Graciela Bialet: “Encontrar cómo contar es el desafío, es lo que más me moviliza”
Mario Méndez: Hay una cosa que vos lográs, con el personaje de Camilo, de Los sapos de la memoria y después también en El jamón del sánguche, y en Si tu signo no es Cáncer, en los tres, que son juveniles, que es meterte en la voz de los adolescentes, y hacérnoslo creer. Ese adolescente que putea en Los sapos de la memoria, o esas adolescentes que se pelean con sus madres en Si tu signo no es Cáncer, y El jamón del sánguche, son absolutamente creíbles. Que es una de las cosas más difíciles, porque muchas veces el lector adolescente dice: “Este se está haciendo el pendejo y no le sale”. Tu voz de primera persona en estas tres novelas es perfecta. ¿Qué trabajo hacés para construir esas relatoras, o ese relator?
Graciela Bialet: ¿Sabés que?... me hace acordar a que Paula, una jovencita, me preguntó un día cómo hacía para escribir lo mismo que ella pensaba.
MM: ¡Qué hermoso! Eso es para una remera.
GB: No sé cómo sale. Yo creo que la Graciela adolescente que fui está ahí. Yo interactúo mucho con adolescentes. Voy a las escuelas y soy de hablar mucho, pero no tengo idea, no te puedo responder esa pregunta, Mario, porque me sale naturalmente. Ahí se ríe Daniel Castrillo (que nos acompaña en este zoom), porque sabe que cada vez que voy a su escuela me pasa igual. Los chicos y las chicas me preguntan esas cosas. Y no tengo ni idea. La primera novela juvenil que escribí fue Los sapos… porque vuelvo a decirte y a recordarles que a mí me gusta escribir cuentos para niños. Yo soy feliz en ese lugar. En ese momento, cuando escribí Los sapos…, mis hijos eran adolescentes. Los tres míos y los otros dos que eran “prestados”, digamos. Y te juro que los odiaba, porque viste que cuando tenés un adolescente tenés que multiplicar por siete, por ocho, por diez con los olores a pata, que te vacían la heladera, que viene cada uno con un cuento diferente, que se ha metido cada uno en un despelote distinto… Esa una faena tan ardua tener adolescentes. Como decía mi amiga Graciela Cabal, lo único bueno de la adolescencia es que alguna vez ser pasa. Y después te dan un nieto. A tal punto, que en Córdoba había un programa para chicos que dirigía una hermosa conductora de televisión, que se llama Marina Heinz, y yo le decía estas cosas: “Te juro que odio a los adolescentes; en mi casa en este momento deben estar haciendo tal cosa y tal otra”. Ella me hacía señas para que no dijera esas cosas, porque estábamos en televisión. Por eso te digo que no sé cómo es, porque la verdad es que la padecí, cuando fui adolescente yo, y como madre de adolescentes. Y la estoy padeciendo ahora como abuela de adolescentes. He acuñado una palabra para nombrarlos: “aborrecentes”.
MM: Cuando dijiste “padecer”, te juro que estaba pensando en que deberías escribir un libro que fuera “La apropiación de la voz adolescente. Del padecimiento a la literatura”. En El jamón del sánguche hay todo un laburo con el tema de la adopción, y de las familias ensambladas. Bastante pionero también. No había mucho sobre eso cuando vos lo escribiste.
GB: Me hiciste acordar al Tony Santa Ana, cuando era editor mío, un editor al que he amado toda mi vida, que me decía: “¿Nunca un conejito pascual vos?”
MM: Se lo voy a decir, porque tengo que verlo el miércoles, así que se lo voy a decir.
GB: Él sabe que lo adoro.
MM: Ahí, en esta investigación para El jamón del sánguche, supongo, además de los hijos “prestados” ¿hiciste un laburo con el tema de la adopción, con todas estas cosas que cuenta esta nena, que además tiene un montón de hermanos dando vueltas? Hay que hacerse un árbol como el de los Buendía para saberlo…
GB: Más o menos. ¿Viste que tuve que hacer un árbol genealógico en el libro? Cuando yo era chica decía que yo no debía ser de esa familia, que debía ser adoptada. Porque en realidad siempre fui tan distinta a mi familia… Hago un paréntesis para comentar una anécdota afín a esto de las familias: Para mí fue y es un orgullo enorme haber presentado a María Elena Walsh en la Feria del Libro de Córdoba en el 2001. No sé cómo me tocó a mí… creo que porque no había nadie más en Córdoba en esos días, así que me tocó presentarla. No estaba Malicha Leguizamón, la Tere Andruetto no sé dónde andaría… Porque si no era imposible que me tocara a mí. Pero me tocó. Y yo le conté a ella, que no tenía idea de cómo había llegado a mis manos el primer libro suyo que leí, Tutú Marambá. Y como me largué a reír inmediatamente lo escondí, porque pensé que si mi mamá me veía riéndome con la lectura era seguro que estaba cometiendo un pecado, que iba a tener que ir a confesarme y me iban a quitar el libro. ¡Los libros no eran cosa seria, nada para reírse! María Elena largó una carcajada y me dijo: “Mirá que me han dicho cosas, pero que leer es inducir a los niños al pecado sos la primera”. Bueno, que yo era un sapo de otro pozo en mi familia. A mí me gustaba leer, y siempre estaba en contra de todo. Entonces fantaseaba que era adoptada. Porque siempre era la que estaba castigada, siempre era la que hacía todo mal, ¿me entendés? Mis hermanas eran perfectas, les salía tocar el piano, a mí no me salía nada, era la peor… Ahora, de grande, me doy cuenta de que he sido hiperactiva. No me lo inventé, me lo dijeron haciéndome estudios neurológicos por otras razones. Mi mamá, para calmarme, me daba Benadryl. Porque no existía la ritalina en aquella época. Imaginate lo que era. Yo siempre estaba como en disonancia, entonces fantaseaba en mi cabeza, todo el tiempo, en cómo sería ser adoptada. Con ir y decirle a mi mamá: “Vos no sos mi mamá”; o a mi papá: “Tú no eres mi padre”. (Risas). Yo fantaseaba con todas esas cosas. Así que escribir El jamón… fue como darme el gusto.
MM: Te divertiste escribiéndolo…
GB: Vos no sabés lo que yo me he reído escribiendo eso, porque tiene mucho humor la novela, pero me he divertido pensando en esas cosas. En realidad, yo quería hablar de lo que se lee: que la familia es el amor que se trama entre los miembros. No importa cuántos rasgos biológicos tengas. De hecho, yo tengo muchas familias que están más allá de los vínculos biológicos. Un amigo es un hermano que vos elegís. Hay tantas formas de ser familia… Yo quería hablar de eso en el libro. Y de paso me di el gusto, porque yo no era adoptada. No pude zafar de eso.
MM: Y está muy logrado. Acá Ceci Malem dice que da fe, que ella estaba ahí, con María Elena. Y ya que está nuestra amiga Malem acá… la raíz turca de El jamón del sánguche, ¿es un invento?
GB: NO, no. Nosotras somos paisanas con Ceci. MI abuelo paterno era un inmigrante palestino. Y trajo a su novia, con la que se conocieron por carta, de Siria. Les fue un poquito difícil, porque mi abuelo vino siendo musulmán. Y mi abuela lo hizo convertirse a la religión católica, si no, no se casaba. Y lo hizo acá, en Córdoba. Así que mi abuelo pasó a la religión católica, pero me leía cuentos de un libro chiquitito todo escrito en árabe. De ahí viene mi pasión por los mini libros. De eso escrito de atrás para adelante, él me leía un cuento, otro cuento… Para mí era un libro mágico. ¿Cómo iba a haber tantos cuentos en un libro tan chiquito? De grande me enteré de que era el primer capítulo de El Corán. Mirá la travesura de mi abuelo, en ese momento en el que estaba con su nieta y dándole lo mejor que tenía. Para mí fue el mejor abuelo del mundo mundial. Él estaba todavía profesando. Yo nunca entendí… porque, además, él lo escondía cuando venía mi abuela. Pero como ella me llevaba a tomar la merienda, yo pensaba que se había terminado la hora del cuento. De grande, cuando me entero por un antropólogo, porque yo nunca aprendí a leer en árabe, en un seminario en el que se lo mostré hablando de los mini libros, me dijo que era el primer capítulo de El Corán, y ahí me bajaron todas las fichas.
MM: Qué bueno… Una historia de novela. Es maravilloso.
GB: ¿Viste? Es que la literatura me escribe a mí.
MM: Y en Si tu signo no es cáncer, donde tenemos a otra adolescente peleándose con su mamá sobreprotectora, y envidiándole la madre o los hermanos “remiseros” a la otra ¿la investigación esotérica ¿viene de vos?
GB: No, no. Por eso de que mi familia era muy religiosa, ver los horóscopos era declaradamente un pecado. No podías leer eso. Entonces nunca tuve acceso, ni me llamó demasiado la atención. Después, conocí a un precioso poeta de Córdoba, que hoy es un gran editor, el editor de Caballo Negro, una editorial maravillosa, que de jovencito se ganaba la vida escribiendo horóscopos. Se los inventaba todos, por supuesto. Él era poeta. Yo pensé que tenía que darle una forma a eso, y así fue que hice estos horóscopos con poesía. Pero sí tuve que investigar un montón. Me leí el I Ching, me leí todo, porque a esto de la verosimilitud le tenés que encontrar la vuelta, y yo no sabía nada. Así que “entré en pecado”. De hecho, hasta fui a un brujo. Porque quería escuchar cómo era la discursiva que te hacían, cómo era que entrabas en la credibilidad de esos misterios. De hecho, cuando me fui me dijo: “Usted no cree ni una palabra, pero va a haber que algunas de esas cosas se le van a cumplir”.
MM: Tenía su parte bruja. Acá Laura agradece. Hoy mandó una reseña que no alcancé a leer, en la que habla de El jamón del sánguche, y la relaciona con Joel, la película de Sorín. Todavía no lo leí; seguro que está muy bien, porque siempre hace excelentes reseñas. Laura, ¿querés hacer alguna pregunta?
Laura Gutman: Bueno, quería mencionar algo que me llamó mucho la atención, la estructura esa del Diario que se mantiene de principio a fin, que dura un año. Me llamó mucho la atención como estructura literaria. En la que el lector es un poco el depositario de todas sus confesiones, secretos, confusiones, dudas, pensamientos… El recurso del Diario en la adolescencia, me pareció muy hermoso. Al principio vos mencionás el Diario de Ana Frank…
GB: Y a Papaíto Piernas Largas.
LG: También, sí. Pero en la mención del Diario de Ana Frank decís que parecería como si lo hubieran retocado. En realidad, vos sabés que fue así, que el padre encontró el Diario y sacó varias cosas. Era otra época y, además, yo creo que Ana Frank no escribió para que la editen. Ella escribió un Diario que después se publicó como libro, entonces seguramente había cosas ahí que resguardar. Otra cosa que también me gustó mucho es que cuando ella termina el Diario se nota que ha crecido, que ha madurado, que se toma las cosas de una forma diferente. En el lenguaje se nota, y eso me gustó. Porque como lectora sentí que cerraba un ciclo, que no era la misma y que había crecido. Me emocionó mucho. Yo sentí que el cambio se produce cuando ella sostiene al hermanito en brazos. Después lo vas a ver en la reseña. Mi posición en relación con el tema de la adopción tiene que ver con los lazos simbólicos. No con lo biológico, ni con lo fisiológico. Pero creo que hay algo que la vida le devuelve a ella, al poder sostener al bebé en brazos. Así lo leí yo; a partir de ese momento empieza a aparecer algo de la niña-mujer que hay en ella, ¿no? No sé si me equivoco. Juan también hizo una reseña muy poética, muy hermosa… Gracias, Mario, por permitir que me despida en esta forma personal,
GB: Gracias.
LG: Muchas gracias por esta charla, y muchas felicitaciones. Es muy conmovedor.
GB: Muchas gracias. Vos sabés que el libro de El jamón… tiene secuelas. Ya terminé una, que es la historia de Marianela, la amiga que la traiciona, pero que es una chica con un embarazo adolescente y que se fuga de la casa.
MM: Otra vez con los conejos pascuales, diría Tony. (Risas).
GB: Sí. (Se ríe) Y después estoy contando la historia de un personaje mínimo, en otra novela, que es Ramiro, que es un hermano que ella descubre, por un secuestro exprés, y que cuando la ve cierra la computadora. Quiero contar la historia de él. Y lo que me piden los lectores, es que escriba la historia de ese hermano, de Juan Pablo, pero me parece que esa no me da para escribirla. Creo que ya está escrita en Capitanes de la arena de Jorge Amado.
MM: ¿Y eso de Marianela se va a publicar, Graciela? ¿Tenés algún indicio?
GB: Estoy en eso. Porque como el tema es medio heavy me lo están queriendo curar un poco. Y yo estoy negándome, así que ahí estamos en un tira y afloje. No está el Tony, ¿me entendés?
MM: Eso también se lo voy a decir, le va a gustar. ¿Lo de Ramiro también avanzó, ya está terminado?
GB: No; esa estoy escribiéndola, y tiene más formato de novela negra.
MM: Ah, mirá. Está bueno…
GB: Sí, me gustó. Tenía muchas ganas de experimentar por ahí. Porque para mí, todos tenemos historias para contar. Todo el mundo. Por eso existe el mate, y la hora del mate y el chisme. Lo que hace que algo sea literario es cómo contarlas. Encontrar el cómo para mí es el desafío, es lo que más me moviliza.
MM: Bueno, entonces yo me voy a tomar un mate, y les voy a dar espacio a los compañeros y las compañeras del Laboratorio, que vos viste que son muy buena gente. ¿Quién quiere hacer alguna pregunta para Graciela?
Juan: Yo leí El jamón del sánguche, que me encantó. Y me pasó que tengo una hija de siete años, Maruma. Nuestro lugar máximo de lectura es el baño. Ahí ella tiene sus libritos y yo tengo los míos. Pero agarró El jamón del sánguche (está en primer grado y está leyendo todo lo que encuentra), lo empezó a pispear y empezó a preguntar de qué trataba la novela. Y fue una conversación muy interesante, hablando de la gente que te quiere, de la gente que no, y de cómo uno establece los lazos afectivos por el corazón y no por lo biológico. Porque ella tiene una prima, la hija de mi hermana, que es adoptada. Entonces terminamos hablando también de Pauli. Quería hacerte una pregunta, Graciela. Me imaginé mientras leía el libro, que había partes que quedan al margen del libro. Que escribís, y que cuando revisás, por las razones que sean, quizá por el hilo de la historia, quedan al margen del libro. Imaginé que, en un libro de estas características, el Diario de una adolescente, tal vez escribiste cosas que los editores o vos finalmente decidieron no poner porque les pareció que no iban en ese contexto. No lo sé, tuve esa sensación. Y quería preguntarte si sucedió eso.
GB: Viste que cuando escribís después ponés las cosas en el freezer un tiempo. Cuando empieza la etapa de la corrección te parece que hay cosas que están de más. Algunas cosas las resolví diciéndome a mí misma que iba a escribir secuelas. O sea, que iba a tomar estos personajes y los iba a seguir. Porque en realidad Marianela tenía mucho más protagonismo, pero se me iba la novela en la historia fuerte de Marianela, y yo quería ir a la historia de Ceci. Me conformé diciéndome eso. Igual me pasa con Ramiro. Porque si no tenía que escribir paralelamente, me iba de eje. Y yo quería estar ahí. Por suerte ahí mi editor era Tony Santa Ana, que es el tipo más abierto… Lo único que me dijo fue: “Odio los diarios íntimos”. Porque él es así, de una frase. Y mi respuesta, porque también soy de una frase fue: “Sobre mi cadáver”. Entonces fuimos con esto. Pero sí, tenía mucha más tela para estos dos personajes y los dejé. Y terminó de edita la genial Constanza Penacini.
Juan: Marianela tiene el hijo, ¿no? O hija… No se sabe.
GB: No se sabe, porque en esa novela ella se escapa. Esta otra se llama Panza llena, casualmente.
MM: Lindo título.
Juan: Aparte ahí hablás de la violencia contra la mujer,
GB: La violencia que ejerce el padre, justamente. Yo quería mostrar en esta novela, El jamón…, cuantos estereotipos absurdos manejamos. El de “la familia feliz” … Porque Marianela, para la foto, era perfecta. En cambio, en el caso de la pobre Ceci, como ella dice, le llenaron la familia de desconocidos. Para los estereotipos la que tenía la familia fallida era Ceci, sin embargo, puertas adentro la cosa cambia totalmente. Y eso es un poco de lo que yo quería hablar en esta novela.
Juan: Inspirado por esto, empecé a escribir un Diario que sería como el de un niño, (yo soy maestro de primaria y estimulo mucho la escritura creativa de ficción). Es el recorrido de un niño, en el que pongo experiencias docentes, con los alumnos, en lo institucional, con los padres y las madres… Y se me ocurrió, lo estoy probando, que sea un diario que el pibe está grabando en audios. No habla de Diarios, son grabaciones que hace cuando agarra cada tanto el celular de la mamá y después las baja a la computadora y demás. Así que el libro me inspiró, me puse a escribir con eso. Así que te quiero agradecer.
GB: ¡Qué bueno! Me parece genial.
MM: Bueno, yo no voy a robarte mucho tiempo más. No sé si los participantes del taller o las personas invitadas quieren hacer alguna pregunta. Está abierto para el amable público.
Daniel: Yo simplemente quiero decirte gracias, Graciela, por tus libros, por las historias que les narrás a los chicos. Vos sabés que acá las disfrutamos muchísimo en la escuela media, y, como siempre, te estamos esperando. Sabés que los chicos te hacen la crítica, te piden la secuela. Así que estamos ansiosos esperando esa novela de Marianela también.
MM: Buenísimo, Daniel. Muchas gracias.
GB: Muchas gracias, Daniel.
MM: Compañeras, las que quedan, si quieren abren el micrófono y preguntan. Si no, yo tengo una pregunta final para Graciela, fui por “lo light” con Si tu signo no es cáncer. Con lo del esoterismo. Me gustaría que nos cuentes cómo fueron las repercusiones cuando has ido a colegios, con esta novela que toca un tema fuertísimo.
GB: Los chicos y las chicas quedan muy impactados, porque uno cree que esas cosas les pasan a los demás. Que a uno no le puede pasar. Y, además, si sos joven, ¿cómo te va a pasar a vos? Eso les pasa a los viejos. Una cosa que hago con los grupos es pedirles que levantemos la mano todas las personas que estamos en el grupo y que conocemos a alguna persona que tenga esa enfermedad, el cáncer. Absolutamente siempre es la tercera parte del curso. El cáncer es una enfermedad muy antigua, pero que por la devastación del planeta está mucho más presente en la sociedad humana. Entonces trato de hablar de eso con los chicos. Probablemente, porque yo tengo tres hijos biológicos y dos de ellos tuvieron cáncer en la adolescencia. Uno en la adolescencia y otro más grande. Uno lo sobrevivió y el otro, no. Yo sé que es raro, que en mi familia evidentemente la cruza genética ha sido dificultosa, pero esto le pasa a mucha gente. De hecho, si yo les pregunto a ustedes si conocen a alguien que tiene cáncer, me van a decir que sí. Esto está más cerca de lo que nosotros creemos. Yo escribí este libro gracias a Graciela Cabal. Porque había pasado la primera experiencia de cáncer con mi hijo, en la adolescencia. Con el menor, con el que sobrevivió. Y ella me dijo que contara una historia sobre el cáncer y lo dejara ir. Que abriera las manos y lo soltara. Y eso fue lo que hice. Por supuesto que ahí no estoy contando la historia de mi hijo, pero sí hay partes en las que está lo que viví como mamá. Yo vi muchos de estos niños, y adolescentes. Porque cuando te toca te das cuenta de que no sos la única. Ahora, en este momento, en los hospitales de niños de todo el país hay montones de niños y adolescentes con esta enfermedad. Y si el ticket de vida en el pasaje por el planeta es corto, lo tenés que vivir de la mejor manera. Entonces los termino invitando a los pibes y a las chicas a que se acerquen. Tal vez les puedan leer algo de poesía. Acercarse a ver esas realidades y ser empático, solidario. La vida dura un ratito, y uno elige si lo quiere vivir en pantuflas, sobre un campo minado, o poniéndose los botines y saliendo a pelearla todos los días.
MM: Poner palabras sobre aquello de lo que no se habla, dice Ceci en el chat. Es una de tus especialidades. Gra, te agradecemos muchísimo este encuentro. Vamos a desgrabarlo y a subirlo a nuestras redes para que se multiplique, para que sean muchos los que lo lean y se encuentren con tus palabras. Hasta pronto. Espero que haya otro momento de abrazos reales y no virtuales.
GB: La vida es puro azar. Solo por encantamiento venimos al mundo entre millones de posibles células. Una varita mágica nos toca, y fecundados de esperanzas todas las galeras del mundo son posibles. Muchas gracias. Les agradezco infinitamente. Me ha encantado estar acá con ustedes esta tarde.
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