso que cuando
uno es el ilustrador y no el autor, siempre está en segundo plano. Porque te
hablan de Yeca el tatú como del
“libro de Ana María Machado”… Y te
preguntás por qué te estás sometiendo a las necesidades de otro, cuando tenés
necesidad de contar tus propias historias. En ese momento, todavía estudiaba
con José Sanabria, y me dije que iba a empezar a contar, pero no soy muy bueno
escribiendo. De hecho tengo muchos errores, mi mujer todavía me corrige lo que
escribo, incluso las notas más chiquitas. Pero sí sé contar visualmente. Y se
me ocurrió, cuando todavía cursaba con José, mi primer libro. Como me gustan
los gatos, y había visto a mi gato perseguir mariposas, empecé por ahí…
MM: Que es Mondo Babosa.
MDP: Mondo Babosa, sí. Mi primer libro que es justamente eso, un gato que está
persiguiendo algo y no se da cuenta de todo lo que está pasando alrededor. Hay
un mundo muy rico, pero él está enfocado en eso. Creo que en alguna nota lo
dije, como que no se ve de esa manera, pero yo soy bastante intuitivo para
trabajar. No soy de pensar mucho que algo quiere decir tal cosa, Uno lo ve como
una especie de metáfora de la obsesión. Uno va, va, va y no piensa nada. Y al
mismo tiempo es algo misterioso, porque está persiguiendo una mariposa, que no
sé si saben pero la palabra para los griegos es psiqué… Es como que está
persiguiendo la conciencia, la psiquis. Es muy extraño el resultado, en
relecturas posteriormente a haber estudiado psicología junguiana, resulta
curioso. Como si se tratara de algún proceso interno mío, que estaba viendo
proyectado ahí. Fue mágico. Y a partir de haber hecho ese libro, me lancé.
MM: Hay un error de
este ciclo que estoy aprendiendo hoy, en la última charla, (Risas) que es
encontrar el hueco para preguntarles por las técnicas, para que puedan mostrar
originales que todos quieren ver. Tenemos que repetirlo. Recién decías que Yeca, el Tatú era a lápiz. Y cuando
hiciste Mondo Babosa pasaste a…
MDP: Una línea de
tinta y un color digital, del tipo de la historieta, pero dentro de lo posible,
a mí me gusta mucho el trabajo de Hergé, el autor de Tintín. Y estos álbumes tenían esos colores claros muy pregnantes,
saturados, calculo que limitados por el pantone de esa época, pero les sacaba
un jugo muy interesante. Y como en la línea todo está resuelto por el dibujo,
que el texto sostiene per sé, el
color le da como una vida extra que por ahí no está asociada con la realidad en
sí misma, pero le da una vida al dibujo y una energía específica que a uno le
moviliza cosas.
MM: ¿Tenés algún
original de Mondo Babosa para
mostrar?
MDP: No, tengo algunos
originales del libro que te ilustré a vos… para promoción…
MM: Después vendemos
ahí en la puerta. (Risas). Y en éste, Prohibido
ordenar, ¿qué técnica usaste?
MDP: Eso es acuarela.
Para la tapa el diseñador se tomó algunas licencias. Todo esto está hecho con
tinta y coloreado con acuarela…
MM: Vos sabés que
para mí esto tiene como un doble valor, porque además lo escribí yo. Y además
de la técnica de la acuarela, la idea de elegir este personaje a mí me
sorprendió muchísimo. Nosotros no trabajamos juntos, ni nos conocíamos, vos
recibiste el texto y lo trabajaste, y yo noté algo como desaforado. En toda la
ilustración. ¿Ese podría ser un estilo propio, el de la hipérbole en la imagen?
MDP: Yo generalmente
trabajo con algo básico de morfología: contrastes. Grande contra chico,
bicicleta finita, hombre gordo; bicicleta rosa con un hombre, más allá de que
hoy día sabemos que no define nada el color, me gustaba visualmente esa idea.
Un señor que parece tierno en un paredón que dice “Vote” y basura alrededor.
Eran imágenes de José León Suárez en el conurbano, que tiene esto. Y
casualmente, en el texto que me pasó él, tanto el texto que vos hiciste como el
que le tocó ilustrar a Daniel Roldán, de esta misma colección…
MM: Sí, el de Ruth
Kaufmann, Donde la ciudad termina.
MDP: Los dos tienen
una temática muy interesante, y es que se aproximan a la infancia desde un
lugar social muy específico. En este es un padre que no puede ver a los niños y
a partir de los juguetes que le quedan él reconstruye una realidad. Una persona
que vive así, vive forzada, en un trabajo a contra turno, duerme… Me daba la
sensación de que éste tipo vivía justo. Vivía el día a día, le alcanzaba para
la comida, para las cosas de los chicos, escuela pública…
Asistente: ¿Ni siquiera lo
llamaste por teléfono a Mario?
MM: Nada, nada; esto
es lo buenísimo de la lectura.
MDP: Y mi padre fue
sereno, así que yo viví esa situación de mi padre que dormía de día y trabajaba
de noche. Fue una sincronicidad fuerte con esa historia. Y la otra también. No
sé si lo conocen al otro libro, pero es de un niño que va con la madre y el
marido…
Asistente: El padre no es el
padre.
MDP: No, es la pareja
de la madre, que es un camionero y lo hace recorrer la ciudad desde otro lado,
súper interesante. Al principio parece sórdido o diferente, pero en la
literatura no se busca sumarse a la realidad, y menos en la ilustración
infantil, hay como cierta distancia, cierta cosa de querer protegerlos. Las
niñas y los niños viven estas realidades todo el tiempo, entonces me gustó eso.
Asistente: ¿Y la técnica
vino a raíz de la lectura, o porque vos tenías ganas de pintar con acuarela?
MDP: Yo venía
haciendo algunas cosas cuando Diego me trajo el texto. Me gustó el texto, me
gustó lo que contaba, y había visto una película que si quieren pueden buscar,
que se llama “Ernest y Celestine”, una película francesa de animación, muy
linda, que está como si fuera animada en acuarelas. Una belleza suprema. Yo
dije que quería hacer algo así, pero no podía, porque nunca me ha salido
copiar. Me dije que quería que tuviera un estilo de ilustración francesa, pero
que fuera en el conurbano bonaerense. ¿Qué iba a salir de esa mezcla? Salió
esto. No miré referencias, no suelo mirar referencias, más que la película que
la miré una vez y chau. Y de ahí un poco salió la técnica. Igual, la acuarela
le da drama a todo. Justamente es un medio de agua, y el agua representa las
emociones. Hay vértigo en la aplicación, hay manchas, hay error, azar… tiene
como algo emocional vinculado a la técnica.
JL: Totalmente. Es la
técnica más emocional.
MM: ¿Es la más
emocional, sí?
JL: Sí, depende de tu
estado, de tu pulso, del accidente, de qué material estás usando…
MDP: Y hay una cosa
que decía José Sanabria, que está buena y que puede relacionarse un poco. Dice
que las personas que usan técnicas secas son las que necesitan control sobre
las cosas. Y que a las personas que usan las técnicas húmedas les gusta el
vértigo. Según la teoría de él, era porque tenían una vida muy aburrida. No sé
si es así… yo tengo una vida tranquila, pero por adentro va la procesión...
MM: Un poco fuerte la
afirmación. Y vos Juan, ¿qué técnicas usás? Me imagino que habrás pasado por
muchas.
JL: Tengo un poco la
fijación de que no puedo repetir demasiado, cuando me doy cuenta de que
“aprendí el chiste” y me encuentro repitiendo un cliché, intento cambiar. Todos
comenzamos con las tintas, que son lo más fácil de controlar, de alguna forma.
Tengo necesidad de otro tipo de medios expresivos.
MM: ¿Y qué estás
trabajando actualmente?
JDP: Este es el
boceto que después calqué del mismo dibujo.
MM: Viste que los
ilustradores se quejan de que los bocetos no se pagan…
MDP: Ah… te estoy
interrumpiendo…
JL: NO…
MM: Igual es una
charla desordenada… Sale mejor…
MDP: Mi editor, lo conocen,
es Diego Bianki, es ilustrador. Entonces confía mucho en los dibujantes. Me
dijo que hiciera una prueba y que después me mandara. Que en realidad, me
mandara, pero que él quería ver cómo quedaba. Entonces hice la prueba. Es raro,
porque cuando yo pensé la historia me dije que eran gatos. Esta es una de las
ilustraciones del libro, que tiene un gato como personaje. Y la modifiqué, la
hice de vuelta.
MM: ¿Diego te dijo
que no?
MDP: Me dijo que
prefería que fuera un hombre, un ser humano, porque si no se volvía muy
confuso. No obstante, los juguetes quedaron igual, de hecho todas las
ilustraciones tienen pedacitos de huesitos de pescado volando por ahí…
Asistente: Confieso que
cuando vi la portada pensé que era un gato, por la bufanda. Y cuando me acerqué
vi que no. Porque la bufanda es gris y blanca.
MDP: En todos hay
gatos. Es una trampa…
MM: La verdad es que
a mí me encanta tu trabajo, y este libro me encanta también, pero me alegro de
que no fuera un gato. (Risas). Me parece que el gordito este… En una escuela a
la que fui, en un barrio muy alejado del centro de Mar del Plata, los pibes me
preguntaban: “¿Viene el gordito?” No eran pibes muy lectores, habían trabajado
con Prohibido ordenar y me
preguntaban eso. Me parece que el gordo es un acierto, y que el gato no hubiera
sido tan acertado…
MDP: Sí, se alejaba,
lo deshumanizaba. Me parece que la decisión de Diego fue acertada, porque de
esa manera, los personajes se acercan más, aunque sean sintéticos, a esa
realidad.
MM: Mirá cómo uno
aprende a entrevistar, sobre el final, (Risas) y sobre los propios trabajos.
Asistente: Una pregunta, ¿Doña Elba es tinta y color digital?
MDP: Sí. Hasta estos
dos libros yo decidí hacerlo de esa manera porque era más rápido. Eran ilustraciones
muy grandes, en tinta y con mucho detalle. Y pintar con acuarela sobre eso, es
como tirarse de un avión a mucha velocidad con un paracaídas que no sabés si se
abre. Ante la duda, los hice en digital. Ahí sí, tenés mucho más control sobre
lo que sucede. Hoy en día estoy armando un libro que está hecho todo en
acuarela, en este tamaño. Y estoy viviendo esta situación. El vértigo.
Asistente: ¿También es un
libro sin texto escrito?
MDP: Sí, me quiero
hacer la fama. Hay un autor que me encanta… Wiesner… Son todos mudos. Hace
mucho tiempo que se vienen haciendo libros mudos que son buenísimos. Tiene una
técnica que es súper barroca, son acuarelas, pero yo veo esos libros y me quedo
tirado. Tiene mucho de eso del mundo paralelo al mundo. En todos los libros
está eso. En Flotante, y en Martes lo tiene también. Es súper
onírico, me voló la cabeza. Tiene uno de un gato, también, que tiene lo mismo.
Un mundo dentro de otro mundo. Y ese es una historieta, directamente. Eso me
encantó también, y en éste último libro que estoy haciendo estoy metiendo la
secuencia de ilustraciones como historieta. Yo hago historieta actualmente,
entonces es como una manera de que los libros también vayan por donde estoy
yendo ahora.
MM: ¿Dónde se
publican tus historietas?
MDP: Si ustedes
buscan… éste es mi nombre real, pero cuando empecé a hacer este tipo de cosas
me puse un seudónimo que es un poco tonto: “Marianoenelmundo”.
Si ustedes lo buscan, tanto en Facebook como en Instagram, que ahora está de
moda, van a encontrar tiras. Hago tiras cotidianas de una pareja, que se llaman
Cuatro ambientes. En realidad son situaciones que vivo con mi mujer y las
vuelvo historieta. (Risas). Entonces todo el mundo ama a mi mujer aunque no la
conoce. (Risas). Porque les cae simpático el personaje. Cosas que pasan y que
son curiosas. Y tengo que andar cuidándome de qué es lo que publico, o sea que
la editora es ella. (Risas).
MM: Es como tener una
cámara adentro de la casa.
JL: Una cámara
subjetiva.
MM: Tal cual.
Asistente: Como ir a terapia…
MDP: Es una manera de
entender la pareja desde otro lado. Desde otro ángulo. A ver qué opinan los
otros de lo que pasa. (Risas).
MM: ¿Tenés mucha
devolución de la gente?
MDP: Sí, lo que hacen
las redes es que las personas se identifican. En las redes existe como una
plataforma para que la gente solamente exacerbe su ego, y no pueda ver las
cosas simplemente como una ficción. Entonces las personas ven una historieta y
dicen que eso les pasó a ellas. . Y a veces son cosas que no está bueno que te
estén pasando, cosas alrededor de las cuales estaría bueno que reflexiones.
Pero no… es como que tienen a alguien que hace las mismas cosas malas que ellos
y se ponen contentos. No soy el único
idiota. Es típico, pero bueno, la gente responde.
MM: Y vos, Juan, ¿qué
técnicas estás trabajando ahora? Para mostrarlas y para relacionarlas con una
poética. Porque esto es algo heterodoxo, quizá.
JL: Soy heterodoxo,
sí. La palabra me representa ampliamente. Tuve un punto de inflexión con Botánica poética con la que creé un
mundo de objetos, una botánica arbitraria y muy sugestiva. Construí piezas. Ahí
no hay ningún tipo de collage. Construí los objetos, les saqué fotos…
MM: Las fotos son
tuyas.
JL: Todo el proceso es
personal, sí. El diseño completo.
MM: Claro. En la
página de legales, en los créditos, decía De los textos, ilustraciones y
diseños, tu nombre. Y yo me preguntaba quién habría hecho las fotos.
JL: Sí, yo entrego
cerrado el libro. Lo charalo antes con Judith o con Walter, los editores de
Calibroscopio. Cuando se me ocurrió continuar con lo poético y tomé la Astronomía pensé en diferenciarlas
especialmente, para que no tuvieran ninguna continuidad. Y entonces inventé
estos collages digitales que son piezas reales con agregados digitales. Son piedras
que hay en mi casa… hay un jaboncito de esos new age que lo digitalicé un poco y los transformé en una estrella.
Tenía problemas para encontrar un soporte. Aquel libro es verde, y a éste lo
quería en la gama de los azules.
MM: Hay como una
lógica doble: la de la botánica y la del universo.
JL: La idea era que
las piezas no quedaran flotando en el aire, tenía que buscarles un fondo
estelar como soporte. Tenía que inventar algo así como capas estelares a partir
de pequeñas referencias. Así tenía donde apoyarlas y me quedaba más tranquilo.
Yo vivo en San Telmo, y hubo muchísimos recursos aportados. Tengo amigos,
algunos puesteros que yo los conozco…
MM: Son juguetes
antiguos…
JL: Sí. Me los
alquilan o los compro y después los devuelvo. Lo acordamos. Se los pago, me los
llevo, saco la foto, se los devuelvo y me devuelven la plata. Hay un mercado
muy bonito que queda en Independencia y Entre Ríos, ahora está en una
decadencia absoluta, se está hundiendo en la nada. Y hay cosas divinas para
hurguetear, comprar, y no tienen el precio de San Telmo…
Asistente: También hay una
librería de usados.
JL: Hay una librería
de usados, sí.
MM: ¿Y vos te llevás
al azar, y después ves qué armás con lo que agarraste? ¿O vas con la idea de un
objeto que buscás?
JL: Tengo escrito el
texto. Y voy buscando cosas cercanas. Si después lo compré no tiene uso o no me
interesa, no importa. Pero bueno, no tengo limitaciones a la hora de mezclar
técnicas, a buscar un modo expresivo que me represente. El próximo lo estoy
escribiendo, pero plásticamente no tengo idea de por dónde voy a ir.
MM: Hiciste el
universo y la tierra. No sé si los han leído. Son realmente libres, es una
poesía juguetona, jocosa.
JL: Intento, sí.
Parto del concepto de que el humor es una posición ante la vida, no un estado
de ánimo.
MM: Fíjense este…en
el ese mapa estelar trucho, esos objetos de cinco pesos… como maripositas de
plástico… y la poesía que dice: Abejas
interestelares/ producen miel de flores de neutrinoso/ en los panales / del Sol / tiempo atrás / pasó el cometa Halley / y se llevó un kilo / ahora
compro yo / decime cómo te gustan las tostadas / y te diré de qué / planeta sos
Es buenísimo. Todo el libro tiene este tono. Botánica Poética también.
JL: Intento mantener
ese tono, entre la duda existencial y el humor…
MM: Y la cosa
coloquial y cotidiana…
JL: Sí.
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