Quizás en el tren

En el invierno de 2016, en el marco de su ciclo de charlas con autores y autoras de literatura infantil y juvenil, Mario Méndez entrevistó a Martín Blasco, que acababa de publicar, La oscuridad de los colores. En un pasaje la charla se refirió a lo que en ese momento era la escritura conjunta de Quizás en el tren, con Andrea Ferrari, una novela "a dos voces" que fue publicada por Loqueleo. Compartimos el momento de la charla, en el que Blasco comenta cómo se materializó entre ambos ese proceso de escritura.


Mario Méndez: Contanos un poco del tema de la inmigración en el otro proyecto, ya que hablamos con Andrea Ferrari el otro día. Tu visión de ese proyecto.

Martín Blasco: Una cosa antes de empezar con lo de la novela. Yo sé que cuando me invitás a charlas lo hacés más por cariño, porque los libros de Andrea y de Sebas son bien sobre el tema de la inmigración, pero el  mío hasta ahí. Pero lo que me gustó, lo que es genial cuando pasan estas charlas, fue que vos me dijiste y empecé a encontrar inmigración en mis libros por todos lados. En El misterio de la fuente el protagonista es un turco inmigrante, en Maxi Marote hay un chico de Laos y  otro de Uruguay, y en la novela en la que estamos trabajando con Andrea, es una chica de la colectividad china, que un día sube al subte y le roban el celular. Y a partir de ahí son dos historias en paralelo. La que carga con la inmigración en este caso es Andrea, porque ella escribe la parte de la china y yo escribo la del ladrón. Pero la verdad es que yo estoy muy contento con el resultado. No sé qué habrá dicho ella, calculo que algo parecido. Salió muy fluido. Ella es diez millones de veces más rápida y más responsable que yo.

MM: Lo dejó entrever…

MB: Qué raro… (Risas). Si fuera un juego de ping pong… ella mandaba su parte y yo estaba tres o cuatro días.

Asistente: Dijo que empezó otro libro…

MB: Se aburría. (Risas). Lo que a ella le lleva una semana, a mí me lleva un mes. Pero aun así, me tiene paciencia, y a mí me gusta mucho cómo está quedando el libro.

MM: ¿Está bastante avanzado?

MB: Ya estamos en los últimos dos capítulos. En mi parte, lo más lindo fue eso de escribir un ladrón evitando todas las posibles metidas de pata con lo políticamente correcto, y creo que el ladroncito es un personaje más que interesante. Más allá de que es un personaje adulto…

MM: Ah, yo pensé enseguida en un pibe.

MB: No. Es adulto y es un tipo de clase media.

MM: Ahí ya saliste del cliché.

MB: Sí, sale todo el tiempo del cliché. Tampoco es que se lo reivindica. Disfruté mucho construyendo ese personaje. El trabajo con Andrea es muy lindo, ella es muy profesional.

MM: ¿Esto de escribir con otro es un lugar de aprendizaje?

MB: También. Es algo totalmente distinto. Primero, porque Andrea es muy diferente a mí escribiendo, y de una forma que uno no creería. Ella es muy organizada pero puede ir avanzando sobre la marcha. Yo necesito una escaleta. Ella avanza capítulo a capítulo.

MM: ¿Armás escaletas?

MB: Sí, las armo y las destruyo.

MM: Claro, son herramientas.

MB: Sí. Antes de escribir nada, pienso adónde voy. Después de que escribo el primer capítulo veo adónde va y esa escaleta va modificándose. Pero muchas veces suelo hacer primero cada capítulo resumido en una oración (bien de cine).

Asistente: Andrea comentaba el placer que le provocaba encontrarse con algo inesperado. Dijo que ella esperaba con cierto grado de inquietud y que eso la conmovía.

MM: Sí, incluso hablaba de la lógica del cadáver exquisito.

MB: Pasa mucho eso, no tenemos idea de lo que el otro va a hacer, de para dónde va a empujar la historia, y los personajes van creciendo en su día a día (el mío, robando), los capítulos terminan siendo uno espejo del otro. Si ella pone un capitulo en el que la chica china está con su madre, lo que a mí se me viene a la cabeza es que él este con su madre. Y entonces da la sensación de ser una novela muy planeada, de dos historias que van avanzando en espejo, y en realidad fue naturalmente acción/ reacción. Uno manda algo que despierta algo en el otro.

MM: ¿Y en este caso cómo fue la escaleta que te armaste?

MB: No, en este caso no me armé escaleta. Con Andrea fue todo muy rápido. Nos juntamos una vez y ya sabíamos de qué íbamos a escribir. Y empezamos directamente. No con una escaleta, sino con una sinopsis. Sabiendo muy pocas cosas, y muy por arriba. Y la escritura fue un capitulo, y otro. Cada uno.

MM: ¿Y cómo hacen con las correcciones? ¿Se corrigen mutuamente o van a esperar el final?

MB: Vamos a esperar el final, pero creo que está muy parejo, porque optamos por escribir en presente y en tercera persona. Esa fue una decisión inteligente para emparejar el texto, porque no tenés muchas opciones. Por supuesto que hay estilos distintos y creo que te vas a dar cuenta. Andrea escribe de una forma y yo de otra… Pero al usar el Presente y la tercera persona… estás muy ahí.

MM: Pero es un esfuerzo… por ejemplo, la elección de los adjetivos. ¿Te dan ganas de “tocarlos”? ¿De decirle que te parece que hay alguno que no funciona o que vos cambiarías?

MB: ¿Sabés que no? Cuando le mando algo ella me dice: “Buenísimo”. Y a mí me pasa igual. Hay que ver cuando la terminemos. Pero en ese caso, me parece que lo mejor va a ser dársela a un editor. En ese sentido, no me jode para nada que me corrijan. No tengo ningún problema. No me molesta, no me ofende, está todo bien.


Quizás en el tren
Martín Blasco - Andrea Ferrari
Loqueleo, 2018.


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