Primer Encuentro BCN para la Mediación de Lectura en Bibliotecas
Mateo Niro, fundador del Programa Bibliotecas para armar, participó hace unos días del Primer Encuentro BCN para la Mediación de Lectura en Bibliotecas organizado por la Biblioteca del Congreso de la Nación. Accedimos a la conferencia que brindó en la mesa "Lectura y narración social / Bibliotecas 2030", en la que propone una reflexión sobre esta época “desacoplada” dada la tensión entre las nuevas tecnologías y la lectura; sobre las instituciones lectoras o de lectura, y sobre el rol del mediador.
Mateo Niro*: Buen día. Muchas gracias por venirse hasta acá. Gracias a los organizadores, Olga Lavigna y Alejadro Santa. Tuve el privilegio de tener un doble honor en esta hermosa biblioteca: por un lado, el de ser usuario, sobre todo durante la etapa de estudio. Cuando cursaba Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A., pasaba noches enteras en la biblioteca del Congreso que estaba acá, no se había mudado. Y por otra parte, el de haber realizado varios trabajos que están vinculados con la lectura. Recuerdo que hace unos cuantos años, organizamos juntos una actividad acá en la Plaza del Congreso, en la que lo que queríamos mostrar era la tarea que realizan las bibliotecas populares y comunitarias todos los días. La diferencia fue que en vez de mostrarlo en el lugar donde lo hacíamos, en el de trabajo cotidiano de cada uno de ustedes, las bibliotecas, lo hicimos en la Plaza Congreso. Y me acuerdo que pasaba eso que a todos les llamaba la atención: un diario importante lo sacó el evento en la tapa… Se llamaba Biblioteca Abierta, y se hacía lo que todos los días se hace, con la diferencia de que lo habíamos llevado a la Plaza. Y me acuerdo también, como curiosidad, que cuando lo planificamos con Alejandro teníamos un plan A, que fue el que terminó saliendo, porque además fueron muy lindos los días, (fueron tres días, cerca del 21 de septiembre, al aire libre) y había un plan B por si llovía y un plan C por si había una manifestación. Finalmente, realizamos todas las actividades.
Agradezco nuevamente la invitación, Olga, y lo que quería en este ratito, es reflexionar sobre esto que hacemos los que tenemos más de treinta en esta época bastante especial, (yo tengo bastantes más). Vivimos un cambio drástico en la práctica lectora. Pasamos de la máquina a la digitalidad de manera drástica, y lo vivimos como un cierto desacomodamiento, pero a la vez nos acostumbramos. Quizá debamos hablar de eso: de la lectura y del rol de las bibliotecas y de los mediadores en estos momentos de desacople. Vamos a empezar con dos epígrafes: uno de nuestro querido contemporáneo y compatriota Pablo De Santis, de su libro que fue muy famoso, Pesadilla para hackers:
“- ¿Y sobre qué podemos escribir?
-Sobre los virus de las computadoras.
-Ya salieron notas en todos lados, dijo Mariana.
-O sobre el Club de los Corazones Solitarios.
- ¿Qué es eso? ¿Cartas de amor?
-Amor, pero solo a las máquinas.”
Y puse un segundo epígrafe, más corto y quizá más raro, dice: “Y…, si tiene la máquina”. La autora oral de eso es mi nonna, que ya falleció. Fue dicho al pasar, no es que está en un libro, sino que me lo dijo un día. Yo era chiquito, ella estaba planchando. Y ella no sabía escribir. Mi papá y mi mamá son italianos. Mis abuelos y mis tíos abuelos vivían con nosotros en San Martín, en el conurbano. Y quién sí sabía escribir, era mi tía abuela. Escribía cartas a sus parientes con la máquina de escribir. Y de alguna manera, escribía en nombre del resto de la familia y, sobre todo, de mi nonna Marietta. Y ella tenía la hipótesis de que mi tía sabía escribir las cartas porque tenía la máquina de escribir Olivetti, y decía con celos cariñosos, pero celos al fin: “¿Y cómo no va a saber escribir bien cartas, si tiene la máquina?” (Risas)
Y una cosa más con respecto a mi tía abuela: como ya les comenté, a ella le encantaba escribir cartas, y era bastante presumida de su condición, de su talento. Tanto es así que cuando falleció encontré cartas que había recibido, pero también cartas que ella había mandado y que había copiado. Era bastante viejita, caminaba lento, era la dueña de la máquina, y era mi madrina además. Un día me preguntó si podía hacerle el favor de acompañarla al kiosco que estaba más o menos a tres cuadras, en la calle Gutiérrez. Se había enterado, porque le había contado una vecina, que ahí había un fax, y que con ese fax podía mandar las cartas a Italia. Caminaba muy lento, así que tardamos gran parte de la tarde en llegar al kiosco, y tengo que decir que a pesar de ser una hermosa persona, era un poco presumida y un poco avara. Hay que decirlo: era un poco avara. (Risas) Digo esto, porque llegamos al fax con su carta dirigida a una señora en Italia. Pasa la carta (no sé si recuerdan que había que darle el papel a la señora del kiosco, lo pasaba, tenía que ir hasta el teléfono, un poco desaparecía la señora y hacía este trabajo), y cuando vuelve y mi tía le pregunta cuánto es… y, sería a plata de hoy, quinientos pesos. Casi se muere. (Risas) Y le dio los quinientos pesos, porque yo, además de jovencito, para tener quinientos pesos tenía que haber asaltado un banco. Y, además, casi se muere otra vez cuando la señora vuelve con la carta ¡y se la devuelve!. (Risas) Ella ya había hecho la operación de sacar los quinientos pesos y se los había dado. Cuando le devuelve la carta, mi madrina me dice bajito al oído que quiere que le devuelva los quinientos pesos. ¡Y yo le digo que no! Tuvimos una discusión de sobrino nieto a tía abuela… Estoy seguro, (lamentablemente para mí) de que ella se murió pensando que yo le había robado los quinientos pesos. Que estaba arreglado con la señora del kiosco, doscientos cincuenta para ella y doscientos cincuenta para mí. (Risas) Y que la carta nunca llegó. La pregunta que podríamos hacernos nosotros, es cómo explicarle a “madrina” que eso fue cumplido.
De eso vamos a hablar rápidamente, y a reflexionar sobre estas complementariedades y esas tensiones de esa época rara, que llamamos desacoplada. Podemos decir que también está acoplada, pero que es un acoplamiento tenso. Vamos a describir algunas cosas que nosotros ya sabemos, y vamos a ir poniendo puntos, mojones de esta brevísima historia que vamos a hacer acá, larguísima en la historia de la humanidad. Vamos a ver algún análisis y al final, quizás alguna reflexión sobre la lectura, sobre las instituciones lectoras o de lectura, y sobre el rol del mediador.
Vamos a pensar que estos son los cuatro grandes hitos en la historia de la escritura. Hay un autor, uno de los más importantes, Roger Chartier, que habla de revolución en la escritura. Acá nos está faltando el otro gran invento que es la escritura, propiamente, lo que podemos llamar la “tecnología de la palabra”, ese invento que permitió, a partir del artificio, generar un nuevo elemento que fue fundamental para la historia de la civilización y para la historia de cada una de las personas. Por supuesto que ustedes los saben perfectamente: el rollo, el códex, la imprenta y los textos digitales. Uno podría llegar a pensar que nosotros somos contemporáneos de estos dos últimos momentos. Uno podría llegar a pensar que es el final de la hegemonía del libro impreso y el comienzo de la hegemonía digital. También vamos a hablar de cómo conviven esas dos hegemonías.
Chartier plantea que estas revoluciones, como cualquier otra, ponen patas para arriba la historia. Nada sigue siendo igual que antes. Después vamos a ver cómo se dan esas revoluciones y esos pasos entre la tradición nueva, la tradición vieja anterior, y la tradición anterior aún. Lo que se modifica drásticamente son estos dos elementos: el lector, y lo que llamemos “el objeto leído”.
Los hitos de los que estamos hablando: tenemos la invención de rollo, (ustedes saben que el primer elemento, previo al rollo es la tabla) que fue un elemento hegemónico durante muchos siglos. Tanto es así, que la famosa Biblioteca de Alejandría, la primera biblioteca moderna, no era biblioteca de libros, era una biblioteca de rollos, soporte que permitió escribir y transportar con facilidad, si lo pensamos en relación a la tabla. Era mucho más liviano. El otro gran invento, el códex, es el libro previo a la imprenta, en relación a la etapa anterior, tuvo como beneficios que tenía más perdurabilidad por la encuadernación, se inventó la tapa, el almacenamiento era más fácil, también el transporte por ser plano y tener menos volumen y resultaba más barato y manejable. El gran invento con el códex fue la paginación. Otra cosa incómoda que tenía el rollo era que se necesitaban las dos manos. El códex cambia de manera drástica la manera de leer, en función de que se inventa la paginación. Esto fue en el siglo XV, y por eso dice Chartier que la invención de la imprenta no va a traer grandes cambios en la relación entre el lector y el objeto leído, lo que sí va a cambiar es la reproducción. Piensen en la universalización de la educación, en las universidades, que generan que la imprenta vaya a tener un impacto no tanto en la práctica sino en la diversificación de esa práctica.
Y llegamos a nuestro tiempo, en el que somos contemporáneos de estas novedades. ¿Qué cambió drásticamente, de la imprenta al libro digital o el texto digital? La condición del soporte material del texto escrito. En este momento nos vamos a centrar sobre esto.
Lo que fundamentalmente sucede, es que tanto la materialidad como la idea de “cuerpo” es lo que se pone en cuestión. También la idea de “hipertexto” o “hiperparatexto”. Ustedes saben que hipertexto tiene que ver con el típico texto de la Internet, no el PDF sino el html, que permite fundamentalmente trabajar con el enlace, el link. Por eso te da la idea de continuidad. Ya el texto “otro”, no es subsidiario, sino que está en paralelo. No aparece como nota al pie. En el libro impreso, uno entraba al texto “otro” como subsidiario, es decir, como nota al pie. Con el enlace, uno entra a otro texto principal. Esa es la idea de hipertexto, cuando uno habla de html. Esa “h” significa “hipertexto. E “hiperparatexto”, que es un neologismo, es algo así como el paratexto de el hipertexto. Parece un trabalenguas.
La idea de paratexto, también se pone fuertemente en cuestión. Ustedes recuerdan que, de acuerdo con los textos clásicos, la idea de paratexto es la de “todo lo que acompaña la práctica lectora”. Pero el hipertexto, genera un nuevo rodeo del texto principal, a través no solo de los enlaces sino de fotos, música, etc.
El último fenómeno es el de la descontextualización de los fragmentos. Nuevamente aparece esta idea del fragmento, como de algo distinto de la idea homogénea de “libro completo”. Si se acuerdan de cuando éramos estudiantes y usábamos fotocopias, el problema era que no daban el libro entero, sino que daban un fragmento.
La idea de hipertexto, tiene esencialmente la idea de fragmentación. Tanto es así, que cuando uno lee a través del Internet, en los intertextos, uno dice que está navegando. ¿Por qué esa metáfora de la navegación? Porque no se sabe dónde está la orilla. No sabe cuál es el camino, no es como cuando estamos viajando por una ruta. Porque no hay un camino prefijado, la idea de navegación es porque no hay un camino prefijado, no hay un límite prefijado, vamos adonde vamos.
Y acá querría hacer hincapié en lo que podemos decir de este tiempo que nos toca, en el que somos personas lectoras, como mediadores y como gestores de instituciones ligadas a esto. En estos tres roles que cumplimos, esta situación aparece como fundamental. La relación entre las distintas modalidades que acabamos de describir, debe ser pensada no como una superación dialéctica en la que una modalidad deja atrás a una tradición anterior, sino que empieza una convivencia. Y no de las últimas dos, como ya vamos a ver, sino aun de las anteriores. Y una coexistencia, no necesariamente pacífica. Repito, no se trata de dejar atrás una tradición, sino de que empiecen a convivir, de manera muchas veces tensa.
No vamos a leer la cita completa, pero está el famoso pasaje del Fedro, de Platón, en donde se cuenta la invención de la escritura. Imaginen que ustedes inventan algo como la escritura y se lo van a contar a alguien. Es muy emocionante. “Esta invención hará más sabios a los egipcios, y aliviará mucho su memoria”. (Risas) “Yo he descubierto un medio contra la dificultad de aprender y retener. Ingenioso Fedro, el genio que inventa las artes no es lo mismo que la sabiduría, que aprecia las ventajas y los inconvenientes de sus aplicaciones. Tú, como padre de la escritura, le atribuyes un efecto contrario a su efecto verdadero. En el ánimo de aquellos que la conozcan, solo producirá el olvido, pues les hará descuidar la memoria. Y fiándose de ese extraño auxilio dejarán en los caracteres materiales el cuidado de conservar sus recuerdos cuando se hayan borrado del espíritu. No has hallado un medio de cultivar la memoria, sino el despertar de la reminiscencia”.
Y atención lo que les toca a ustedes. (Risas) “No es dar a los discípulos la ciencia, sino la sombra de ella. Cuando hayan aprendido muchas cosas sin maestros, se creerán bastante sabios, no siendo en su mayoría sino unos ignorantes presuntuosos, insoportables en el comercio de la vida”.
Fíjense que lo que se plantea acá, si uno tuviese la posibilidad de cambiar la idea de escritura, por cualquiera de las invenciones importantes que aparecieron desde aquella época hasta hoy, creo que aparece la misma idea. La de la artificiosidad, la idea de aprender sin maestro.
Piensen en nosotros cuando apareció la calculadora por ejemplo. Estaba esa idea de que no la íbamos a saber usar, no digo si es correcto o no. Digo que aparece la idea de la haraganería mental, la idea de no necesitar la palabra sabía. Y por supuesto, cuando se inventó Internet, esta idea de googlear, o de saber a través de páginas como Wikipedia, generaba esta “poca virtud”. Y fíjense que lo anterior pasa a ser lo virtuoso. Por ejemplo, el libro. “Dejá la computadora y agarrá el libro”. “Dejá el celular y agarrá el libro”. Y para Platón sería “dejá el libro y andá a la palabra o a la oralidad”.
Esto se llama “tecnología de la palabra”, y aparece un libro muy lindo de Walter Ong, Oralidad y Escritura, en el que plantea, primero, que la escritura es una invención, cosa que todo el mundo sabe, pero está naturalizada. Y después, que es una tecnología externa, artificiosa. Aún en la idea de la pluma o del lápiz, es una tecnología externa. No es natural.
El otro gran momento de esta historia, cuando se pone en cuestión una tradición (fíjense que fuimos a la cita de Platón cuando planteaba lo de la invención de la escritura), aparece este título clásico de Walter Benjamin, La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica, en el que plantea la invención de la máquina que reproduce la obra de arte. Y justamente, lo que pasa ahí -mas allá de la cuestión de la reproducción, de la posibilidad de leer pocos a la posibilidad de leer muchos-, lo que pone en cuestión y lo que rompe fundamentalmente es la idea de “aura”, esta palabra tan linda, la idea de originalidad. Uno ya no accede al elemento único e irrepetible. Vamos a decir, como ejemplo palpable, a la carta que nos llega de la enamorada o el enamorado que la tocó, la humedeció la lágrima, la perfumó. No nos llega el objeto sino una reproducción de ese objeto. Como lo que les decía al principio, del fax. Lo que se rompe es la idea de originalidad, entre el teatro y el cine, entre la carta manuscrita y una carta reproducida, entre la pintura y la fotografía. Lo que rompe la reproducción técnica es, insisto, el carácter de originalidad. El carácter “aurático” -así es como lo llama Benjamin-, de la obra de arte.
Les decía que lo de las distintas etapas genera un movimiento y una novedad tremenda, pero esa novedad no corta con lo inmediato, ni con lo mediato. Es más, trae ciertas prácticas que uno podría creer que están perimidas. Muertas.
Voy a poner dos ejemplos: si uno lee hoy un texto en Internet, un texto típico html, va a leer de manera más próxima a los modos de lectura previos a la paginación. De hecho, lo que uno hace con la ruedita es retomar una práctica que estaba absolutamente olvidada, que es la técnica de la lectura en rollo. Y otra cosa que retoma el hipertexto, son los rasgos del libro como un plano, previo a la invención de la imprenta, que nos acostumbra a leer de arriba hacia abajo y de izquierda a derecha. Por lo cual, cuando hablamos de desacoples, estamos diciendo que cualquier revolución trae consigo novedades, y trae consigo tradiciones anteriores. Antes decíamos que lo que se puso en cuestión en la época de la imprenta, es el carácter aurático de la obra de arte. ¿Qué se puso en cuestión en la época digital? La cosa. Ya no es la originalidad de la obra lo que se cuestiona, sino el soporte en sí mismo.
Fíjense lo que pasa con los chiquitos. Yo tengo una nena de quince años y una de siete, o sea que pasaron ocho años entre una y otra, es poco para algunas cosas y mucho para otras. Y un día, con la más chica estábamos acomodando un cuartito, ella encontró un VHS y me preguntó qué era. (Risas) Ahí me di cuenta de que había vivido con otra nena, y de que estaban sus VHS. Traté de darle una explicación sencilla y le dije que era donde Helena, su hermana, miraba películas. ¿Y qué hizo la nena chiquita? Puso los ojos en los dos agujeros. Lo que no pudo entender es que exista un soporte a través del que se reproducen películas, música, etc. En la era del streaming, lo que desapareció es el soporte físico. Es un tiempo evanescente, es un tiempo ligado a cada una de las prácticas, en este caso la lectura, en el que lo que aparece como novedad es que no hay cosa.
¿Cuál es la novedad? Porque propone reacomodamientos: el aura se traslada a la cosa, la fetichización, es decir, el objeto pasa a ser aquello coleccionable, que nos da gusto, que lo tenemos. Ya no importa si es el primero o el último de la serie. Decimos: “yo tengo el objeto”. Y nos da cierta satisfacción tenerlo. Y no tenerlo.
Esto no significa que sea la única práctica posible, no estamos haciendo una deificación del objeto. Eso que de alguna manera cumplía en la época previa a la imprenta, el objeto original, el objeto preciado, ahora lo que pasa a ser el objeto preciado es la cosa. Y por otro lado, lo que se pone nuevamente en una especie de elogio, son estas dos cuestiones: el rito del encuentro, el cara a cara, y el testimonio de haber estado ahí. La idea de encuentro, existiendo el Whatsapp, los celulares… cuando uno tiene necesidad de algo importante, ¿qué hace? Se encuentra a tomar un café. ¿Por qué? Porque sí, porque creemos que esa es la valoración sobre una práctica. Que las otras prácticas que son comunes tienen otro valor.
Y la otra, el testimonio de haber estado ahí. Fíjense que no debe haber otra época en la historia en la que uno tenga tanta información de cómo son los museos, o un paisaje en México, o en Mar del Plata, o lo que sea. Aun en esa sobreinformación, ¿qué hace uno cuando va? Se saca la foto en ese lugar. Queda el testimonio de haber estado ahí, esa idea de momento único e irrepetible que da cuenta de que yo estuve en ese mismo lugar que tantas veces había visto en Internet, de cuerpo presente.
Cuando empezaron a salir los blogs, había uno que me gustaba leer bastante que era de Hernán Casciari, que en ese momento vivía en Barcelona, que escribía varios diálogos muy simpáticos, graciosos. Y todos los días con una técnica folletinesca. Se ve que yo no era el único que leía eso, fue bastante conocido. Hasta que ¿saben qué pasó? Sacaron un libro. Este libro: Más respeto que soy tu madre, está hecho con papel, en una imprenta, se vende en los negocios, se compra a tal precio, y anduvo muy bien, tuvo muchas ventas. Tanto es así, que se convirtió en una obra de teatro, que se llamó “Más respeto que soy tu madre”, en la que trabajaba Antonio Gasalla. Fíjense qué camino curioso. De la ultra digitalidad se fue a la máquina, y de la máquina a un concepto tradicional, antiguo, que es el de la obra en vivo, con esos personajes que están en esa ceremonia única e irrepetible.
Por lo cual, este camino está ligado a esa idea de que en realidad, lo que uno pensaría acerca de que la dirección es para un solo lado, es una dirección de ida y vuelta permanente entre tradiciones. Reitero, si ustedes quieren saber en qué época se hicieron más recitales, yo ya no voy, porque ya estoy grande, pero por ejemplo , vos… decíme a quién irías a ver…
Asistente: -A Guasones, en Obras.
Ella para ir a ver a Guasones ya los escuchó por streaming, Spotify, los vio en YouTube, antes puede haberlos escuchado en un CD. Fíjense que después de todo eso, se termina en un acto primitivo, como es el de encontrarse cara a cara con el artista, en un momento único e irrepetible y con las otras personas a las que les gusta lo mismo que me gusta a mí. Y por supuesto, lo publico para que sepan que estuve ahí. Lo que quiero que nos quede claro es este recorrido: desde Spotify, que es como la evanescencia, al momento único de haber estado ahí. Y en esto estamos nosotros, por lo cual, de acuerdo con lo que estamos diciendo la biblioteca es una institución tradicional, histórica, que todos consideramos fundamental pero en una constante dinámica, reflexión, adaptación en función de sus propios objetivos y deseos, y de su contexto. Fíjense que todas estas cosas que acabamos de decir, donde lo que se pone casi en elogio es la idea del encuentro, la idea de lo patrimonial, de la cosificación, de los sentidos, de lo palpable, hace de la biblioteca una institución muy próxima a esos dos elementos. Tanto la idea de memoria como la de encuentro. Ahora vamos a hablar de la circulación.
El carácter patrimonial sería el de la cosa. Nosotros decíamos que en la era digital la cosa goza de ese carácter aurático, fetichizado, ese carácter que a uno le da cierta idea de privilegio por tenerlo o tocarlo. Palparlo.
Y la otra es la idea de la interacción social, esto de ver a pares compartiendo cara a cara un recital. Cuando tenemos que decirnos algo importante, nos vemos cara a cara. En la institución “biblioteca”, estos dos elementos fundamentales en medio de la era digital, pasan a ser elementos intrínsecamente ligados a ella. Fíjense en lo que decíamos antes: el diálogo, la polémica, la ceremonia compartida con el cuerpo presente, pasan a ser elementos fundamentales, privilegiados como práctica virtuosa en medio de la cultura digital.
Hay otro elemento. ¿Se acuerdan del texto de Platón, que decía que cuando vos inventes algo ellos van a creer presuntuosamente que pueden aprender sin maestros?
Por supuesto que ni la escritura, ni el Whatsapp, ni el e-mail, ni Wikipedia pusieron en cuestión el rol del mediador. Por muchas razones, pero fundamentalmente porque nada puede ser de otra manera ni mejor sino a través de la interacción social. Ver al otro, al otro ser humano, al otro par en especie, y que me guíe. Esta Jornada tiene que ver justamente con el rol del mediador. Uno podría preguntarse entre qué y qué media. En principio, media. No importa entre qué cantidad de cosas, pero sí, ustedes saben que es un puente. Un puente une dos cosas. En la interacción humana, el mediador cumple ese rol como nada lo puede cumplir.
En la presentación, muy amablemente, dijeron que trabajo entre otras cosas, en libros y en distintos proyectos con Facundo Manes, que es neurocientífico. Y con él, además de los libros, hicimos unos programas de televisión. Yo traje un micrito de tres minutos que hicimos con Facundo y con Tomás, que gentilmente me está acompañando, que trata sobre la interacción social.
Dura tres minutos, y quiero que piensen sobre esto que estamos hablando de la interacción, en relación con esto que va a contar Facundo:
“El cerebro humano es un órgano social. No podemos entenderlo en forma aislada. Cuando un cerebro está frente a otro cerebro, ambos son transformados. Muchos piensan que la complejidad que ha alcanzado el cerebro humano de debe en parte a la complejidad social que nuestra especie ha alcanzado. La interacción social es también importante para la educación. Porque nada motiva al ser humano como otro ser humano. Un experimento realizado en los Estados Unidos grafica perfectamente este concepto. Pusieron a niños en edad de aprender idiomas. Eran niños que nunca habían escuchado otro idioma que no fuera el inglés. Y pusieron tres grupos de estos niños. A un grupo, le pusieron a un hombre chino que hablaba en chino. Y educaba a los niñitos en chino. El otro grupo de niños, escuchaba al mismo chino, diciendo lo mismo, pero vía un televisor. Y el tercer grupo de niños, escuchó al chino, diciendo lo mismo pero con auriculares.
Cuando los investigadores analizaron los datos, descubrieron que el grupo de niños que tuvo contacto con el hombre chino en persona, podía diferenciar dos palabras en chino, como un niño nativo de Pekín. Los otros niños que estaba en los otros dos grupos, se comportaron como niños que nunca habían escuchado otra palabra en otro idioma que no fuera inglés. El rol del docente en contacto directo con el alumno, en los diferentes ámbitos educativos primario, secundario y universitario, resulta fundamental para la eficacia de la enseñanza.
Esto muestra una clara evidencia de que la interacción social, produce una alta motivación que es clave para el aprendizaje.”
En el micro dice que no hay nada más motivante que otro ser humano. Pero esto no es para generar un valor mágico en lo que ustedes hacen y nosotros hacemos, sino que es así. Uno puede pensar que la mejor manera de aprender un idioma es por Internet. Si no hay otra manera, es la mejor. Pero si una argentina se enamora de un alemán, ¿cuándo va a aprender mejor el alemán? Es algo muy evidente que el contacto con otra persona es lo que a nosotros nos motiva. El rol del mediador, significa el contacto con otra persona, y esa tarea es irremplazable.
Y ahora termino con algo que tiene que ver con esto: hace mucho que no venía al auditorio. Y veo el cuadro de Leonardo Favio, que es el nombre de este auditorio, y que sirve para terminar. Tuve el gusto de conocerlo a Leonardo Favio. Me acuerdo de que una de las veces que charlé con él, me dijo (era muy cariñoso): “Mateo, mi amor, corazón, te voy a decir una cosa. El mundo se divide en dos tipos de personas: los que sufren y los que hacen sufrir”. Salí a la calle, y de cada persona que veía pensaba sin decírselo, obviamente: “Este sufre; este hace sufrir” (Risas) Pero al tiempo me di cuenta de que Leonardo Favio, con toda su sabiduría y su cariño, se había olvidado de una tercera categoría. Y que es algo que hacen muchas personas, entre ellas, los mediadores, los bibliotecarios, los docentes. Esta tercera categoría es la de quienes tratan de hacer que la gente sufra menos.
APLAUSO FINAL.
*Mateo Niro es licenciado en Letras, por la Universidad de Buenos Aires, docente de Narratología, en la Universidad de General Sarmiento, de Sociolingüística en el Instituto Joaquín V. González. Es coordinador de talleres literarios y de diversos cursos de capacitación de docentes de Lengua y Literatura. Entre otras tareas de gestión pública, fue responsable de espacios culturales en la Ciudad de Buenos Aires, Secretario de Cultura de la Municipalidad de San Martín y fundador y coordinador del Programa Bibliotecas para armar. Publicó artículos en revistas y medios especializados, libros infantiles, el libro La República Posible, y junto con Facundo Manes, los libros Usar el cerebro y El cerebro argentino.
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