Como en el muro la hiedra

Como todos los 11 de septiembre, en homenaje a la figura de uno de los grandes precursores de la educación en nuestro país, Domingo F. Sarmiento, se celebra el Día del Maestro. 

Nos sumamos a los festejos con un texto de Alejandra D' Avanzo, maestra y coordinadora sociopedagógica del Centro de Acción Familiar Bartolomé Mitre, donde relata su experiencia en relación a la docencia, los niños y la literatura.



Por Alejandra D’Avanzo

Pienso y busco dentro mío dónde nació este amor… Son imágenes las que acuden, son olores, voces, historias. Así nació mi amor por los libros. Mi historia es una historia de amor.

Mi mamá tenía una colección de tres tomos de una enciclopedia que mi abuelo le había regalado. Tenían un soporte de madera y estaban arriba del ropero. Una página con imágenes de flores y el nombre de una de ellas: heliotropo. En casa había libros, manuales, revistas. Mi mamá me leía, a la tarde, cuando iba a la cama, cuando estaba enferma. Yo siempre quería leer el libro Upa, Las mil y una noches- que hacíamos en lectura compartida: un rato ella, un rato yo-. Las cartas que llegaban de Italia de mi familia paterna, y que yo contestaba y que leía y leía, me animaban a buscar cuentos que hablaran de aquella tierra que algún día, decía yo, conocería… Todavía no cumplí el sueño. Corazón me emocionaba y de fondo para leer mi papá ponía discos con canciones italianas.

Hoy vuelven como cataratas todos esos recuerdos.

En mi vida siempre hubo y habrá libros; es una sensación que compromete todo mi ser, cuando doy con ese título, esa portada, ese escrito que me convoca, me llama y me llena; que hace que el tiempo desaparezca y que se borren las distancias entre el libro y yo.

Puedo vivir entre los libros y con ellos, me cautivan. Como me cautivó esta profesión: la docencia. Estaba estudiando Servicio Social cuando decidí cambiar de carrera porque también, al igual que los libros, me llamaban el aula y esa posibilidad de ensayar ser, como habían sido, mis maestros. La vida de los docentes se nutre de muchas otras vidas, y uno empieza ensayando así hasta que va encontrando su modo, su estilo y lo revisa, lo corrige, lo sostiene, lo vuelve a revisar, como hace el escritor con su texto. La vida de los docentes está hecha de tramas… texto y trama.

Me gusta pensar en los puentes cuando pienso en un docente, un libro y un lector niño, joven o adulto, también en los presentadores de circo porque ellos anticipan un alguito de lo que vendrá. Y sólo eso pueden porque lo que sigue es tejido entre el libro y su lector, pero a veces los maestros prestamos nuestra voz, abrimos las puertas, repartimos llaves, susurros y nos volvemos magos de las palabras, de las palabras de otros que por un ratito son casi nuestras. El rol del maestro es el del enamorado, el maestro es el enamorado de la lectura, es el loco de amor por la lectura que la grita o la susurra a los cuatro vientos. Sólo así se puede provocar una revolución.

La lectura atraviesa la vida -para mí es así conmigo- Pasa así, leemos todo el tiempo, leemos la realidad, los gestos, los cuerpos, leemos la palabra, y cuando el encuentro se produce con esa palabra que encierra otras (otras vidas, otros mundos), es maravilloso.   Soy una lectora apasionada y esto me define, me constituye, me confirma, es mi parte más hermosa y desearía que fuera mi herencia mejor y cuando digo herencia, digo legado, digo camino.

He tenido la inmensa alegría de hacer este camino junto a otros; mi madre, mis hijos, mis niños, mis alumnos, mis compañeros, Graciela… La biblioteca de mi escuela se llama Graciela Santa Cruz, es el nombre de una maravillosa maestra y mejor amiga, fue ella quien desde arriba de ese puente pescaba libros y lectores con un cuento como caña, leído cómo pocas veces escuché. Seguramente habrá una ronda lectora y de cuentos en el cielo, y entre su voz y la de Gabriela Halpern (otra gran narradora) compartirán un bello “Rojo” de Liliana Bodoc.

Definitivamente creo que la educación se enriquece en el formato pareja pedagógica y creo que de eso se trata la tarea del docente y el bibliotecario. En las escuelas, por lo general, los bibliotecarios son maestros bibliotecarios y eso suma para el acercamiento, para el recorrido, para hacer camino junto con los niños. Sólo hay una condición y tiene que ver con el deseo, desear sumergirse en el mar de las palabras. Después surge la estrategia, se afina la puntería, viene la técnica para esto o aquello, el modo de presentar, de entusiasmar, de contagiar aquello que se ha hecho carne. Y cuando ese camino se hace de a dos y se entrelaza (cuando tu vida lectora, tu autobiografía lectora se encuentra con la del otro que comparte tu camino y suma en tu deseo y tarea) entonces vuelve a ocurrir la maravilla. La maravilla de una historia que sugiere un libro, la maravilla de un proyecto que prospera en cuentos, en poesía, en coplas, en novelas. La maravilla de hacer desaparecer el tiempo, como me pasa cada vez que estoy frente a una historia que toca alguna cuerda de mi alma.

Para acercar, para mediar, para hacer puente entre el niño y la obra, creo en un contexto, en un espacio, en un clima, y recién después de eso lo presento. Hay veces que elijo la obra, la leo, se la leo a algún niño, le pido su opinión. Otras simplemente llega el libro, o su nombre, y comienza una búsqueda interior pensando caminos. Un camino puede ser un objeto, una carta, una imagen, un camino puede ser también una cartelera, una película (que primero fue libro y ahora es film), un camino puede ser un susurrador y un susurro. Un camino puede ser una ventana llena de fotos y una pregunta que conecte con un libro. También creo una intriga, una pista, o simplemente me siento y cuento, y después un juego de palabras, un cuento contado por ellos o leído. Un camino puede ser un títere que cuenta una historia, que trae un libro, que trae otras historias. La estructura narrativa hace comprensible el mundo para los niños, es el primer relato, así que si queremos ayudar a comprender podemos empezar y seguir por allí.

Hablar de autores u obras favoritas. Todo un desafío, porque siento que voy a ser desagradecida con un montón de historias que quedan fuera. Voy a nombrarlas -y no es por orden de importancia-. Tengo mil historias que creo que son para todos -incluidos los adultos-: Sucedió en colores. El espejo africano, El viejo de la biblioteca, Aprendiz de Dragón, Encuentro con Flo, Origami, El juramento de los Centenera, El vuelo del Dragón, La bruja Berta, No somos irrompibles, Cuatro Ojos, Los Imposibles, El maestro de música, Doña Martina y otros relatos, Agendas Monstruosas, El jamón del Sándwich, Los vecinos mueren en la novelas, Quiero ser Pérez, Noches Blancas,  El fantasma de la ópera, Toby, Pedro Costas y el Maestro Silbador,  Lo que cuentan las cosas, A quien le toca el durazno, Milo, el gato Malo, Días de Campo, Días de playa, Días de Montaña, Si yo fuera un gato, Historia de un pullover azul, EL perro que busca estrellas, La casa de las ánimas, Monstruario,  Galería de seres espantosos, Natacha, Los imposibles, Fámili, El color de la arena, El ultimo espía, Los espejos venecianos, El loco de Praga, El diablo en la botella,. Alicia en el país de las maravillas, Lágrimas de cocodrilo, El monstruo del arroyo, El psicoanalista, Corazón.  Las mil y una noches, Octubre un crimen, El Estofado de lobo, La selva loca, Papirofobia.


María Alejandra D’Avanzo: Profesora para la Enseñanza Primaria, Lic. en Ciencias de la Educación y Lic. en Psicopedagogía. Coordinadora sociopedagógica del CAF Bartolomé Mitre.

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