Alberto Pez y Roberto Cubillas: “Este es un país que saca excelentes dibujantes, en cantidad”

Una vez más, dentro del ciclo dedicado a la ilustración, entrevistamos a una pareja de creadores que han trabajado juntos, mucho y muy bien. Una charla entre amigos, en la que Alberto y Roberto nos hicieron pensar mucho sobre la ilustración, la historieta, la historia del oficio en la Argentina, sus maestros y sus colegas actuales, además de detenerse en el trabajo conjunto y su particular dinámica creativa. Una charla exquisita.



Mario Méndez: Buenas tardes. ¿Cómo están? Perdonen unos minutitos de demora. Gracias por venir. Siempre es una alegría y un momento de duda, como les decía recién, ver cuánta gente vino. Este es el séptimo encuentro del ciclo La Ilustración toma la palabra, y es una alegría tener acá a un viejo amigo, el amigo Pez, y a un recién conocido amigo, Roberto Cubillas que vienen a charlar sobre la ilustración, la literatura y su trabajo. Les leo, como siempre hago, brevemente, las biografías. Roberto nació en Buenos Aires, donde vive actualmente, en el ’68. Estudió dibujo, grabado, pintura e historieta. Desde el ’96 se dedica a la ilustración de libros de literatura infantil, realiza proyectos y colaboraciones junto a autores como Alberto Pez, Laura Devetach, Silvia Schujer, Griselda Gambaro, Beatriz, Ferro, Dani the O, Gustavo Roldán, entre muchos otros. Incluso yo me cuento entre esos otros. Todavía anda dando vueltas por ahí “El pájaro dentista y el yacaré distraído”, con dibujos de Roberto. Realizó exposiciones individuales y participó en muestras colectivas: Pequeños bichos enojados en Galería Mar Dulce, Fundación Gutenberg, la Muestra Ambulante 4, Un par de cuentos, en el Centro Cultural Recoleta, etcétera. Últimamente escribe e ilustra junto a Pez. Algunas de sus obras juntos son Mateo Conoce, La vida secreta de las pulgas, Lisandro pasea peces, Cumplezombi, Un regalo delicioso entre otras. 
“Pez es un sobrenombre que se inventó Luis Alberto Quiroga para concursar en una editorial para lanzar un cuento”… Esta biografía está buena porque me parece que la escribió un chico. La bajé de un blog, es terrible, está llena de errores de ortografía, pero es muy divertida.

Pez: Aparte era de historieta. El concurso era de historieta, no de cuentos.

MM: Ahora vas a contar. “Es ilustrador, es maestro”… ¿Sos maestro?

P: No… maestro ciruela… Este chico inventa. (Risas).

MM: “Diseñador y productor de vestuarios. Nació en Argentina, en una provincia”… este chico puso que es en San Luis. Por suerte yo sé que es en San Juan.

P: Siempre pasa. Tenemos un amigo en común que me carga diciendo que soy riojano. También dicen que soy de Mendoza, de San Luis… No, de San Juan.

MM: Después voy a referirme a una nota que te hicieron en Tiempo de San Juan, que tenía como título “Artistas de acá”, o sea que allá sos una gran figura. “Desde que era chiquito le gustaba mucho dibujar, y lo hacía todo el tiempo porque quería ser dibujante y vivir de eso. (Risas). Yo supongo que fuiste a la escuela de este chico, escuchó cosas, y algunas las puso acá… “Para eso tuvo que practicar mucho. Mientras crecía también estuvo presente su abuelo que le narraba historias fantásticas. Hoy en día le gusta mucho leer, y por supuesto que todavía anda con su cuaderno para todos lados, dibujando. Por ejemplo, cuando viaja en tren o en colectivo sentado, va dibujando o leyendo. También lo fascinan los gatos, tanto que tiene cuatro gatos en su casa. Y al más grande y gordo de todos le puso Fellini. Ilustra libros escritos por otras personas, en su mayoría. Como por ejemplo, A la luna en punto, y Cuentos a salto de canguro, escritos por Elsa Bornemann. Pero también ilustra libros escritos por él y sus amigos. Por ejemplo, el libro Mimosaurio, que dibujó él junto con un amigo suyo llamado Roberto Cubillas. Y también tiene unos pocos libros escritos y dibujados por él solo, por ejemplo, Tecito de lágrimas de dragón”… que está por acá, y que yo no sabía que había sido tu primero en la colección Buenas Noches. Ahora lo tenés en Edelvives…

P: En Edelvives, con Ale O’ Kif.

MM: Que viene el lunes próximo. La Colección Buenas Noches que estaba en Norma…

P: Sí, fue una propuesta de Toni Santa Ana. Porque hasta ese momento, yo venía nada más que ilustrando para otros. Y Toni me preguntó si tenía textos míos. Le dije que no, que tenía ideas, y me dijo que si tenía ideas y tenía oficio, me pusiera y los juntara. Si vieras los originales… hay algunos enormes, otros más chiquitos, porque tampoco tenía idea del formato en el que iban a ir. Muy caótico lo mío, pero en Colombia se las arreglaron para que quedara, dentro de todo, el menos caos posible.
Eso sí, y no es culpa mía, el color de la impresión quedó espantosamente saturado.

MM: Una medalla más para Toni, que publicó por primera vez a Liliana Bodoc, creo que también fue el que publicó primero a Paula Bombara, al cordobés Sergio Aguirre, y al sanjuanino Pez. Así que él te propuso este libro… La edición de Edelvives está muy linda. Con los dibujos de O’ Kif.

P: Sí, sí, muy linda.

MM: La primera pregunta para ambos… ¿Cómo llegaron a la ilustración en general, y a la ilustración para niños, a la literatura infantil y juvenil en particular?

Roberto Cubillas: Yo llegué medio de casualidad. En realidad hacía historietas y trabajaba haciendo dibujos textiles, para remeras. Estaba un poco boyando. Lo conocía a él, lo conocía a Gustavito Roldán, que ya tenían libros publicados, y ahí se me abrió alguna puerta. Tratar de soltar un poco la mano, hacer un poco de ejercicio y tratar de sacar algo infantil. Me gustaba la ilustración infantil, no había hecho nunca. Empecé a hacer unos intentos, hice unas carpetas, se las llevé a Gustavo Roldán, a Beatriz Ferro, que fueron los primeros editores que conocí. Por suerte, porque aparte eran súper cálidos, muy respetuosos… Yo veo los dibujos de ese momento y eran un desastre total. (Risas). Eran para no atenderme, pero te trataban como si fueras importante, así que ahí me fui dedicando. Después, obviamente fui haciendo otras cosas, porque de la literatura infantil nunca pude vivir, exclusivamente. Esto es así, nunca logré que el laburo fluyera, no hay una cantidad de laburo como para vivir. Hay momentos en los que sí, podemos estar solteros… pero cuando uno va teniendo hijos no alcanza. La verdad es que más que nada lo busqué como oportunidad de laburo.

MM: Es todo un título: “De la literatura infantil nunca pude vivir”.

RC: Sí, lo digo medio con tristeza, eh… Me encantaría dedicarme exclusivamente, pero no se da. Con cosas vinculadas, sí. Tampoco es que hago carpintería. Hago cosas vinculadas al dibujo, al diseño, la animación, pero no libros en sí…

P: Yo tampoco.

MM: ¿Vos tampoco?

P: No. Como varios de nuestra generación.
En cuanto a tu primera pregunta, yo soy unos años mayor que Robert, pero ambos pertenecemos a una generación que fue lectora de determinado tipo de material, y a su vez, amante de determinado tipo de ilustrador. En este caso, acá tenemos El pozo de las monedas (Pez llevó consigo el libro al encuentro y lo muestra a los presentes) ilustrado por Napoleón, que fue mi primer libro, regalo de mi vieja a los cinco años.
Siempre lo llevo a los colegios que visito para mostrarlo a los chicos.

MM: Esa es una hermosa idea.

P: Verán ustedes que es del Jurásico, lleva medio siglo conmigo y forma parte de mi acervo espiritual; es el primer encuentro que tuve con un genio como Napoleón y cuando llegué a Buenos Aires en el ’87, y conocí a Robert y a otros dibujantes en La Urraca supe que había gente a quienes les gustaba tanto como a mí y que además conocían la obra de otros ilustradores de los que yo jamás había escuchado.
Todo eso me fue nutriendo. En esa época, por ejemplo, conocí a Gary Panter, un artista impresionante…

RC: Un historietista medio under.

P: Panter tenía un comic-book editado junto a un disco, porque también es músico, que se llamaba: Invasion of  the Elvis Zombies…una cosa muy bella.
No había Internet por entonces, así que empecé a descubrir cosas de él en las comiquerías y sobre todo en el Parque Rivadavia, donde encontraba algún que otro material suyo.
En fin.
Ahora, pasando al otro tema, me conecto un poco con lo que decía Robert en el sentido de que uno llega y dice: soy ilustrador infantil, trabajo en literatura…pero… ¿Vivo de esto?...
 En mi caso la respuesta también es No.
 Lo que más puedo llegar a arañar para vivir es publicidad. Sí, eso estábamos hablando un momento antes de llegar acá con ellos dos. Story boards… todo el trabajo necesario en publicidad. Y cuando Robert decía hacer cosas vinculadas al dibujo, al diseño, la animación, pero no libros en sí yo pensaba en Dave Mc Kean que es uno de mis ilustradores ingleses favoritos. El tipo es multifacético. Es un gran dibujante, un terrible diseñador y un tremendo músico, pero creo que la diferencia con él es que desarrolló su carrera en Inglaterra; otras opciones, otra forma de salir a los mercados.

RC: También, cuando nosotros iniciamos nuestra carrera, agarramos un momento raro. Porque esto que a nosotros nos volvía locos, ya había pasado. Se lo había llevado puesto la dictadura. Estábamos viendo esto, y el mercado acá se había retraído y se había puesto mucho más pacato que ahora. Ahora hay una libertad increíble a nivel texto, gráfica, hay posibilidades de todo. Y cuando nosotros empezamos no era tan así. Había muy poco.

MM: Estamos hablando del ’96, ’97…

RC: Más o menos, sí. Colihue era lo más “punk” que había en ese momento. (Risas). Del Quirquincho estaba desapareciendo, porque no era viable, Sudamericana tenía un par de colecciones que estaban bien, pero no había suficiente mercado para absorber la cantidad de gente que salía… Ahora la gente busca laburo en un montón de formas.

P: Pero como ilustradores, en ese momento el mercado conservaba algo que para mí es fundacional en Argentina, las revistas de humor gráfico. Pero poco, ya estaban desapareciendo.

RC: Pero estaba La Urraca, que dentro de todo era potente.



MM: ¿Ustedes laburaron los dos en Fierro?

RC: No. El laburó en La Urraca en general, yo laburé en Fierro nada más, muy poco.

P: Épocas aquellas… algo podría haber quedado.
Angustia un poco… por lo menos a mí. Recuerdo tener trece, catorce años, y leer la revista Satiricón. Mis tíos la compraban allá en San Juan. Era impresionante, porque por un lado leía Satiricón y por el otro, Hortensia, una revista cordobesa con monstruos como Crist y Fontanarrosa que también publicaban en Satiricón.
Tiempos de artistas maravillosos como Izquierdo Brown, Limura, Tabaré, Aldo Rivero (de mis pagos el hombre), Grondona White… Luis Scafati, que en esa época firmaba como Fati, y desplegaba un estilo muy cercano a Ralph Steadman, al que yo recién había empezado a conocer. Cada vez que veía dibujos de Scafati era puro placer para mí. Podía entender o no el chiste, ese era otro asunto, pero la seducción siempre venía a través de la gráfica. Y Napoleón, al que después conocí en La Nación, formaba parte de esa generación que era totalmente salvaje. Quizá es un humor absurdo en esta época, pero en ese momento era fuertísimo. Recuerdo que Oscar Blotta y Cascioli sacaban colecciones alternativas con temáticas específicas como Humor Chancho, cien por ciento escatológico; Humor Negro, y algo muy cercano a una especie de Sex Humor … Estamos hablando de épocas jodidas a nivel político y ese era material puramente contestatario y transgresor.
Como ejemplo, un chiste de Napo. Una mujer gorda en la modista… Napo siempre hacía los breteles bajos, así que se le veían los pechos, con las puntitas de los pezones asomando, y la modista que acababa de pincharla con un alfiler mientras le medía el vestido.
La mujer gorda con los ojos muy abiertos y la lengua afuera mientras la modista decía: “¿La lastimé señora? Y abajo era un mar de sangre, todo negro, que era tinta tirada como si hubiera volcado a propósito el tintero sobre el papel.
Recuerdo mis Estados de Gracia de varios minutos mirando el mismo dibujo.

Cuando lo conocí en La Nación ya era otro Napoleón. Firmaba Napo. En Francia había tenido que acortar el nombre. No podía utilizar Napoleón. Y todo su trabajo, maravilloso, se había volcado hacia una línea naif, prolijamente colorida y despojada del trazo brutal de aquellas ilustraciones que yo adoraba. Me lo presentó Oche Califa una oportunidad en que coincidimos en la redacción. Para mí el tipo era una figura de culto y tuve la mala idea de recordarle que había visto aquel dibujo en Satiricón y que extrañaba ese estilo suyo…él me miraba detrás del aumento de los lentes mientras movía sus bigotes amostachados… En un momento pensé: “Me tengo que callar”. (Risas). Y la respuesta de Napo fue algo así como: “Éramos muy jóvenes y todos estábamos medio locos”, me quedé en el molde con la boca prudentemente cerrada; me dio la mano con mucha cortesía, charló un par de cosas con Oche y se fue.
Esa misma tarde de pura casualidad me lo encuentro a Nine que había estado antes con él.  Tuvimos una pequeña conversación, y me dijo que no era el Napo que había sido antes pero que eso estaba bien, que hay que cambiar y evolucionar; como sea, yo solamente quería acercarle un poco al hombre el recuerdo que mi generación atesoraba por su obra de aquellos años.
Tipos como Napo son figuras emblemáticas de la gráfica argentina y para la época en la que nosotros enganchamos, era como que toda esa potencia había bajado, pero el sustento permanecía; eran cosas muy didácticas.
Perdón, me fui de los carriles.

MM: No, está muy bien. Y hoy, ¿ha vuelto esa posibilidad de ser más salvajes, incluso en la ilustración para chicos?

RC: Igual… yo no sé si es “salvaje” el concepto. Lo que hay ahora es mucha información, muchos estilos que pueden convivir, hay pocas tendencias. Por ahí las tendencias la pueden marcar los editores, pero vos abrís Internet y podés tener la tendencia que pasa en Francia, o en Irán. Entonces, se ha abierto muchísimo la oferta gráfica, o las posibilidades que hay. Antes era muy difícil. Nosotros veíamos esto y estábamos viendo una parcialidad, por ahí alguno que otro ilustrador de afuera, pero no estábamos viendo el mercado, como se ve ahora. Ahora está buenísimo, lo que pasa es que depende de las energías también. Eso que él contaba de Napo, para mí es natural. El tipo esto lo hizo en el ’70, se fue a Francia, tuvo que torcer la mano, un especialista en acuarela… El tipo no quería que le dijeran que su trabajo anterior era fabuloso. Cuando el tipo volvió, lo que le gustaba era lo que estaba haciendo en ese momento. A todos nos pasa un poco. Por ahí hay una etapa de experimentación… Yo ahora estoy puliendo siempre sobre lo mismo. No es que estoy buscando hacer algo nuevo, estoy tratando de mejorar lo que conseguí.

MM: Vos decías recién que los editores por ahí marcan tendencia, y recién comentabas que Toni Santa Ana te impulsó a hacer esto… ¿Cómo es la relación con los editores? ¿Cómo es el trabajo de ustedes con los editores?

RC: Hay un editor acá. No queremos quemar laburo… (Risas).

P: Lo primero que uno hace son proyectos. ¿Cómo nacen los proyectos? La dinámica con Robert es el team- up; a veces él tiene una idea, me la tira, yo intervengo en ella y le hago mi devolución con un guión escrito y quedo a la espera de que él haga la suya. Entonces ustedes ven un libro como Mateo conoce, o La vida secreta de las pulgas donde yo soy el que hace el texto y Roberto Cubillas las ilustraciones, pero la realidad es totalmente diferente, porque él se involucra de tal manera que tiene la autoridad suficiente para decir que no le gusta una parte que escribí y me propone hacerla al revés y así vamos negociando hasta que ambos estamos satisfechos.
Es entonces que mostramos el material.
 Ahora, ahí entra también esto, que es lo que vengo notando, que es lo que él decía de las tendencias. Las tendencias se están marcando.

RC: Siempre las hubo.

P: Siempre las hubo pero ahora se acentuaron en cuanto a la temática y los contenidos. Me contaban sobre la Feria en Barcelona, en la que el leit motiv, y me parece muy bien, era la mujer, como figura y roles potenciados. Eso está genial. Lo que me preocupa a veces, es no tener la capacidad para poder acercarme a lo que están necesitando en el mercado. Quiero ser funcional, pero a la vez hacer las cosas honestamente. Tener la seguridad de que voy a ser capaz de escribir algo que tenga que ver con lo que se está pidiendo. Y me acordaba de un libro que tenemos en Sudamericana, que se llama Chiquita, de la colección Cuatro Colores que se caracteriza por resolver con pictogramas parte del texto.
Chiquita es una nena; tan chiquita que en los recreos corre serio peligro de que sus compañeros la pisen mientras juega en el patio. Pero hacia el final de la historia, el tamaño de la nena que hasta ese momento era una desventaja, se transforma en algo que la ayuda a desarrollar un acto heroico. Y el fin de la historia es ese. Es muy simple, porque es una historia para primeros lectores. Ese libro tiene sus años pero encaja perfectamente en esta tendencia que se marcó para la producción editorial que se vio en las ferias…no estoy hablando de tendencia gráfica eh…

RC: Yo me refería, igual, más que nada a una tendencia gráfica.

P: Pero vos Mario preguntabas en relación con…

MM: Contenido editorial…

P: Lo llevás al contenido editorial. Entonces yo también lo tomaba por este lado de las tendencias. Hicimos este proyecto, y éste y éste. ¿Qué te parece? ¿Hay lugar? ¿Puede salir? ¿No te interesa?

Asistente: Está bien que el tema de la mujer anda rondando, pero ¿no se caería si todos trabajaran sobre el tema de la mujer?

P: De hecho siempre estuvo presente más allá de tendencias o no; es de matriz puramente humana; por ejemplo, nosotros tenemos Un regalo Delicioso, la historia de un nene  cavernícola que sale a cazar un dinosaurio para regalarle a su abuela en el día de su cumpleaños; no presenta grandes peligros la travesía del chico ni siquiera el desenlace del relato pero puedo rescatar la figura de la abuela como mujer y núcleo afectivo sobre la cual satelita toda la aventura del nene que toma sus riesgos para hacerle el mejor de los regalos.

RC: Yo no quería meterme en el tema de por dónde va la línea editorial en cuanto al contenido, porque no lo sé. Muchas veces me meto en las librerías a mirar libros para ver lo que está pasando gráficamente. No estoy leyendo todos los libros que veo. Ahora sí veo que hay una tendencia más detallada del dibujo… Lo que yo hago, que intenta poner cada vez menos elementos, no va. A mí me parece totalmente natural. En un momento hay una cosa que funciona más y otra que funciona menos.


MM: ¿Ustedes han logrado interacción con el mercado global?

RC: No. (Risas). Estamos en eso, estamos en eso.

MM: Vos tenés trabajos en Colombia…

P: Sí, de hecho mi amigo Grubi me trajo esto (Pez muestra un libro de una colección de Emilio Salgari que está ilustrando para Colombia), lo traigo a colación por la pregunta. Esto es Salgari. Es literatura que consumíamos de chicos, derechos liberados para el editor y además derechos de autoría de las ilustraciones cedidos por el ilustrador.
Son los típicos libros que por currícula escolar, por lo que sea, siempre van a estar vendiéndose.

RC: Han comprado libros nuestros afuera, han salido ediciones. Yo a lo que me refería, separando lo autoral y el laburo, es a que yo no puedo hacer un libro todos los meses. Vos podés hacer un libro en el que trabajás durante meses, pensarlo, venderlo, pero la otra parte de nuestra carrera es que nos llamen para hacer lo que sea, me guste o no me guste. Eso es más difícil ahora. Después, sí, hemos vendido libros, han comprado afuera…

MM: ¿Estuvieron en Bolonia alguna vez?

RC: Una vez.

MM: Porque acá habló Poly Bernatene… hablaron otros entrevistados…

RC: Sí, pero todos hablan inglés, yo estuve tres días mirando gente a la cara, que no sabía qué me decía. (Risas). Fue una masacre. Creo que fuimos antes de estar listos para ir a Bolonia. Fuimos por desesperación… (Risas),

MM: ¿Fueron juntos?

RC: Sí, estaban Gustavito Roldán, Agustín Comotto, Diego Bianchi… María Rojas, María Wernicke…

Asistente: ¿Quién habla inglés?

RC: Todo el resto…

P: Yo hablo inglés. El problema fue que debo haber hablado japonés, porque no pasó nada. Tiene razón Robert. Es una barrera. Yo llevé proyectos; había hecho CDs, inclusive. En esa época no muchos dibujantes usaban notebooks, ibas con tu carpeta y si querías llevabas el CD y lo dejabas. Algunos editores tenían su compu, entonces podían chequearlo pero generalmente vos dejabas el proyecto en un CD, lo charlabas y mostrabas los originales que llevabas en carpeta. Yo enganché con un danés, con un sueco, y ya no recuerdo qué otro más; nos estuvimos mandando correos y después… desaparecieron totalmente.

RC: Hay que tener una actitud especial en esas Ferias. Otros dibujantes que conozco tienen aceitado el tema de ir, tener un proyecto, mostrarlo… Van muy seguros. Creo que tiene mucho que ver con la personalidad. Aparte del laburo, tiene que ver con cómo te vendés, cómo la hacés. En ese caso, nosotros no dimos pie con bola. Y creo que habría que haber ido más  veces, porque eso es un entrenamiento. Al no ir, y quedarse con la idea de que fue malo, y ya pasaron quince años, a mí ahora me da una pereza total pensar en ir a Bolonia a llevar nada. Ahora no iría ni loco. Sí me gustaría hacer algún viaje, hacer algún contacto, pero está el mail, las redes, y te digo que ahora pasa todo mucho más por ahí que por el contacto personal. Todo el tiempo tenés que adaptarte. No sé si vale la pena hacerse un viaje a Europa. No lo sé.

MM: Bianki, de Pequeño Editor, lo hace.

RC: Claro, pero si vas como editorial es diferente. El tema es ir como un dibujante, porque es una situación rara. Vas con una carpetita a ofrecerte… Las editoriales llaman a intercambiar cosas. Es como otra parada. Entre dibujantes es otra cosa. Hay dibujantes que ya tienen un mercado afuera, ya tienen muchos contactos. Van y se reúnen con gente que conoce, como si yo fuera y me reuniera con alguien de acá. Ahí va y se junta con un editor italiano, con un editor francés, pero los contactos ya están hechos. Hay mucha gente acá, yo me enteré hace relativamente poco, empecé a ver unos dibujos de unas ilustradoras que estaban buenísimos, (unas chicas que deben tener veinticinco años), y empiezo a ver que los clientes son todas editoriales de afuera. No pasaron por acá, digo, por el mercado local. Hay mucha gente que no pisa acá, va directamente afuera, y sobre todo, son muy versátiles. Pueden pasar de editorial, al dibujo decorativo, al pattern, a la gráfica aplicada en productos. Son dibujantes más preparados para este momento.

MM: Sin embargo si uno recorre sus biografías, ustedes son versátiles.

RC: Sí, sí.

P: Mis estilos son bastantes adaptables, si se quiere. Si hay alguien acá que necesite remeras… (Risas). Ahora estoy haciendo unos loguitos para unos delantales de colegio. También he hecho etiquetas de cerveza, el oficio da para eso. Me pego a lo que dice Robert, es así. Aparte, no puedo no admirarlo. Forma parte de una cuestión generacional de los chicos que nacieron con formatos de acceso hacia las redes, tecnológicos, que no son los que yo tuve. Muchas veces, para no cargar las tintas en mí mismo me digo que lo que hice hasta hora es digno y que lo puedo ir llevando bastante bien.
Lo de los chicos de hoy forma parte de algo más grande; yo no estoy en Facebook y mis amigos y colegas me dicen que tengo que hacer al menos una fan page. Soy una especie de bicho bolita debajo de un ladrillo; no me va a llamar nadie si no estoy presente, dando señales.

RC: No es seguro que no te llame nadie porque no tengas Facebook…

P: Es una plataforma más, estás presente.

MM: Mirado desde el otro lado, desde los dos mostradores en los que yo estuve, como editor y como autor, cuando a veces te preguntan qué ilustrador recomendás… ustedes tienen un nombre. No hace falta que estés en el Facebook. A cualquier editor le decís “Pez” o le decís “Cubillas”, y lo que puede pasar es que no los llamen porque suponen a priori que tienen demasiado laburo.

P: ¡No! (Risas).

RC: Yo sentí alguna vez alguna cosa con un par de editoriales, cuando negocié más plata. No cae muy bien. No digo que sea el caso de todos los editores… (Risas). Algunos están acá. A veces no cae bien, sentís como que les complicás el esquema. Y también sabés que, tengas o no tengas nombre atrás tuyo hay ilustradores muy preparados, y que lo pueden hacer. No lo digo despectivamente, lo digo por la capacidad de laburo que haya acá. Me pasó muy concretamente, venía negociando unas cosas, venía bien, pero no llegamos a un acuerdo, era la reedición de un libro y la dibujó otro ilustrador. Y está buenísimo el laburo que hizo. No sos indispensable.

Asistente: Pero eso pasa en cualquier cosa que se haga.

P: Estoy de acuerdo. Yo hablo de lo que me toca a mí. Después tenés otros autores o ilustradores que están mejor parados.

RC: Sí, pasa en cualquier ámbito, pero a nosotros, a mí puntualmente me llaman poco para ilustrar. Los libros los estamos haciendo nosotros. Los llevamos, los maquetamos, hacemos la propuesta, vamos a la editorial, hablamos con los editores que conocemos, lo ofrecemos en un lado… en otro… Hay proyectos que tienen tres, cuatro años. No me quejo, porque nos encanta. Pero de llamarme para ilustrar, yo trabajo más en otro tipo de gráfica que en la ilustración, ahora.

MM: Es sorprendente, lo digo como autor. Cuando empecé, y vos me ilustraste a mí, yo no sabía quién me iba a ilustrar, pero ahora me preguntan. Y cuando entre tres o cuatro menciono a Pez, me dicen que no, que Pez es muy caro, (Risas) que tiene mucho laburo… Eso pasa, es así. Y por ahí porque tienen un posicionamiento en el campo mucho más alto que el que ustedes mismos perciben.

P: Están lamentablemente equivocados. (Risas).

RC: No están en la realidad.

P: Otra cosa que es real, es que este es un país que saca muy buenos futbolistas y excelentes dibujantes, en cantidad. Chicos muy versátiles, unas gráficas poderosas. He visto cosas nuevas que te dan una cierta comezón de envidia.

RC: Hay una cátedra en la UBA, la de Roldán, que está laburando a un nivel que no lo podés creer. La seriedad con que se da, la capacidad, la información que les dan a los alumnos es mucha. Ellos publican investigaciones de autores que hacen, yo a veces me meto y veo esas pequeñas investigaciones con mucho material documental.

Asistente: Hay una chica que salió de ahí que tiene un trabajo sobre los Tres portugueses bajo un paraguas, que es un trabajo universitario.

MM: Ganó un premio y empapelaron Bolonia con ese laburo, que era de la cátedra de Roldán.

Asistente: Estaba pensando en esto que vos decías de los chicos más jóvenes, que a mí también me pega por la edad (Risas)… Yo veo, por ejemplo, a mi sobrino que se dedica a la música. Y por ahí le encargan tocar una melodía para un japonés… Y a nosotros nunca se nos ocurrió una cosa así. El tema es ese. Piensan de otro modo.

P: Yo quisiera tener un pequeño nicho dentro del mundo editorial para hacer lo que se me antoja. Eso se daría, obviamente, si me saco el Quini 6. Un montón de plata que me permitiera vivir cómodo y a la vez hacer un proyecto editorial con amigos para editar y producir lo que nos venga en gana.
Un poco como vos con Grubi, en su editorial. Qué bueno sería que se dieran esos proyectos.

En fin, soy medio pájaro de la tempestad con esto… viajo mucho en tren. Mucho; y como leo en el tren, soy muy curioso de ver lo que la gente lee. Y honestamente, la memoria última que tengo, años atrás, es de gente leyendo Alexandros; porque era el best seller del momento. Lo particular era eso: ver gente de oficina, gente común, usuarios cualesquiera… leyendo… Alexandros o lo que fuera. De un tiempo a esta parte empecé a no ver gente leyendo.

Asistente: Están todos con el celu…

P: Estamos todos. Y no quiero entrar en críticas al respecto, pero… ¡Qué notable es la falta de lectores!... de libros como objeto-libro… porque en definitiva un libro es papel, pura rústica; es el acto de dar vuelta la hoja, de subrayarla… tomar su olor… en mi opinión, por supuesto.
A quienes les pongo la última ficha, es a los pequeños lectores porque el nene, hasta los seis años todavía requiere ese formato para sumergirse en la superficie del papel y perderse en las imágenes y garabatear sobre ellas.

RC: Ahora también está el libro digital.

Débora Pert: Vieron que siempre en el público hay alguien molesto… (Risas). Yo soy narradora, no vivo de la narración, estoy muy feliz con eso y estoy en una biblioteca popular, y en una ONG. En la biblioteca, que está cerca de Puente Saavedra, es asombrosa la cantidad de chicos y de jóvenes que están viniendo a leer. Cada vez más.

P: Qué bueno. Me das una linda noticia.

Débora Pert: No sé si será por la calidad del material que tenemos, pero cada vez más. Criaturita de veintiún años que no leía, el tipo ahora está leyendo. Y cosas puntuales que se van recomendando en el círculo de amigos.

Álvar Torales: Lo que pasó con Harry Potter…

Asistente: Pero no es solo eso.

P: A mí me pasó, pero no con Harry Potter sino con Tolkien, me gusta muchísimo. Soy de los que siempre esperó las películas sobre sus libros. Vi la de Ralph Bakshi en el ’81 u ’82…



MM: Que era un dibujo animado…

P: Claro… En realidad dibujaban sobre fotogramas previamente rodados y después coloreaban encima. Pero uno siempre esperó LA película. Y lo que a mí me dio mucha felicidad, mas allá del trabajo de Peter Jackson, fue (vuelvo a esto de ir por los trenes viendo lo que lee la gente), ver gente leyendo los libros…  ¡Gruesos como ladrillos!
Recuerdo a un pibe que no habrá tenido más de catorce años, leyendo La comunidad del anillo, Las dos torres, y El retorno del rey editados en un solo tomo. Súper concentrado en ese armatoste. Me emocionó muchísimo.
Si, se fue como retroalimentando todo. Vos decías lo de Harry Potter, y en este caso también.

RC: Yo tengo chicos chicos, y conozco algo de escuela del Estado… La biblioteca de la escuela es fabulosa. Lo que van comprando, lo que van consiguiendo… Se les cortó un poco, porque ahora se cortaron las compras del Estado. Pero este año y el año pasado se movió la Cooperadora, que les compró un montón de libros a los chicos de Calibroscopio. Fueron a la librería y compraron libros de acá y libros de afuera. Yo no creo que se lea menos.

Asistente: Muchas Nueces, que es una editorial cooperativa chica, está vendiendo muchísimo.

RC: Sí, y aparte hay editoriales nuevas. En esos premios de ALIJA salieron un par de editoriales chiquitas, muy lindas, que no había visto en mi vida. Una de Roberta Ianamicco…

MM: De Sierra de la Ventana…

RC: Está buenísima. Hicieron unas ediciones económicas hermosas.

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