Sandra Comino, Franco Vaccarini, Ariel y Fabián Sevilla: “Escribir también es tomar decisiones. Todo el tiempo”
En esta segunda parte del encuentro de apertura del ciclo que dedicamos a Malvinas en los libros para niños y jóvenes compartimos este riquísimo intercambio acerca de las temáticas más diversas, las que antes costaba que entrasen a las escuelas, las que todavía no entran en los libros de la LIJ, y, por supuesto, de la actualidad, la “malvinización”, las formas en que la escuela, la literatura, y la sociedad en general, están tratando el tema a 40 años de la guerra.
Mario Méndez: ¿Ven difícil entrar con temas difíciles, como el de la guerra, a las escuelas?
Fabián Sevilla: Es importante que en la escuela les permitan la entrada a temas como el de Malvinas. A mediados de la primera década del siglo XXI, no se podía entrar con estos temas. Se fue evolucionando y me parece que en la Argentina hoy se puede. Hoy en las escuelas públicas uno puede entrar con temas que te impresiona que se estén tratando. Y como escritor me da unas ganas… Me animo a cualquier cosa. Cuando yo empecé te decían “sobre esto no se puede escribir”. Hoy podemos escribir sobre tantos temas, para los chicos y las chicas…
Ariel Sevilla: Y eso tiene que ver con la escuela, con el Plan Nacional de Lecturas, por supuesto, pero también con los docentes que se animaron. Porque vos podés darle el libro a través del Plan Nacional, pero el docente lo usa o no.
Sandra Comino: porque justamente, el Plan Nacional es de capacitación docente.
MM: No es solo mandar libros.
FS: Podemos hablar de Malvinas, de los temas de género, de sexualidad, filosofía… Otros temas. Eso es importante y a mí me da mucha libertad en el momento de sentarme a pensar una historia para los chicos y para los adolescentes. Y eso creo que es parte de la lectura, del libro, como decís.
SC: Aparte, es una cadena, porque no es solamente el libro y el docente. Es el promotor que habla con el docente para que se anime. Porque el docente, o el bibliotecario también, tienen a cuarenta padres que, hace veinte años, te cuestionaban un montón de cosas, que no entraban en la escuela.
MM: Incluso de vocabulario.
AS: Hoy estuvimos hablando con una maestra porque nosotros lo que quisimos fue no higienizar el lenguaje en Malvina. Historias en papel de chocolate. Y el chico habla con lo que hoy consideramos “lenguaje malsonante”. Que en el libro el chico protagonista pudiera decir que “se cagaba de frío”, y que los militares le decían a un combatiente en las Islas que se levantara, que no fuera “maricón”. Nosotros pensábamos que la editorial no iba a querer, pero lo dejamos. Y la editorial dejó ese lenguaje, realista, digamos. Estábamos preocupados porque a algunos promotores algunas maestras les han cuestionado eso, Pero una maestra nos contó que ella les había advertido a los chicos que en la novela iban a encontrarse con palabras que por ahí les iban a molestar y luego, durante la lectura, no tuvo problemas.
Asistente: En Caídos del mapa, de Falconi, en un momento dice “la gorda” para hablar del personaje de la chica. Queda como muy despectivo cuando vos lo leés, pero yo necesito eso para trabajar…
FS: Sí, pero está teniendo problemas, María Inés. Le está costando mucho que la novela sea entendida en esa perspectiva tan abierta. Nunca había tenido problemas y aparecen ahora.
AS: Estamos en la época de la cancelación y de los extremismos ideológicos. Y fue una novela que se leyó… pero ahora jode esa palabra.
SC: El debate es tan interesante que cada frase da para abrirlo. Salen muchos temas.
AS: Podemos quedarnos cinco horas.
Franco Vaccarini: Vamos preparando el asado. Mientras vos ordenás todo esto, yo digo. El monstruo perfecto es un libro mío, sobre un chico que se queda calvo por un tema nervioso. En realidad fue como tomarme en broma algo que para mí era muy serio en la adolescencia. Yo sabía que me iba a quedar calvo.
SC: ¿Por qué sabías?
FV: porque mis tíos eran todos calvos. Ya tenían nombre de calvos: Aurelio, Seledonio… (Risas), Herberto, Wilton… Mi destino era ser pelado. Además, cuando fui a la pileta un verano en Lincoln, un amigo me dijo: “’UY, te vas a quedar pelado!” Porque se notaba, la pileta es muy buchona, que tenía poco pelo. Tuve pesadillas de que me iba a quedar pelado…
MM: ¡Por suerte no pasó! (Risas).
FV: Por suerte no se cumplió en la realidad. En el libro hay un chico que se llama Fernando, que se queda calvo por un tema nervioso. En una semana fui a dos escuelas, y en una, una maestra me dijo que no hablara del tema de que el chico se había quedado pelado, porque ahí tenían un chico que se había quedado pelado. Y en otra escuela me dijeron que sí hablara del tema, porque había un chico que estaba perdiendo el pelo. Las dos situaciones se dieron al revés, y no volvió a pasarme nuca más, me pasó en esa semana, cuando recién había salido el libro.
SC: Bueno, yo tengo un cuento, que se llama “Velorio de campo”, que lo escribí pero nunca lo trabajé desde el humor. Y la gente se ríe cuando lo lee. Me pasó, que una vez, en una escuela de La Pampa a la que yo iba a narrar ese cuento, la directora me dijo que no hablara de “Velorio de campo”. Y yo dije: ¿Qué hago? Y me empezó a contar sobre todos los que se habían muerto hacía poco. Yo hablé igual, lo conté igual, porque además no podía salir de lo que iba a hacer, porque tenía que ver con el tema de la muerte. Y esa cosa de asociar que por la vida pasa una cosa, y por la literatura tiene que pasar otra. Porque uno a veces proyecta el miedo… O lo mismo con las palabras. ¿Por qué va a molestarnos una palabra si la usamos habitualmente? Y más si es en un diálogo. Hay que volver a Graciela Montes. El lenguaje silvestre y el oficial.
MM: Es una generalidad lo que voy a decir, pero viene surgiendo: dependemos muchísimo No solo en la cuestión de la escuela, sino también en la llegada. Mediadoras y mediadores son fundamentales. Se ve en lo que dice Franco: “No hables del pibe que se queda pelado/ Hablá del pibe que se queda pelado”. Les va a pasar que en algunas escuelas no van a trabajar mucho el libro de los Sevilla, porque dice mucho “pendejo”, “tiene un cagazo bárbaro”. Y esta cuestión de la santificación de la literatura… Los pibes dicen “boludo” todo el tiempo, y te dicen que no podés leer algo porque dice “boludo”.
FS: Todavía jode más una puteada escrita. Fijate que en las películas escuchan, y eso no jode tanto como que se putee en un libro. Todavía el libro duele más. Y yo, como escritor, siento que eso me da más poder. Me siento más empoderado para poder jugar con la palabra y poder publicarlo.
MM: Lo podemos ver de los dos lados, como todo. A algunos les da miedo, y a otros los empodera. Te da miedo de que te rechacen un libro por usar una palabra que en la casa se usa todo el tiempo.
FV: Igual, Sandra es muy graciosa, y es una especie de maldición de Casandra pero aplicada a esto. A Casandra nadie le creía cuando decía la verdad. Decía la posta y no le creían, y se iban y quemaban Troya, Y ella ya les había avisado: “No dejen que entre el caballo de madera acá, yo les digo…” (Risas). Ella cuenta cosas dramáticas, pero que por su modo de expresarse para el que escucha toma un tinte gracioso. Como le pasó con el cuento “Velorio de campo”. Cuando la conocí a Sandra, ella me contaba cosas de la vida cotidiana que la hacían llorar, y a mí me daban risa.
SC: Ese es un problema. Todos mis dramas, a los demás les dan risa. Pero creo que eso tiene que ver con cómo uno dice las cosas. Tiene que ver con el registro. Entonces yo me preguntaba cómo habrán hecho para escribir Malvinas ellos dos, si hablás dos minutos con ellos y te morís de la risa. Y uno no tiene conciencia de eso. En mi casa, el sarcasmo, la ironía… digo en mi casa “para arriba”; mis padres, mis tíos, y mis hijas también, es algo cotidiano. Entonces, eso a veces uno lo filtra sin darse cuenta en la literatura. Cuando quiero hacerlo a propósito, no me sale. Porque uno no puede reírse de cualquier cosa.
MM: Ahí te hago una pregunta incómoda. En Nadar de pie yo no recuerdo…
SC: Nadar de pie es mi novela más dramática. Y lloré mucho. Después, en las otras novelas tengo más esa cosa irónica. O de humor negro, si querés…
MM: Pero acá no pudiste…
SC: No, no, no. Incluso fue paralelo a “Velorio de campo”, que yo lo escribí intuitivamente. Toda mi primera parte de la escritura es más intuitiva que ahora, que soy más consciente de los recursos y analizo más lo que escribo. Al principio, no. Entonces, las dos cosas hablan de la muerte. Pero en “Velorio de campo” hay humor negro y acá, no. Acá es un drama absoluto. Más pesadito, más denso.
MM: De las tres novelas, que tratan la misma temática, es la más dura. A pesar de las cartas y de lo que ustedes comentan… termina en una muerte. Incluso con la cosa autobiográfica de Franco, y los pibes a los que les da un ataque psicótico, creo que Nadar de pie es la más dura.
SC; Porque es la visión femenina de la ausencia, es la maternidad en soledad, también. Es el registro del después. En el momento es como la euforia. Porque su personaje quería ir a la guerra. Es lo que quería la gente en ese momento. Los voluntarios. El otro día en la tele había un chico que es ucraniano que quiere ir…
FV: La paradoja de la guerra es que todos van llenos de vida, de promesas de heroísmo, de gloria, de aventura. Así vamos todos a la guerra. Y caemos como chorlitos. Vamos llenos de vida y volvemos llenos de muerte. Como dice Thomas Wolfe “Así nos sucedía a todos nosotros aquel año. Sobre la tierra inmensa y expectante pendían la pulsación y la promesa únicas de la guerra”. Y cómo volvemos, si volvemos.
SC: Bueno, mi novela habla de la vuelta. Porque hay secuelas en personajes…
MM: Es muy fuerte lo de las mujeres. La mirada de la mujer, de la maternidad en soledad, de las mujeres de la guerra, que no son reconocidas. Todavía hoy, hay enfermeras que participaron…
SC: Yo lo escribí sin darme cuenta. Yo fui feminista desde que nací. Pero me di cuenta de esa visión cuando la estaba escribiendo. Me doy cuenta ahora, en la perspectiva de las lecturas que una hace con posterioridad. Igual, no me leo todos los días. Hay cosas que hace tanto que las escribí que las recuerdo cuando voy a un colegio, pero si ahora vos me pedís que busque un fragmento, no lo encuentro. Pero, como dice Lidia Blanco, creo que uno escribe desde su ideología, desde su mirada. Entonces, evidentemente, ahí me preocupó eso, sin que yo me diera cuenta. Hablando de la guerra… la guerra no solo es en el lugar de la batalla. También está la guerra diaria, todo lo que ocurre alrededor.
FV: Absolutamente. La guerra es tan grande… Por eso con los soldados también me ha pasado en algún encuentro, una sola vez, que les costó entender por qué nos permitíamos escribir sobre la guerra. Como si la guerra perteneciera solamente al soldado que estuvo en el frente. Y acá hubo muchísimas víctimas que desarrollaron, por ejemplo, enfermedades coronarias, y de todo tipo, por la angustia, los nervios… madres, padres… Entonces, la guerra “es un monstruo grande y pisa fuerte” y no es solo del soldado, es de toda la sociedad.
SC: Y hablando de lo verosímil, me acuerdo de que en una de las tantas versiones… Porque mi libro base fue Partes de guerra, de Speranza y Cittadini, y ahí había testimonios. Y había familias en las que moría el soldado que había ido a la guerra, la madre de tristeza, el hermano que se suicidaba… Todo eso era tan fuerte, que si lo ponías en una novela era más fuerte todavía, por eso la ficcionalización, creo que pesa más. Y me acuerdo de que en la primera versión se suicidaba la mamá de Mavi. Y yo iba al taller literario de Lidia Blanco y me dijo que eso no. Imaginate que si es fuerte ahora... Y bueno, la resucité. La otra versión la reescribí. Pero en la realidad, era mucho más terrible todo.
FS: Es lo que pasa con el tema de la guerra. Nosotros teníamos un miedo. Y cuando decidimos escribir una novela sobre Malvinas, decidimos hacerlo a partir de nuestro contacto con cientos de veteranos y padres de caídos en el Belgrano. Es una decisión, como vos decís. ¿Vas a llegar a los chicos con un libro, en este caso sobre Malvinas, “higienizado”? Es una palabra que me revienta en cuanto a la literatura para las infancias y adolescencias. Es “higienizar” la verdad, lo que pasó. ¿Por qué? Entonces nosotros decidimos escribir un libro. Y si la editorial lo rebotaba, lo rebotaba. Esa fue nuestra propuesta y la editorial se la jugó.
AS: Es lo que a vos te pasa con tu libro, Franco. Creés que no eras consciente. Quizá has cambiado cosas, pero tenías tu ideología. Hoy podés verlo, pero tomaste una decisión de acuerdo a tu forma de ver la vida, el mundo y elegiste contarlo desde la perspectiva de las mujeres.
SC: Es que yo creo que hay temas en los cuales no podés no tenerlo claro. No subestimo ningún otro tema, pero si vas a escribir sobre la guerra… Y en general, esto es algo que pienso en relación con la literatura. Si vos te ponés a escribir algo que no te conmueve se nota. Siempre por algún lado se te va lo que pensás para bien o para mal.
FS: Pero aparte, te la tenés que jugar. Si nos vamos a sentar a escribir sobre este tema, lo vamos a tratar así. Si no, no lo hacemos.
SC: Tenés que involucrarte.
AS: En nuestra experiencia, mientras escribíamos, Fabián varias veces tuvo ataques de llanto. Es la primera vez que le pasa. Me tuve que contener. Estaba escribiendo la historia del Zorro, que es un personaje ficticio, un soldado combatiendo en las Malvinas, pero que sintetiza la voz de todos los combatientes. Lo tomamos a partir de los relatos. Leer nos afectó, pero a él lo afectó muchísimo más. Le pasó por lo menos tres veces. Cada vez que hacíamos hablar a Zorro, Fabián decía: “pobrecito, pobrecito”.
SC: Es como en el caso de la actuación. Te involucrás.
AS: Te ponés en la piel del personaje.
FS: En ese sentido, yo soy grande, tengo cincuenta y dos años. Y empecé hace quince años a publicar. Entonces, si me piden que escriba sobre Malvinas, yo escribo esto. Si no quieren, no lo publiquen. Creo que eso es defender el laburo y es defender la inteligencia de nuestros lectores y lectoras.
SC: Claro. No subestimar al lector. Nunca.
AS: Nosotros en la novela hablamos del tema del suicidio. Y hoy en la escuela hablábamos de esos más de seiscientos veteranos que se suicidaron luego de la guerra. Y los chicos comprendieron esa horrible consecuencia de la guerra y empezaron a opinar sin filtro sobre el asunto. Y ninguna maestra nos dijo que no habláramos de suicidios.
SC: Bueno, es uno de los temas tabú.
FV: Pero el tema del suicidio de los ex combatientes, como está dentro de la lógica de la guerra, es como que nos permite hablar más. Pero el suicidio, vamos a decirlo groseramente, es como la idea del veterano que ya no cumple una función social. Fue un soldado, un héroe, durante más o menos setenta días, y ahora es simplemente un veterano que se siente afuera de todo y se suicida. Tiene como una “justificación” (por favor, que se entienda que es entre comillas), porque la sociedad ya no lo reconoce, está solo y lleva la guerra adentro. En cambio, un adolescente que se suicida, (a mí en la secundaria me pasó con una chica, Cecilia, que se suicidó), es más inexplicable. En algún momento quise escribir la historia de Cecilia. Y yo mismo me contuve. Lo digo, porque a lo mejor algún día pueda hacerlo. Albert Camus decía que el único problema verdadero de la filosofía es el suicidio. Es tan personal, tan visceral si una persona decide que la vida vale la pena o no, que me parece que sí es un tema poderoso para hablar. Y yo no sé si estoy preparado para hacerlo. Entonces, decidí por lo menos no tocar ese tema en mi literatura juvenil ahora, habiendo tantos otros. A veces, uno no quiere ser la gota, justo esa gotita que rebalsa el vaso.
SC: Bueno, escribir también es tomar decisiones. Todo el tiempo.
AS: A mí el tema del suicidio adolescente me preocupa mucho. En Mendoza se está trabajando mucho en las escuelas porque hay una tasa altísima, no de tentativas, sino de suicidios cometidos. Por ejemplo, el año pasado dos chicas se tiraron del segundo piso de la escuela. Creo que se va a hablar de este tema en algún momento en la literatura, porque se está empezando a hablar en las escuelas. Por lo menos en Mendoza.
SC: Lygia Bojunga, en Mi amigo el pintor, Graciela Cabal en Barbapedro… Hay tres o cuatro. No creas que hay mucho. Y Pescetti creo que tiene un cuento en Nadie te creería.
MM: Es un tema difícil, por el miedo que nos da, como autores, con la llegada que tenemos, tratar un tema así. Sobre todo cuando hay, no solamente en Mendoza, si no en pueblos donde, es horrible decirlo así, pero “se pone de moda” …
FV: Recomiendo Los suicidas del fin del mundo, de Leila Guerriero, sobre General Las Heras, en la Patagonia.
MM: En un pueblo de Catamarca, al que fuimos con el Plan de Lectura cuando andábamos juntos, había habido una ola de suicidios. Y a una escritora conocida, que va a venir, no la voy a nombrar porque no sé si quiere hablarlo, se le acercaron madres de pibes y pibas a pedirle que escribiera sobre eso. Y es un compromiso enorme.
Alvar Torales: Me acuerdo de cuando entrevistaste al mexicano Ricardo Chávez Castaneda, se habló de ese tema.
FV: El tema de la muerte es bien interesante. El tema del suicidio es otra cosa.
AS: Mientras haya escritores y escritoras que se animen, y editoriales que lo publiquen, creo que tenemos que decidir y empezar. Alguien tiene que empezar. También es cierto que hay una cuestión que tiene que ver con la lógica del mercado. Si de pronto se baja la línea de que en todas las escuelas hay que hablar sobre el suicidio, todas las editoriales van a empezar a publicar.
MM: Eso es verdad.
FV: En mi biblioteca de datos inútiles que almaceno por la que Mario a veces me carga, tengo registrado que por año se suicidan en el mundo ochocientas mil personas. Esto se puede chequear en Internet, en un lugar de datos, macro, que incluye a las personas que mueren en accidentes de autos, por enfermedades, todas las formas en que la gente se muere… Suicidios, hay un promedio de ochocientas mil personas al año. Es bastante mayor que los muertos en guerras, en los promedios de los últimos años. Es un tema muy fuerte, es muy legítimo. Pero para hablar con gente que está formándose… probablemente en alguna novela para adultos pueda tocar el tema. Para chicos me da un poco…
FS: Nosotros, como periodistas, nos negábamos a cubrir suicidios.
AS: Consideramos que era una decisión íntima que no tenía que salir en un diario. Eso nos valió que nos retaran mucho en el diario. Pero entre todos los periodistas le marcamos como la línea editorial al diario, cuando dijimos: “No publicamos más sobre suicidios”.
FS: Hay temáticas que son necesarias. Y el artista, el creador, está ahí y puede quizá, desde una alegoría, abordar estos temas, como el del suicidio, que implican una decisión. Pero creo que el mismo tiempo nos va a pedir que hablemos de esto.
SC: Yo creo que no todo el mundo puede escribir sobre todos los temas. Es difícil de explicar, y la gente pude pensar que uno está loco, pero creo que el tema te llama. Y vos te vas involucrando. Así como vos te ponías a llorar con los testimonios. Creo que hay diferentes temas que a veces son recurrentes para toda la vida, porque en ocasiones uno escribe siempre sobre lo mismo. Me parece súper válido igual. Como dice Franco, cuando vos escribís para chicos, no podés arrojarlo al abismo. Ese es mi pensamiento, no sé si lo comparte todo el mundo. Si escribo sobre un tema, tengo que dejar como un hilito de esperanza o tener la capacidad de contener cuando voy al aula. Porque no puedo arrojarlos a la nada. Son temas complejos.
AS: Yo estoy completamente de acuerdo, Sandra, en que no todos podemos escribir sobre todo. No todos son sensibles a todos los temas. También está la responsabilidad de uno, si dice que va a sobresalir, porque va a escribir sobre un tema sobre el que los demás no escriben. Creo que si uno va a escribir sobre un tema como ese, tiene que hacerlo, primero, como persona responsable. Y cómo lo va a abordar. O decir, “·No, yo escribo solamente novela histórica”. Cuando a mí, como profe de Historia y como escritor de novela histórica, me ofrecieron escribir sobre Malvinas, yo la pensé “¿Estoy preparado? Me da mucho miedo meter la pata”. Está Vaccarini que sabe del tema porque estuvo ahí. Y asumimos el desafío.
FM: Por una cuestión de responsabilidad.
SC: Me acabo de acordar de que yo tengo un personaje suicida en La noche más larga. Pero es una novela para adultos (creo). Estoy pensando en voz alta. Pero ¿sabés qué? Yo siempre estoy tan atenta a lo que escriben los demás que me olvido de lo que escribo. Esto lo digo de verdad. Estoy tratando de pensar como para no spoilear. No se suicida el personaje principal. Es un personaje secundario. Es muy importante ese detalle para mi..
FV: ¿El mayordomo? (Risas).
SC: Cuando vos escribís algo y te ponés a pensar, Hay determinadas cosas que no le pasan al protagonista. Porque el chico se identifica con el protagonista. Por eso digo, es mi modo de pensar. Pero me dio como un shock acordarme.
FV: Lo hablé a título personal por mi relación con el tema. No quiere decir, de ninguna manera, que no se pueda tocar.
AS: Esto parece una tormenta de ideas… (Risas). Pero quizá sea el despegue de la novela, el suicidio de alguien muy vinculado al protagonista.
SC: Lo que pasa es que, es contradictoria, ya de por sí, la escritura. Porque a veces uno se propone (ya proponerse es contradictorio al menos en mí) abordar ciertas cuestiones, pero lo cierto es que cuando escribís, te dejás llevar y para dejarte llevar, no estás controlando lo que estás escribiendo. Al menos cuando yo me pongo a escribir no tengo ni la más pálida idea de adónde voy a ir a parar, cuando empiezo una novela. Hay escritores que tienen un cronograma, y que se sientan a escribir cuando ya la tienen toda en la cabeza. Yo no.
FS: Iris Rivera hace un parangón de la escritura con el tarot. Cuando uno empieza está escribiendo el Loco, después está el arquitecto, y el final el ebanista.
SC: La etapa del loco es cuando el tema te atrapa. Porque muchas veces empezás escribiendo sobre algo y te vas, te olvidás.
FS: Cuando escribimos los dos, a uno se le ocurre una idea, y de pronto nos estamos preguntando “cómo fue que llegamos acá”.
FV: Hago una aclaración, lo que conté lo voy a escribir. Lo del que descubrió a la flota inglesa.
SC: Para que no te robemos… (Risas).
AS: Yo te iba a decir que tenés que escribir otra novela sobre Malvinas, porque lo que has estado contando acá es bastante bravo…
FV: De hecho, abrí una carpeta que se llama “La guerra” y empecé ya a hacer anotaciones. Porque me doy cuenta de que esta, Nunca esuve en la guerra, es una novela en la que conté lo que pude contar en ese momento. Ahora hay otras cosas.
AS: Pero además, lo que decías del humor, cómo vos contás con humor… me voy a ir a un clásico, a Chejov, que decía, y así escribía, que no había que escribir de forma cómica, sino que había que escribir situaciones reales, como la de que dejaste renga a una persona poniéndole una inyección, que vos no la escribiste con la intencionalidad de que sea cómica. La misma situación genera humor. Te reís de la realidad. Lo mismo hicimos acá. Puede haber situaciones humorísticas, pero no tuvimos la intención de hacer una comedia,
SC: Bueno, en general, las situaciones que te desbordan, terminan dándote risa. Cuando uno dice que se ríe por no llorar. A veces, la acumulación de cosas insólitas, dan eso como resultado.
FV: ¿Quieren que les cuente? (Risas).
MM: Bueno, para cerrar la charla voy a abrir a ver si el público quiere hacer alguna pregunta.
Asistente: Yo todavía no leí tu libro sobre Malvinas, pero quería saber si ese salto de años al que te referís, qué pasa con las cosas dolorosas. Y me parece, mirándolo, que tuvo que pasar ese tiempo para poder agarrar las riendas de la escritura. Tuvo que pasar ese tiempo; ustedes eran más chicos, otros éramos más grandes, pero todos tenemos anécdotas de gente de la misma edad, que se murió, o que vive sin una pierna o sin un brazo. Yo tengo la teoría, que me da mucho odio, de que una parte de la sociedad, la más grande, que teníamos apenas dieciocho años, y que la gente más grande no quiso ver qué había pasado con esos chicos. Entonces me parece que este es el momento. Y seguramente se va a seguir escribiendo.
FS: Hace unos años empezó eso.
SC: Seguro.
FV: Hace diez o quince años que se empezó a hablar de Malvinas desde ese lugar, como una reivindicación. No se puede volver el tiempo atrás, porque el daño psíquico y la falta de apoyo no se recuperan.
AS: Hubo una desmalvinización. Hoy tuvimos el honor de tener al papá de una chica, Malvina Soledad. Es un veterano y nos pidió que le dedicáramos el libro.
FS: Nos sacamos una foto con él. Yo le di la mano y le puse “Gracias”. Esa fue la dedicatoria. Gracias. Pero vos usaste una palabra: momento. Este es el momento. Y vamos por las escuelas, con la editorial, malvinizando.
SC: Bueno, el programa del Plan de Lectura se llama Pensar Malvinas.
MM: Por ahí necesitábamos eso que dijiste, ese paso del tiempo. No debe ser casual. Alguien que sabe mucho de la industria editorial, cuando le conté que estaba escribiendo algo sobre Malvinas, me dijo que Malvinas nunca había funcionado editorialmente, y este año está funcionando muchísimo. Antes nunca se vendieron los libros sobre Malvinas.
SC: Es la realidad. Se mira desde ese punto de vista.
AS: Lo que veo como profe de secundaria, y me llama muchísimo la atención, es que hace cuatro o cinco años, no les interesaba el tema. Mis estudiantes de primer año en Mendoza tienen trece años. Cinco o seis años después, les interesa. Y muchos te dicen que tienen un tío que estuvo en las Malvinas. A veces es más “taquillero” algo que no sucedió en Argentina. Hace algunos años me llamó la atención que los chicos sabían muchísimo sobre el Holocausto, sobre la Shoá, y nada sobre la Conquista del desierto. Les pregunté por qué sabían más de uno que de otra y me dijeron que el Holocausto era más “taquillero”.
SC: Los chicos saben lo que los adultos quieren transmitir.
MM: En esos términos, hoy Malvinas es un tema. El año que viene vamos a ver si Malvinas es un tema que supera la efemérides y lo charlaremos para esta época...
AS: Ojalá.
FS: Nosotros le dijimos a la editorial que no queríamos escribir una novela que fuera “para efemérides”. En la editorial hay una colección específicamente pensada para eso. Hasta que nosotros le planteamos que no queremos seguir escribiendo ficción histórica de acuerdo a la efemérides. Creo que es una responsabilidad de la LIJ, que en ficción histórica podemos escribir sobre muchísimos temas y no responder a la lógica del mercado de que se va a vender para una fecha. Y nos ha ido bien cuando nos fuimos de la efeméride.
Asistente: Igual, la supervisora de las bibliotecas del Distrito 1, dijo que Malvinas se trabaja todo el año.
AS: A nosotros nos importa que sea todo el año, no solo antes del 2 de abril. Como cualquier otra novela.
FV: Creo que más allá de la fecha, hay un interés.
Asistente: Es interesante ver cómo funciona algo que no generó que Malvinas fuera Malvinas, pero que sí se da en el contexto actual, que existe una visibilidad periodística tan grande que tiene que ver con todo lo visual, que no teníamos en el año ’82. Hoy las tenemos todo el día ahí. Y ahí me parece que le llega a gente que dudaba en hablar de un tema tan terrible. Ahí va a haber una posibilidad de hablarlo más, porque se linkea de un lado a otro,
FV: Igual, como dijo ella, es bien diferente lo que pasó con la guerra en el continente. Por eso la pudimos ignorar a la guerra. Una vez que volvieron los chicos, los soldados, los conscriptos, porque son esas tres cosas. Resalto lo de conscripto, porque quiere decir que fueron obligados.
Asistente: Que se hayan hecho viajes, el reconocimiento de cada caído en combate, que haya una tumba, que eso se haya visibilizado…
MM: Sí, salieron de la invisibilidad.
FS: También, la guerra actual crea una cultura que permite que Malvinas entre. En Argentina tuvimos guerra. Se piensa en aquella guerra y en todas las guerras.
MM: Está bueno decir más claramente, para salir del ombligo que en este momento en el mundo hay diecisiete guerras. Nosotros solamente hablamos de lo que pasa entre Ucrania y Rusia.
SC: Hablamos de lo que quieren que hablemos.
AT: Además, porque a uno de los “agresores” hay que “darle palos”. Así como se trataba de “poner un manto de inocencia” sobre los ataques estadounidenses en Medio Oriente, acá solo se hacen notar los ataques rusos a Ucrania.
FS: Hoy en la escuela pudimos hablar de Medio Oriente con los chicos. Yo pensé que la directora no nos iba a dejar, pero les preguntamos si sabían lo que pasaba en Medio Oriente, con chicos que están como ellos en la escuela. Pude hablar con ellos de chicos que están disparando o a los que los usan como bombas: Pude hablarlo y la verdad es que fue liberador.
SC: Claro, pero eso no nos tendría que sorprender.
Asistente: Yo venía con el tema de la guerra en Ucrania con una facilitadora. El tema de la muerte… temas que no es fácil hablar en el aula porque no sabemos si los chicos están preparados para hablarlos. Me parece que una vez que un tema se instala en la sociedad, uno está más habilitado. Esta situación permite que dure, porque se va a reflexionar más al respecto.
AS: Estoy totalmente de acuerdo porque lo veo en el aula con los chicos. Yo este año he malvinizado y me doy cuenta de que los chicos saben mucho más de lo que uno cree sobre Malvinas. Y es a raíz de esto.
SC: Sí, pero son resultados de políticas. Porque si no hubiese contexto, no podés hablar. Y eso lo vemos en el Colectivo LIJ. Cómo a veces se instalan temas, se visibilizan, y vos le das la opción de que cada uno piense como quiera, pero ves la situación. A lo mejor, el hecho de la capacitación, el hecho de que se publique más, de que se pueda leer, es un efecto dominó. Incluso con los Medios. Lo vimos con lo que pasó con SM. Cómo se solidarizaron todos. Era impensable que los Medios se ocuparan de la destrucción de libros. Hace cinco o seis años atrás era impensable. Eso lo veo como algo positivo. Creo que es un resultado de la militancia que inauguraron Gustavo Roldán, Laura Devetach, Ema Wolf, Silvia Schujer, Ricardo Mariño… El boom de los escritores que empezaron a recorre espacios con la mochilita de libros. Hubo otro Plan de Lectura, que fue el de Hebe Clementi, cuando volvió la democracia. A veces nos olvidamos y parece que pasaron cien años. El plan de CONABIP. A su manera, también la Fundación Leer; yo había hecho un registro de todos los planes. La Feria del Libro, la Feria del Libro Infantil, ALIJA… que hace veinte años no tenía la visibilidad que tiene hoy.
FV: Es cierto todo ese derrotero, y nunca hay que olvidarse. Son todos granos de arena y algunos son montañas, que permitieron que hoy no tengamos temas tabúes.
SC: Y que hoy no lo dejemos hablar al presidente de ALIJA. (Risas).
FS: Lo hemos tratado de vos…
MM: La democracia es así. La verdad es que es muy fácil. Uno tira algo así, y hablan.
FV: Es como tirarle de comer a las palomas.
AT: Como buen futbolero, ¿cuál es el mejor arbitraje?
MM: El que no se nota. (Risas). (Aplausos).
FV: Un aplauso para todo ese derrotero que mencionó Sandra. (Aplausos).
MM: Bueno, dentro de quince días nos volvemos a encontrar, presencialmente espero, porque la verdad es que ver la biblioteca llena da gusto. Y la semana que viene en forma virtual los que están inscriptos y quieren seguir charlando. Nos volvemos a encontrar con Paula Bombara, autora de La tía, la guerra, y con Verónica García Ontiveros, autora de La lista.
FV: ¿Nosotros no podemos venir? (Risas).
MM: Ustedes, nunca más. (Risas). Muchísimas gracias, la verdad es que ha sido un placer este encuentro.
Aplauso final.
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