Queremos tanto al teatro de Adela
Adela Basch es argentina, egresada de la carrera de Letras de
la Universidad Nacional de Buenos Aires y una de las escritoras para la
infancia más destacadas del país. Entre su prolífica producción, escribió
muchísimas obras de teatro. El teatro de Adela parte de un humor inteligente
que juega con los sonidos y los significados de las palabras.
En el año 2007 la entrevistamos por
primera vez en el ciclo de encuentros con escritores. En el fragmento que
transcribimos de aquella encantadora charla -publicada en Entrelíneas (Amauta
/ Cabiria, 2015)-, nos cuenta sobre su particular experiencia como escritora de
teatro para niños y niñas.
Adela Basch
16 de agosto de 2007,
Museo Parlamentario
Podríamos comenzar,
parafraseando a Cortázar, “queremos tanto a Adela”. Y además, la conocemos
mucho. Dramaturga, cuentista, poeta, editora. De entre sus muchos, muchísimos
títulos, podríamos mencionar Oiga, chamigo aguará, Abran
cancha que aquí viene Don Quijote de La Mancha, Colón agarra viaje a toda costa, Un buen rato de teatro, Una
luna junto a la laguna, El reglamento
es el reglamento, y tantos otros.
Recibió numerosos
premios y menciones, entre ellos el Premio Argentores 1982 por El velero desvelado, mención en el Premio Coca-Cola de
Literatura Infantil 1987 por el cuento “Blunquimelfa”; mención en el Premio
Nacional de Literatura Infantil 1995 por El extraño caso del amigo
invisible y en 2002 Premio Destacado de ALIJA
por su obra de teatro José de San Martín, caballero del principio al fin. Es, por cierto, una gran amiga. Bienvenida,
Adela (aplausos).
Vamos a empezar por el
principio, como manda la ley: ¿cuándo y cómo empezaste a escribir?
Empecé a escribir cuando tenía 8 años, enamorándome de un
compañero del colegio. Los años siguientes me enamoraba de otros distintos cada
vez y así seguía escribiendo poemas de amor. Pero la primera vez que escribí
algo mínimamente decente y decoroso, que más o menos me pareció que valía la
pena publicar, fue a los 32, ¡miren todo el tiempo que pasó! Tenía 32 años
cuando escribí lo que fue mi primer libro, una obra de teatro: Abran cancha, que aquí viene Don Quijote de
La Mancha. Al tiempo escribí la segunda, Oiga, chamigo aguará, quizás alguno de ustedes la habrá leído. La
cosa es que yo escribía y quería publicar como todos… y empecé a intentarlo y
me encontraba en las editoriales con un cliché que era: “teatro y poesía no
publicamos porque teatro y poesía no venden”. Ahí me di cuanta por primera vez
de que, en algo, la literatura tenía también que ver con vender o no vender,
cosa que hasta ese momento no se me había ocurrido. Tenía quizá una idea un
poco ingenua de la vida. En aquel tiempo nadie quería publicar teatro pero yo
soy una mujer persistente, muy persistente, y seguí, seguí y seguí. Esta obra, Oiga, chamigo aguará, entre otros
lugares, la había llevado a Ediciones Colihue y también me habían dicho que no
porque “teatro y poesía no se venden”. Pero después de unos meses de haber dicho
que no, me llamaron y me informaron que habían cambiado de idea, que aunque “teatro
y poesía no se venden”, la obra les gustaba y que lo iban a intentar. Y la
publicaron y anduvo bien, muy bien. Tanto que después de tantos años se sigue
reimprimiendo en la misma editorial. Hoy le agradezco a ediciones Colihue que
se haya animado a publicar algo que nadie publicaba en ese momento (estamos
hablando de 1985). Y con ese gesto de Colihue de decirme que sí, y con mi
propia persistencia, se abrió una puerta para el teatro en las editoriales argentinas,
porque muchos autores empezaron a publicar obras de teatro. Y yo tengo que
decir humildemente que tengo obras de teatro publicadas en casi todas las editoriales
argentinas. Estoy contenta de haber podido hacerlo. Hubo muchos momentos en que
me ganaba el desánimo, pero les digo por si les pasa a ustedes en algo, hay que
insistir, si a uno le parece que vale la pena.
A propósito de tus
libros de teatro, en tus obras siempre están presente los juegos de palabras: Los arboles no son troncos, ¡Que sea Odisea!, El velero desvelado…
El velero desvelado es una de las primeras obras que escribí.
Fue en al año 82; ese año saco un Premio Argentores a las mejores obras
estrenadas para niños. ¡Fíjense lo que tarde en publicarla, recién salió en
2007! No es que me la rechazaron, sino que nunca la lleve a publicado a ningún
lado. Tenía la sensación de que la debía seguir corrigiendo, que algo no terminaba
de cerrar y así lo iba postergando. La obra se estrenó en Buenos Aires en ese
año y se presentó en muchos lugares, pero no me parecía que estaba para
publicar. Y realmente la corregí mucho, imagínense una obra escrita hace tantos
años, y recién cuando estuve contenta con cómo quedó, la llevé a editorial
Alfaguara y ahí la publicaron. Esto tal vez les dé un ejemplo -este es muy
exagerado, porque paso un cuarto de siglo- del tiempo que me lleva corregir una
obra. En realidad cualquier cosa que yo escriba, aunque sea muy cortita, un cuento,
un poema, una obra de teatro breve, la corrijo muchísimo. Las cosas no me salen
bien de buenas a primeras. Si alguno tenía la fantasía de que un escritor se
sienta y le sale la obra magnifica, lamento decepcionarlo, yo no soy así, a mi
me cuesta mucho. Lo que más me cuesta es el comienzo del libro y el final, hay
momentos en que estoy francamente desesperada y no sé como seguir, y me pasa
que una vez que termino, la leo y me encuentro con cada cosa que digo: “¿cómo
fui capaz de escribir esto?”. (Risas). Y no solamente lo leo yo y lo corrijo,
sino que no voy a publicar nada sin mostrárselo antes a alguien de mi confianza,
que puede ser un amigo o un colega, o simplemente un buen lector, alguien que yo
lo valore como eso. Porque a uno se le pasan muchas cosas. Alguna vez escuché
esa frase que seguramente ustedes también han escuchado y que se la atribuyen a
Picasso, de que el arte era para él 5% de inspiración y 95 % de transpiración. Yo creo que es así.
Entrelíneas: 20 conversaciones con autores de la literatura infantil y juvenil de la Argentina.
Entrelíneas: 20 conversaciones con autores de la literatura infantil y juvenil de la Argentina.
Mario
Méndez.
Cabiria,
2015.
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