MUJERES AL FRENTE - Historias de Malvinas

Gabriela Aguad, Miriam Simcovich y Alicia Strupeni realizan una obra que fusiona el teatro y la narración oral, para visibilizar a las mujeres que, desde diferentes roles, se sumaron a la lucha, en el conflicto bélico de 1982.

Foto: Fernando Calzada


En 2018, Miriam Simcovich trabajaba como docente y narradora oral. Un maestro con quien compartía tareas le comentó que estaba buscando información sobre mujeres que habían participado de la guerra de Malvinas, para preparar el acto del 2 de abril. Y Miriam sintió que esa era una “caja de Pandora” de la que podían salir montones de historias, dignas de ser narradas. “Encontré un material riquísimo, lleno de historias reales que tenían que ser contadas”, recuerda. 


Entre otros materiales se topó con un libro: “Mujeres invisibles” de Alicia Panero, una investigadora cordobesa que habla de mujeres argentinas, inglesas y chilenas que estuvieron involucradas en la guerra, pero de quienes nunca se habló. Comentó el proyecto con Alicia Strupeni, también narradora oral de gran experiencia y su compañera en distintos proyectos. Alicia pudo contactar a Silvia Barrera, una de las veteranas de guerra que trabajó como instrumentadora quirúrgica en el Rompehielos Almirante Irízar, quien le contó su propia versión de la historia. A eso le siguió la lectura de libros, artículos periodísticos y ensayos, y la conversación con otras de las protagonistas reales: Liliana Colino y Stella Maris Carrión. De esta manera comprendieron que muchas mujeres participaron de la guerra, solo que con recursos propios: desde una cocina en vez de una trinchera, o con vendas y suturas en vez de fusiles. 


Llegó un momento en que Alicia y Miriam tenían muchísimas historias escritas, y pensaron en Gabriela Aguad para darles un orden y forma teatral, para  poder llevarlas a escena. Gabriela se hizo cargo de la dramaturgia, puesta en escena y dirección general, y “Mujeres al Frente” tomó forma. 


Hoy sabemos que en la guerra del Atlántico Sur hubo mujeres en diversos roles. Enfermeras, operadoras de radio, instrumentadoras quirúrgicas, voluntarias. Todas ellas cumplieron funciones importantes, pero al terminar el conflicto fueron condenadas al olvido, negadas e invisibilizadas”, dice Strupeni. Y Aguad señala: “Las experiencias, sensaciones y emociones que vivieron esas mujeres nos dieron el pie para contar fragmentos de sus historias, momentos únicos que cambiaron el curso de sus vidas. Durante los últimos años muchas de ellas comenzaron un camino de reconocimiento, con gran esfuerzo y lucha constante. Nuestro trabajo intenta, a través del arte, hacer más visible y relevante su participación comprometida, idónea y amorosa en la tragedia que les tocó atravesar”.  



La función comienza con el ruido de viento y las olas rompiendo en una escollera. Luego se escucha un poema, y a continuación se narran las circunstancias que vivió Silvia, una instrumentadora quirúrgica que trabajaba en los quirófanos del Rompehielos Almirante Irízar. La guerra  transformó su vida para siempre. 


La obra está organizada a partir de siete escenas. En algunas, las narradoras cuentan lo que vivió cierto personaje. En otras hay relatos a medias, diálogos donde las dos intérpretes asumen diferentes roles y van contando las situaciones y emociones de las protagonistas. Se narra lo que vivió una mujer que viajaba en los aviones Hércules,  para colaborar en el traslado de heridos, y que quedó en medio de un ataque aéreo. También se habla del enorme trabajo de las voluntarias de Comodoro Rivadavia que todos los días amasaban pan para llevar a los soldados heridos e internados en  el hospital y que además, pusieron en marcha una verdadera red subterránea de información. “En ese momento había una censura militar tan fuerte que era casi imposible recibir información real sobre lo que estaba ocurriendo. Y las familias de los soldados se desesperaban por saber dónde estaban sus hijos, qué estaba pasando. Estas mujeres entraban al hospital para llevar alimentos y contención emocional a los heridos, pero al salir se comunicaban con las familias de los soldados, y les contaban lo que estaba pasando”, indica Alicia.


Uno de los momentos más dramáticos de la obra es el relato de lo que pudo haber pensado y sentido una enfermera que estaba trabajando en el Buque Formosa cuando cayó una bomba. Otra escena gira alrededor de la carta que escribió una nena, alentada por su maestra, para un “soldado anónimo”. Una carta que marcó el destino de quien la recibió, y también de la niña y todo su entorno. Luego se plantea la creatividad a la que tuvo que apelar una operadora de radio que trabajaba para la Marina Mercante, para lidiar con el escaso y obsoleto instrumental de comunicaciones, y captar mensajes del enemigo. También se narra la historia de una enfermera, que como tantas otras, no pudo hablar de lo vivido por muchos años, hasta que un simple e inesperado episodio familiar hizo detonar la bomba que tenía en el alma y la ayudó a conseguir su liberación.


La obra ya realizó más de 25 funciones en CABA, La Plata, Moreno y otros puntos del país, dando a conocer la participación activa de mujeres durante la guerra del Atlántico Sur. Iba a estrenarse el 21 de marzo del 2020 (“ya teníamos lista la sala, los programas, el vestuario y la puesta de luces”, se lamenta Simcovich, una de las dos intérpretes). Pero llegó la pandemia. Finalmente, en marzo del 2021 pudo presentarse en un teatro de CABA y luego comenzó una gira por otros lugares del país donde ya la vieron centenares de personas, entre ellas ex - combatientes, familiares de soldados caídos en combate, docentes, autoridades de la UNDEF, del Museo de Malvinas, del Colegio Militar de la Nación y público en general.


  

Miriam y Alicia se formaron en espacios como Bibliotecas para Armar y con docentes como Ana Padovani y Claudio Ledesma entre otros. Gabriela, por su parte, es actriz, narradora oral y artista plástica, y fue directora de festival “Palabras más, palabras menos”.  Los textos fueron creados por ellas mismas, y Gabriela además sumó poemas potentes y estremecedores. La puesta en escena apela en ocasiones al humor, para crear un balance necesario. “Elegimos historias muy diferentes, que narraran las experiencias de estas mujeres como una pequeña muestra de lo que vivieron muchas otras. Por eso hablamos de quienes estuvieron dentro del Teatro de Operaciones como instrumentadoras, radio-operadoras y enfermeras (de la Fuerza Aérea y la Marina Mercante).También de voluntarias y de otras mujeres como todas que, aún desde su casa y muy lejos, se vieron involucradas en la guerra”, relata Gabriela. 


Mujeres al Frente ha recibido ya muchas propuestas para hacer funciones con debate posterior, porque el tema es tan movilizador que invariablemente el público se queda conversando, intentando procesar lo que acaba de ver y oír. Las historias se suceden. Hombres duros, silenciosos y corpulentos, de casi sesenta años, se acercan a las intérpretes, las abrazan y rompen a llorar. Familiares de combatientes que nunca regresaron, las abrazan entre lágrimas; esposas de veteranos que nunca quisieron hablar de lo que pasó les agradecen la oportunidad de poner el tema en la mesa familiar. 


Pero para el staff, quizá las reacciones más conmovedoras fueron las de las protagonistas reales de las historias que se cuentan en el escenario: Silvia Barrera, Liliana Colino, Daniel Verón (un veterano de guerra que regresó, y parte de cuya historia se relata) y otros ex combatientes, que con el barbijo humedecido les confirmaron que los relatos reflejaban fielmente lo que habían vivido, y que ver sus historias en escena les había resultado sanador. “Es un desafío contar la historia real de una persona que está sentada en la platea…”, señala Alicia, y concluye. “…pero en todos los casos, nos confirmaron que sus vivencias fueron fielmente reflejadas, y nos agradecieron por hablar de un tema que hasta ahora estaba semi-oculto”. 

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