Malvinas y los pequeños lectores. Pipino el pingüino
Pipino el pingüino, el monstruo y las Islas Malvinas. Claudio Garbolino y Antonella Garbolino. Editorial Dunken, 2012. |
Por Belén Leuzzi
Esta es la historia de cómo Pipino, el pingüino se hizo tan querido en nuestro hogar. Recuerdo que Pipino el pingüino, el monstruo y las Islas Malvinas llegó en manos del papá de mi hijo, con mucha ilusión para ser entregado a nuestro retoño. Y digo retoño porque B. tendría en ese momento año y medio aproximadamente, pero ya era todo un aficionado a los libros.
Lo primero que pensé fue “¡Qué lindo libro!” y casi al mismo instante “B. es muy chico para eso”. Es claro: madre que trabaja en promoción de lectura en primerísima infancia, pensaba en los requisitos de los libros en niños tan pequeños. Que las puntas redondeadas, que las hojas de cierto gramaje, que el tamaño del libro, etc., etc. Asimismo, recordaba mi propia experiencia con los libros y la lectura, una tarde en la que mi madre, me regaló súper contenta y emocionada Las mil y una noches porque yo la había visto en el teatro en la primaria y me había encantado. Nunca terminé de leer ese libro. Era inmenso, inabarcable, con un lenguaje difícil, inadecuado para ese momento porque no era una adaptación. Volviendo a nuestro pingüino, cuando revisé el libro me di cuenta de que no era tan inadeecuado para B.
Desde el primer momento Pipino se convirtió en un personaje querido. Y todos los pingüinos que veía B. (en la tele, en otros libros, en canciones, en muñecos, etc.) pasaron a ser, automáticamente, los primos de Pipino. Porque el joven Pipino sabemos, no estaba solo. Tenía su familia. Ésa que junto a él había sido desplazada de su casa en las Islas Malvinas por un malvado monstruo pirata.
Además de tener una familia, Pipino tiene amigos a los que recurre para que lo ayuden a echar al monstruo. Estos primeros amigos-animales son característicos de la fauna argentina: la ballena, el cóndor, la mulita, el yacaré… E intervienen sumando su voz al reclamo de Pipino: “¡Fuera, monstruo! ¡Las Islas Malvinas son argentinas!” Con cada animal que se suma pareciera que el grito es más fuerte e intenso. Y el lector, de hecho, así lo lee de manera casi natural. Y los niños también así lo van repitiendo.
Si bien el monstruo se asusta sigue allí, amotinado. Entonces Pipino va a buscar amigos en otros continentes y aparecen el león, el elefante y el camello, entre otros. La amistad se va extendiendo por el mundo detrás de un mismo objetivo: sacar al monstruo, que en definitiva no tiene tanto que ver con el color de la bandera del pirata, sino más bien con la guerra y el colonialismo. En esta historia se rescatan los valores de la amistad, el consenso y la tan ansiada justicia. Al monstruo le atemoriza que las voces del mundo se unan a través de estos valores porque suenan más fuertes.
Este cuento fue escrito hace unos diez años por Claudio Javier Garbolino, ex combatiente de Malvinas, para su nieto que en ese entonces tendría unos tres años. Según leí en alguna entrevista que le hicieron, el nombre de Pipino fue puesto precisamente por su nieto. ¡Con lo importante que es ponerle nombre a las cosas!, ¿no?
Y lo difícil que es hablar de ciertas cosas, agregaría también.
Es un relato pensado para niños y nombrado en parte por ellos mismos. Quizás por eso B. tuvo tanta afinidad con Pipino desde un primer momento. También porque se lo dio su papá. El libro perdió rápidamente algunas hojas en manos de este niño tan pequeño, pero se mantiene vivo. Después de casi dos años sigue en la biblioteca y lo leemos como se puede, con sus faltantes.Los adultos también contamos esta historia con nuestros faltantes que están presentes.
Y yo todavía guardo esa edición de Las mil y una noches como un tesoro. Y cuando lo encuentro en el estante me río por dentro de mamá y al mismo tiempo me emociona ver aún sus ojos ilusionados. ¿Quién sabe? Quizás alguna vez lo lea con B.
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