Invierno: tiempo de ronda con poesía y juegos

Abrimos el mes dedicado a la relación entre literatura y juego, con esta nota en la que Diana Tarnofky propone una recorrida por el carácter lúdico de la poesía.



Por Diana Tarnofky


Llegó el mes de julio, el frío, llegaron  las noches largas, el sol esquivo. Sigue la incertidumbre de este tiempo que nos toca vivir. 
Siguen también simultáneamente abiertas las  puertas y ventanas del blog Libro de arena para encontrarnos entre libros y poemas a leer y jugar. 

Pasen, les invito a explorar este juego que realizaban les poetas surrealistas

En La revuelta surrealista, una recopilación de Yaki Setton, Libros del Quirquincho, encuentro esta pista:

El diálogo surrealista
Breton decía  que las formas del lenguaje surrealista se adaptaban fácilmente  a las formas del diálogo. En el diálogo hay dos interlocutores, dos pensamientos que funcionan separadamente. Un jugador escribe su pregunta en un papel, sin mostrarla, mientras que el otro escribe una respuesta, ignorando la pregunta. Luego se enfrentan y el primero lee su pregunta ante lo cual el segundo le contesta con seguridad  como si conociera la pregunta.
¿Qué es el beso?
Una divagación, todo tambalea.

Qué es el día?
Una mujer que se baña desnuda al caer la noche.

Qué es la libertad?
Una multitud de puntitos multicolores en los párpados.

Diálogo surrealista 1928, André Bretón S.M, Benjamin Peret.

Luego de leer este libro, muy inspirador por cierto, tuve ganas de jugar con una variación. Les propongo un diálogo surrealista, para jugar con libros de poesía.
A modo de ejemplo, formulo tres preguntas y busco las respuestas en dos libros diferentes, abro azarosamente cada libro y señalo los versos que serán la respuesta a mi pregunta. El primer libro que agarro es Qué lindo, de Roberta Iannamico, Editorial Zindo & Gafuri. 
Por qué me gusta tanto el mate?
todos los días mi mamá
y que yo estoy empezando 
a repetir

Por qué la poesía es mi gran compañera?
El baldío es abierto como un mar
lo cruzamos yo y mi amiga

Cómo serán las futuras rondas en la biblioteca?
Donde escucho/ mi propia voz
Afuera el mar/baila solo

Otro libro, otras respuestas posibles. Esta vez, las busco en La altura de Laura Wittner, Editorial Bajo la luna. 
Por qué me gusta tanto el mate?
El matrimonio se desmoronaba
Y el viento construía otras cosas

Por qué la poesía es mi gran compañera?
Acá imagino vidas
que no logro imaginar

Cómo serán las futuras rondas en la biblioteca?
Y con voz más infantil que la real
le dijo la palabra, “protegeme”


El juego como motor. Se agregan más poemas que encontré en estos dos libros:

Me hago un collar de fideos 
un collar largo
que haga ruido
bajan los fideos
como gotas
por la lana
manguitos de fraile
también me hago una pulsera
con los fideos
y todos se enteran
cuando muevo las manos
si tuviera las uñas largas
me las pintaría de rojo
y golpearía las mesas
las tazas
las cosas de vidrio
como una lluvia suave
un pétalo de malvón
sobre cada uña
y uno de margarita
pegado con saliva
en la mejilla
es una lágrima blanca
una tristeza de amor.


La medialuna

Yo cuando era chica
no sabía hacer la medialuna
no me animaba
a despegar las piernas
daba pataditas bajas
como los potrillos
en cambio las otras chicas
todas hacían la medialuna
algunas podían cruzar el patio entero
haciendo una medialuna
atrás de la otra
eran estrellas
girando
girando
en el momento en que la cabeza está abajo
y las piernas dibujan
un círculo de compás
el pelo roza el piso
como una escoba de seda
cuando se vuelve de la medialuna
hay que descansa los ojos
algunos segundos
yo aprendí a hacerla de grande
en sexto grado
practicaba a escondidas
lloraba a escondidas
de pronto supe
algo obvio
algo natural
como cuando por primera vez se comprende
que para flotar en el agua
no hay que hacer nada
mi cuerpo abierto sobrevolaba
la superficie de la tierra
un contacto veloz
con cada una
de mis cuatro puntas
una flor más
en el aire primaveral


Animales pintados

Con un pincel de pelo de camello
pinté un pájaro.
Soplé tres veces al aire
y el pájaro salió volando.
Lo sorprendió el verano:
picoteaba el corazón de todas las frutas.

Con un pincel de pluma de pájaro
pinté un camello.
Di tres golpes en la tierra
y el camello salió andando.
Lo sorprendió el invierno:
nevaba sobre la punta de su joroba

(en Qué lindo, de Roberta Iannamico, Editorial Zindo & Gafuri)
        
Aire
                       Con Amelia
¿Retomaste donde yo dejé
en el punto perfecto del aire
donde se salta a tierra
o se está suspendida,
ahí donde todo es?
¿ O te hamacás , nomás,
en una plaza un sábado
al mediodía, y después va a llover
con todo y vamos a hacer budín?
Es más bien esto, ¿no?
Sí.

Desde la orilla el oleaje parece de cartón:
bandas movidas por secretas manos
a destiempo, como en los fondos de los títeres.
Parada acá veo a mis hijos en la cápsula
llamada infancia, donde se saltan olas
según reglas estrictas, y a donde todavía
a veces entro; y mucho más allá, de un lado
mi padre, y del otro mi hermano
que no se saben mutuamente, no se ven
y luego no se reconocen
porque nadan los dos sin anteojos.
Solo yo los sé a todos y por eso
señalizo con el cuerpo entero
una coreografía sin duda innecesaria:
que tira el mar, que vuelvan hacia la izquierda
(para eso un brazo viborea
y el otro se alza en semicírculo),
que todo bien (pulgar) pero no vayan
más profundo (retroceden los pies)
que (a mi padre) aquel que nada ahí es su hijo
y (a mi hermano) que en esa misma línea
de olas marrones, el que nada es mi padre
que se saluden (uno los índices al centro)
que naden juntos (esto es solo mental)
que estoy contenta de estar ahí cuidándolos
(bailecito).


Cambios de luz

Las nubes deciden lo que nos hace esta penumbra, parece
que toda una familia de nubes migra
en una sola noche y por eso se apuran
una tras otra en esa línea de vapor mutante

que por fortuna atraviesa la luna

y es el apuro lo que las hace ir cayéndose, desprenderse

de cualquier forma en un instante, metiéndonos ideas

en la cabeza a vos y a mí que musitamos la palabra
de lo que vemos y en la segunda sílaba callamos
porque no es eso, está siendo otra cosa y así
no hay diccionario que resista.

(En La tomadora de café, de Laura Wittner, Ediciones Vox)

Y así, de libro en libro, de poema en poema,  llego a otro título que nos  propone el juego con la impronta surrealista. Se trata esta vez, de Circulen caballeros, circulen, de Javier Villafañe.


Para el hombre solo

William y Perez S.A, con sucursales en Todas las capitales del mundo, venden para el hombre solo, el jubilado, viudo, el vitalicio, el sobre que suplanta al solitario del naipe, al rompecabezas, al tentequieto. Cómodo, práctico y novedoso pasatiempo para viajes en barco, en tren, en avión, para la mesa del bar, en la confitería, en la sala de espera de los consultorios, para que el hombre no esté totalmente solo en los velorios, en los bautismos, en los casamientos, en los cumpleaños, en la calle, en las cuatro paredes de su casa, pensión, hotel, cueva donde viva o esté de visita.

En un sobre está el poema que se hace y se deshace y se vuelve a hacer y deshacer, y se lee como cae. El juego, el entretenimiento para el hombre solo, el viudo, el jubilado, el vitalicio.

Instrucciones:
1º Abra el sobre
2º Saque todos versos póngalos en la palma de la mano.
3º Barájelos o tírelos sin barajar y va a leer un poema. Como caigan los versos va a ser siempre un poema.
4º Juegue


El juego puede enriquecerse con modos diferentes de leer los versos: voz karateca, voz susurro, voz coplera, voz vendedora ambulante, voz  relator de partidos de fútbol, voz cantante de ópera,  voz  cantante de tango…¡ Y  todos los tonos-velocidades-musicalidades que se les ocurran!   Es una oportunidad para  “sacar a pasear a la voz”. En el paseo, también puede servirles como guía imaginar otras voces: voz de mar, voz de río, voz de tierra seca o tierra húmeda, voz de viento cálido o viento frío.

Y el poema será el mismo y será otro y otro y otro cada vez. Irá adquiriendo colores y matices que serán un descubrimiento; algo que sólo sucede si nos damos permiso para jugar con la voz al leer un poema.

Bello juego que abre a otros juegos. Elegir cinco, seis , ocho, diez libros de poemas, ofrecerlos sobre la mesa como si fuera un “banquete” y  saborear un verso de  cada libro. Escribirlo en una hoja  y degustar un poema nacido del exquisito manjar que, combinados, crearon  estos versos.

Podríamos intentar jugar con este nuevo poema de la manera a la  que nos invita Javier Villafañe: “…el poema que se hace y se deshace y se vuelve a hacer y deshacer, y se lee como cae…”

Les propongo que disfruten de todos los sabores, condimenten con la posibilidad de ofrecerle el “manjar” a alguien (a través de una llamada telefónica o  un mensaje de audio). No se priven de la música de las palabras dichas a viva voz.

Entusiasmada por la posibilidad de leer-jugar reencontré textos de Laura Wittner, Roberta Iannamico y Javier Villafañe. Quiero compartirlos con ustedes para que también disfruten del juego con las palabras. Se los acerco:

Verano. Hace 7000 años

Todo el día estuvimos caminando. Voy adelante para no escuchar a los chiquitos que chillan todos a la vez, peor que teros. Y eso que las mamás les hacen upa, y les dan charqui para que no lloren. Las mamás nunca se quejan, aunque lleven las casas y todo. Son como caracoles. Pienso en caracoles y quiero llegar. Me parece que ya siento el olor del agua, respiro hondo y soy grande como el mar. Ya me acuerdo, es atrás de ese médano. Siempre es igual, con los chicos empezamos a correr, trepamos en un segundo la loma, ahí nomás está la laguna, nos tiramos corriendo, rodando, riéndonos, a ver quién es el primero que se da un chapuzón. Yo soy bueno para zambullirme, Colorado y Voz de Viento también. Nos encontramos bajo el agua, tocamos el fondo y volvemos a salir, como peces. Todos se tiran y nadan. Mientras, las mamás plantan los toldos. Ya es casi de noche, nos secamos al lado del fuego y comemos huevos de ñandú.
Tanto y tanto le pedí que mi papá me dijo que sí.
Mañana podemos ir con ellos a la caza de lobos marinos, Colorado, Voz de Viento y yo. ¿Quiero que sea mañana! Me duermo escuchando a lo lejos el ruido de las olas.
Nos levantamos antes del amanecer. El jefe dice su discurso y nos vamos. El ruido de las olas nos llama, el olor fuerte del mar, ahí está., inmenso, inmenso.

Algo brillante se asoma desde el agua. ¿Es el sol”¡Estaba sumergido! ¡El sol se está bañando!
Nos metemos. Todo es dorado. Más allá los hombres están cazando. Sentado en la arena mojada Voz de Viento juega con unos caracoles, el más blanco en el medio es un lobo marino, los demás alrededor son los cazadores. Veo ese círculo de caracoles y me viene la idea de hacer un collar.
-Se lo voy a regalar  a la que va a ser mi esposa-digo. Ellos ser ríen y empezamos a tirarnos arena y a salpicarnos, corremos como guanacos por la playa.

Volvemos a la tarde con bastante comida. Ya llegó la gente del sur. Armaron su campamento al lado del nuestro. Algunos chicos vienen a recibirnos, otros juegan a la pelota, a enlazar perros o tiran piedras a l agua. Busco entre todos a Flor rosada. Allá está, juntando raíces , me acerco como empujado por el viento.
-¿Dónde estabas?- me pregunta. Y yo: -vengo del mar, del agua grande, de nadar entre las olas, de cazar lobos marinos. Para mí esta laguna es un charquito.
-¿Ah sí?- me dice. -Entonces te juego una carrera- y se tira de cabeza.

Nadé lo más rápido que pude pero ganó ella. Sus amigas se ríen, Flor Rosada también se ríe, con unos dientes blancos, hermosos, que me hacen pensar en un collar.

(En Bajo las estrellas- 12000 años de historias bonaerenses, de Roberta Iannamico y Alejandra Pupio , Editorial Vacasagrada)

Orquesta

En un tubito , arvejas:
sonido de palo contra rejas.

En una lata, arroz:
sacudo y salen volando dos.

Dentro de la olla, porotos:
giran en metálico alboroto.

En esta caja, cáscara de huevo:
suena despacito, escuchémoslo de nuevo.

Globo inflado con granos de pimienta:
para un buen ruido hacen falta cuarenta.

Sobre el plato, confites y grana:
ruido de lluvia contra la ventana.
……………………………………………………..

Hilos y lanas en bolsa de pana

¿quién no tiene 
una bolsa de pana
con bordado de pera y manzana
que es regalo de su abuela Juana?
(¿Qué abuela no se llama Juana,
o Ana, o Susana, o Liliana,
o incluso, quién sabe Morgana?)
Y en la bolsa de la abuela Juana
con bordado de pera y manzana
¿quién no guarda los hilos, la lana,
un piolín de cinta de persiana,
un cordón como cola de iguana,
una soga que parece liana,
restos de pulsera mexicana,
pelusa chica, pelusa mediana?
Y si el ánimo se deshilvana
una tarde junto a la ventana,
quién no acude a la bolsa de pana
con bordado de pera y manzana
que es regalo de su abuela Juna
(o tal vez de su abuela Susana)
Para hacer trenzas cola de rana
En dos verdes, en punto campana?
¿quién no sabe que así,
sana, sana,
sana hoy y sanará mañana?
………………………………………………………….

Chinches en latita chata

¿Es el manchón de color,
el chasquido de los pinches
o el simpático bochinche
que rechina en el tambor
de esta lata con mil chinches
lo que le da su chinchín,
su chispa y su chucu –chucu,
su chiflete parlanchín?

(En Los entusiasmos, de Laura Wittner, Editorial Del Naranjo)


Un domingo en el Zoológico

—Un globo, un globo, quiero un globo
—pidió un niño.
La madre le compró un globo.
El niño soltó el globo y lo vio volar.
—Un globo, un globo, quiero un globo
—volvió a pedir el niño.
El padre le compró un globo.
El niño soltó el globo y lo vio volar.
—Un globo, un globo, quiero un globo
—pidió otro niño.
La madre dijo:
—No.
El padre dijo:
—No.
Y el niño voló,
se fue de los brazos de la madre,
de los brazos del padre,
volando con los globos.
Esto pasó en el Jardín Zoológico
la tarde de un domingo.
Son testigos: un elefante,
dos leones,
un águila
y un vendedor de globos.

(En Voces de infancia, Poesía argentina para los chicos, de Javier Villafañe, Editorial Colihue)

Quedan todes invitades a continuar la rueda. A reencontrar textos y poemas, para jugar con la voz y las voces, para llenar de soles las casas, para abrigarnos con las conversaciones sobre las lecturas que vamos realizando en este invierno tan frío.
Empezarán a rodar narraciones, que surgirán seguramente del recuerdo de algún juego al leer poemas y cuentos. Ronda de voces que se encuentran, a la distancia, en este hoy, atravesando la pandemia, y en la cercanía, ¡siempre!

                                                                                Diana Tarnofky

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