CARTAS DESDE EL FRÍO

Con ésta nota de Maria Trombetta Libro de arena suma otra mirada al tema de la guerra, con el que estamos trabajando durante el mes de abril.



Por María Trombetta


Hace unos pocos días, en la escuela donde doy clases de teatro, un niño de sexto grado me preguntó ¿seño, vos estuviste en Malvinas? Tardé un rato en entender que lo que me estaba preguntando era si yo ya había nacido cuando la guerra, si tenía recuerdos de esa época. La pregunta disparó uno de esos momentos maravillosos en que se comparten experiencias y miradas con los niños y niñas, para escucharlos y aprender otras cosas, todos juntos.

En este mismo espacio del Libro de Arena, y en relación con el tema que nos convoca este mes, los cuarenta años de la guerra de Malvinas, leímos otras impresiones sobre ese episodio de nuestra historia. Una, la mirada de la infancia que compartió María Laura Migliarino. También el retrato de una familia de entones, su hijo conscripto y la temida carta de convocatoria para presentarse en el cuartel, escrito por Macelo Iconomidis. Ambas lecturas me interpelaron particularmente: yo también era una niña por entonces, me enteré muy temprano el 2 de abril de 1982, en la escuela, de que “habíamos recuperado las Malvinas”, volví a mi casa eufórica por la noticia, y las caras de mis padres me advirtieron que no había motivos para celebrar. 

Si hay un objeto que quedó para siempre vinculado a mi memoria con el conflicto, es la carta: la carta que nos sugirieron escribir en la escuela, que mandé, y recibí la respuesta de un soldado trasladado a Comodoro Rivadavia como parte de los grupos de apoyo, listos para ir a las islas en cuanto fuera necesario. La carta de la convocatoria a mi hermano, clase ’61, que fue un fantasma que nos atormentó durante esos meses a mí y a mi familia y que por suerte nunca llegó. La conmovedora carta del maestro de La Matanza Julio Cao despidiéndose de sus alumnos: nunca volvió de la guerra. Hoy la escuela donde enseñaba lleva su nombre.



Muchos años después, me encontré con un tesoro relacionado con Malvinas: luego del fallecimiento de los papás de Guillermo, mi compañero, al cumplir la triste tarea de desarmar su casa, recuperamos las cartas que él había intercambiado con su familia cuando fue trasladado a Río Grande para vigilar la frontera con Chile. Él y sus compañeros estuvieron allí desde el 14 de abril hasta un mes después de que todo hubiera terminado. Volvieron una noche de julio en el mayor de los secretos y nunca les fue reconocida su participación en el conflicto.

Las cartas están en una caja con estética de los años ’70, forrada en una especie de papel afiche gris con manzanas rojas. Son muchas: las que él mandó a su familia y las que recibió de sus padres, hermanas, amigos, vecinos, y chicas desconocidas que le escribieron “a un soldado argentino”. Lo que más impacta, antes de ver el contenido, es que muchas ostentan un sello que reza “CENSURA NAVAL ARGENTINA”, lo que significaba que las cartas eran abiertas y revisadas antes de repartirlas a los soldados. De hecho, hay frases enteras tachadas con un marcador negro grueso, como prueba de que no se trataba solamente de una amenaza. Por suerte, luego de algunas semanas, a un compañero soldado le asignaron la tarea de viajar periódicamente a Buenos Aires y él se encargó de llevar y traer personalmente cartas, encomiendas, fotos y dinero que no pasaban por las manos de las autoridades militares. 

Conmueve leer que tanto las cartas que recibía Guillermo como las que enviaba, están escritas en un tono tranquilizador, sin quejas: el amor por el otro era más fuerte que la desazón que todos vivían. Se dan ánimo, se envían buenas noticias, hablan de temas livianos y de la vida cotidiana, que seguía a pesar de todo. En la web del Centro de Documentación Epistolar están digitalizadas y compartidas todas las cartas que Willy envió y recibió.

También, desde hace algunas semanas, y hasta el 24 de junio, pueden verse fragmentos de ellas en la muestra que se ofrece en el Centro Cultural de la Biblioteca del Congreso de la Nación: “Malvinas, destellos de lo vivido”. La muestra está constituida, además de las cartas enviadas y recibidas por Guillermo y otros soldados y sus familias, por un área dedicada a la cobertura mediática del momento, con abundante material de la hemeroteca de la BCN, y por un recorrido de la relación entre la Guerra y el rock nacional.

El texto que da la bienvenida a la muestra define a las cartas como “historias dentro de la Historia”, la faceta íntima de la guerra en la que surgen anécdotas de lo cotidiano, emociones profundas o desconocidas, y la palabra como vehículo de expresiones y deseos compartidos”. Fragmentos de memoria que llegan en el tiempo para contarles a los niños de mi escuela y a todos los que no “estuvieron en Malvinas” cómo fueron esos días que vivimos hace cuarenta años con la respiración contenida y un nudo en la garganta.




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