Muere el escritor Juan Marsé a sus 87 años

Ayer murió en su Barcelona natal, el gran escritor calatán Juan Marsé, una de las figuras más importantes del realismo español de posguerra civil. Autor de novelas, cuentos y ensayos; escribió también cuentos infantiles. Lo despedimos recordando las palabras con las que decidió encabezar la reedición de su novela Si te dicen que caí, en 1988.



Nota a la nueva edición   

Escribí esta novela convencido de que no se iba a publicar jamás. Corrían los años 1968-1970, el régimen franquista parecía que iba a ser eterno y una idea obsesiva y fatalista se había apoderado de mí: la de que la Censura, que aún gozaba de muy buena salud, nos iba a sobrevivir a todos, no solamente al régimen fascista que la había engendrado sino incluso a la tan anhelada transición (o ruptura, según el frustrado deseo de muchos), instalándose ya para siempre, como una maldición gitana del Caudillo, en el mismo corazón de la España futura. Tal era de negra y pesimista la perspectiva después de más de treinta años de represión y mordaza. Así pues, sumergido en esa desesperanza oceánica, me lié la manta a la cabeza y por vez primera en mi vida empecé a escribir una novela sin pensar en la reacción de la Censura ni en los editores ni en los lectores, ni mucho menos en conseguir anticipos, premios o halagos. Desembarazado por fin del pálido fantasma de la autocensura, pensaba solamente en los anónimos vecinos de un barrio pobre que ya no existe en Barcelona, en los furiosos muchachos de la posguerra que compartieron conmigo las calles leprosas y los juegos atroces, el miedo, el hambre y el frío; pensaba en cierto compromiso contraído conmigo mismo, con mi propia niñez y mi adolescencia, y en nada más. Jamás he escrito un libro tan ensimismado, tan personal, con esa fiebre interior y ese desdén por lo que el destino pudiera depararle. Una vez concluido, el azar quiso que alguien me hablara de la convocatoria del primer Premio Internacional de Novela «México», convenciéndome para que lo presentara, puesto que la edición española era una quimera. Y entonces todo fue inesperadamente rápido: la novela ganó el concurso y fue impresa en México (Editorial Novaro, S. A., 1973) con una urgencia tan insensata que no se me dio oportunidad de corregir pruebas ni revisar galeradas. Y cuando más adelante fue autorizada la edición española, en septiembre de 1976, casi un año después de la muerte del dictador, tampoco alcancé a revisar el texto, a causa esta vez de mi propia negligencia.
Desde entonces me animó el deseo de corregir no solamente las muchas erratas y más de una oración desmañada, sino, sobre todo, el de arrojar un poco más de luz sobre algunas encrucijadas de una estructura narrativa compleja y ensimismada. La novela está hecha de voces diversas, contrapuestas y hasta contradictorias, voces que rondan la impostura y el equívoco, tejiendo y destejiendo una espesa trama de signos y referencias y un ambiguo sistema de ecos y resonancias cuya finalidad es sonambulizar al lector. La penumbra que envuelve muchos pasajes importantes del libro siempre me pareció necesaria: en los labios niños, decía Antonio Machado, las canciones llevan confusa la historia y clara la pena. Pero en otros repliegues del relato, menos decisivos tal vez, no conectados directamente con los nervios secretos de la trama, esa penumbra expositiva no era necesaria y ha sido atenuada o anulada en beneficio de una mayor claridad. Con respecto a ediciones anteriores, ésta presenta dos capítulos menos aunque ninguno ha sido suprimido; simplemente el texto ha sido redistribuido teniendo en cuenta aspectos de orden temático más que formales. Algunos fragmentos han sido desmontados pieza por pieza y vueltos a montar, hay supresiones y añadidos, pero nada que pueda afectar a cuestiones de tono y estilo ha sido alterado. 

                                                          J. M. Barcelona, septiembre 1988



Si te dicen que caí
Juan Marsé
Debolsillo, 2003.

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