Mi jardín primitivo
Cuatro hermanos, una casa y un cadáver. Reseña sobre Jardín de cemento (1978) de Ian McEwan.
Por Julián Emilio
Una práctica común en la escuela secundaria a la que asistí en los noventa, cuando no existían el mail, el chat, el Torrent y las redes sociales, era el intercambio de casetes, CDS y VHS entre alumnos de distintas divisiones y turnos. Intercambiábamos principalmente discos de heavy metal o punk; películas bizarras o de terror. Así fue como di por primera vez con la adaptación cinematográfica de Jardín de cemento, la novela de Ian McEwan.
La película venía con la promesa de no ser una experiencia ordinaria: el tema era el incesto entre hermanos. Años después, leí la novela. Jardín de cemento narra la historia de una familia que vive en los suburbios de Londres, en una cuadra rodeada de casas en ruinas. Luego de la repentina muerte del padre, la madre enferma y muere también, después de estar postrada durante meses.
Los cuatro hermanos necesitan mantener en secreto esa muerte para poder permanecer juntos y no ser enviados a distintos orfanatos. Entonces, ocultan su cadáver en un bloque de cemento, en el sótano de la casa.
Los cuatro hermanos necesitan mantener en secreto esa muerte para poder permanecer juntos y no ser enviados a distintos orfanatos. Entonces, ocultan su cadáver en un bloque de cemento, en el sótano de la casa.
Jack, el narrador protagonista, es un joven desaliñado de quince años, que se ha sentido atraído desde muy chico por su hermana Julie, que es dos años mayor. En medio de la crisis familiar, ella intenta ocupar el rol de la madre y ser la administradora del dinero.
Sue, la menor de las mujeres, es una chica de trece años que se refugia en los libros. Tom, el menor, tiene solamente seis años y es el que manifiesta de manera más visible la confusión de roles y el estallido de los vínculos tradicionales que está experimentando el grupo. Se trasviste, se pone pelucas y vestidos de niña. Todas las jerarquías se han derrumbado, nadie puede decir “qué es lo que hay que hacer”, en esa familia.
“Las chicas pueden llevar vaqueros, el pelo corto, camisa y botas porque está muy bien ser chico, para las chicas es como subir de categoría. Pero que un chico parezca una chica es degradante, según tú, porque en secreto crees que ser una chica es degradante. ¿Por qué, si no, pensarías que para Tom es humillante ponerse un vestido?”
McEwan cuestiona los límites que propone la sociedad, para las conductas, roles e identidades sexuales de las personas en la familia tradicional. En la novela presenta un universo de elementos que remiten a esta lucha constante entre lo natural y lo cultural.
“Las chicas pueden llevar vaqueros, el pelo corto, camisa y botas porque está muy bien ser chico, para las chicas es como subir de categoría. Pero que un chico parezca una chica es degradante, según tú, porque en secreto crees que ser una chica es degradante. ¿Por qué, si no, pensarías que para Tom es humillante ponerse un vestido?”
McEwan cuestiona los límites que propone la sociedad, para las conductas, roles e identidades sexuales de las personas en la familia tradicional. En la novela presenta un universo de elementos que remiten a esta lucha constante entre lo natural y lo cultural.
Elige al cemento como un símbolo de lo masculino que ordena, reprime, y, llegado el caso, oculta aquello que sucede por obra de la naturaleza. A lo largo de la novela se detiene en la descripción de sus distintos cambios de estado (líquido, sólido, quebrado y roto) como representaciones de la transmutación de las cosas y por qué no, de las etapas de las vidas de los personajes: nacimiento, niñez, juventud, madurez, vejez y muerte. McEwan nos propone la fantasía de vivir un verano sin tener en la menor consideración aquellos límites y tabúes que impone la cultura occidental.
Ian McEwan
Tusquets, 2005.
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