Franco Vaccarini: “Esta novela, con algo de humor negro, es, también, un homenaje a mis queridos, entrañables editores”
Muchos escritores en ciernes “morirían” por
publicar. Algunos de ellos, ¿matarían por esa publicación? En La editora, Franco Vaccarini desarrolla, con humor negro, su propia versión del
pacto fáustico. El éxito editorial, el ingreso al glamoroso mundo de los
escritores famosos, bien puede valer un crimen.
El miércoles 9 de mayo, a las 20:30, en la Sala Sarmiento de la Feria del Libro se
presenta la nueva novela de Franco
Vaccarini destinada al público adulto. Novela que tuve el orgullo de ver
crecer, que leí cuando era un manuscrito y que ahora he visto terminada, en la
impecable edición de Galerna. Porque me gustó mucho esta historia que, como
dice el propio Franco, es una especie de homenaje en clave de humor negro a sus
editores (y, agrego yo, al mundo de las editoriales y los escritores, y sus
relaciones y sus búsquedas, sus éxitos, frustraciones, sus tantísimas idas y
vueltas), me anticipo a la presentación con una pequeña entrevista que quizás
ponga a los lectores en el camino del libro.
Ojalá este reportaje les despierte el interés de llegar a la lectura,
porque la novela que los espera no los defraudará.
Mario Méndez
Mario
Méndez:
La
editora no es tu primer trabajo, ni siquiera tu primera novela, para lectores
adultos. Sin embargo, es un paso importante, una consolidación. ¿Qué significa
para vos esta incursión en un ámbito que no es el de la LIJ? ¿Es un salto? ¿Lo
sentías como una asignatura pendiente?
Franco
Vaccarini:
Cuando
era adolescente pensaba que iba a escribir novelas para adultos, más tarde
descubrí que la novela juvenil era un género natural para mí, donde podía
explayarme a discreción en el policial negro, ciencia ficción, fantástico,
realismo, mitos. Descubrí esa tierra fértil y puse ahí todo mi empeño, pero
cuando llegaba a los cincuenta sentí la necesidad, sin abandonar lo otro, de ir
por ese público adulto, porque necesitaba poner en el juego mi propia adultez.
Creo que todo va llegando a su tiempo, no me siento obligado, pero estaba en mi
hoja de ruta. Lo que siento, más que asignaturas pendientes, es que no hay
límites, que uno puede salir de una zona conocida para ir a un lugar diferente,
tomar ese pequeño riesgo.
Mario
Méndez:
Hay
una metáfora desaforada que recorre la historia: los aspirantes a escritores
son (¿somos? ¿fuimos?) capaces de cualquier cosa con tal de vernos publicados?
¿Qué relación tiene con tu historia como escritor?
Franco
Vaccarini:
Personalmente,
mi “estar dispuesto a todo” se limita a: voy a corregir mil veces, voy a leer
tales autores, todo se reduce a leer, releer, escribir, y reescribir. La editora deriva al género negro, hay
un crimen… Un buen cuento, una buena novela, a la larga convence a un editor.
Por mi parte, empecé a publicar con cierta continuidad a partir de los treinta
y seis años. Pero hay un momento en la vida del escritor inédito en que siente
la obsesión por publicar y cada uno lo lleva como puede. Hay que saber
soportarlo sin perder la dignidad… Dramatizando, Rubén Darío decía algo así:
“El que tenga el fuego sagrado, que soporte la quemadura”.
Mario
Méndez:
No
faltará el trasnochado que ahora diga: “ah, te convertiste en un escritor en
serio, ahora que no escribís para chicos". Más allá de la furia que podría
provocarte semejante opinión, ¿qué responderías? (Y no podemos publicar
insultos).
Franco
Vaccarini:
Siempre
aclaro que no elegí ser escritor, porque solo acepté la inevitable vocación.
Tampoco elegí a mi público: de grande descubrí que mi público eran los chicos,
los adolescentes, que son lectores sinceros, auténticos y muy difíciles,
también, de conformar. El que los subestima, no sabe de qué habla. Solo acepto
mi lugar. Igual a mí nadie me dice nada y si alguno lo piensa es porque no me
conoce, no me leyó, se basa en un prejuicio. Del mismo modo necesito ahora
escribir para un público adulto, y lo que pueda ir pasando con los lectores es terra incógnita, pero eso me motiva. No
soy nadie, llego a un pueblo nuevo, voy silbando bajito por las veredas y si
algún lugareño me mira fijo, sigo mi camino, no busco pelea. Mi respuesta
sería, entonces: cumplo con mi necesidad. Eso me compete a mí, y a nadie más.
Mario
Méndez:
¿Qué
expectativas tenés con La editora?
¿Son muy diferentes a las que tenés cuándo sale una novela para niños o jóvenes?
Franco
Vaccarini:
Ya
es una recompensa haberlo publicado, en una edición impecable, bella, pero
espero que sucedan cosas. Por decir, recuerdo que en 1998 publiqué mi primer
libro de poesía y un año y medio después me encontré viendo el espectáculo de mis
poemas musicalizados y cantados por una mezzo soprano en el Salón Dorado del
Teatro Colón. Solo porque un pianista lo compró, le gustaron los poemas, les
puso música… Un libro que apenas se distribuyó me propinó semejante alegría.
Así que si bien uno sabe que lo primero es el silencio, algún ruido, alguna
música surge con lo que hacemos, tarde o temprano. Los libros para chicos
tienen un circuito propio, dinámico, atrapante, que no es percibido por los que
están ajenos a ese mundo, tal vez porque esté ausente en gran medida, en
canales tradicionales, en cierta critica, en ciertos ámbitos.
Mario
Méndez:
Ya
recorriste el mundo de la novela para adultos con Maldito vacío. Ahora, con La
editora, volvés a transitarlo. ¿Es muy diferente al que ya conocés tanto,
el de la LIJ?
Franco
Vaccarini:
Cuando
saco un libro para chicos es muy normal recibir invitaciones a charlas, de
escuelas, de ferias del libro, de profesorados, de bibliotecas y con los años
esa actividad no decae, más bien aumenta. Mi primer libro para chicos, del año
2001, está vivo, con nueva edición. Galerna, mi editorial de La editora tiene catorce librerías
propias, buena distribución, un stand importante en la feria del libro,
alquilaron la sala Sarmiento para presentarlo… ya veremos si eso genera algo
más, aparte de la novela en sí. Pero después, lo que de verdad funciona, es el
boca a boca de la gente. Y eso pasa con los libros para adultos y para chicos.
Confío, finalmente, en el lector de a pie, el que recorre, el curioso.
Mario
Méndez:
En
los agradecimientos, hay una larga, elegante frase dedicada a los editores, que
termina en un impecable piropo: "Sin
ellos, no sería posible una mejor versión de nada". ¿Cómo es tu relación
con editoras y editores?
Franco
Vaccarini:
En el caso de La
editora, firmé el contrato en el año 2013, sin tener ni una página escrita.
Me encantó esa confianza. Después hice una primera versión que no me
conformaba. Medio que me olvidé del tema. Cuando llegó Gonzalo Garcés para
dirigir la parte editorial, vio mi contrato, me llamó, nos reunimos. Le dije
que lo que tenía escrito no me conformaba, que no se lo iba a mostrar, que
podíamos dar por roto el contrato. Me pidió que le contara el argumento, le
gustó todo lo que le conté y entonces le propuse empezar de cero, a contar la
misma historia, pero con mayor distancia del narrador. La cercanía con el
narrador era mi obstáculo para realmente soltar la mano. Esta nueva versión no
solo mejoró la historia: me mejoró como persona. Conozco a decenas de editoras
y editores. Varios fueron muy importantes para mí y a varios admiro porque
llevan la edición en el alma. Creo que esta novela, con algo de humor negro,
es, también, un homenaje a mis queridos, entrañables editores. Las personas que
leyeron mi libro antes de ser publicado, como vos mismo, son parte de la red
solidaria, los lectores calificados que dan una mano para que el libro quede
mejor y eso, para mí, es inolvidable.
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