Alberto Pez y Roberto Cubillas: “Este es un país que saca excelentes dibujantes, en cantidad”
Una vez más,
dentro del ciclo dedicado a la ilustración, entrevistamos a una pareja de creadores
que han trabajado juntos, mucho y muy bien. Una charla entre amigos, en la que
Alberto y Roberto nos hicieron pensar mucho sobre la ilustración, la
historieta, la historia del oficio en la Argentina, sus maestros y sus colegas
actuales, además de detenerse en el trabajo conjunto y su particular dinámica
creativa. Una charla exquisita.
Mario Méndez: Buenas tardes.
¿Cómo están? Perdonen unos minutitos de demora. Gracias por venir. Siempre es
una alegría y un momento de duda, como les decía recién, ver cuánta gente vino.
Este es el séptimo encuentro del ciclo La
Ilustración toma la palabra, y es una alegría tener acá a un viejo amigo,
el amigo Pez, y a un recién conocido amigo, Roberto Cubillas que vienen a
charlar sobre la ilustración, la literatura y su trabajo. Les leo, como siempre
hago, brevemente, las biografías. Roberto nació en Buenos Aires, donde vive
actualmente, en el ’68. Estudió dibujo, grabado, pintura e historieta. Desde el
’96 se dedica a la ilustración de libros de literatura infantil, realiza
proyectos y colaboraciones junto a autores como Alberto Pez, Laura Devetach,
Silvia Schujer, Griselda Gambaro, Beatriz, Ferro, Dani the O, Gustavo Roldán,
entre muchos otros. Incluso yo me cuento entre esos otros. Todavía anda dando
vueltas por ahí “El pájaro dentista y el yacaré distraído”, con dibujos de Roberto.
Realizó exposiciones individuales y participó en muestras colectivas: Pequeños
bichos enojados en Galería Mar Dulce, Fundación Gutenberg, la Muestra Ambulante
4, Un par de cuentos, en el Centro Cultural Recoleta, etcétera. Últimamente
escribe e ilustra junto a Pez. Algunas de sus obras juntos son Mateo Conoce, La vida secreta de las pulgas,
Lisandro pasea peces, Cumplezombi, Un regalo delicioso entre otras.
“Pez es un sobrenombre que se inventó Luis
Alberto Quiroga para concursar en una editorial para lanzar un cuento”… Esta
biografía está buena porque me parece que la escribió un chico. La bajé de un
blog, es terrible, está llena de errores de ortografía, pero es muy divertida.
Pez: Aparte era de
historieta. El concurso era de historieta, no de cuentos.
MM: Ahora vas a
contar. “Es ilustrador, es maestro”… ¿Sos maestro?
P: No… maestro
ciruela… Este chico inventa. (Risas).
MM: “Diseñador y
productor de vestuarios. Nació en Argentina, en una provincia”… este chico puso
que es en San Luis. Por suerte yo sé que es en San Juan.
P: Siempre pasa.
Tenemos un amigo en común que me carga diciendo que soy riojano. También dicen
que soy de Mendoza, de San Luis… No, de San Juan.
MM: Después voy a
referirme a una nota que te hicieron en Tiempo
de San Juan, que tenía como título “Artistas de acá”, o sea que allá sos
una gran figura. “Desde que era chiquito le gustaba mucho dibujar, y lo hacía
todo el tiempo porque quería ser dibujante y vivir de eso. (Risas). Yo supongo
que fuiste a la escuela de este chico, escuchó cosas, y algunas las puso acá…
“Para eso tuvo que practicar mucho. Mientras crecía también estuvo presente su
abuelo que le narraba historias fantásticas. Hoy en día le gusta mucho leer, y
por supuesto que todavía anda con su cuaderno para todos lados, dibujando. Por
ejemplo, cuando viaja en tren o en colectivo sentado, va dibujando o leyendo.
También lo fascinan los gatos, tanto que tiene cuatro gatos en su casa. Y al
más grande y gordo de todos le puso Fellini. Ilustra libros escritos por otras
personas, en su mayoría. Como por ejemplo, A
la luna en punto, y Cuentos a salto
de canguro, escritos por Elsa Bornemann. Pero también ilustra libros
escritos por él y sus amigos. Por ejemplo, el libro Mimosaurio, que dibujó él junto con un amigo suyo llamado Roberto
Cubillas. Y también tiene unos pocos libros escritos y dibujados por él solo,
por ejemplo, Tecito de lágrimas de dragón”…
que está por acá, y que yo no sabía que había sido tu primero en la colección
Buenas Noches. Ahora lo tenés en Edelvives…
P: En Edelvives, con
Ale O’ Kif.
MM: Que viene el
lunes próximo. La Colección Buenas Noches que estaba en Norma…
P: Sí, fue una
propuesta de Toni Santa Ana. Porque hasta ese momento, yo venía nada más que
ilustrando para otros. Y Toni me preguntó si tenía textos míos. Le dije que no,
que tenía ideas, y me dijo que si tenía ideas y tenía oficio, me pusiera y los
juntara. Si vieras los originales… hay algunos enormes, otros más chiquitos,
porque tampoco tenía idea del formato en el que iban a ir. Muy caótico lo mío,
pero en Colombia se las arreglaron para que quedara, dentro de todo, el menos
caos posible.
Eso sí, y no es culpa mía, el color de la
impresión quedó espantosamente saturado.
MM: Una medalla más
para Toni, que publicó por primera vez a Liliana Bodoc, creo que también fue el
que publicó primero a Paula Bombara, al cordobés Sergio Aguirre, y al
sanjuanino Pez. Así que él te propuso este libro… La edición de Edelvives está
muy linda. Con los dibujos de O’ Kif.
P: Sí, sí, muy
linda.
MM: La primera
pregunta para ambos… ¿Cómo llegaron a la ilustración en general, y a la
ilustración para niños, a la literatura infantil y juvenil en particular?
Roberto Cubillas:
Yo
llegué medio de casualidad. En realidad hacía historietas y trabajaba haciendo
dibujos textiles, para remeras. Estaba un poco boyando. Lo conocía a él, lo
conocía a Gustavito Roldán, que ya tenían libros publicados, y ahí se me abrió
alguna puerta. Tratar de soltar un poco la mano, hacer un poco de ejercicio y
tratar de sacar algo infantil. Me gustaba la ilustración infantil, no había
hecho nunca. Empecé a hacer unos intentos, hice unas carpetas, se las llevé a
Gustavo Roldán, a Beatriz Ferro, que fueron los primeros editores que conocí.
Por suerte, porque aparte eran súper cálidos, muy respetuosos… Yo veo los
dibujos de ese momento y eran un desastre total. (Risas). Eran para no
atenderme, pero te trataban como si fueras importante, así que ahí me fui
dedicando. Después, obviamente fui haciendo otras cosas, porque de la
literatura infantil nunca pude vivir, exclusivamente. Esto es así, nunca logré
que el laburo fluyera, no hay una cantidad de laburo como para vivir. Hay
momentos en los que sí, podemos estar solteros… pero cuando uno va teniendo
hijos no alcanza. La verdad es que más que nada lo busqué como oportunidad de
laburo.
MM: Es todo un
título: “De la literatura infantil nunca pude vivir”.
RC: Sí, lo digo medio
con tristeza, eh… Me encantaría dedicarme exclusivamente, pero no se da. Con
cosas vinculadas, sí. Tampoco es que hago carpintería. Hago cosas vinculadas al
dibujo, al diseño, la animación, pero no libros en sí…
P: Yo tampoco.
MM: ¿Vos tampoco?
P: No. Como varios
de nuestra generación.
En cuanto a tu primera pregunta, yo soy unos
años mayor que Robert, pero ambos pertenecemos a una generación que fue lectora
de determinado tipo de material, y a su vez, amante de determinado tipo de
ilustrador. En este caso, acá tenemos El
pozo de las monedas (Pez llevó consigo el libro al encuentro y lo muestra a
los presentes) ilustrado por Napoleón,
que fue mi primer libro, regalo de mi vieja a los cinco años.
Siempre lo llevo a los colegios que visito
para mostrarlo a los chicos.
MM: Esa es una
hermosa idea.
P: Verán ustedes que
es del Jurásico, lleva medio siglo conmigo y forma parte de mi acervo
espiritual; es el primer encuentro que tuve con un genio como Napoleón y cuando
llegué a Buenos Aires en el ’87, y conocí a Robert y a otros dibujantes en La
Urraca supe que había gente a quienes les gustaba tanto como a mí y que además
conocían la obra de otros ilustradores de los que yo jamás había escuchado.
Todo eso me fue nutriendo. En esa época, por
ejemplo, conocí a Gary Panter, un artista impresionante…
RC: Un historietista
medio under.
P: Panter tenía un comic-book editado junto a un disco,
porque también es músico, que se llamaba: Invasion
of the Elvis Zombies…una cosa muy
bella.
No había Internet por entonces, así que empecé
a descubrir cosas de él en las comiquerías y sobre todo en el Parque Rivadavia,
donde encontraba algún que otro material suyo.
En fin.
Ahora, pasando al otro tema, me conecto un
poco con lo que decía Robert en el sentido de que uno llega y dice: soy
ilustrador infantil, trabajo en literatura…pero… ¿Vivo de esto?...
En mi
caso la respuesta también es No.
Lo que
más puedo llegar a arañar para vivir es publicidad. Sí, eso estábamos hablando
un momento antes de llegar acá con ellos dos. Story boards… todo el trabajo necesario en publicidad. Y cuando
Robert decía hacer cosas vinculadas al dibujo, al diseño, la animación, pero no
libros en sí yo pensaba en Dave Mc Kean que es uno de mis ilustradores ingleses
favoritos. El tipo es multifacético. Es un gran dibujante, un terrible
diseñador y un tremendo músico, pero creo que la diferencia con él es que
desarrolló su carrera en Inglaterra; otras opciones, otra forma de salir a los
mercados.
RC: También, cuando
nosotros iniciamos nuestra carrera, agarramos un momento raro. Porque esto que
a nosotros nos volvía locos, ya había pasado. Se lo había llevado puesto la
dictadura. Estábamos viendo esto, y el mercado acá se había retraído y se había
puesto mucho más pacato que ahora. Ahora hay una libertad increíble a nivel
texto, gráfica, hay posibilidades de todo. Y cuando nosotros empezamos no era
tan así. Había muy poco.
MM: Estamos hablando
del ’96, ’97…
RC: Más o menos, sí.
Colihue era lo más “punk” que había en ese momento. (Risas). Del Quirquincho
estaba desapareciendo, porque no era viable, Sudamericana tenía un par de
colecciones que estaban bien, pero no había suficiente mercado para absorber la
cantidad de gente que salía… Ahora la gente busca laburo en un montón de
formas.
P: Pero como
ilustradores, en ese momento el mercado conservaba algo que para mí es
fundacional en Argentina, las revistas de humor gráfico. Pero poco, ya estaban
desapareciendo.
RC: Pero estaba La
Urraca, que dentro de todo era potente.
MM: ¿Ustedes laburaron los dos en Fierro?
RC: No. El laburó en
La Urraca en general, yo laburé en Fierro nada más, muy poco.
P: Épocas aquellas…
algo podría haber quedado.
Angustia un poco… por lo menos a mí. Recuerdo
tener trece, catorce años, y leer la revista Satiricón. Mis tíos la compraban
allá en San Juan. Era impresionante, porque por un lado leía Satiricón y por el
otro, Hortensia, una revista cordobesa con monstruos como Crist y Fontanarrosa
que también publicaban en Satiricón.
Tiempos de artistas maravillosos como
Izquierdo Brown, Limura, Tabaré, Aldo Rivero (de mis pagos el hombre), Grondona
White… Luis Scafati, que en esa época firmaba como Fati, y desplegaba un estilo
muy cercano a Ralph Steadman, al que yo recién había empezado a conocer. Cada
vez que veía dibujos de Scafati era puro placer para mí. Podía entender o no el
chiste, ese era otro asunto, pero la seducción siempre venía a través de la
gráfica. Y Napoleón, al que después conocí en La Nación, formaba parte de esa
generación que era totalmente salvaje. Quizá es un humor absurdo en esta época,
pero en ese momento era fuertísimo. Recuerdo que Oscar Blotta y Cascioli
sacaban colecciones alternativas con temáticas específicas como Humor Chancho, cien por ciento
escatológico; Humor Negro, y algo muy
cercano a una especie de Sex Humor … Estamos hablando de épocas jodidas a nivel
político y ese era material puramente contestatario y transgresor.
Como ejemplo, un chiste de Napo. Una mujer
gorda en la modista… Napo siempre hacía los breteles bajos, así que se le veían
los pechos, con las puntitas de los pezones asomando, y la modista que acababa
de pincharla con un alfiler mientras le medía el vestido.
La mujer gorda con los ojos muy abiertos y la
lengua afuera mientras la modista decía: “¿La lastimé señora? Y abajo era un
mar de sangre, todo negro, que era tinta tirada como si hubiera volcado a
propósito el tintero sobre el papel.
Recuerdo mis Estados de Gracia de varios minutos mirando el mismo dibujo.
Cuando lo conocí en La Nación ya era otro
Napoleón. Firmaba Napo. En Francia
había tenido que acortar el nombre. No podía utilizar Napoleón. Y todo su
trabajo, maravilloso, se había volcado hacia una línea naif, prolijamente
colorida y despojada del trazo brutal de aquellas ilustraciones que yo adoraba.
Me lo presentó Oche Califa una oportunidad en que coincidimos en la redacción.
Para mí el tipo era una figura de culto y tuve la mala idea de recordarle que
había visto aquel dibujo en Satiricón y que extrañaba ese estilo suyo…él me
miraba detrás del aumento de los lentes mientras movía sus bigotes
amostachados… En un momento pensé: “Me tengo que callar”. (Risas). Y la
respuesta de Napo fue algo así como: “Éramos muy jóvenes y todos estábamos
medio locos”, me quedé en el molde con la boca prudentemente cerrada; me dio la
mano con mucha cortesía, charló un par de cosas con Oche y se fue.
Esa misma tarde de pura casualidad me lo
encuentro a Nine que había estado antes con él.
Tuvimos una pequeña conversación, y me dijo que no era el Napo que había
sido antes pero que eso estaba bien, que hay que cambiar y evolucionar; como
sea, yo solamente quería acercarle un poco al hombre el recuerdo que mi
generación atesoraba por su obra de aquellos años.
Tipos como Napo son figuras emblemáticas de la
gráfica argentina y para la época en la que nosotros enganchamos, era como que
toda esa potencia había bajado, pero el sustento permanecía; eran cosas muy
didácticas.
Perdón, me fui de los carriles.
MM: No, está muy
bien. Y hoy, ¿ha vuelto esa posibilidad de ser más salvajes, incluso en la
ilustración para chicos?
RC: Igual… yo no sé
si es “salvaje” el concepto. Lo que hay ahora es mucha información, muchos
estilos que pueden convivir, hay pocas tendencias. Por ahí las tendencias la
pueden marcar los editores, pero vos abrís Internet y podés tener la tendencia
que pasa en Francia, o en Irán. Entonces, se ha abierto muchísimo la oferta
gráfica, o las posibilidades que hay. Antes era muy difícil. Nosotros veíamos
esto y estábamos viendo una parcialidad, por ahí alguno que otro ilustrador de
afuera, pero no estábamos viendo el mercado, como se ve ahora. Ahora está
buenísimo, lo que pasa es que depende de las energías también. Eso que él
contaba de Napo, para mí es natural. El tipo esto lo hizo en el ’70, se fue a
Francia, tuvo que torcer la mano, un especialista en acuarela… El tipo no
quería que le dijeran que su trabajo anterior era fabuloso. Cuando el tipo
volvió, lo que le gustaba era lo que estaba haciendo en ese momento. A todos
nos pasa un poco. Por ahí hay una etapa de experimentación… Yo ahora estoy
puliendo siempre sobre lo mismo. No es que estoy buscando hacer algo nuevo,
estoy tratando de mejorar lo que conseguí.
MM: Vos decías recién
que los editores por ahí marcan tendencia, y recién comentabas que Toni Santa
Ana te impulsó a hacer esto… ¿Cómo es la relación con los editores? ¿Cómo es el
trabajo de ustedes con los editores?
RC: Hay un editor
acá. No queremos quemar laburo… (Risas).
P: Lo primero que
uno hace son proyectos. ¿Cómo nacen los proyectos? La dinámica con Robert es el
team- up; a veces él tiene una idea,
me la tira, yo intervengo en ella y le hago mi devolución con un guión escrito
y quedo a la espera de que él haga la suya. Entonces ustedes ven un libro como Mateo conoce, o La vida secreta de
las pulgas donde yo soy el que hace el texto y Roberto Cubillas las
ilustraciones, pero la realidad es totalmente diferente, porque él se involucra
de tal manera que tiene la autoridad suficiente para decir que no le gusta una
parte que escribí y me propone hacerla al revés y así vamos negociando hasta
que ambos estamos satisfechos.
Es entonces que mostramos el material.
Ahora,
ahí entra también esto, que es lo que vengo notando, que es lo que él decía de
las tendencias. Las tendencias se están marcando.
RC: Siempre las hubo.
P: Siempre las hubo
pero ahora se acentuaron en cuanto a la temática y los contenidos. Me contaban
sobre la Feria en Barcelona, en la que el leit
motiv, y me parece muy bien, era la mujer, como figura y roles potenciados.
Eso está genial. Lo que me preocupa a veces, es no tener la capacidad para
poder acercarme a lo que están necesitando en el mercado. Quiero ser funcional,
pero a la vez hacer las cosas honestamente. Tener la seguridad de que voy a ser
capaz de escribir algo que tenga que ver con lo que se está pidiendo. Y me
acordaba de un libro que tenemos en Sudamericana, que se llama Chiquita, de la colección Cuatro Colores
que se caracteriza por resolver con pictogramas parte del texto.
Chiquita es una nena; tan chiquita que en los
recreos corre serio peligro de que sus compañeros la pisen mientras juega en el
patio. Pero hacia el final de la historia, el tamaño de la nena que hasta ese
momento era una desventaja, se transforma en algo que la ayuda a desarrollar un
acto heroico. Y el fin de la historia es ese. Es muy simple, porque es una
historia para primeros lectores. Ese libro tiene sus años pero encaja
perfectamente en esta tendencia que se marcó para la producción editorial que
se vio en las ferias…no estoy hablando de tendencia gráfica eh…
RC: Yo me refería,
igual, más que nada a una tendencia gráfica.
P: Pero vos Mario
preguntabas en relación con…
MM: Contenido
editorial…
P: Lo llevás al
contenido editorial. Entonces yo también lo tomaba por este lado de las
tendencias. Hicimos este proyecto, y éste y éste. ¿Qué te parece? ¿Hay lugar?
¿Puede salir? ¿No te interesa?
Asistente: Está bien que el
tema de la mujer anda rondando, pero ¿no se caería si todos trabajaran sobre el
tema de la mujer?
P: De hecho siempre
estuvo presente más allá de tendencias o no; es de matriz puramente humana; por
ejemplo, nosotros tenemos Un regalo Delicioso, la historia de un
nene cavernícola que sale a cazar un
dinosaurio para regalarle a su abuela en el día de su cumpleaños; no presenta
grandes peligros la travesía del chico ni siquiera el desenlace del relato pero
puedo rescatar la figura de la abuela como mujer y núcleo afectivo sobre la
cual satelita toda la aventura del nene que toma sus riesgos para hacerle el
mejor de los regalos.
RC: Yo no quería
meterme en el tema de por dónde va la línea editorial en cuanto al contenido,
porque no lo sé. Muchas veces me meto en las librerías a mirar libros para ver
lo que está pasando gráficamente. No estoy leyendo todos los libros que veo.
Ahora sí veo que hay una tendencia más detallada del dibujo… Lo que yo hago,
que intenta poner cada vez menos elementos, no va. A mí me parece totalmente
natural. En un momento hay una cosa que funciona más y otra que funciona menos.
MM: ¿Ustedes han logrado interacción con el mercado global?
RC: No. (Risas).
Estamos en eso, estamos en eso.
MM: Vos tenés
trabajos en Colombia…
P: Sí, de hecho mi
amigo Grubi me trajo esto (Pez muestra un libro de una colección de Emilio
Salgari que está ilustrando para Colombia), lo traigo a colación por la
pregunta. Esto es Salgari. Es literatura que consumíamos de chicos, derechos
liberados para el editor y además derechos de autoría de las ilustraciones
cedidos por el ilustrador.
Son los típicos libros que por currícula
escolar, por lo que sea, siempre van a estar vendiéndose.
RC: Han comprado
libros nuestros afuera, han salido ediciones. Yo a lo que me refería, separando
lo autoral y el laburo, es a que yo no puedo hacer un libro todos los meses.
Vos podés hacer un libro en el que trabajás durante meses, pensarlo, venderlo,
pero la otra parte de nuestra carrera es que nos llamen para hacer lo que sea,
me guste o no me guste. Eso es más difícil ahora. Después, sí, hemos vendido
libros, han comprado afuera…
MM: ¿Estuvieron en
Bolonia alguna vez?
RC: Una vez.
MM: Porque acá habló
Poly Bernatene… hablaron otros entrevistados…
RC: Sí, pero todos
hablan inglés, yo estuve tres días mirando gente a la cara, que no sabía qué me
decía. (Risas). Fue una masacre. Creo que fuimos antes de estar listos para ir
a Bolonia. Fuimos por desesperación… (Risas),
MM: ¿Fueron juntos?
RC: Sí, estaban
Gustavito Roldán, Agustín Comotto, Diego Bianchi… María Rojas, María Wernicke…
Asistente: ¿Quién habla
inglés?
RC: Todo el resto…
P: Yo hablo inglés.
El problema fue que debo haber hablado japonés, porque no pasó nada. Tiene
razón Robert. Es una barrera. Yo llevé proyectos; había hecho CDs, inclusive.
En esa época no muchos dibujantes usaban notebooks, ibas con tu carpeta y si
querías llevabas el CD y lo dejabas. Algunos editores tenían su compu, entonces
podían chequearlo pero generalmente vos dejabas el proyecto en un CD, lo
charlabas y mostrabas los originales que llevabas en carpeta. Yo enganché con
un danés, con un sueco, y ya no recuerdo qué otro más; nos estuvimos mandando
correos y después… desaparecieron totalmente.
RC: Hay que tener una
actitud especial en esas Ferias. Otros dibujantes que conozco tienen aceitado
el tema de ir, tener un proyecto, mostrarlo… Van muy seguros. Creo que tiene
mucho que ver con la personalidad. Aparte del laburo, tiene que ver con cómo te
vendés, cómo la hacés. En ese caso, nosotros no dimos pie con bola. Y creo que
habría que haber ido más veces, porque
eso es un entrenamiento. Al no ir, y quedarse con la idea de que fue malo, y ya
pasaron quince años, a mí ahora me da una pereza total pensar en ir a Bolonia a
llevar nada. Ahora no iría ni loco. Sí me gustaría hacer algún viaje, hacer
algún contacto, pero está el mail, las redes, y te digo que ahora pasa todo
mucho más por ahí que por el contacto personal. Todo el tiempo tenés que
adaptarte. No sé si vale la pena hacerse un viaje a Europa. No lo sé.
MM: Bianki, de
Pequeño Editor, lo hace.
RC: Claro, pero si
vas como editorial es diferente. El tema es ir como un dibujante, porque es una
situación rara. Vas con una carpetita a ofrecerte… Las editoriales llaman a
intercambiar cosas. Es como otra parada. Entre dibujantes es otra cosa. Hay
dibujantes que ya tienen un mercado afuera, ya tienen muchos contactos. Van y
se reúnen con gente que conoce, como si yo fuera y me reuniera con alguien de acá.
Ahí va y se junta con un editor italiano, con un editor francés, pero los
contactos ya están hechos. Hay mucha gente acá, yo me enteré hace relativamente
poco, empecé a ver unos dibujos de unas ilustradoras
que estaban buenísimos, (unas chicas que deben tener veinticinco años),
y empiezo a ver que los clientes son todas editoriales de afuera. No pasaron
por acá, digo, por el mercado local. Hay mucha gente que no pisa acá, va
directamente afuera, y sobre todo, son muy versátiles. Pueden pasar de editorial,
al dibujo decorativo, al pattern, a
la gráfica aplicada en productos. Son dibujantes más preparados para
este momento.
MM: Sin embargo si
uno recorre sus biografías, ustedes son versátiles.
RC: Sí, sí.
P: Mis estilos son
bastantes adaptables, si se quiere. Si hay alguien acá que necesite remeras…
(Risas). Ahora estoy haciendo unos loguitos para unos delantales de colegio.
También he hecho etiquetas de cerveza, el oficio da para eso. Me pego a lo que
dice Robert, es así. Aparte, no puedo no admirarlo. Forma parte de una cuestión
generacional de los chicos que nacieron con formatos de acceso hacia las redes,
tecnológicos, que no son los que yo tuve. Muchas veces, para no cargar las
tintas en mí mismo me digo que lo que hice hasta hora es digno y que lo puedo
ir llevando bastante bien.
Lo de los chicos de hoy forma parte de algo
más grande; yo no estoy en Facebook y mis amigos y colegas me dicen que tengo
que hacer al menos una fan page. Soy
una especie de bicho bolita debajo de un ladrillo; no me va a llamar nadie si
no estoy presente, dando señales.
RC: No es seguro que
no te llame nadie porque no tengas Facebook…
P: Es una plataforma
más, estás presente.
MM: Mirado desde el
otro lado, desde los dos mostradores en los que yo estuve, como editor y como
autor, cuando a veces te preguntan qué ilustrador recomendás… ustedes tienen un
nombre. No hace falta que estés en el Facebook. A cualquier editor le decís
“Pez” o le decís “Cubillas”, y lo que puede pasar es que no los llamen porque
suponen a priori que tienen demasiado laburo.
P: ¡No! (Risas).
RC: Yo sentí alguna
vez alguna cosa con un par de editoriales, cuando negocié más plata. No cae muy
bien. No digo que sea el caso de todos los editores… (Risas). Algunos están
acá. A veces no cae bien, sentís como que les complicás el esquema. Y también
sabés que, tengas o no tengas nombre atrás tuyo hay ilustradores muy
preparados, y que lo pueden hacer. No lo digo despectivamente, lo digo por la
capacidad de laburo que haya acá. Me pasó muy concretamente, venía
negociando unas cosas, venía bien, pero no llegamos a un acuerdo, era la
reedición de un libro y la dibujó otro ilustrador. Y está buenísimo el laburo
que hizo. No sos indispensable.
Asistente: Pero eso pasa en
cualquier cosa que se haga.
P: Estoy de acuerdo.
Yo hablo de lo que me toca a mí. Después tenés otros autores o ilustradores que
están mejor parados.
RC: Sí, pasa en
cualquier ámbito, pero a nosotros, a mí puntualmente me llaman poco para ilustrar. Los libros los estamos haciendo
nosotros. Los llevamos, los maquetamos, hacemos la propuesta, vamos a la
editorial, hablamos con los editores que conocemos, lo ofrecemos en un lado… en
otro… Hay proyectos que tienen tres, cuatro años. No me quejo, porque nos
encanta. Pero de llamarme para ilustrar, yo trabajo más en otro tipo de gráfica
que en la ilustración, ahora.
MM: Es sorprendente,
lo digo como autor. Cuando empecé, y vos me ilustraste a mí, yo no sabía quién
me iba a ilustrar, pero ahora me preguntan. Y cuando entre tres o cuatro
menciono a Pez, me dicen que no, que Pez es muy caro, (Risas) que tiene mucho
laburo… Eso pasa, es así. Y por ahí porque tienen un posicionamiento en el
campo mucho más alto que el que ustedes mismos perciben.
P: Están
lamentablemente equivocados. (Risas).
RC: No están en la
realidad.
P: Otra cosa que es
real, es que este es un país que saca muy buenos futbolistas y excelentes
dibujantes, en cantidad. Chicos muy versátiles, unas gráficas poderosas. He
visto cosas nuevas que te dan una cierta comezón de envidia.
RC: Hay una cátedra
en la UBA, la de Roldán, que está laburando a un nivel que no lo podés creer.
La seriedad con que se da, la capacidad, la información que les dan a los
alumnos es mucha. Ellos publican investigaciones de autores que hacen, yo a
veces me meto y veo esas pequeñas investigaciones con mucho material documental.
Asistente: Hay una chica que
salió de ahí que tiene un trabajo sobre los Tres
portugueses bajo un paraguas, que es un trabajo universitario.
MM: Ganó un premio y
empapelaron Bolonia con ese laburo, que era de la cátedra de Roldán.
Asistente: Estaba pensando
en esto que vos decías de los chicos más jóvenes, que a mí también me pega por
la edad (Risas)… Yo veo, por ejemplo, a mi sobrino que se dedica a la música. Y
por ahí le encargan tocar una melodía para un japonés… Y a nosotros nunca se
nos ocurrió una cosa así. El tema es ese. Piensan de otro modo.
P: Yo quisiera tener
un pequeño nicho dentro del mundo editorial para hacer lo que se me antoja. Eso
se daría, obviamente, si me saco el Quini 6. Un montón de plata que me
permitiera vivir cómodo y a la vez hacer un proyecto editorial con amigos para
editar y producir lo que nos venga en gana.
Un poco como vos con Grubi, en su editorial.
Qué bueno sería que se dieran esos proyectos.
En fin, soy medio pájaro de la tempestad con
esto… viajo mucho en tren. Mucho; y como leo en el tren, soy muy curioso de ver
lo que la gente lee. Y honestamente, la memoria última que tengo, años atrás,
es de gente leyendo Alexandros;
porque era el best seller del momento. Lo particular era eso: ver gente de
oficina, gente común, usuarios cualesquiera… leyendo… Alexandros o lo que fuera.
De un tiempo a esta parte empecé a no ver gente leyendo.
Asistente: Están todos con
el celu…
P: Estamos todos. Y
no quiero entrar en críticas al respecto, pero… ¡Qué notable es la falta de
lectores!... de libros como objeto-libro… porque en definitiva un libro es
papel, pura rústica; es el acto de dar vuelta la hoja, de subrayarla… tomar su
olor… en mi opinión, por supuesto.
A quienes les pongo la última ficha, es a los
pequeños lectores porque el nene, hasta los seis años todavía requiere ese
formato para sumergirse en la superficie del papel y perderse en las imágenes y
garabatear sobre ellas.
RC: Ahora también
está el libro digital.
Débora Pert: Vieron que
siempre en el público hay alguien molesto… (Risas). Yo soy narradora, no vivo
de la narración, estoy muy feliz con eso y estoy en una biblioteca popular, y
en una ONG. En la biblioteca, que está cerca de Puente Saavedra, es asombrosa
la cantidad de chicos y de jóvenes que están viniendo a leer. Cada vez más.
P: Qué bueno. Me das
una linda noticia.
Débora Pert: No sé si será por
la calidad del material que tenemos, pero cada vez más. Criaturita de veintiún
años que no leía, el tipo ahora está leyendo. Y cosas puntuales que se van
recomendando en el círculo de amigos.
Álvar Torales: Lo que pasó con
Harry Potter…
Asistente: Pero no es solo
eso.
P: A mí me pasó, pero
no con Harry Potter sino con Tolkien, me gusta muchísimo. Soy de los que
siempre esperó las películas sobre sus libros. Vi la de Ralph Bakshi en el ’81
u ’82…
P: Claro… En
realidad dibujaban sobre fotogramas previamente rodados y después coloreaban
encima. Pero uno siempre esperó LA película.
Y lo que a mí me dio mucha felicidad, mas allá del trabajo de Peter Jackson,
fue (vuelvo a esto de ir por los trenes viendo lo que lee la gente), ver gente
leyendo los libros… ¡Gruesos como ladrillos!
Recuerdo a un pibe que no habrá tenido más de catorce años, leyendo
La comunidad del anillo, Las dos torres, y El retorno del rey editados en un solo
tomo. Súper concentrado en ese armatoste. Me emocionó muchísimo.
Si, se fue como retroalimentando todo. Vos decías lo de Harry
Potter, y en este caso también.
RC: Yo tengo chicos
chicos, y conozco algo de escuela del Estado… La biblioteca de la escuela es
fabulosa. Lo que van comprando, lo que van consiguiendo… Se les cortó un poco,
porque ahora se cortaron las compras del Estado. Pero este año y el año pasado
se movió la Cooperadora, que les compró un montón de libros a los chicos de
Calibroscopio. Fueron a la librería y compraron libros de acá y libros de
afuera. Yo no creo que se lea menos.
Asistente: Muchas Nueces,
que es una editorial cooperativa chica, está vendiendo muchísimo.
RC: Sí, y aparte hay
editoriales nuevas. En esos premios de ALIJA salieron un par de editoriales
chiquitas, muy lindas, que no había visto en mi vida. Una de Roberta Ianamicco…
MM: De Sierra de la
Ventana…
RC: Está buenísima.
Hicieron unas ediciones económicas hermosas.
me encantó
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