Laboratorio de escrituras: Palabras de(s)veladas. Relato de una jornada muy particular
Esta nota de María Victoria Morana nos acerca los sentimientos y las producciones que surgieron de un encuentro virtual de narración acompañado por Diana Tarnofky, en el espacio de Pediatría del Hospital Tornú.
Laboratorio de escrituras: Palabras de(s)veladas.
Relato de una jornada muy particular.
Por María Victoria Morana*
Terminaba marzo, y en el Servicio de Pediatría del Hospital Tornú, como en todos los ámbitos relacionados con la salud, comenzaba el vendaval. Nuestros espacios y talleres, las propuestas en la biblioteca, lo familiar y cotidiano se suspendía; y rondaba la incertidumbre. Nadie sabía cuándo podríamos volver a retomar nuestras actividades. Sin embargo, a las pocas semanas comenzamos a encontrarnos; un grupo de mujeres que trabajamos, y somos parte de este proyecto integral de salud, educación y cultura. Nos juntamos a escribir, a inventar historias y poesías, para darle forma de texto a tanta palabra que hoy anda por ahí suelta, y tantas otras que nos hacen compañía.
Así, todas las semanas nos reunimos, en forma virtual como todes en este momento, en nuestro Laboratorio de Escrituras. Una de esas tardes, vino con su magia Diana Tarnofky, y la pantalla se transformó en risas y cascabeles. Nos inundaron suaves brisas, destellos de luna y estrellas; y cada una de nosotras pudo viajar. A la semana siguiente, cuando volvimos a encontrarnos, quisimos poner voz a nuestras vivencias para generar un intercambio, para establecer un diálogo en este encuentro.
Compartimos a continuación los textos que dan cuenta de esa experiencia, de lo sentido en un encuentro de narración oral en épocas de pandemia.
- Marina Chediak, psicomotricista.
Diana hace música y baila.
La música de los sonidos y de las palabras.
Cuerpo teatralizado, bailado,
movido para transformarse y transformarme.
Otro lugar,
la escena.
Baila y en la improvisación me hace dar vuelta y ver la luna,
la luna que justo se esconde en un barril.
Si me dicen, qué luna, yo digo esa… y si me dicen qué barril, digo aquel…
Lo ven… se esconde entre esas manos.
Ahí en el cuenco,
que se llena y se derrama de sonoridad.
Palabras con formas e imágenes. Formas con olores y luminosidad.
Baila.
- Silvina Espósito, psicoanalista.
Caminaba por el parque del Tornú hacia el testeo en laboratorio. Testeo sí, sin
apellido, porque en esta época es unívoco.
Allí frente a lo unívoco una voz que salía del zoom de mi celular plantó mariposas de
colores.
Viajé por campos, risas, reyes, lunas, mates y recreé eso que Diana habilita en el pequeño universo portátil y es que allí… se acaricia un universo grande. La narración estaba habitada por los sonidos de mis compañeras que emocionadas viajaban conmigo a través del portal.
La voz sonaba en el laboratorio, otro que el de la escritura, como una voz extranjera y a la vez, manta, cual un tejido pensado piel que abriga en el invierno, como la textura que se abre al infinito al quedar colgadas de una voz.
- Judith del Valle Martínez, musicoterapeuta.
Hoy llueve…
Llueven sonidos, palabras que calan hondo, voces que acarician, que pintan lugares, que me llevan por otros rumbos….
Cierro los ojos para dejarme conducir por esa voz, HABITADA POR MUCHAS VOCES…
La de mi abuelo, el Lolo…. y voy a esa galería de la casita de campo en Catamarca, y ahí está contandónos a mí y a mis hermanos la leyenda del Kakuy, y hay luna llena!!
La de mi abuela, la Taty, recitándo poemas mientras viajamos de un lado a otro “¿qué tendrá la princesa? La princesa está triste, los suspiros se escapan de su boca de fresa…”
Voces ancestrales que narran historias, que nos dan continuidad…. Tocan profundo… Llegan a un territorio no accesible así nomás, de un modo cálido, sutil, mágico… Me invitan a buscar….
Hay memorias en mi cuerpo, en esos sonidos, en esas voces, más allá de las palabras…
Esas memorias Diana tocó hoy en mí.
- Tania Szostik Lazos, musicoterapeuta.
El olor a madera mojada, unas ramitas llenándose de calor. El viento que acaricia y enciende la llama, para sentarnos rodeando el fuego, en ronda como hace miles de años. En esta ocasión, el agua para mate, la yerba y la bombilla y tal vez, algún yuyito. La estufa cerca y la pantalla preparada para volver posible ese fogón, ese lugar de encuentro. Aún a la distancia me siento conectada a los demás, me siento sentada con las piernas cruzadas sobre la tierra con el viento enfriando mis manos y cara.
Aún en la distancia, una anécdota, una historia, una musiquita y una poesía. Que nos recuerda que podemos continuar con los rituales, esos actos que nos reviven y nos llenan de energía, llenándonos de imágenes que nos permiten viajar y respirar profundo en otros aires.
- Valeria Pazamonik , puericultora.
Tal como la ronda del mate que tan gentilmente convidaste, participé del círculo alrededor del fuentón de un pueblo que tenía guardada la luna.
Quedé atrapada, cautiva con tus historias. Me hiciste ir y venir, sentir hasta derramar lágrimas que acompañaron mi estar, acariciaban mi rostro.
Por un rato la pantalla, se invisibilizó. El cálido abrazo grupal y el sabor exquisito del mate amargo me inundó.
- Ana Patricia Schneider, docente.
De cuando se nos vino Diana
Magia.
Aire.
Aire y magia,
en alfombra voladora
Transformación en palabras
obnubilación ante el gesto,
premura de la sonrisa.
Vaciamientos e incertidumbres
olvidadas, esfumadas.
En la contundencia del abrazo decidido,
de la ternura dispuesta
como la mesa puesta,
cuando aire
magia
palabras
gesto
sonrisa
abrazo
ternura se disponen en alfombra flotadora
que atraviesa y se queda...
entonces todo, todo,
todo es posible.
* María Victoria Morana es Coordinadora del Laboratorio de Escrituras del Área de Niñez y Adolescencia del Ministerio de Cultura del GCABA. Coordinadora del Área de Lectura y Escritura en Centros de Actividades Infantiles del Ministerio de Educación, Codirectora del Curso de Posgrado de Mediación de Lecturas en Salud del Hospital Tornú. Además, es la creadora y coordinadora de los talleres de escritura para adultos "Las orillas".
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