Cecilia Bajour y Claudia Cadenazzo: “El libro álbum implica, por sus características materiales, el mostrar, el hacer partícipes a otros. Hay que leerlo con”
El lunes 9 de abril iniciamos el ciclo
“La ilustración toma la palabra”, ciclo de entrevistas con autores,
especialistas y editores cuyo eje será la ilustración en general, y la
ilustración en la LIJ en particular. Para darle un cierto marco teórico, en el
primer encuentro entrevistamos a Cecilia Bajour y Claudia Cadenazzo. La larga,
interesantísima charla, pasó por muchos tópicos, entre ellos la importancia de
la ilustración en el libro para niños, el silencio y lo no dicho, las formas de
leer un libro álbum y sus posibles definiciones, su relación profunda con la
poesía. Esta es la primera parte de una charla realmente enriquecedora.
MM: Paralelamente desarrolla talleres de Arte, Literatura y Medios, con niños en contexto de educación formal y no formal, participa como expositora y tallerista en Jornadas y Seminarios. Bueno, flor de invitadas tenemos aquí. Les voy a pedir un aplauso para ellas. (Aplausos).
MM: ¿Y el libro álbum funciona como punta de lanza? ¿O hay cierta reticencia con las maestras, con la escuela, con la escuela más tradicional que el Jardín de Infantes? ¿Cuesta más trabajar, si aceptamos ese concepto problemático de trabajar con los libros? ¿Cuesta más con los libros álbum?
MM: ¿Se podría prescindir de que escritor e ilustrador trabajen juntos y lograr un libro álbum de todas maneras?
María Laura
Migliarino: Buenas
tardes. Mi nombre es María Laura, y los recibo en nombre del Programa
Bibliotecas para Armar, del que formo parte. También trabajo acá, en La Nube,
así que les doy la bienvenida desde los dos lugares. Hoy no contamos con la
presencia de Pablo Medina, porque está con algunos temas de salud y tiene que
descansar. Pero seguramente, la semana que viene va a estar con nosotros y nos
va a poder saludar. Supongo que muchos de ustedes es la primera vez que vienen
a estos Encuentros, así que les cuento un poco de qué se trata. Bibliotecas
para Armar es un Programa que depende del Ministerio de Cultura de la Ciudad de
Buenos Aires, que se creó en el año 2004. Pasamos distintas gestiones de todos los
colores, siempre con un objetivo: si bien a lo largo de los años sus
actividades fueron modificándose, el espíritu siempre ha sido el mismo, que es
trabajar sobre la promoción de la lectura en espacios comunitarios. Nosotros, a
lo largo de todos estos años hemos trabajado en comedores comunitarios, en
centros de salud, hospitales, unidades penitenciarias (hemos trabajado mucho en
la cárcel de Devoto, por ejemplo), y tenemos como dos puntas de trabajo. Por un
lado, la donación de libros, dotar de material bibliográfico a las bibliotecas
que conforman la red del Programa. Que no son bibliotecas “del Programa”, sino
que funcionan en instituciones que como primer fin tienen otra actividad, pero
que están interesadas en tener un espacio de lectura o una biblioteca. Ahí es
donde ingresamos ofreciendo material, y por otro lado armando cursos. Cursos de
capacitación, seminarios, encuentros… que en un principio estaban destinados a
las personas que trabajaban en esas instituciones, y a sus lectores reales y
potenciales. Después nos fuimos abriendo y comenzamos a hacer las mismas
actividades para público en general. En realidad, si bien este es el primer
encuentro con ilustradores, hace diez años que trabajamos con entrevistas a
escritores de literatura para niños y para jóvenes. Han pasado muchos autores.
Creo que todos…
Mario Méndez: Casi todos…
MLM: Me anoté algunos
que tengo que nombrar: Oche Califa, Adela Basch, Márgara Averbach, Pablo De
Santis, Isol, Itsvan, María Inés Falconi, Andrea Ferrari, Ricardo Mariño,
Silvia Schujer, Norma Huidobro… Editores como Antonio Santa Ana, Mario Méndez,
Fernanda Maquieira, Susana Itzcovich, María Teresa Andruetto, Liliana Bodoc,
Ema Wolf… También las nuevas camadas: Melina Pogorelski, Victoria Bayona, Laura
Ávila, Sebastián Vargas, Florencia Gattari… Ellos y muchísimos más pasaron por
estos Encuentros, que lo que tienen también de lindo es justamente esa
posibilidad de estar cara a cara con el autor, con el editor… Uno puede conocer
su obra, conocer su manera de trabajar, pero también hablar de cuestiones de
los géneros. En este recorrido vamos a hablar sobre el libro álbum. Recién me
hablaban de los libros silenciosos… Sobre la historieta. Sobre el vínculo y el
trabajo entre el ilustrador y el escritor, sobre los autores integrales…
Cuestiones que tienen que ver con el mundo de la ilustración y que se van a ir
viendo a lo largo del ciclo. No voy a decirles mucho más. Mario va a ser el
encargado de contarles. Hoy contamos con Cecilia Bajour y Claudia Cadenazzo,
que son especialistas en libro álbum. Ellas también van a dar un marco en
relación a lo que va a venir después. Así que espero que la pasen bien.
(Aplausos)
MM: Buenas tardes
otra vez. Está buenísimo que haya gente parada. Veo que ya consiguieron sillas.
Poder decir que faltan sillas es un aliciente. Porque como le decía recién las
chicas, si hay un minuto de temor en este tipo de encuentros, es que uno no
sabe cuánta gente va a venir, aunque se inscriban muchos. Hay gente que viene
de onda y les agradecemos enormemente. Y que haya poquitos concurrentes a veces
es un poquito tristón. Así que está buenísimo empezar con la sala llena. Como
bien dijo María Laura, hace más de diez años que estamos en este ciclo, empezó
hace once exactamente. Invitamos a muchísimos autores. Empezamos en la
Biblioteca del Congreso, y recuerdo que la primera invitada fue Adela Basch. Y
han venido prácticamente todos los autores del mundo de la literatura infantil
y juvenil. Tanto que el año pasado, decidimos hacer un ciclo entero dedicado a
los autores que también escribieron esa literatura, pero que no se caracterizan
por esa pertenencia, como Mempo Giardinelli, Leonardo Oyola o Claudia Piñeiro,
pero que la han transitado. Así que este año, quizá porque nos lo debíamos,
pensamos que estaba bueno poner el eje en la ilustración. Y como les dije a
Claudia y a Cecilia, yo no sé mucho de ilustración, así que voy a aprender en
los encuentros haciendo preguntas. Y espero que ustedes también las hagan. Hay
invitados de lujo… en la sala tenemos varios amigos, como este reconocido
fotógrafo del mundo de la LIJ que es Uri Gordon, gente de ALIJA, como Gloria
Candiotti, Flavia Klaus… Por ahí anda Natacha Goransky que es ilustradora
también, así que vamos a tener muchas preguntas para hacer. Nos acompaña Silvia
de Libros del Vendaval, y también la especialista y amiga y escritora Carola
Martínez, así que sin duda habrá intervención del público. Sé que hay unas
cuántas alumnas (supongo que ya las habrás reconocido, por una cuestión etaria
uno se da cuenta rápido), del Normal 7, profesorado del que Cecilia es docente
en el Seminario de Literatura Infantil y Juvenil, ¿no?
Cecilia Bajour: Literatura en la
Educación Primaria, se llama. Y el objeto de estudio es la literatura infantil
y su didáctica, fundamentalmente.
MM: Yo soy maestro,
ejercí un par de años en el Normal 7, conozco la cancioncita y todo (“Normal 7,
7 Normal”), pero cuando estudiaba no había prácticamente nada sobre LIJ, y ese
es un cambio del que vamos a hablar. Bien. Eso entonces, para completar la
presentación general de María Laura. Y ahora sí, como hago siempre en todos los
encuentros, presento a las invitadas. A Cecilia Bajour y a Claudia Cadenazzo,
brevemente. Cecilia es profesora en Letras, egresada de la Universidad de
Buenos Aires, es Magíster en Libro y Literatura para Niños y Jóvenes, de la
Universidad Autónoma de Barcelona y el Banco del Libro de Venezuela. Docente
Titular de la asignatura Literatura Infantil y Juvenil del Profesorado en
Letras de la Universidad Nacional de San Martín. Forma parte del equipo de
docencia de la Especialización en Estudios Avanzados en Literatura Infantil y
Juvenil, y de los Diplomados en Literatura Infantil y Juvenil de la misma
universidad, que es la UNSAM. Se desempeñó como Coordinadora Académica del Postítulo
en Literatura Infantil y Juvenil organizado por CEPA, entre 2002 y 2011, del
Ministerio de Educación del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
institución donde coordinó la capacitación sobre bibliotecas escolares hasta el
año 2008. Actualmente coordina el Área de Literatura Infantil y Juvenil del
Programa de Lectura, Escritura y Literatura Infantil y Juvenil (LELIJ), de la
Universidad Nacional de San Martín. Es docente de Literatura en la educación
primaria, y en la educación inicial, en Institutos de Formación Docente de la
Ciudad de Buenos Aires, como el recién mencionado Normal 7 José María Torre. Es
autora de los libros Oír entre líneas-
El valor de la escucha en las prácticas
de lectura, editado en Brasil por Pulo do Gato… ¿Qué significa “pulo”?
CB: Salto. Salto del
Gato.
MM: La orfebrería del silencio. La construcción de lo no dicho en los
libros álbum, de Comunicarte, que fue Premio Destacado de ALIJA en 2016, en la
categoría Producción Teórica. Fue colaboradora habitual de la revista virtual
de literatura infantil y juvenil Imaginaria.
Forma parte del Consejo Consultivo de la revista Emilia, revista digital de lectura y literatura para niños y
jóvenes creada en San Pablo, Brasil. Expone habitualmente en jornadas,
seminarios y congresos, en la especialidad en temáticas relacionadas con la LIJ
y la lectura en diversos espacios de educación formal y no formal. Y Claudia
Cadenazzo que es mi compañera en la Comisión Directiva de ALIJA, a la que están
todos invitados. Es especialista en Educación, lenguajes y medios, de la UNSAM
también. Diplomada en Educación y Nuevas Tecnologías en FLACSO, y es Licenciada
en Psicopedagogía en UNSAM. Docente de Educación Especial, Estimulación y
Aprendizajes Tempranos, desde el 2014 es miembro de la Comisión Directiva de
ALIJA, como ya dije. En la actualidad, diseña, supervisa y coordina encuentros
de capacitación para docentes y otros profesionales, en temas vinculados al
campo de la educación y la cultura visual en distintos espacios e
instituciones. Es coordinadora de los talleres de la librería Libros del
Vendaval, que está especializada en libros álbum, ubicada en la Ciudad de
Buenos Aires. Des de 2014 forma parte del equipo de capacitadores de la Fundación Noble, en
proyectos de alfabetización mediática. En este marco, diseña, coordina y
capacita docentes y estudiantes terciarios de nivel inicial y primarios con la
propuesta Crecer entre Medios. Es co-autora de la guía docente Crecer entre Medios. Del consumo cultural infantil a la producción de
contenidos propios, que está disponible en la Web, ¿no?
Claudia
Cadenazzo: Sí,
se puede bajar de la Web.
MM: Paralelamente desarrolla talleres de Arte, Literatura y Medios, con niños en contexto de educación formal y no formal, participa como expositora y tallerista en Jornadas y Seminarios. Bueno, flor de invitadas tenemos aquí. Les voy a pedir un aplauso para ellas. (Aplausos).
Vamos a aprender con ellas y de ellas, más que
nada acerca de la ilustración en el marco de la literatura infantil y juvenil.
Así que voy a empezar por una pregunta sencilla. Ustedes son fundamentalmente
docentes, investigadoras, y trabajan desde la teoría. No son (que yo sepa, al
menos no públicamente), ni escritoras de ficción, ni ilustradoras. ¿Qué fue lo
que las relacionó con este mundo, qué les interesó? ¿Por qué están en el mundo
de la literatura para niños y para jóvenes?
CB: En mi caso, entré
al mundo de la literatura infantil y juvenil en la Universidad de Buenos Aires,
en unos Seminarios que hizo Lidia Blanco hace varios años. En ese momento era
la única opción, unos Seminarios optativos que eran la única posibilidad de
tratar académicamente el tema. En esa Universidad, y en general en las
universidades de este país. Eso fue más o menos en la década del 90 del siglo
pasado. (Risas). Es inevitable que cuando uno se acerque a la literatura
infantil se encuentre con un objeto fascinante, que ya conocía pero no desde
ahí. En mi caso, lo conocía desde un lugar familiar, y también desde un lugar
de madre, porque mis hijos leían literatura infantil. Me pareció un objeto
sumamente interesante y novedoso, por todas las implicancias que tenía. Era esta
posibilidad de ser una entrada inaugural para muchos al campo de la literatura.
Es, para muchos, la puerta de entrada al arte. Me parece que es una zona
privilegiada. Tratarla como una entrada al arte es algo muy rico para los
mediadores. Y ahí, además, me encontré con un objeto que tiene muchas facetas.
Sobre todo, una faceta material que me interesaba muchísimo. El carácter de
“artefacto”, de la literatura infantil. Y esto tiene mucho que ver con el tema
de este ciclo de encuentros, la cuestión de la ilustración. Quienes estamos
formados en Letras, no tenemos ninguna materia específica sobre el campo de la
ilustración. Sí materias ligadas con la estética. O con la historia del arte.
Pero son materias que a veces están y a veces no en los programas de estudio de
alguien que estudia Letras. Me parecía algo francamente novedoso, y que nos
acercaba a una zona de interés y de estudios que no estaba dentro de nuestra
carrera. Yo creo que alguien que estudia literatura infantil y juvenil
necesariamente tiene que tener una perspectiva interdisciplinaria. Y dentro de
las disciplinas, una central, porque tiene que ver con la especificidad del
objeto es la ilustración. Casi todo el mundo, cuando se encuentra con la
literatura infantil no deja de mencionar una de las marcas características, que
no pueden obviarse: es la ilustración. Es un objeto a estudiar, riquísimo y
fascinante.
MM: Bien. Volveremos
sobre algunos de esos puntos. Claudia…
CC: Trabajé muchos
años en educación especial. En mi trabajo diario, el apoyo visual solía ser
imprescindible para que los niños lograsen una mayor comprensión de lo que se
les quería enseñar, por lo que las ilustraciones presentadas solían tener una
intencionalidad didáctica. Ahora bien, en mi hacer junto a los niños observaba,
que cuando por alguna razón los niños hacían referencia a sus consumos
culturales la participación en los intercambios era más entusiasta y ellos
lograban expresar ideas y sentimientos de manera más clara que lo habitual.
Cuando hablo de consumos culturales, me refiero a los dibujitos animados, a las
películas y revistas de cómic que les gustaban y cuyos contenidos generalmente
remitían a lo que veían en televisión. Estas observaciones hicieron que
empezara a interesarme en la alfabetización mediática y en el cómo tender
puentes entre lo que descubrimos y aprendemos fuera de la escuela, con lo que se
enseña y aprende en la escuela. Decidí estudiar psicopedagogía, para analizar
esos otros espacios no escolares donde se enseña y desde donde aprendemos, y luego
me especialicé en Educación y Medios, en la UNSAM.
Mi encuentro con los libros-álbum fue
accidental. Hace ya unos años atrás, debía presentar un trabajo para la materia
de Semiología, y estaba buscando algo que me inspirase. En esos días de
búsqueda, realicé una salida con nenes de un Jardín de infantes, de tres y
cuatro años, a la librería El Ateneo. Cuando llegamos, sucedió uno de esos
hechos que marcan nuestro recorrido. Ni bien ingresamos al espacio de la
librería estaba a la vista, y sobre un atril el libro de Olivia de Ian Falconer, editado en español por el Fondo de Cultura
Económica. En ese entonces en el canal infantil Nickelodeon, se estaba dando la
serie de dibujos animados Olivia,
basada en la obra de Falconer. Varias de las niñas corrieron hacia el libro en
cuestión. Mientras lo miraban, yo las observaba y veía que al pasar las hojas
parecían contrariadas por lo que veían en el libro. La expresión era de
desconcierto y cierto desagrado. Les pregunté qué pasaba, y me dijeron que el
libro estaba mal hecho. Les pregunté por qué, y me dijeron que ahí faltaban
colores, faltaba la señorita Hogenmuller y Francine.
Personajes que yo, que conocía la animación, sabía que sólo estaban en ese
formato, no en el libro. Las niñas
creyendo que yo no sabía a qué se referían, me contaron de todos los personajes
que no estaban en el libro que tenían en sus manos, pero sí en el dibujo
animado Olivia. La situación como
docente me fascinó y me dí cuenta también, que tenía el tema para mi trabajo final
de Semiología. Aprovechando las observaciones de las niñas en relación a lo que
para ellas estaba mal en el libro, les dije que antes de hablar con la
editorial y quejarnos, teníamos que averiguar por qué había tanta diferencia
entre lo que ellas conocían de la historia y lo que aparecía ilustrado en el
libro de Olivia. Nos fuimos al colegio con el “objeto provocador” y llevamos
esta inquietud de las niñas, como un tema a investigar. El libro, también
funcionó como puerta para habilitar el que en la escuela se pudiese comenzar a
trabajar con textos mediáticos. Textos que hasta entonces eran rechazados por
los directivos.
En lo personal, esta experiencia fue también
una oportunidad para descubrir las potencialidades de los libros-álbum como un
territorio que todos podemos habitar, más allá del nivel de alfabetización en
lectoescritura adquirido, nuestras competencias cognitivas u idioma. Un
territorio para hablar de nosotros y de nuestras experiencias. Experiencias que
adquirimos en distintos espacios.
Me gusta la metáfora del libro álbum como
puerta. En el libro álbum, además del entrecruzamiento y de la tensión entre la
escritura y la ilustración, existen otros lenguajes además del literario, como
por ejemplo: el fotográfico, el cinematográfico, el del teatro, etc.
Descubrir estas características y que un
libro-álbum, puede ser una buena puerta de entrada para encontrarnos, contar,
contarnos y producir, fue lo que me llevó a investigar más sobre este objeto
cultural y de lo que sucede cuando lo ponemos a circular y compartimos junto a
otros.
MM: El libro es la
punta de lanza…
CC: Totalmente. La
escuela acepta el libro.
MM: ¿Y el libro álbum funciona como punta de lanza? ¿O hay cierta reticencia con las maestras, con la escuela, con la escuela más tradicional que el Jardín de Infantes? ¿Cuesta más trabajar, si aceptamos ese concepto problemático de trabajar con los libros? ¿Cuesta más con los libros álbum?
CB: Yo creo que no.
Depende de qué significa que “cueste”. Al contrario, lo que sucede es que
generan un gran atractivo en las situaciones de enseñanza, de formación, por
ejemplo, de futuros maestros. Últimamente es un objeto que casi nadie
desconoce, cosa que hace pocos años atrás no era así. En realidad, tiene una
historia bastante reciente. En nuestro país se empezó a conocer con más firmeza
a partir del año 2000. A pesar de que antes, ciertas personas, las que estaban
más cerca de los libros infantiles, conocían estos libros. En nuestro país, sin
embargo, para muchos los primeros encuentros con estos libros fue a partir de
editoriales como Fondo de Cultura Económica o Ekaré, las grandes editoriales de
libros álbum en español. A principios de este siglo no se conocían tanto.
Incluso si uno iba a una librería y le preguntaba a un librero si tenía libros
álbum, lo más probable era que preguntara de qué estábamos hablando. Esto
actualmente no ocurre tanto. Sigue ocurriendo, pero no en esa medida. Y en el
caso de las escuelas y de la formación docente, ya es una categoría conocida.
Digo categoría para no llamarlo género. No sé si podemos meternos en ese tema.
MM: Si, podemos
meternos.
CB: Justamente, a mí
me suscita incomodidad llamarlo género, porque me parece que no lo es
precisamente. Yo lo llamo “macrogénero”. Abarcador de otros. Me parece que es
un producto editorial que se caracteriza por resistirse a las fronteras
demasiado precisas. Y una de ellas es la frontera de los géneros. Los libros
álbum se caracterizan muchas veces por anidar y entrelazar otros géneros, como
el de la historieta, el maravilloso, el policial… Pueden coexistir en un mismo
libro álbum. Decir que es un género no me parecería del todo correcto. Y
volviendo a la pregunta anterior, sobre la resistencia o no, me parece que lo
que surge es qué se hace con el libro álbum, cómo se lo lee. Creo que
justamente son libros muy interesantes por lo desafiantes, por las maneras
singulares de narrar por medio del diálogo entre la imagen y la palabra. Y
también del diseño gráfico del objeto en su totalidad. Estos diálogos entre
lenguajes invitan a aproximarse a problemas de la narratología, o sea, de la
teoría de la narración, o de la retórica visual, o de los problemas de la
representación. De aquello que representan tanto las imágenes como las
palabras, que son de una gran riqueza. Me parece que son muy invitadores para
trabajar con los contenidos teóricos de las materias artísticas y, a la vez,
proponer contenidos nuevos en la formación de los futuros maestros, para poder
trabajarlos en las escuelas. Afortunadamente, gracias al Plan de Lectura del
gobierno anterior, llegaron un montón de libros a las escuelas. O sea que los
libros álbum forman parte de las bibliotecas escolares en las escuelas
públicas. Cosa que lamentablemente ahora no está ocurriendo, porque se ha
cortado de cuajo (y esto es una pérdida realmente importante que no puede
dejarnos indiferentes), la compra de libros a nivel nacional. Pero hay
material. Si miramos la estantería de una biblioteca escolar nos vamos a
encontrar con muy buenos libros. Libros que forman parte de los estantes de las
bibliotecas cuando se los abre y se los pone a disposición, lo cual no siempre
ocurre, como lo demuestran algunos gestos del público presente. Muchos docentes
me lo dicen también.
CC: Sí. A veces al
intercambiar con docentes ellos suelen decir cosas como: “Este libro no se lo
acerco a los chicos, porque son muy chiquititos y los rompen”. Creo que quiénes
acompañamos en la formación de docentes u otros mediadores de lecturas y
creemos en las potencialidades de los libros-álbum y los libros de calidad,
además de hablar de ellos teóricamente, debemos propiciar espacios donde los
mediadores en formación puedan ver qué pasa cuando los ponemos a circular. Qué
se suscita cuando habilitamos espacios para la lectura compartida de estos
objetos junto a niños y a jóvenes. Una de las ventajas del libro álbum es que
democratiza el acceso a la cultura. Todos podemos ingresar, más allá de las
competencias lectoras, de las experiencias y del idioma que tengamos. Y cuando
la lectura, la conversación y el intercambio ocurren entre adultos y niños,
podemos descubrir que una misma ilustración puede tener varios sentidos, por lo
que debemos expresar lo que interpretamos, nuestras hipótesis, como así también
escucharnos, para poder continuar construyendo posibles sentidos.
Habilitar estos espacios de lectura entre
alumnos y mediadores, permite al docente situarse como observador participe,
capaz de descubrir estrategias para estimular la posibilidad de que los
lectores se expresen, pongan en diálogos sus miradas, escuchas, y puedan
repensar sus ideas a partir de lo aportado por el otro. Cuando hablo de mirada,
no hablo solamente de la realizada sobre la ilustración o sobre la palabra
escrita, sino de la mirada sobre la imagen como un todo. La mirada sobre cada
página y sobre el libro en general, como objeto integral. Otras operaciones que
suceden en estos espacios de lectura compartida (operaciones de las que ya he
hecho referencia), es el que los lectores recuerdan y/o relacionan lo que están
leyendo con otros productos culturales. Ya sea por las temáticas abordadas en
el libro, o por las intertextualidades que encontramos al leer. Se dan de esta manera lecturas en las que los
lectores como lo señala, Barthes levantan la cabeza para decir algo así como:
“esto me recuerda a tal cosa”. Referido a esto, comparto otra anécdota que
sirve para ilustrar como los niños pueden a partir de estos libros, interrumpir
las lecturas para decir algo que puede parecer descontextualizado, pero que
guarda estrecha relación y que como mediadores debemos aprender a escuchar,
para que el otro puede encontrar la manera de poder contar eso que desea
compartir. Hace un tiempo estaba trabajando en un jardín de la Villa 31,
compartiendo libros junto a una docente y su grupo de alumnos de cuatro años de
edad. La mayoría descendientes de migrantes de países limítrofes. Tomé el libro
Arrorró editado por Pequeño Editor.
Lo leí cantándolo. Al terminar uno de los niños, Martín de cuatro años, dijo:
“Yo la sabo. Mi mamá me la canta, pero es distinta. Es igual pero distinta”. Le
preguntamos cómo era, y dijo que no sabía. Ese mismo día, nos encontramos en el
pasillo con la mamá del niño, le contamos lo que había sucedido, y le
preguntamos si algún día podría acercarse a compartir la canción que su hijo
había relacionado con el libro compartido. Días después, esta mamá llegó al
jardín dispuesta a compartir su canción, su texto con el grupo. En esta
oportunidad llegó con su bebé envuelto en la tela que cruzan en sus cuerpos
muchas mamás bolivianas. La mamá le preguntó a la docente del grupo, si podía
darle de comer a su hijo mientras cantaba la canción que Martín había
relacionado con el libro Arroró. Fue
así que la docente, los niños y quienes estábamos acompañando la actividad,
disfrutamos del canto que tal como nos lo había anticipado Martín, tenía una
sonoridad parecida, era una canción de cuna, pero tenía una letra distinta. Era
una canción de cuna típica de su cultura. Este texto oral también fue
acompañado por imágenes, que surgieron a partir de los movimientos corporales
de la mamá.
Esta experiencia fue muy rica para todos.
Martín estaba contento por poder mostrar ante todos, eso que quiso expresar al
conocer el libro Arrorró. La mamá de
Martín también agradeció con alegría el que la hubiesen convocado. Después de
la clase la docente expresó su interés por registrar esta experiencia para
seguir pensándola. Y así lo hizo. También continúo acercando el libro Arrorró a otros grupos y en cada una de
las situaciones de lectura y juego habilitadas, fue descubriendo como los
lectores pueden apropiarse lúdicamente de los textos. El trabajo con éste y
otros muchos libros-álbum y libros ilustrados, le posibilitaron a esta docente
descubrir junto a sus alumnos, otras formas de contar, leer y producir.
En los talleres que coordino junto a docentes,
he conocido también a varios docentes de primaria y secundaria que acercan
habitualmente libros-álbum a sus alumnos e invitan a ponerlos en diálogo con
otros textos literarios, películas, obras de arte, etc.
MM: Bueno, me han
abierto un montón de líneas. Yo tenía un plan y ya se desbarajustó
completamente.
CC: A veces pasa eso
con los planes. Yo te pregunté qué ibas a preguntar, pero no nos dijiste nada.
Perdón, si me fui por las ramas… (Risas).
MM: Quita frescura si
les aviso antes… Noté varias cuestiones. Una que dijiste vos, Claudia, hace un
ratito. Cuando vieron Olivia, fueron
“las nenas” (aclaraste), las que corrieron. ¿Cómo es el tema del género en
relación con la ilustración del libro álbum? ¿Hay más llegada de las nenas que
de los varones? ¿Hay cierta diferenciación de parte de los docentes?
CB: No, me parece que
no. A veces lo que sí puede haber son líneas editoriales o mediaciones que
intenten trabajar determinados libros álbum en forma sesgada, para orientarlo a
problemas de género. Me parece que se está canalizando la polisemia de los
libros álbum potentes, a una temática que me parece súper interesante, pero que
se corre el riesgo de reducir lo multisignificativo del libro álbum a una
demanda previa como es la de temáticas ligadas al género. Problema que no
ocurre solo con los libros álbum, sino con muchos libros de literatura
infantil. Me refiero a pedirle a los libros que prioricen lo temático y que se
ajusten a una demanda predeterminada. Por más que esa temática sea interesante,
sea súper progresista, políticamente correcta… El tema es que no se está tratando
al libro como un objeto artístico sino que se está anteponiendo una cuestión de
otro orden extra literario o extra artístico. En esos casos pasa algo muy
interesante que Graciela Montes analizaba en un texto que se llama “¿Qué quiso
decir con este cuento?” (Incluido en El
corral de la infancia), cuando se
refería a la “pisada de palito”, usando una metáfora de la vida cotidiana.
“Pisar el palito”, es decir, caer en la trampa de una demanda extra artística.
Me parece que la demanda de pedirle a un libro el tratamiento desde una mirada
unidireccional que condiciona, achica las posibilidades del arte.
MM: Sí.
CC: También creo que
el gran aporte de los libros-álbum o libro ilustrados de calidad, es que
presentan en sus representaciones distintas formas de ser niños/niñas,
mujeres/hombres.
Cuando conté la anécdota de lo que sucedió al
descubrir el libro de Olivia en la
librería, dije que fueron las niñas las que se acercaron, porque descubrir el
libro Olivia les remitía al dibujo
animado, a un consumo cultural que ese grupo compartía. Pero al socializar la
observación de las niñas al resto del grupo (en el que la mayoría eran niños),
todos y todas se interesaron por participar y visualizar tanto el libro como
los capítulos del dibujo que seleccionamos para compartir. Esta actividad de
analizar la trasposición del libro al dibujo animado, posibilitó también el que
se interesasen por conocer los orígenes literarios de muchas de las películas
que disfrutaban fuera de la escuela.
Ahora bien, respecto a tu pregunta Mario, en
relación a la reacción que pueden llegar a tener los docentes de las
representaciones de género que aparecen en los libros-álbum, yo he observado en
mi experiencia junto a algunos docentes de nivel inicial, cierta resistencia a
presentar a sus alumnos, libros en las que los personajes son representados de
manera ambigua. Esta resistencia suele ser mayor en los libros en las que se
presentan personajes con características homosexuales o que cuentan historias
que plantean de manera explícita problemática del género. En la mayoría de los
casos estos docentes expresaron que esta resistencia no se debe a sus miradas,
sino a las miradas y las reacciones de los padres de sus alumnos, al conocer
que el colegio ha acercado esas representaciones.
MM: Sí. Estoy de
acuerdo. Decía que hay muchas líneas. Teníamos que llegar, obviamente, al libro
álbum. En esta sala hemos tenido ásperas discusiones no sobre cómo lo definimos
sino ya ontológicas. ¿Existe el libro álbum, o es un invento comercial? ¿Qué es
el libro álbum? ¿Qué es lo que lo define? Doy por sentado que ustedes creen que
existe. Así que bueno… ¿Qué es el libro álbum? ¿Cómo lo definiríamos?
CB: Yo no me desvivo
por las definiciones tajantes. Me parece que las definiciones ayudan a
aproximarse, siempre que uno esté seguro de no dejarse encorsetar por ellas.
Los libros álbum se caracterizan, como decía al principio, por ponerse en
cuestión todo el tiempo a sí mismos. Creo que son libros que crecen cuando
arriesgan. Pero si hay algo que me parece que los caracteriza, es el diálogo
entre lenguajes. La manera en que dialogan los lenguajes en la propuesta
integral del libro. Porque en todos los libros ilustrados, el lenguaje de la
palabra y el lenguaje de la ilustración, dialogan. En el caso particular de los
libros álbum, este diálogo, esta interdependencia entre lenguajes, esta
dialéctica se vuelve una propuesta integral, o sea, de todo el libro. Está
pensado así en la propuesta integral. Lo digo para diferenciarlos de libros en
los que la dialéctica ocurre, pero lo que prevalece es la palabra. Es el caso
de los libros ilustrados, que tienen un diálogo muy rico con la ilustración,
pero en los que el lugar primordial es el de la palabra. Libros que suelen
definirse a partir de que podrían prescindir de la ilustración. “Podrían” lo
digo en condicional, porque creo que cuando la ilustración está es porque se
necesita. Si no, no estaría. Pero en esos libros se sostiene la propuesta
narrativa (u otra) sin necesidad de la ilustración. En el caso de los libros
álbum esto no es posible. Muchos damos como ejemplo el que da el teórico y
también ilustrador Uri Shulevitz cuando dice que los libros álbum no podrían
leerse por radio, porque hay justamente un lenguaje principal, que está
dialogando con el lenguaje de la palabra, que uno no puede obviar para la
construcción global de los sentidos. Hay distintas maneras de definir esta
relación, se ha apelado a distintas metáforas para definirla, y todas tienen
que ver con la idea de diálogo. Sinergia, sinfonía… muchas de orden musical. A
mí, una categoría que me gustó especialmente es una que aportaron las teóricas
Nikolajeva y Scott, en un libro que se llama Palabra e Imagen, que lamentablemente no está traducido por ahora
al español pero sí al portugués, que tomándola de una teórica escandinava, usan
el neologismo del “íconotexto”, para aludir justamente a este ensamble entre
lenguajes. Lo que lee el lector de un libro álbum es una lectura a dúo de un
signo icónico/plástico y un signo del texto lingüístico. Es como un
“casamiento”. Esta es una metáfora medio nueva que acabo de proponer, la del
casamiento. (Risas).
CC: Claro. Es algo
que a veces funciona, y a veces no. (Risas).
CB: Hay otra, que en
realidad la aportó Octavio Paz, pero para hablar sobre todo de la poesía
visual, que es la de “criatura anfibia”. Que tiene la posibilidad de respirar
en dos territorios. Me gusta esta definición por lo poética. Me parece que el
libro álbum tiene una aproximación a lo poético, sobre todo a la poesía que
dialoga con la imagen, muy cercana. Son parientes cercanos. Esta cuestión de
funcionar a dúo, pero gracias a un orquestador (y seguimos con las metáforas
musicales), que es el diseñador gráfico, o el director de arte de un libro, que
piensa justamente esta articulación en el proyecto de un libro.
MM: ¿Se podría prescindir de que escritor e ilustrador trabajen juntos y lograr un libro álbum de todas maneras?
CB: Lo que ocurre es
que hay muchos casos de autoría integral, o sea, un autor que tiene a su cargo
tanto la palabra como la imagen. Pero también hay casos de autoría compartida.
Hay distintas posturas con respecto a este tema. Por ejemplo, hay quienes
consideran libro-álbum cuando también cuando hay un texto previo que es
ilustrado a posteriori. Por ejemplo, Discurso
del oso, que es un texto de Cortázar
que forma parte de Historias de Cronopios
y de Famas, que no fue pensado originalmente como libro álbum, fue
ilustrado para una coedición de Alfaguara con Libros del Zorro Rojo, por Emilio
Urbereaga. Es un libro con unas ilustraciones maravillosas, que resignifican el
texto de Cortázar. Algunos denominan a este libro, “libro álbum”. Yo tengo mis
reparos con respecto a eso, porque no fue pensado en su origen de esa manera.
Indudablemente con las ilustraciones el texto vuelve a ser leído desde otro
lugar. Con un oso que jamás hubiéramos imaginado así… o sí. Depende de los
lectores. Entonces, según mi modo de ver es un tipo de proyecto que al haber
tenido otro origen se vuelve álbum a medias. Tiene algunas de las
características del álbum pero no lo es. Yo creo realmente que un álbum es un
proyecto pensado como tal desde el inicio. Sea a dúo o a trío, porque hay casos
de libros donde hay más de un autor. Por ejemplo, en el caso del texto escrito.
Incluso, hay libros donde hay más de un autor de la ilustración. Pero es un
proyecto pensado en conjunto por todos los autores. Un libro álbum es un
proyecto integral. Así lo pienso.
CC: ¿Y del libro de
Innocenti de Cenicienta qué opinás?
Es un libro que toma el texto de Perrault, y lo ilustra Innocenti, pero lo
ubica en Londres en los años veinte. Uno puede leer el texto escrito, y
reconstruir a partir de lo leído, la historia que todos conocemos. Pero cuando
miras la ilustración, ésta provoca un gran extrañamiento, porque Innocenti
realiza una adaptación de la historia a través de la ilustración. Ubica la
historia en otro contexto.
¿Este libro para vos sería un libro álbum?
¿Qué opinás?
CB: Según lo que
acabo de decir, no. De todos modos, me parece que es un libro ilustrado en el
que, como en el caso que mencioné antes, hay un plus muy rico de información
proporcionado por la ilustración. Particularmente por la toma de partido por
parte de Innocenti. Por ejemplo, a la madrastra, la hace alcohólica. Se ve una
botella ahí tirada junto a este personaje. Hay una expansión de la información
que propone la ilustración que no está en el texto escrito, que en este caso es
la versión de Perrault. Pero sigo sosteniendo lo que decía antes. Esto no me
desvela, porque que sea un libro álbum no jerarquiza nada, no es que sea algo
mejor. Incluso, me parece que hay una sacralización excesiva del libro álbum,
en detrimento de otras lecturas y de otro tipo de libros. Yo admiro estos libros
por el riesgo, por el desafío, por las posibilidades artísticas que me parecen,
hasta hora, ilimitadas. Pero eso no quiere decir dejar de lado o pensar en otra
jerarquía a un libro ilustrado bellamente, en el que la ilustración, como en el
caso de Innocenti, sea realmente tan poderosa, y aporte tanta significación. Me
parece que está muy bien, pero para mí es un libro ilustrado. Un libro
maravillosamente ilustrado, y con mucha potencia. Pero sigo sosteniendo mi otra
idea. Un libro álbum es un proyecto integral. Esa es mi postura.
MM: Decías del libro
álbum en un diálogo previo que tuvimos por mail, que hay una experiencia física
de los libros álbum que me interesó, y un cruce con la poesía y sus modos de
ser. ¿Cómo es eso de la experiencia física? Y aunque ya dijiste algo de la
poesía, ¿qué creés (o que creen las dos) sobro lo que emparenta al libro álbum
con la poesía?
CB: Una de las
razones por las que me aproximé al libro álbum, quizá sin saberlo del todo,
tuvo que ver con el carácter poético de los libros álbum. Yo me acerqué sobre
todo porque me intrigaba el silencio que había en los libros álbum. Me
intrigaba aquello no dicho, la manera en que lo que está y lo que se dice se
relaciona con lo que no está, con la ausencia. Me parece que en los libros
álbum maravillosos eso ocurre de una manera muy poética. Porque hay una
apelación a la sugerencia, a aquello que está vislumbrado pero no del todo
dicho. Esa es una de las razones que me parece que lo emparenta con la poesía.
Con respecto a la pregunta sobre la experiencia física, desde hace un tiempo
vengo trabajando en un acercamiento a lo poético, desde el lugar del cuerpo en
la lectura de poesía. Qué pasa con el cuerpo de los lectores y con el cuerpo de
los textos poéticos. Me parece que es una entrada a la poesía desde un lugar
que tiene que ver con su materialidad, con sus silencios, con su rítmica, con
su respiración, que implica entrar a la poesía desde una apelación fuerte a los
sentidos. Vengo experimentando con eso casualmente acá, en unos seminarios de
grado del profesorado en Letras de Unsam que hice en los segundos semestres del
año pasado y el anterior en La Nube, abiertos a la comunidad; veo entre el
público algunas personas que han participado. Venimos experimentando esto. Qué
pasa con el cuerpo, con la mirada, con la voz, con la respiración, con el
ritmo, con lo musical, en relación con la poesía. Esto mismo es posible en la
lectura de los libros álbum, donde hay toda una cuestión del orden del cuerpo.
El libro álbum implica, por sus características materiales, el mostrar, el
hacer partícipes a otros. Un libro álbum no puede leerse para acá (sólo para el
lado de quien lee). Hay que leerlo hacia allá (hacia los lectores). Hay que
“leerlo con”, y eso implica una posición corporal, una disposición del espacio,
de la voz, un saber acerca de ese libro para saber la rítmica de esa ficción,
para saber también cómo funciona como proyecto gráfico. Porque por ejemplo, los
libros en los que la propuesta se basa en el arte de la sorpresa tienen que saber
cómo dosificar la información. El libro prevé esa gradación por medio de
distintas maniobras y procedimientos. Algunos de estos procedimientos tienen
que ver con algo próximo a la poesía que es el encabalgamiento (en la poesía es
invitar a completar el sentido en el verso siguiente). En el libro álbum supone
no decir del todo, “dejar picando el sentido”, diríamos, e invitar al mediador
a dar vuelta la página para descubrir en la siguiente aquello que se anunciaba
en parte. Eso implica una zona de silencio y de espera, que combina otra de las
características del libro álbum que es la alquimia entre la detención y el
avance. Todo libro álbum involucra ese doble movimiento: la detención en una
imagen fija, que suele ser doble, pero que también puede ser de una página
simple, y el deseo de avance, de asomarse a lo que vendrá. Porque se trata de
una propuesta secuencial. Hay algo que hace que queramos ir hacia delante para
ver cómo sigue. En los libros donde hay sorpresa, del otro lado habrá algo así
como una respuesta a una pregunta que estaba planteada en la página precedente.
Zoom, por ejemplo, funciona así. O ¿Qué crees?, de Mem Fox y Vivienne
Goodman, que tiene una rítmica que implica… Veamos: Sara Malacara es una señora
que vive en tal lugar. “¿Es alta?” dice el texto… ¿Tú qué crees? Hay que dar
vuelta la página, y nos encontramos en la página derecha “Sí, lo es”. Y en la
otra página vemos al personaje, con unas características muy particulares, que
nos invitan a un “pero”, porque es un tipo de ilustración hiperrealista que a
la vez invita a los espectadores a ir armando una visión crítica de lo que
sería el estereotipo de una bruja. En esta rítmica tenemos un caso de
experiencia física, donde vamos haciendo un juego de preguntas y respuestas, y
el libro además me va invitando a interpelar a los lectores, lo que implica
también un arte de la escucha. Escuchar para ver cómo se construyen
colectivamente, socialmente, esos significados a los que invita el libro. Es
fascinante.
Asistente: Estaba pensando
que es hasta incómodo ¿Qué crees? Lo
podés mostrar en un PDF, pero es tan físico, que hace falta mostrar el libro y
dar vuelta la página. Las maestras que lo conocen y que lo llevan al aula, te
dicen que necesitan más libros. Porque el pibe quiere agarrarlos.
CB: Totalmente.
CC: El dispositivo
cambia totalmente.
CB: Porque hay mucho
detalle también. Sucede también en muchos libros de Anthony Browne, donde
además de la lectura global, es necesario acercarse para jugar con el detalle.
A veces, cuando se puede, se puede combinar con la proyección en Power
Point, o en PDF, pero el libro tiene que
estar, por la experiencia física. Acá está. Fíjense cómo es la rítmica de este
libro. Dice: “Lejos de aquí vive una dama
muy rara que se llama Sara Malacara. ¿Es alta? ¿Tú qué crees? (Da vuelta la
página) Sí, lo es. ¿Es delgada? ¿Tú que
crees?
Asistente: Pero ahí está el
pelo… está acostada…
CB: Está acostada,
duerme con una víbora, un zorro, unas arañas, pero también una bolsa de agua
caliente, un osito de peluche, una tostadora… La pregunta era: ¿Es delgada? ¿Tú qué crees? Sí, lo es. Y ahí se la ve en la pileta del lavadero, bañándose. Con los
atributos propios de una bruja, “pero”… Es muy interesante cómo se va dando el
ritmo entre la ilustración y el texto escrito.
La ilustración expandiendo los sentidos, poniendo en discusión la doxa, la creencia en el estereotipo
literario de que las brujas son de un único modo. Poniendo en discusión y
aportando una mirada crítica sobre el estereotipo literario, y añadiendo
matices humorísticos. Invitando al desvío. Para mí, es un libro también
filosófico, porque planeta una tensión entre la doxa, el sentido común, la opinión, y el sentido crítico, la
posibilidad de pensar de otra manera, justamente porque la ilustración te
muestra que “es así, pero también podría ser de otra manera, es de otra
manera”.
Asistente: ¿El ilustrador y
el autor del texto son la misma persona?
CB: No. Este es un
caso de coautoría.
Asistente: Si yo fuera el
editor, habría elegido otro ilustrador. Es demasiado realista. Hubiese
preferido algo más inocente.
CB: Acá lo que se
está planteando es una ruptura con la idea más difundida sobre lo que es una
bruja. Yo estoy de acuerdo con una ilustración hiperrealista, con una tendencia
medio “dark”. Incluso se trata de una bruja muy moderna. Más adelante se ve que
usa pins de The Doors, o de Sex Pistols. Tiene cosas características de las
brujas, pero también de la sociedad de consumo norteamericana contemporánea.
Aparecen guiños a Maurice Sendak, también. Por eso me parece que el estilo
“oscuro juguetón” en una estética hiperrealista, le añade un plus. Eso me
parece a mí, pero cada uno puede tener sus propias apreciaciones. Las
ilustraciones de muchas propuestas ligadas a los personajes clásicos muchas
veces caen en estereotipo. Romper con lo ya establecido en el plano de la
imagen me parece que es una de las apuestas de este libro. Lo leo rápido: “¿Le gustan los animales? Así es. ¿Tiene un
gato consentido, muy negro y relamido? ¿Tú qué crees? Así es. ¿Usa a veces un
sombrero? ¿Tú qué crees? Así es… Y ahí está adentro de su placard un
esqueleto, está el muñequito de Donde
viven los monstruos, tirado… Tiene unos stickers de The Doors, y de Batman
pegados… ¿Es tan negro como su gato su
vestido? ¿Tú qué crees? Sí, lo es. ¿Le gusta cocinar? ¿Tú qué crees? Así es…
Y están todas las características de una cocina, con un montón de productos
como Sopas Campbell… (Risas). ¿Hace
pociones con colas de rana, uñas de pata y escamas de iguana? ¿Tú qué crees?
Así es… ¿Tiene escoba? ¿Tú qué crees?
Así es… ¿Le gusta volar en a oscuridad? ¿Tú qué crees? Así es… ¿Acaso es una
vieja bruja estrafalaria y charlatana? ¿Tú qué crees? Sí, lo es… Algunos dicen
que es realmente muy mala. ¿Pero qué crees?
No lo es.
CC: A mí me
desilusionó el final. Me hubiese gustado que lo hubiera dejado abierto. No que
me lo diga.
CB: Ese es uno de los
problemas que me parece que los libros álbum interesantes ponen en cuestión, y
que es: hablamos del silencio. Me parece que el silencio implica la
dosificación de la información, saber cómo usar la palabra que aunque en los
libros álbum es escasa, tiene muchas resonancias. Es la cantidad y la propuesta
de palabras justas. Cuando hay una palabra de más o una información
innecesaria, hace ruido. Y me parece que ese “pero” del final… “¿Pero qué
crees?”… Es una opinión que abro a discusión. Puede pensarse como innecesario,
porque el “pero” ya se venía dando implícitamente, se venía construyendo paso a
paso, en la rítmica de este libro y en el contrapunto con la ilustración.
Entonces añadirlo es justamente un acto de verborragia, me parece un ruido
innecesario que implica desconfiar en la construcción de significados de los
lectores. Yo creo que los libros álbum más ricos, interesantes, son muy
sutiles, tanto en el arte de la palabra como en el de la ilustración.
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