Conversación con Jorge Boccanera
Hoy cumple setenta años un gran poeta argentino: Jorge Boccanera. Para celebrarlo compartimos esta entrevista de Theo Rubel y tres de sus poemas.
Por Theo Rubel*
En Bahía Blanca el viento del puerto de Ingeniero White ya iba sedimentando los viajes en Jorge Boccanera, en ese niño que crecía a la par de sus preguntas sobre los barcos, sobre los personajes que llegaban y partían del muelle no sin antes pasar por el espejo de la barbería de su abuelo. Después el exilio, los seis meses hacia México, donde sembró poesía en los caminos áridos de un viaje no buscado. Tiempo después continuaba el andar por Costa Rica, ya de forma voluntaria, con la selva y su inminencia, con las preguntas que ahora volvían en el follaje, en las nervaduras de las hojas. Si bien desde hace ya un tiempo que el poeta reside en Llavallol, en la provincia de Buenos Aires, sus viajes continúan: recientemente fue a Cuba para dar el discurso inaugural del concurso de poesía Casa de las Américas 2022. Hoy celebramos sus setenta años de errancia por la vida, conversando sobre su obra.
-¿Cómo se condensan esos viajes, esas experiencias, en tu poesía?
-Justamente hay dos antologías mías que apuntan al asunto desde el título: el CD Jadeo del viaje y la compilación Libro del errante, ambos editados en México. Diría que en el traqueteo, en el vaivén del tránsito, se fueron armando mis libros, como si el movimiento dotara de una vibración a la escritura, de un ritmo, un aliento, una respiración. Habría que mencionar además que el contacto con la historia y la vida de otros pueblos siempre amplía la visión del poeta (y en mi caso, la del periodista y de mi escritura en general) y también vigoriza el lenguaje, que es una herramienta esencial.
- En “Ojos de la palabra”, antología que reúne escritos tuyos a lo largo de cuarenta años y, que además, recibió en el 2020 el premio honorífico de poesía José Lezama Lima de Casa de las Américas en Cuba, das inicio al prólogo, que pertinentemente titulás Itinerario de un viaje, con estas palabras: “A ratos pienso que el poeta no nace ni se hace. Se deshace. Se deshoja al tiempo que acumula borradores de borradores.” ¿Cómo ves en tu itinerario ese deshacerse?
-Con esas líneas respondo, creo, a la pregunta trillada sobre si el poeta nace o se hace, que forma parte de una serie de interrogantes remanidos sobre el género que no llevan a nada, del tipo: ¿qué es la poesía? o ¿para qué sirve la poesía? Nunca reflexioné acerca de ese “deshacerse” del prólogo al que ahora aludís, pero ahora que lo mencionás me lleva a pensar primero que nada en lo que significa la búsqueda poética y los caminos de la experimentación. En definitiva en poesía nada está hecho, terminado, acabado. Y el texto está siempre en movimiento, haciéndose y deshaciéndose en el armado y en las muchas correcciones del autor, pero también en las diversas lecturas que provoca. El poema es algo orgánico, maleable, abierto a una multiplicidad de sentidos. Finalmente, ¿por qué el poeta se deshace?, porque se entrega con pasión y trabajo a sus obsesiones.
- Hace diez años, por el 2012, dijiste en una entrevista que lo que escribías estaba motorizado por dos ejes: la búsqueda y el cuestionamiento. ¿Lo siguen siendo? ¿Qué búsquedas, que cuestionamientos motorizan hoy tu escritura?
-Esos dos ejes, pienso, son una herencia de los ‘60, o quizá vengan de mucho más atrás. Tiene que ver con conjugar la experimentación formal con el ojo crítico de la conciencia. Lo expresé en términos de aspiración, no sé si está logrado. Por otro lado y sin dejar de lado el empeño en la indagación formal, el término “cuestión” nos lleva por muchos caminos además de remitir a “asunto a resolver”. La frase “la cuestión social” se acuñó en la Europa del mil ochocientos para referirse al encabronamiento de los trabajadores por sus derechos avasallados. Además, “cuestión” remite a cuestionamiento y a cuestionario; por ende se asocia al carácter que posee la poesía de interpelar a la realidad y a los sueños. Varios libros de poetas de los ‘60 llevan esa palabra en el título -Violín y otras cuestiones (Juan Gelman), Cuestiones con la vida (Humberto Costantini) y Cuestiones personales (Horacio Salas), etcétera; vuelvo al inicio, hay una aspiración de que en mi poesía se integren la imaginación de la conciencia con la conciencia de la imaginación.
- Es recurrente en tu poesía el diálogo con la música. Desde las alusiones en los títulos hasta el fraseo de los poemas; por citar algunos ejemplos: “Música de fagot y piernas de victoria”, “Tango de la contorsionista”, “El rock de la cárcel”. A su vez, algunos de ellos han sido grabados e interpretados por grandes referentes de la música como Mercedes Sosa (“Será posible el sur”), Silvio Rodríguez (“Que cazador”) o Raúl Carnota (“La camorrita”), entre otros. ¿De dónde viene esa afinidad musical?
-La afinidad viene de una caja de música, mejor dicho una casa de música que era el lugar donde cultivábamos ese vicio, desde mi viejo cantante de orquestas de tango en Bahía Blanca -con el nombre artístico de “Roberto del Mar”-, hasta mi vieja, mi hermano, primas, tías y tíos, muchos de ellos con discos en su haber. Todo era excusa para que nos pasáramos un micrófono invisible y hojeando cancioneros de tango y folklore, arremetiéramos con temor de perder el turno con la pieza elegida, acompañándonos con guitarra o a capela. Y claro, nos lucíamos en las fiestas, en las que mi viejo se hacía rogar un poco para iniciar la “cantata”, para despacharse después con un repertorio interminable. Todo en un ambiente familiar que disfrutábamos mucho y que añoro y valoro cada vez más al paso del tiempo. Bueno, de ahí no sólo viene mi relación con la música y la importancia que doy al ritmo en mis textos, sino además por la poesía que acercaban esos cancioneros: Cátulo Castillo, Discépolo, Manzi y tantos del folklore, de gran altura todos.
- En el 2019 se publicó “Tráfico/Estiba”, libro que contiene toda tu obra poética hasta hoy. Haciendo retrospectiva ¿qué elementos, tanto los de la construcción de lenguaje como los temáticos, ves que perduraron, se intensificaron, se perdieron o se transformaron de un libro a otro?
-Eso lo deberían decir los críticos, si es que alguno se interesa. Aunque una de mis labores ha sido la crítica literaria, me cuesta un análisis del devenir de mi producción, y no porque la considere algo inmaculado, nada que ver; te confieso que no me sé de memoria ninguno de mis textos. Más bien me han llamado siempre la atención aquellos escritores –sobre todo de narrativa- que al ser entrevistados sobre tal o cual libro lo desmenuzan parte por parte, lo enrolan en alguna tendencia, todo con apoyo teórico y exhaustivas (y a ratos tediosas) explicaciones. Las veces que he tratado de responder esta pregunta, no he llegado muy lejos. Te diría, para salir del paso, que sigo apostando por la imagen poética y los caminos que expanden el sentido. Con respecto a los temas de la poesía, aunque parezca contradictorio, te diría que son innumerables y a la vez se reducen a uno: el tiempo, la finitud.
- Aparte de poeta sos periodista, ensayista, dramaturgo y, aunque no solés decirlo, también pedagogo, ya que has ofrecido muchos y diversos cursos y seminarios en distintos países. Acá en Argentina, por ejemplo, durante años estuviste en la UNSAM (Universidad Nacional de San Martín) coordinando la cátedra abierta de poesía latinoamericana en la Escuela de Humanidades, con mucha concurrencia. ¿Cómo repercute la pedagogía en tu quehacer poético? ¿A partir de que premisas o motivaciones elaborás los seminarios?
-Las premisas de mis seminarios parten, sobre todo, del panorama de una poesía latinoamericana que a mi ver se ha difundido y trabajado poco en nuestro país y que posee niveles altos en cuanto a búsquedas estéticas, rupturas e indagaciones temáticas. Surgen de mis intereses, es decir, de mis lecturas, viajes, investigaciones realizadas sobre distintos autores siempre por fuera de la rigidez académica. A ratos enlazando la obra con la vida del autor, a ratos con la historia, incluso de modo lateral con la geografía. Esto último, por ejemplo, se vio en el transcurso del seminario sobre poesía atlántica de Centroamérica y el Caribe donde estudiamos una producción que va de la escritura a la oralidad y a la música, y que abarca a los miskitos de Nicaragua, la cultura garífuna de Belice y Honduras, los decimeros de Cuba y Panamá, y los calipsonian de Costa Rica entre otras expresiones populares. Para sintetizar te diría que me interesa dar a conocer poetas latinoamericanos poco difundidos y que los temas de mis cursos han ido por el lado de los movimientos de vanguardia de inicios del siglo XX, la negritud y las poetas hispanoamericanas desde el siglo XVIII a la actualidad.
- Abelardo Castillo hablaba de una familia espiritual: esas lecturas, esos autores que se van descubriendo, hilando entre sí y que lo acompañan a uno en su camino. ¿Qué libros, qué autores incluirías en tu genealogía?
-Mi genealogía es un álbum de hojas desperdigadas, en el sentido de que he sido, quizá por carencia, quizá por curiosidad, muy ecléctico. Va de las revistas de historietas a la obra de Juan Gelman, de los cancioneros de tango de mi padre al gran poeta griego Yanis Ritsos (con quien llegué a tener correspondencia en los años 80), de Olga Orozco a Luis Cardoza y Aragón, de Eliseo Diego a Antonio Cisneros; desde ya en mis primeras lecturas debo mencionar a Whitman, Neruda, Tuñón, Pedroni, García Lorca, Vallejo y otros muchos leídos atropelladamente por un joven lector voraz.
Poemas de Jorge Boccanera
Polvo para morder - I - (de Polvo para morder)
A veces la palabra
como una copa rota donde morder el polvo,
y otras veces un agua
de alumbrar.
Asomada a los cielos, la palabra,
es un tambor de polvo deshecho al primer golpe.
Remando en el infierno, la palabra
es un agua posible sobre un manto de cólera.
Entonces, la palabra,
¿polvo, para morder en la oscuridad?
¿agua, para alumbrar este cuerpo callado?
XXIX (de Palma real)
Hay que aprender a leer las hojas, las
nervaduras de las hojas, su canción de crujido,
su extendida memoria de ceniza.
Hay que aprender a leer las hojas, su cuaderno
de vuelos, sus colores disueltos, su libertad, sus
huesos diminutos en la danza, su vocación de ala,
de lengua, de canoa, de sexo de hembra.
Hay que aprender a leer las hojas, sus enjambres
ocultos, su textura, sus oleajes de seda, sus provisiones
de agua, su temblor y su reino de terrones deshechos.
Fibras (de Monólogo del necio)
A José Ángel Leyva
Asomará un venado para el que siembra tiempo, lo fabrica, largas hojas de tiempo, muy delgadas, con hebras, cerdas, hilos, filamentos,
hilachas,
y escribe sobre el tiempo de rodillas, sobre un manto de sombra, y
camina después por la hoja en blanco donde la noche está despierta.
Asomará el venado si el que escribe mete las manos en el tiempo y roe,
lo muerde, lo desgasta, lo adelgaza, lo vuelve tegumento, membrana.
Cuando el tiempo – pellejo de palabras- roce fugaz el aire,
asomará un venado.
Ficha de Jorge Boccanera
Jorge Boccanera (Bahía Blanca, 1952).
Poeta, crítico, periodista. Entre otros títulos de poesía, publicó:
Los espantapájaros suicidas, Noticias de una mujer cualquiera, Contraseña, Música de fagot y piernas de Victoria, Poemas del tamaño de una naranja, Los ojos del pájaro quemado, Polvo para morder, Sordomuda, Bestias en un hotel de paso, Palma real y Monólogo del necio. Reunidos en diversas antologías personales.
Es autor también de libros de historia de vida, ensayos, obras de teatro, crónicas y letras de canciones.
*Theo Rubel nació en Buenos aires en 1998. Es poeta, actor y músico. Forma parte del grupo de Teatro Comunitario Alma Mate de Flores.
Ha publicado el libro de poemas La danza del rascado (Editorial Vagantes Fabulae 2021).
En 2021 su poemario "Arriero de sombras" fue premiado en el Certamen Nacional e Internacional de Poesía organizado por la Asociación Madres de Plaza de Mayo.
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