Cecilia Bajour y Claudia Cadenazzo: “Los ilustradores más interesantes son los que dialogan con el texto, los que son capaces de darle un plus significativo”
En esta segunda parte de la entrevista a Cecilia Bajour y Claudia Cadenazzo continuamos con la
lectura y la exploración de los libros álbum, del trabajo de ilustradores y
editores, del rol de los mediadores. Cecilia nos leyó (y nos mostró) Lobos, de Emily Gravett, lo que permitió seguir
con la discusión y la exploración de varios de los temas inherentes al libro
álbum, a sus modos de lectura y al trabajo de los ilustradores en tanto
lectores capaces de dar, en los mejores casos, un plus al texto que ilustran.
CB: Hay libros álbum
como Lobos, de Emily Gravett, que en
esta edición nos sirve de ejemplo para hablar de verborragia, de ruidos, de
intrusiones, y de información innecesaria que según mi parecer lo que hace es
desconfiar del lector como productor de significados. Por eso, me parece que el
de la verborragia es un problema ideológico que implica una subestimación de
los lectores, un reforzamiento de la asimetría a favor de aquellos que ostentan
o se arrogan el poder de la información. Y una desconfianza en la posibilidad
de los lectores de construir significados por sí mismos. No sé si conocen Lobos, de Emily Gravett, que es un
texto realmente muy bueno, un libro álbum muy poderoso… ¿Hay que leerlo?
(Risas). Sí, lo leo rápidamente. Es un libro súper interesante. Es para hacer
un seminario (risas). O no sé si un seminario, pero toda una clase entera
podríamos hacer. Acá, todos los elementos materiales del libro álbum entran en
funcionamiento. Por ejemplo, las páginas de guarda cumplen una función muy importante.
Tenemos por un lado las páginas de guarda del libro, y por otro las páginas
donde figuran los créditos, y ya empieza a aparecer la ficción. Sucede algo muy
interesante, que sucede también en varios libros álbum que Jesús Díaz Armas
llama “desbordamiento narrativo”. La narración, en vez de estar sólo dentro de
los límites de lo que usualmente sería la narración propiamente dicha, se
desborda, y aparecen elementos narrativos en las páginas de guarda: puedes
aparecer señales del discurso ficcional en la contratapa en algunos libros, en
la página de créditos… como sucede acá, donde ya algunos elementos que tienen
que ver con el hecho de que esta ficción suceda en una biblioteca empiezan a
aparecer aquí… Esto es un volante de biblioteca. Y a la vez funciona como
portada. Tenemos entonces un elemento de la ficción que está desbordando los
límites de lo propiamente narrativo. Dice: “Shhhh.
Conejo fue a la biblioteca. Eligió un
libro sobre lobos. Acá está también la cuestión de la meta ficción. La
ficción que se muestra a sí misma funcionando como ficción. Revela sus trucos.
Así vemos a Conejo con el libro Lobos.
Abrimos el libro que abre el conejo, y tenemos un libro dentro del libro. Y acá
está la fichita de biblioteca con todas las fechas de préstamo. Los lobos grises viven en manadas de dos a
diez individuos. Pueden vivir casi en cualquier lugar. Desde el Círculo Polar,
hasta los alrededores de pueblos y ciudades. El tema de las miradas es muy
importante aquí: la dirección, hacia dónde miran. Tanto del lobo como del
conejo. En algunas áreas los lobos se
refugian en el lugar menos poblado, como bosques y reservas ecológicas. Tienen
garras afiladas, colas tupidas, y pelaje abundante lleno de pulgas y chinches.
Un lobo adulto tiene cuarenta y dos dientes. Su mandíbula es dos veces más
fuerte que la de un perro de gran tamaño. Los lobos comen animales grandes como
venados, bisontes y alces. También les gustan algunos mamíferos pequeños como
castores, ratas de campo y… conejos. Acá hay un papelito que dice “Conejos”.
La autora desea señalar que ningún conejo
fue devorado durante la elaboración de este libro. (Risas). Esta es una obra de ficción, así que para
los lectores más sensibles aquí hay un final alternativo. Por suerte este lobo
era vegetariano y decidió compartir su sándwich de mermelada con el conejo.
Entonces se hicieron mejores amigos y vivieron felices para siempre.
MM: Es una burla,
además.
CB: Está todo
pegoteado, hecho con recortes, eso sugiere gráficamente un tratamiento paródico
del final alternativo. Y acá tenemos las páginas de guarda finales del libro
que estaba leyendo el conejo, y se ven un montón de volantes, cosas tiradas
como por debajo de la puerta, entre las cuales hay un volante del chino, un
chino dientudo, y una tarjetita de la biblioteca que dice: Cerro Dos Conejos - Biblioteca pública al aire libre La Enramada -
Bosque Conejero - Importante. Estimado Conejo: Lobos, de Emily Gravett debió haber sido devuelto hace diez días.
(Risas). La multa por este título
asciende a ciento nueve zanahorias. Recuerde: la multa aumenta a diario. Y
acá, la guarda de nuestro libro, el que estamos leyendo. Es interesante, porque
uno a veces llega a las páginas de guarda como si fueran sólo un elemento
decorativo. Podríamos hacer eso, pero si nos detenemos a mirar vemos que acá
hay un elemento de la narración que reconfigura probablemente lo que habíamos
venido leyendo. Porque esto nos muestra cuál fue el destino, pone en discusión
la idea de los dos finales. Porque sabemos qué es lo que le pasó al pobre
conejo. Cuando hablé de este libro, hablé del ruido que puede haber por fuera.
En este caso, fíjense lo que dice la información de la contratapa…
Asistente: Eso no lo hizo
Emily Gravett…
CB: No lo hizo Emily
Gravett. Esto es en este caso responsabilidad del editor. “Un conejo va a la biblioteca y saca un libro sobre lobos. El libro
explica donde viven los lobos, cuántos dientes tienen y qué les gusta comer. El
libro es tan interesante que el conejo no se da cuenta de una figura siniestra
con garra y colmillos afilados comienza a desprenderse de las páginas para
acecharlo. Un libro álbum de excepcional ingenio y originalidad, con dos
finales alternativos para satisfacer a los lectores más exigentes”.
(Risas).
CC: Al precio de uno
te dan dos finales. (Risas). Claramente el objetivo de esta información en la
tapa, es comercial. Una información que subestima al lector como constructor de
sentido. De alguna manera pareciera que quienes decidieron incluirla, se
sintieron obligados a llenar los silencios del libro con palabras.
CB: O sea, cuando
hablaba de esta cuestión de la verborragia, del “sobre decir”, como maniobras
que tienen distinto objetivo. En este caso, indudablemente, un objetivo
comercial, porque la información de contratapa es una de las formas de llegada
que involucra por un lado lo comercial, pero también implica información al
eventual lector. Pero en este caso es una información que está invadiendo el
libro y obturando la sorpresa, los silencios, elementos constructivos centrales
en este libro. Me parece que es interesante tener como un alerta epistemológico
ante los excesos de ruido. Porque lo que pasa por lo general, es que parten de
la desconfianza hacia los lectores. No confían en la potencia de los lectores
para construir sentidos por sí mismos.
MM: Ya que tocás ese
tema, que lo tenía más o menos pensado, recién acá el compañero dijo que si
hubiera sido el editor, no hubiera elegido a este ilustrador. Para el libro
anterior, el de la bruja. Acá hemos hecho una crítica hacia una contratapa tan
explicativa. ¿Cómo se forma un editor para trabajar con los libros ilustrados?
¿Las consultan? ¿Vienen a los talleres? ¿Ustedes creen que hay un buen trabajo
de los editores para los libros ilustrados?
CC: Creo que los
libros-álbum y los libros ilustrados de calidad, son el resultado del trabajo
de escritores, ilustradores, autores
integrales, pero también, de editores que vienen formándose desde hace tiempo
en espacios informales propios del hacer y desde otros que se han ido habilitando
en distintos lugares.
A los talleres que realizamos en Los Libros
del Vendaval suelen sumarse estudiantes de edición, y también editores que
recién comienzan a trabajar en editoriales. La participación de ellos es
también un gran aporte para el entrecruzamiento y enriquecimiento de miradas y
lecturas de los demás integrantes de los grupos, con distintas formaciones y
experiencias variadas.
CB: Yo creo que hubo
un gran aprendizaje. En los últimos años hubo un interés por leer más, conocer
más sobre los resortes de los libros. Me parece que sí, los editores se forman.
Hemos tenido en nuestras carreras tanto en el postítulo de Literatura infantil
como en la especialización de la UNSAM, editores que vienen a cursar. Me parece
que un editor tiene que estar formándose todo el tiempo. Tiene que ser un gran
lector. Y un gran lector de libro álbum tiene que ser alguien que sepa de esta
cuestión multimodal, multidisciplinar que implica el diálogo entre varios
lenguajes. Entonces me parece que tiene una responsabilidad de formación muy
grande. Que es conocer mucho, pero aparte saber intervenir. Porque es el
casamentero. (Risas). Volviendo a la metáfora de antes, es el que tiene que
hacer dialogar, aunque sea uno solo, a los lenguajes. Saber cómo ponerlos
adecuadamente, cómo mostrarlos bien, cómo hacer que una buena propuesta se
desarrolle bien.
CC: Totalmente de
acuerdo. Los editores deben poder organizar y orientar al grupo que participa
en la construcción del libro. Ellos son los responsables de acompañar la puesta
en diálogo de lo escrito con la ilustración, y los demás elementos que hacen a
la materialidad del libro. Son los que deben visualizar al libro como un producto integral, cuidar que todos los componentes estén en
concordancia y quede suficiente espacio para que el lector, que también es
autor, pueda ingresar al libro para construir sentidos.
Asistente: Me acuerdo de que
cuando en el 2007 cursé el Seminario en la Facultad, el de Literatura Infantil
era abierto para la carrera de Letras, la de Edición o todas las de la
Facultad. Yo creo que el setenta por ciento (y eran muchos alumnos, un aula
como de trescientos o más), era de la carrera de Edición. Había mucho interés
en estudiar el objeto…
CC: Interés por
estudiar al objeto libro, las recepciones que puede tener el mismo. A los
editores también les interesa saber qué sucede con esos libros construidos.
Cómo circulan, y cómo funcionan las piezas de los engranajes ensamblados. Es decir de qué manera los lectores los hacen
funcionar y se apropian de las propuestas.
He trabajado en talleres junto a editores en
formación y editores ávidos por conocer
experiencias de lectura junto a niños y adolescentes.
MM: Bueno, hay
montones de concurrentes. Allá tenemos un escritor. Dale.
Alejandro Alonso:
Lo
que me produce curiosidad es cómo se hace para lograr que todos esos mecanismos
que están en el libro álbum, se piensan primero desde el guión y después tiene
que plasmarlos tal vez un dibujante, que a su vez hace otra lectura. El trabajo
entre dibujante y escritor para mí es un misterio. Cómo se puede llegar a
libros álbum como los que mostraron cuando hay dos voluntades distintas. No me
imagino cómo se puede trabajar eso.
CB: Hay que
preguntarles a ellos. (Risas). Me parece que no hay una regla. Lo que sí sé,
por haber leído mucho y haber conversado también con autores, es que lo que
suele predominar es la idea gráfica. Se suele partir de una idea visual (sobre
todo en el caso de los que tienen la autoría integral) tienen una idea gráfica
y desde ahí van hacia la palabra. Pero también puede suceder que no, que haya
una idea general sobre algo que invita… Por ejemplo, un libro que me parece que
es muy interesante, porque rompe con esa idea de género de la que hablábamos
antes, es Abecedario de Isol que está jugando con un género que no viene de la literatura, que es
un género alfabetizador como el abecedario, pero al final del libro ella cuenta
cómo fue el proceso, de dónde salió… Tuvo que ver con su experiencia física del
arte de escribir, de la letra. Es un libro que nació de la letra, de la
palabra. Y donde además ella rompe con la idea analógica de que a la palabra va
a corresponderle tal ilustración. Me parece algo muy rico, para que un
abecedario funcione como algo que expande los sentidos. Cosa que también pasa con
Los pequeños macabros de Edward
Gorey, y con otros muchos. Porque hay como una moda de abecedarios artísticos.
Asistente: Sí.
CC: Bueno, esa es una
experiencia muy rica de cómo trabajó la pareja de autoras, y cómo trabajan los
editores de Calibroscopio, porque también fue un proyecto que emprendieron como
grupo. En una entrevista Iris Rivera
contó que el tener ganas de hacer algo junto a
María Wernicke, la llevó a contactarse con ella y acercarle una serie de
cuentos. Iniciaron así una serie de intercambios de textos escritos e
ilustraciones que no lograban atraparlas y fue así que pusieron pausa a este
emprendimiento. Un año después, una nueva lectura de María sobre unos de los
textos dados, le permitió encontrar sentidos que la convocaban desde su arte.
Así empezó a surgir el libro-álbum Haiku,
que para entonces también tenía otro nombre.
Las autoras contaron que para la construcción
del libro trabajaron juntas y por separado.
A partir del texto escrito, María comenzó a
realizar ilustraciones que lo potenciaban y hacían que lo escrito
necesariamente se modificase. Ellas pensaron y diseñaron la relación entre las
palabras y las imágenes, así como el necesario silencio que debía existir en la
obra. María Wernicke además de ilustradora y escritora es diseñadora, así que
pensaron el objeto libro de manera integral.
Una vez terminado Haiku, lo presentaron al concurso A la orilla del viento, del FCE. El proyecto no ganó, pero ellas se
lo llevaron a los editores de Calibroscopio, quienes decidieron sumarse al
proyecto y hacerlo real. Como editores (con reconocida sensibilidad artística),
prestaron especial atención a elegir y decidir el tipo de papel, la textura que
debía tener el objeto libro, para poder acompañar de la mejor manera posible la
historia a contar. Es decir, a prestar atención en otros aspectos importantes
que hacen al libro y que también son generadoras de efectos de lecturas.
Tanto Iris como María, rescataron de los
editores la escucha, la mirada y el que supiesen dónde y cómo intervenir,
cuidando no agregar nada que el proyecto no necesitara.
El libro Haiku
recibió al año siguiente de editarse, el premio Destacado ALIJA. Es un libro
precioso y un buen ejemplo de lo que puede lograrse cuando la relación entre
escritor, ilustrador y editor funciona.
MM: Entre paréntesis,
el lunes que viene vienen María Wernicke, Irene Singer y Judith Wilhelm, que es
la editora de Calibroscopio… Bueno… tengo tanta gente aquí, docentes, futuros
maestros, especialistas, escritoras, compañeros de ALIJA, que voy a guardarme
las dos preguntas posibles más que tenía, para que pregunten ustedes. Carola…
Carola Martínez: Hablando con la
metáfora que se usaba, del casamiento, hay parejas de escritores e ilustradores
que se van afianzando de tal manera, que trabajan al unísono. Se van acomodando
y los proyectos les salen juntos. Cómo se piensa un libro donde en realidad el
que tiene el papel más importante, es el que termina conjugándolos, el director
de arte. Es un tercero que organiza lo que ellos van haciendo. Se da incluso
entre personas que trabajan en distintos continentes. Toda la mediación del
editor va obteniendo esta dialéctica de la que hablaban.
MM: ¿Alguien más?
Álvar.
Álvar Torales: En realidad es
una observación respecto al comienzo de la charla, cuando se preguntaban si
funcionaba el libro álbum o no, hay una anécdota. En el Programa Bibliotecas
para Armar recibimos permanentemente de los referentes de las bibliotecas,
pedidos, solicitudes. Ya sean determinados autores, o de un género en especial.
Pero donde hay población infantil, siempre, siempre piden libros álbum.
Lamentablemente, casi nunca podemos satisfacer esa demanda. Después tenía una
pregunta para hacerle a ambas, pero no
es sobre el libro álbum…
MM: No importa.
AT: Sobre un libro
común ilustrado. Para entender un poco la forma de trabajar. Me imagino que
ustedes leen el cuento. A partir de ahí, ¿qué es lo que las lleva a ilustrar
determinado pasaje? ¿Algo que consideran relevante en el texto? ¿O desde la
mirada de la ilustradora que ve qué cosa es la que puede resaltar y dibujarla
bien?
CB: Nosotros no somos
ilustradoras. Depende también si se trata de una colección donde esto ya viene
pautado de antemano. Hay determinadas colecciones donde entra determinada
cantidad de ilustraciones. Entonces, para decidir, el ilustrador tiene que ser
un buen lector, me parece que esa es una de las cuestiones centrales del arte
de la ilustración. Es alguien que va a hacer dialogar su ilustración con un
lenguaje que no es el de la técnica que decide emplear. Me parece que los
ilustradores más interesantes son los que pueden ir más allá de un texto. Que
dialogan con el texto, pero son capaces de darle un plus significativo, que
implica volver al texto pero de otra manera. Volver enriquecido al texto y
además tener otras resonancias. Hay muchos libros ilustrados que se recuerdan
por el carácter de sus ilustraciones. Por el tono que le imprimen. Es muy
interesante verlo en el caso de clásicos que han sido ilustrados por distintos
ilustradores, en distintas épocas, con distintas estéticas, con distintas
tonalidades, atmósferas… Pueden realmente transformar un relato, en otra cosa.
El caso más típico son los clásicos como Caperucita
o Blancanieves o La Cenicienta o Los tres
cerditos, en los que es posible ver esos contrapuntos y miradas diferentes
que aporta un ilustrador. Tiene que ver con que se está leyendo a partir de
otro lenguaje.
Asistente: Yo quería saber
su opinión sobre cuál es la mejor manera de romper el prejuicio que muchas
personas tienen con el tema de la edad. Como que el público del libro álbum es
necesario que tenga poco texto, y por eso está enfocado solamente en un público
infantil. Cómo romper este prejuicio.
CC: En mi trabajo he
acercado y acerco libros-álbum a adolescentes. Suelo transportarlos y
presentarlos dentro de una valija, sin decirles más que algo así como, “hoy
vamos a explorar estos libros.” Sin agregar demasiado sobre ellos. Es decir no
les digo que son libros-álbum, ni hablamos de sus características.
Ante estos libros los adolescentes dicen cosas
como… “¿Qué no trajiste? ¿Libros para chicos?” Una respuesta que en estos casos
me ha funcionado para continuar convocándolos desde la atención, es decirles
que efectivamente a primera vista muchos creen que son libros para chicos, pero
que deberíamos investigar los objetos para fundamentar esta apreciación. La
invitación al grupo ahí, es a mirar con más atención. Suele pasar que los
adolescentes toman los libros (algunos con mucho entusiasmo, otros no tanto) y
le dan una leída bastante rápida. Al terminar esta actividad la mayoría suele
confirmar que se trata de libros para niños por los estilos y la cantidad de
las ilustraciones que tienen, y algunos llegan a clasificarlos por edades de
los lectores a los que se los acercarían.
Una segunda invitación, podría ser el realizar
una lectura compartida. Porque es distinto acceder uno solo a estos libros, que
hacerlo junto a otros. Una lectura compartida es una lectura dialógica donde
todos son invitados a descubrir posibles sentidos a lo que se muestra y se
cuenta a través de las palabras, las ilustraciones y los espacios que existen
entre los elementos que hacen al libro. Como mediadores, en estos actos de
lectura, debemos acompañar desde el gesto, la pregunta, la palabra, los
silencios y la escucha para motivar a que todos se sientan invitados a
participar de esta construcción colectiva.
Generalmente estas experiencias, hacen que
redescubran esos libros que un rato antes habían clasificado como para niños de
tres años por ejemplo, y me increpen con preguntas como: ¡¿Vos les llevás estos
libros a los chicos?! (Risas).
En el libro hay un texto escrito, hay otro
visual, y otro u otros que son los que construimos cuando leemos y los ponemos en juego. Aquí
funciona la metáfora “del libro álbum como cebolla”. Como con la cebolla, en el
libro-álbum hay distintas capas, pero de significación. Uno puede darle
distintos sentidos a lo que se presenta, y van a aparecer muchos textos
posibles, de acuerdo a nuestras experiencias de vida, competencias, contextos
de lecturas, etc.
CB: Yo veo que hay
ciertas editoriales y propuestas que están poniendo en discusión cada vez más
la compartimentación por edades. Por un lado es un hecho objetivo, que tiene
que ver con experiencias de vida y de lectura. Lo que pasa es que nunca sabemos
del todo qué va a pasar con los lectores. Y ese enigma creo que tiene que
impulsarnos para probar, para ayudarlos a encontrarse con los libros, arriesgar
y arriesgarse. Me parece que las editoriales y las colecciones que arriesgan
justamente proponen no poner fronteras fijas. A veces las fronteras son zonas
de acomodamiento, ayudan a orientar. Pero cuando se vuelven demasiado
limitantes y rígidas, excluyen lectores, excluyen posibilidades de lectura. Yo
veo que hay editoriales, en las que sobre todo el tema de la ilustración ha
venido ganando terreno, en literatura para adultos. Esta cuestión de la
ilustración como algo exclusivamente para chicos se está poniendo cada vez más en
discusión. Un ejemplo muy claro de eso es Libros del Zorro Rojo, que tiene un montón de propuestas de
novelas, algunos clásicos, otros no, ilustrados por maravillosos y exquisitos
ilustradores. Que la novela gráfica está ganando terreno como libro, como un
objeto artístico que va avanzando cada vez más en distintas propuestas
editoriales, hace que también se expandan las posibilidades de los lectores,
que pueden ser de una u otra edad. Me parece que ahí no hay que ser dogmático.
No hay que ser nunca dogmático en nada, y en esto, menos.
MM: Si no hay otra pregunta, me gustaría introducir un tema más. En Juego con palabras, palabras en juego, vos dedicás todo un capítulo, Cecilia, a un tema bastante delicado dentro de la LIJ y de la literatura en general, que es el canon. Te leo: “Un canon puede ser el camino para recortar la inmensidad de libros y lecturas para hacerla más nuestra. Quizá las invitaciones a repensar y a abrir la idea de canon, sean una pequeña forma de sacudir el infinito y sentirlo más familiar, menos ajeno, más compartido con quienes leemos, hasta que alguien o algún libro nos lo vuelven a sacudir.” Este concepto de canon en la LIJ es muy difícil, ¿no? Primero, porque los lectores son niños y van cambiando rápidamente, y después por esta cuestión de las editoriales y su apuesta a la novedad permanente, por la que cuesta que se afiance el canon. ¿Cómo lo ven ustedes? Y además, ¿cómo ven eso que creo que también decís, que apostás a que cada uno haga su canon?
CB: Este es un texto
que se llama Abrir o cerrar mundos,
que está publicado en Juego con palabras,
palabras en juego, pero también en Oír entre líneas (publicado en Argentina
por El Hacedor), porque el anterior está editado en México y no se consigue
aquí. La edición argentina sí se consigue.
Ahí planteo el canon, no como algo alejado,
que deciden otros, por lo general instituciones de consagración como la
academia, o determinadas políticas públicas o determinadas decisiones de
mercado que van pautando qué es lo que se va a leer. Yo hablo de cánones en
general, no de “el canon”, porque existen también distintas categorías de canon
(siguiendo a un autor llamado Fowler). Entre ellos, el canon “oficial”, el
canon “crítico”, el canon el canon “accesible”, al que uno puede acceder. Hay
cánones a los que se puede acceder en unas jurisdicciones y no en otras, a
veces, por ejemplo, tiene que ver con políticas de traducción… Hay un montón de
variables que entran en la constitución de un canon, que es pensado como
aquello que “se debería leer”. Lo que determinadas instituciones consideran que
es necesario leer en determinado momento histórico, social y cultural. Me
parece que lo que propongo en ese texto, es que los mediadores podemos
apropiarnos del canon. Tenemos el derecho e incluso la obligación ciudadana y
responsable de apropiarnos desde un lugar activo. Conociéndolo, generando
reclamos de derechos de que haya políticas públicas de traducción, que nos
lleguen libros de editoriales que no suelen llegar, que podamos conocer libros
que no se conocen… Eso es tener una autoría desde el lado de los lectores. No
pensar que el canon es solamente lo que deciden determinados organismos o
instituciones con una determinada autoridad. El domicilio del canon se puede
correr para el lado de los lectores. Pero para eso, es necesario estar
involucrado. Ser lectores, sostener políticas de lectura, dar posibilidad a los
mediadores de que conozcan, que tengan herramientas. Por eso, me parece que un canon
es un trabajo a hacer, un trabajo de formación ciudadana, de formación de
futuros mediadores, implica muchas aristas.
MM: Los docentes que
estás formando son futuros mediadores…
CB: Sí, o son
mediadores actuales. Depende. Yo trabajo por un lado en institutos de formación
docente, acá hay algunos alumnos, también trabajo en la Universidad de San
Martín en la serie de Diplomaturas de mi especialización, que es Literatura
Infantil y Juvenil, en la que ya hay
gente que trabaja como docente, aunque tenemos alumnos que hacen otras tareas
vinculadas a la literatura infantil y al tema de la lectura en nuestro campo, y
trabajo también en la Carrera de Letras, porque me parece importante que haya
un profesorado universitario que tenga dentro de su plan de estudios la
asignatura de Literatura Infantil y Juvenil. En este caso, son futuros
profesores especializados en Letras, pero que se llevan dentro de su mirada
integral sobre el objeto literario, el conocimiento sobre este objeto
específico que por lo general, no ha sido incluido en los planes de estudios de
las carreras de Letras. Así que es un aporte muy rico para la investigación,
para las prácticas, para las mediaciones. Por eso digo que estamos ahí,
trabajando en múltiples territorios.
MM: Bueno, yo creo
que se merecen un aplauso grande. ¿No? (Aplausos). Ha sido un gran placer
empezar este ciclo de lujo con Claudia y con Cecilia. A los que se inscribieron
no les hemos mandado el programa porque todavía nos falta confirmar dos
autores, pero nos vamos a juntar hasta junio inclusive, todos los lunes a las
18, con ilustradores, editores, especialistas de los más renombrados de nuestro
país. El lunes que viene, va a estar la editora de Calibroscopio y dos de sus
ilustradoras y autoras integrales más importantes, que son Irene Singer y María
Wernicke. Iremos así, en esa línea. Además quería pasar otros avisos
parroquiales: el sábado 14 acá en La Nube, va a haber una jornada que organiza
Lidia Blanco, mencionada hace un ratito por Cecilia, prócer de la literatura
Infantil y Juvenil, acerca de Literatura y Derechos Humanos. Y el sábado 21,
organizado por ALIJA… Claudia, por favor…
CC: Una jornada
titulada: Migraciones y Literatura
Infantil y Juvenil como Punto de Partida. Es el sábado 21 de abril de 9 a
16:30. La primera parte de la mañana va a ser una charla con escritores
coordinada por Mario Méndez. Los escritores invitados serán: Carola Martínez,
Eliza Rodríguez y Sebastián Vargas. A la tarde, realizaremos un taller donde la
invitación va a ser pensarnos junto a otros como migrantes. Leeremos y
contaremos historias, nuestras historias a través de la escritura y las artes
plásticas. Nos interesaría muchísimo el que pudieran acompañarnos para sumar
voces y perspectivas.
MM: Ya ven. La oferta
es variada. En la puerta vendemos panchos. (Risas).
CC: La dirección para
inscribirse en lo de ALIJA es alijamigracionesylij@gmail.com.
También pueden acceder desde el muro de Facebook de ALIJA.
MM: Y ya que estamos,
uno más. En el semestre que viene organizado por La Nube y la Carrera de Letras
de la UNSAM, Cecilia va a dar un Seminario de poesía.
CB: Sobre la
experiencia física de leer poesía y libro Álbum. Un Seminario de la Carrera de
Letras, pero abierto a la Comunidad. Los jueves a las 18 horas. A partir de
agosto.
MM: Bueno, muchas
gracias, otra vez.
APLAUSO FINAL.
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