Gaby Pérez y Alejandro 0’ Kif: “El lenguaje de imagen es un excelente recurso para captar al chico que no es lector”
En esta primera parte del encuentro con
Alejandro O´ Kif y su editora en Riderchail, Gabriela Pérez, los invitados nos
hablaron de la interacción entre escritores e ilustradores (y del rol del
editor en esa relación: el trabajo en equipo), de la importancia central de la
ilustración en los libros para chicos, de cómo el lenguaje visual comunica
tanto como el escrito y, entre otras muchas cosas, de las decisiones
editoriales con respecto a la formación de las parejas “autor-editor”, la edad
o edades al que el libro o la colección estará dirigida y si los canales de
comercialización apuntan a la escuela, a la librería, o a la escuela y la librería a la
vez, entre otras decisiones cruciales.
Mario Méndez: Bueno, buenas tardes. ¿Cómo están? Una alegría tenerlos acá, en
este día tan invernal. Muchas gracias por venir, Alejandro O’ Kif y Gaby Pérez.
Y nos faltó Delius, por gripe. Me llamó hoy a la mañana temprano, para decirme
que se había hecho mucha ilusión en venir, lo había puesto en las redes, pero
bueno, tenía una voz medio de moribunda, iba a tomar todo el té con miel que
pudiera, para ver si llegaba, pero evidentemente… Encima con este frío y la
lluvia, menos. Siempre empiezo con una biografía de los invitados, y después,
con un agregado. Voy a empezar por la dama que es Gaby Pérez, la editora de
Riderchail. Gabriela Pérez es abogada, así que ojo con lo que dicen, recibida
en la Universidad de Buenos Aires, donde se especializó en Derechos
Intelectuales y Marcarios. En el año 2007, llevada por su pasión por la
promoción de la lectura desde la primera infancia, funda la editorial
Riderchail, dedicada exclusivamente a la edición de libros de literatura
infantil y juvenil ilustrados. Por eso, justamente, la elección de Rider,
además de que seamos amigos. En el 2010, ya convertida en socia mayoritaria,
asume la dirección general y editorial de Riderchail, ampliando
considerablemente su fondo editorial, y participando en la Feria Internacional
del Libro de Buenos Aires (eso lo hemos hecho juntos alguna vez), Feria del
Libro Infantil, Feria Internacional del Libro de Guadalajara, y en distintas
Ferias Provinciales, en forma periódica y sostenida. Hoy Riderchail cuenta en
su catálogo con más de sesenta títulos, muchos de los cuales han sido
seleccionados por planes de estudio de Argentina, Guatemala, México, Estados
Unidos y El Salvador.
Alejandro O’ Kif
nació en 1959 en Rosario, estudió en la Facultad de Humanidades y Artes de la
Universidad de Rosario, y realizó diferentes talleres y clínicas de dibujo,
acuarela con Guillermo Roux, y grabado, ¿en la ciudad de Puebla?
Alejandro O’ Kif: Sí.
MM: ¡Qué bueno eso! Después vas a contar algo. Comenzó publicando en
medios de la ciudad de Rosario, y desde 1985, afincado en Buenos Aires, dibuja
para distintos medios de comunicación. Estuvo en Humor, Sex Humor, Fierro, El Péndulo, todas publicaciones de La
Urraca. Me decía Alejandro hace un ratito que estuvieron tablero de por medio
con Sanzol, Fortín, Tabaré… monstruos de la ilustración. Como el mismo
Alejandro. Te has convertido en monstruo. (Risas). Estuvo en Clarín, en
Billiken, en Genios… De Billiken traje esta antigüedad que me consiguió Paula
la bibliotecaria de la Biblioteca Roffo, donde hay varios ilustradores, uno de
ellos es Alejandro. Una revistita más chica que seguramente venía de regalo
junto con la revista. Desde entonces en su taller trabaja con Mónica Gutiérrez.
Van a ver que en algunos de sus libros figura O’ Kif – MG. Ella es la encargada
de la parte de color de a mayoría de sus ilustraciones y con quien lo une una
relación especial. O sea… es la señora. (Risas).
Asistente: Así que se puede trabajar así…
MM y AOK: Sí, se puede.
Asistente: Además decí que no es una relación… Es la señora con la que tiene
hijos que ya son señores.
MM: Ah, una larga relación. Como yo no sé tanto detalle, pensaba: “A
ver si meto la gamba”… Así que cuando viviste en Rosario con ese bebé, era con
Mónica.
AOK: Sí, y seguimos ahí.
MM: Bueno, entre sus trabajos de libros para chicos se encuentran
entre otros Natacha, Natacha, la tarea,
Chat Natacha chat, La historia de los señores Moc y Poc, El
pulpo está crudo… todos estos con Luis Pescetti, y uno muy especial que
tengo por acá, que me quedó escondido, que es Caperucita Roja, tal como se
lo contaron a Jorge, que después vamos a ver en detalle. Yo le contaba a
Alejandro que lo uso para dar clase en Edición, para hablar de las formas que
crean sentido. Porque acá hay una construcción en la cabeza del padre y otra en
la del chico. Eso me parece una genialidad. Ilustró varios libros de Elsa
Bornemann: Disparatario, Un elefante
ocupa mucho espacio, Problemas con disparates, No somos irrompibles. No de
Elsa, pero sí de este hermoso libro que es Capitán
Croissant y con otras editoriales como Riderchail, acá tenemos Artsardam, que quiere decir “madrastra”
al revés, en la colección Otras Miradas de la que después vamos a hablar
bastante, y Una estrella para Margarita,
de Patricia Iglesias Torres.
Gaby Pérez: Ella es una socia literaria importante de Alejandro.
MM: Ah… los dos son de ella.
AOK: Sí, sí.
MM: Bien, después vamos a hablar de Artsardam y Una estrella para
Margarita y de esta colección Otras Miradas dentro de la editorial
Riderchail, en la que pronto apareceré.
GP: Sí. Ya tenés un cuento.
MM: Ya tengo un cuento. Bueno, algunos de los reconocimientos
recibidos por Alejandro son el Premio de Grabado y Pintura de la Dirección
General de Cultura de la Ciudad de Rosario, del Vigésimo Salón de Amigos del
Arte, del Vigésimo Sexto Salón de Artistas Plásticos Rosarinos, Mención de
ALIJA varias veces, Premio Fantasía en 2000 y 2005, y montones de
participaciones en galerías y demás. Siempre leemos las biografías, pero
ustedes saben que la idea era invitar a dos editoriales pequeñas y a sus
representantes, que eran Gaby y Luciana Murzi, porque a Adela ya la invité
tantas veces que ya no sé si quiere venir más, y dos de los ilustradores:
Delius y Alejandro. Delius, engripada y Luciana Murzi en Paraguay, lo que hizo
fue mandarme una paginita que les voy a leer, sobre la ilustración, porque me
pareció muy interesante. Y a partir de ahí voy a empezar a hacer las preguntas.
EDICIÓN,
LITERATURA E ILUSTRACIÓN
En el mundo de los libros para chicos, la ilustración ocupa un
lugar fundamental. Y como editores tenemos que definir el vínculo entre imagen
y palabra propio de cada libro, partiendo siempre de la premisa de que la
imagen literaria forma parte de una experiencia estética y se decodifica a
través de una práctica de lectura, no de una contemplación simple y pasiva como
antaño nos hicieron creer, sino de un proceso de apropiación simbólica. De
ningún modo, “mirar” es lo mismo que “ver”, y mucho menos lo mismo que “leer”.
La relación entre imagen y texto puede darse de muchas formas, y
cada forma responde la particularidad de cada título, pero sobre todo a un
momento histórico del libro y la cultura.
Tradicionalmente, la ilustración quedaba relegada a una función
ornamental. Decoraba la escritura, era mero artificio. Por supuesto, si no
estaba, el sentido del texto no se modificaba en absoluto.
Más tarde, se empezó a valorar la narratividad de la imagen.
Visualmente también se podía contar. Así, la ilustración empezó a acompañar al
texto; a su manera, buscaba contar lo mismo que él: “ilustrarlo”. O incluso
podía estar contando una historia paralela a la que el texto relataba, una
historia inmersa en otra historia, propia de la ilustración y cuyo devenir
ocurría íntegramente en la imagen. De algún modo, los personajes ilustrados
comenzaban a tener cuerda para rebelarse y conquistar el espacio de la lectura.
Posteriormente, y por suerte, la imagen logró adquirir autonomía
narrativa. Por un lado, se publicaron muchísimas obras hechas puramente de
dibujos, lo cual dio cuenta de que se puede contar una historia “muda”.
Por otro lado, se consolidó el relato construido conjunta e
indisolublemente por texto e imagen en un género literario: el libro álbum. Si
intentamos prescindir de la imagen, el texto por sí solo no va a poder contar
la misma historia, incluso lo más probable es que pierda todo sentido. Y lo
mismo ocurrirá si eliminamos la imagen.
Creo que es en esta instancia, cuando la independencia y el poder
de las imágenes se hicieron legales, que se abrió el campo para que ingrese la
trampa, la fisura, el guiño al lector. “Hecha la ley, hecha la trampa”, profesa
el refrán. Porque cuando ya no se gastan energías en salir de lo clandestino
para pasar a la legalidad, el foco se orienta a un nuevo desafío.
Muchos libros lograron decir lo que no se podía, ya sea por una
prohibición política, ideológica, religiosa o moral (o por todas esas razones
juntas). ¿Y cómo lo consiguieron? En muchos casos, a través de estrategias
textuales, claro, pero en muchas otras oportunidades a través de la imagen. Es más difícil que aquellos que censuran los
contenidos de los libros estén atentos a la imagen; porque para ellos la imagen
no dice, sino que adorna, y eso la hace inofensiva. ¡Qué equivocados están
siempre y en todo!
La ilustración (que por supuesto no es representación de la
escritura, sino un discurso autónomo) puede decir cosas incómodas, polémicas y
prohibidas que al texto no se le están permitidas. También puede quedarse en
silencio, claro; depende de qué postura quiera tomar. Los editores tenemos la
tarea de planificar de qué manera dar a escuchar, incentivando así el
pensamiento crítico que acompaña a toda situación de lectura.
Por lo visto, el poder narrativo de la imagen es inmenso. Solo
queda oculto para aquellos que no saben ver, y mucho menos leer.
Esta es la
participación de Luciana Murzi, editora de Abran
cancha, otra de las editoriales que apuestan fuertemente a la ilustración.
Asistente: Mientras lo leías me acordaba de
“Pájaros Prohibidos”, de Galeano. No sé si te acordás…
MM: No.
Asistente: Es un cuento breve. El papá está
encarcelado por razones políticas y la nena le lleva cartas. La primera carta
no la puede pasar, entonces en la segunda dibuja un árbol…
Asistente: Me parece que no pueden pasar dibujos
ni de flores ni de pájaros…
Asistente: Y ese árbol, lo que tenía eran ojitos.
Esos ojitos son los pájaros. Uno de los libros donde creo que queda muy claro
ese mensaje es en La línea, de Ayax-
Barnes. En donde “línea” dice tanto mas allá del texto.
GP: Llevado al extremo.
MM: Bien, para empezar con este texto que nos
mandó Luqui Murzi. ¿Qué opinan del crecimiento de la ilustración en el mundo
editorial argentino?
GP: Yo nunca consideré a la ilustración como algo
ornamental. Todo lo contrario. Me parece que hay un lenguaje textual y un
lenguaje de imagen. Creo que las imágenes hablan, incluso a veces más que las
palabras. Y me parece que el lenguaje de la imagen es un excelente recurso para
captar al chico que no es lector. Y sobre todo a ésta generación de chicos, que
es una generación de imágenes interactivas, que aprieta un botón, saltan,
hablan, le ponen, le sacan, con un control remoto hacen maravillas a sus ojos.
Me parece que la ilustración y la imagen es el mejor recurso que tenemos los
editores para captar al chico y que vuelva a la introspección de la lectura. Me
parece importantísimo. Por eso nosotros en la editorial tenemos todos los
libros ilustrados. Incluso estamos buscando la vuelta para que las novelas más
largas, para chicos de trece o catorce, para ver de qué forma las podemos
combinar con ilustraciones también. Es más, hay editoriales con libros para
adultos que también están utilizando el recurso del lenguaje visual. Me parece
que es importantísimo.
MM: ¿Vos qué pensás, Ale?
AOK: Yo no puedo decirte otra cosa que es que “me
encanta”, porque yo considero que la imagen es una herramienta de comunicación.
Yo puedo decir un montón de cosas con la imagen. De hecho, me pasó, tengo la
experiencia de haber dado una charla en una escuela rural en la Provincia de
Buenos Aires, en un lugar bastante lejos. Toda la escuela eran catorce chicos
de diferentes edades. Cuando voy, la maestra me dice que hay dos hermanitos, un
nene y una nena, que tendrían nueve y cinco años, que no se integraban, porque
no hablaban una palabra de castellano. Eran hijos de un cuidador de una
estancia, hablaban inglés. Padres ingleses, los pibes no hablaban una palabra
de castellano y estaban al margen de todo. Armo un taller, nos ponemos a
dibujar, me acerco a trabajar con ellos, y el pibe me cuenta cómo llega a la
escuela, que lo llevan en moto, que esquivan un charco de barro los días que
llueve… Listo, ya está. Ahí se armó un puente.
MM: Te lo cuenta con dibujos…
AOK: Con dibujos. No hablaba una palabra de
castellano. Ya está, el puente está hecho. Cuatro o cinco años después me pasó
que volví a ese pueblo a dar una clase en la misma escuela, y vuelvo a encontrarme con los dos hermanitos. Ya
crecidos, y hablando un castellano medio atravesado… Y los pibes me trajeron
una pila de dibujos. Como si fuera un catálogo de cosas. Les habían servido
para comunicarse. Me parece que eso es maravilloso, lo que pasa es que hay que
acostumbrarse, hay que acostumbrar el ojo a un libro, porque venimos con un
preconcepto, con una concepción bastante antigua de lo que es la ilustración en
la editorial. Si uno acostumbra el ojo le puede sacar un provecho maravilloso
al libro. Eso es genial. Me parece que está bárbaro eso.
GP: Miren el preconcepto que hay (yo hablo desde
el lado editorial), que aun hoy muchas editoriales no les pagan a los
ilustradores los derechos de autor, sino que les pagan una suma fija y el
porcentaje de regalías es solo para el escritor. Cada vez menos, pero aun en el
2018 pasa eso.
AOK: No es porque esté Gabi acá, pero con ellos
jamás pasa eso. En el 90% de las editoriales, el autor del texto es el autor
del libro. No es autor el de la imagen…
GP: No en la nuestra.
AOK: No, por eso te lo digo.
GP: Dice, “Autor: Elsa Bornemann”, por ejemplo.
Ilustrador… ¿Y el ilustrador entonces qué es? No dicen “Escritor- ilustrador”.
Dice “Autor”.
MM: Hemos recorrido un largo camino y hemos hecho
un aprendizaje. ¿No? Yo lo reconozco en mi trabajo como editor. Cuando empecé a
editar, en mi editorial yo no ponía en la tapa los nombres de los ilustradores.
Por ignorancia…
GP: Por usos y costumbres…
MM: Tal cual. Usted lo ha dicho, doctora. (Risas).
Me fijaba, por ejemplo, en este libro, Caperucita
Roja tal como se lo contaron a Jorge, que me gusta tanto, y que vos decís
que harías tantas cosas de nuevo. Este es un libro que no tendría sentido sin
las ilustraciones. Luis María Pescetti, con ilustraciones de O’ Kif. Es un
libro álbum. La idea es buenísima, supongo que será de Luis. La mamá sale esa
noche, queda el papá a cargo, y le va contando al nene el cuento de Caperucita…
AOK: El papá le cuenta el cuento clásico, y el pibe
entiende literalmente lo que le dice el papá. Caperucita Roja, es roja.
MM: Ese es el primer chiste genial. Él dice; “…una
nena que se llamaba Caperucita Roja”. Y yo, la verdad, si bien me crié con esta
imagen tradicional de Caperucita, cuando lo leí por primera vez, me reí un
montón, porque la Caperucita Roja que piensa el nene es una nena roja… Es que
yo no sabía qué era una caperucita. Nosotros no usamos la palabra “caperuza”.
Todavía no la usamos. Ahí me di cuenta de que yo no sabía qué era una
caperucita roja. Y así con todo. Cuando cruzan el bosque, con la comida que le
lleva…
Asistente: ¿Luis te dijo que dibujaras literal?
AOK: No. Cuando hicimos ese libro Luis vivía en
México, y yo acá. Así que la editora, Gabriela Pérez Aguilar, que fue la que
nos juntó, me pasó el texto. Me dijo que me fijara, que era un texto que tenía
mucho humor, si me gustaba que viera qué me parecía, si podía ilustrarlo. Yo lo
leí y me pareció maravilloso. Y después Luis me pasó el texto, pero no me dio
muchas pautas. Él me contaba lo que más o menos tenía en la cabeza, y me
imaginé eso, el discurso del padre en sepia, monocromático, y el pensamiento
del nene a todo color.
Asistente: O sea que esas cosas no te las dijo
Luis… Y que el cazador era el padre del súper héroe…
AOK: Eso está en el texto.
MM: No, eso es una interpretación tuya, porque el
texto no lo dice.
AOK: Ah, bueno… (Risas).
MM: ¿Qué creés que pasó? Porque el libro tiene
unos años.
GP: A veces a los escritores les pasa. Cuando
pasan el texto, ponen aclaraciones.
MM: En ese momento apareció un cazador… El cazador
es Guillermo Tell. O el Príncipe Valiente. Pero el pibe piensa en Superman, y
para el pibe tiene la cara del papá que es su ídolo. Eso es una interpretación,
podría no tenerla. Eso es buenísimo. ¿Hubo como un guión de Luis?
AOK: Es probable, la verdad es que mucho no me
acuerdo. (Risas). Pero después hubo un montón de libros más. Seguramente Luis
ponía alguna acotación, pero cuando vino de México, que fuimos a comer, estaba
muy complacido.
Asistente: Ah, no se conocían…
AOK: No, no, y habíamos tenido una novia en común.
(Risas). En la adolescencia. Él estaba muy complacido con el armado del
personaje.
Asistente: ¿Y cómo llegaron de la ilustración a
la novia?
AOK: Yo soy rosarino. Viví en Rosario hasta los
veintipico de años. Y estudié en Rosario. Él es de San Jorge, un pueblito que
está muy cerca de Rosario. La gente de San Jorge va a estudiar a la Universidad
de Rosario. Yo tuve una compañera en la universidad que era de San Jorge. Y una
vez hablando con él le dije que había tenido una novia en San Jorge. Y me dijo
que también había sido novia de él en otro momento.
MM: Puede ser una pregunta para próximos encuentros. Los ilustradores y los escritores, ¿comparten las novias? (Risas).
GP: ¿Le suma al libro que hayan compartido una
novia? (Risas).
AOK: Volviendo. Yo no recuerdo puntualmente cuáles
eran las indicaciones, pero algunas indicaciones de guión tenía. No sé si
puntualmente con esto.
Asistente: Lo del superhéroe quizá Luis lo anotó,
pero hay cosas que son de la ilustración. Eso que decía Mario, que son tuyas
indudablemente.
AOK: Pero pasa con otros libros también.
Asistente: Yo trabajo muchísimo con eso, porque
doy clase de libro álbum. Y en ese, por ejemplo, la imagen del padre está
siempre igual, es como una estampa. Y el niño se mueve, porque es dinámico. Eso
está mostrando y está diciendo algo más de la historia. Eso no te lo dijo Luis,
es tuyo, y es parte de la estructura de la obra.
MM: Reconocé tu trabajo. (Risas).
AOK: Yo lo reconozco, pero digo que por ahí ese
libro es un ejemplo puntual de todo eso. Ahí se ve bien claro, pero en general
en todos los libros está eso. Donde vos podés dar tu opinión. Hay cosas que
pasan en el ambiente, en el alrededor, donde vos podés dar tu opinión. Querés
decir o mostrar algo que seguramente tiene que ver con tu historia personal. Y
está puesto ahí. Por ahí hay lectores que pescan eso y hay otros a los que les
pasa de largo. Uno siempre trata de hacer eso.
GP: Es también importante, desde el editor, que es
el nexo, que el escritor y el ilustrador formen un buen equipo. Nosotros
tenemos en la editorial un libro que es precioso, uno de los más vendidos, y hubo
desacuerdos. Y uno está en el medio tratando de mediar. Es importante que haya
una comunión, que el escritor y el ilustrador se junten, conversen sobre el
texto, se pongan de acuerdo. Porque muchas veces, el escritor escribe y tiene
algo en la cabeza. Y el ilustrador cuando lee tiene otra. Lo importante es que
si los dos son los autores, si van a contar la historia desde distintos
lugares, es importante que haya una comunión y lleguen a un acuerdo.
AOK: Para mí, cuando se arma un libro con dos
partes, con un autor de texto y un autor de imagen, cuando se arma un libro
así, lo mejor que puede pasar es que lo que generó eso, sea la imagen o sea el
texto, uno se lo dé al otro, y le pida que le dé su opinión desde lo que el
otro hace. Después de ahí uno redescubre cosas. Proyectos personales que uno
tenía… Yo quería hacer un libro de tango de chico. Porque soñaba con la casa de
mi abuela en Rosario. Los pajaritos, el vecino, las plantas del fondo… Era una
imagen recurrente. Hice una cantidad de imágenes seriadas de todo eso. Y me
preguntaba qué hacer con eso. Y lo llamé a Oche Califa, que yo sé que el tango
le encanta y tiene letras de milongas. Le mostré lo que había hecho, y le
pregunté si quería que hiciéramos algo juntos. Me dijo que le parecía bárbaro,
escribió un texto que sobrepasó todo y quedó un libro que como producto es muy
lindo. No lo tengo acá, pero lo editó Sudamericana, y se llama Un bandoneón vivo. Y ahí se ve el
trabajo de cada uno. Lo que cada uno hizo, lo que el otro interpretó y cómo
fuimos para adelante.
Asistente: Un caso raro… Que empiece por la
ilustración.
AOK: No, no. A veces pasa. Los Croissants están hechos así. El Croissant era un proyecto de libro que yo tuve, que no se lo pude
vender a nadie, porque quería hacer un libro objeto, que fuera una bitácora de
viaje de los viajes por el descubrimiento. Forrados en cuero… Y nadie me los
compró. En ese momento, en Sudamericana me dijeron que podían sacarlos dentro
de una colección pero con otro texto. Entonces llamé a un amigo que escribe, y
le dije que se fijara qué historia podíamos hacer con esos personajes. Vio las
imágenes y armó una historia. Así se hizo el libro. A veces pasa eso. No
importa de dónde surge, lo importante es llegar a un producto cerradito y que
esté bien. Tampoco siempre pasa así, porque todos tenemos una imagen previa de
lo que queremos decir. Cuando dibujamos, cuando escribimos, cuando pensamos… Yo
trabajé haciendo historietas con Dalmiro Sáenz, por ejemplo. Nunca me pude
poner de acuerdo con Dalmiro. Porque él tenía una idea en cuanto a la imagen, y
si yo hacía un tipo alto me decía que él lo veía petiso. (Risas). Pero las
cosas después salieron. A veces coincide y a veces no. Eso es trabajo previo
del editor. Qué cosas cuajan entre sí. A veces se arman duplas interesantes.
MM: Es un cuidado, Gabi, que aún las editoriales
especializadas no tienen. Esto que vos procurás, que se junten el autor del
texto y el de las ilustraciones, y charlan, y discutan y demás, en editoriales
dedicadas a libros ilustrados me ha pasado de encontrarme con el libro
terminado.
GP: Nosotros no hacemos eso. Trabajamos de otra
manera. Pretendemos que el escritor y el ilustrador se conozcan, coincidan y
vean el texto juntos. Tratamos de poner en claro que ambos son autores, que no
sean instrucciones como en un manual y que el ilustrador pueda dar rienda
suelta a su imaginación y a su arte. Y además de eso, cuando el ilustrador
recibe la maqueta con el texto montado y empieza a avanzar, esos lápices que
nosotros como editorial aprobamos antes de hacerle la devolución al ilustrador,
van al escritor. Se le muestra que se está yendo por un camino y se le pregunta
qué le parece, para que el ilustrador no trabaje de más. Porque después si le
damos al escritor el libro terminado y nos dice que no le gusta, es un
problema. De esa manera, lo van construyendo juntos. Y hay también un límite
que nosotros le ponemos al escritor. Le decimos que algo está bien, o que algo
no y vamos a ver si lo cambiamos. Él no está dando la razón por la cuál está
yendo por ese camino, y a nosotros nos encanta, nos parece que el texto va a
funcionar muy bien así. Es el equipo. El editor está en el medio del escritor y
el ilustrador, y entre los tres hacemos el libro. Esa es la idea. Y además, el
editor también tiene que tener en vista hacia qué público va a apuntar el
libro, y también (aunque a los intelectuales no les gusta pero es importante),
cuál va a ser el canal de comercialización de ese libro. Si va a la escuela, si
va a la escuela y a la librería, si va solamente a la librería porque es un
libro de tapa dura, y es caro y es difícil que entre, va a ir solo a una
biblioteca de la escuela porque no se va a adoptar… Eso también se tiene en
cuenta en el libro que estamos haciendo. ¿Cuánto va a salir este libro para que
pueda entrar en la escuela? Si nosotros hacemos un libro precioso de quinientos
pesos, a la escuela no entra. Entonces, también tenemos que tener en cuenta
eso. Esa también es tarea del editor.
MM: ¿Y cómo intuís vos esos maridajes? ¿Por qué a
Patricia Iglesias Torres le buscaste a Alejandro? ¿O al revés?
GP: Ellos me trajeron el proyecto. En general,
nosotros en Riderchail no aceptamos proyectos ilustrados, porque justamente, lo
que nos gusta es formar la pareja, para decirlo de alguna manera, y además,
cuando leemos un texto pensamos en esto que decía. ¿Qué libro vamos a hacer?
¿Adónde va a ir? ¿A qué público queremos llegar? ¿De qué forma se va a
comercializar el libro? ¿Para qué target
de edad va a ir? Porque si bien creemos que los libros no tienen edad, hay
veces en las que la comprensión lectora tiene que ser tomada en cuenta. La
comprensión lectora que puede tener un chico de ocho años no es la misma que la
que puede tener uno de cuatro. Nos gusta entonces formar las parejas, excepto
que el proyecto lo presente algún ilustrador con el que nosotros estamos como
“casados”, como Alejandro. Entonces, Alejandro nos presentó este proyecto,
tiene varios libros hechos con Patricia Iglesias Torres, estos nos los
presentó, nos gustó por dónde iba y armamos la colección.
AOK: Ahí se vio perfectamente el trabajo en equipo.
Cómo se trabajó desde lo gráfico, desde lo conceptual, porque además eran temas
bastante ásperos.
GP: Nos juntamos, Alejandro, Patricia, Carolina
Mareque que es la directora de arte de Riderchail y yo que soy la editora, a
pensar qué colección íbamos a hacer y qué libros íbamos a hacer. Ahí, entre los
cuatro empezamos a tirar ideas, y terminamos en la colección Otras Miradas.
MM: ¿Y el proyecto cómo surgió?
AOK: Patricia y yo habíamos trabajado juntos en
varios libros. Un día me mandó un texto, y me dijo que había un salón de
literatura, y me preguntó si no quería hacer una página para mandarla a ver qué
pasaba. Hice una página y no me quedé muy contento con eso, no pasó nada… y
después, cuando vi todo el texto, dije que me parecía que podíamos hacer un
proyecto de libro completo y verlo. Se me ocurrió contárselo a Gabi, porque por
la temática era bastante complicado, necesitaba un editor que se la jugara. Con
ella veníamos trabajando en un montón de cosas, se lo llevé, sin compromisos,
le dije que me parecía que estaba bueno, que lo miraran. Por suerte les gustó.
MM: ¿Y así surge la colección Otras Miradas? ¿O ya
existía?
GP: Surge así, a partir de estos dos textos.
MM: Contá qué es la colección Otras Miradas.
GP: La colección Otras Miradas propone otras
miradas sobre temas complejos que también atraviesan la infancia, y que
nosotros, a partir de estos textos tratamos de naturalizar. En estos dos
primeros libros que sacamos, en uno es el tema de las madrastras, esta persona
que cada vez toma más relevancia en las familias ensambladas modernas. Uno va a
un curso, a un grado, y cada vez hay más chicos que tienen familias
ensambladas, y están muy bien. Esta palabra que tiene una connotación tan
peyorativa, la madrastra, la mala de La
Cenicienta, justamente el libro empieza así. La madrastra de Cenicienta,
harta de que hace siglos que vienen tildándola de ser más mala que una semilla
de lino, sale del cuento y emprende un viaje para saber qué es una madrastra,
qué es ser madre, y si todas las madrastras son malas y todas las madres son
buenas. Si ustedes leen el texto, les va a gustar, pero además Alejandro dice
muchísimo con las imágenes. Hay imágenes de “madres que nunca olvidan” y está
ilustrado con imágenes de las Madres de Plaza de Mayo. Las “madres que todo lo
pueden”, entonces hay una madre disfrazada de Mujer Maravilla… John Lennon
aparece también… Y después, en el otro libro que es Una estrella para Margarita, es la orfandad en la primera infancia.
Qué pasa cuando un chico pierde a la madre, como en el caso de Margarita, a los
dos años. El libro empieza diciendo: “Margarita dejó de ver a su mamá cuando
tenía dos años, y ahora tiene seis”. Entonces el cuento relata qué le pasa a
Margarita en sus seis años sin madre. Siempre se transmite una mirada
esperanzadora frente a estas situaciones que viven los chicos…
Asistente: Te iba a decir… Se podría haber
llamado “temas espinosos”.
GP: En realidad la colección trata de naturalizar
estos temas. No son temas de los que no se puede hablar. Tratar de
naturalizarlos porque son parte de la vida, en la vida se puede ser feliz
igual, aun con estas pérdidas.
MM: Ese sería el mensaje de la colección.
GP: Exactamente.
MM: Volvamos un poco atrás en la historia de los
dos. Trabajabas en un diario en Rosario y después viniste a trabajar en La
Urraca, Alejandro. ¿Cómo llegás a la ilustración de libros para niños?
AOK: Yo dibujé toda la vida, porque tuve la suerte
de tener un papá dibujante. Entonces para mí era muy común jugar a la pelota
con mis amigos en Rosario, en el Parque Independencia. Y había tardes en las
que en lugar de ir a jugar a la pelota, me iba al estudio de mi papá. Mi viejo
me ponía un tablero en el estudio, y me decía que ahí tenía todas esas
revistas, esos libros…
Asistente: ¿Tu papá vivía del dibujo?
AOK: Sí, hacía dibujo publicitario y era director
de arte de un diario de allá. Entonces yo tenía acceso a un montón de
información sobre ilustración. Y la pasaba bárbaro, porque dibujaba. A lo mejor
para que no hinche, mi viejo me daba una pila de lápices y dibujaba toda la
tarde. Y eso era bastante habitual, bastante natural para mí. Se fue como el
primer paso, yo empecé a entender que se podían contar cosas con los dibujos.
Porque no reparaba demasiado en el texto. Me volaba la cabeza Little Nemo, o
las historietas de Hugo Prat, todas esas cosas. Pasó el tiempo, terminé el
colegio secundario y estudié dos años de Ciencias Económicas, porque el dibujo
no era una profesión demasiado rentable, según mis padres… y mi papá era
dibujante. (Risas). Otras Miradas. (Risas). Eso me sirvió para volcarme a
estudiar Bellas Artes con otra conciencia. Hoy hablábamos de que los chicos
salen del colegio secundario sin saber estudiar. Y sin esa cosa de buscar, esa pimienta
de querer saber por qué. Yo agarré Bellas Artes y era un hincha con los
profesores. Ellos te daban ejercicios, te decían que para llegar a eso había
que seguir uno u otro camino. Yo hacía otro y les mostraba hasta dónde había
llegado. Y les preguntaba: ¿Qué hago
ahora? Los tipos me venían venir y querían irse. Pero me sirvió para eso, para
ir solucionando problemas. Después empecé a trabajar en agencias de publicidad,
trabajé en un diario haciendo ilustraciones políticas, allá en Rosario, el
diario cerró. Yo tenía ya un hijo de tres meses y tenía veintitrés años…
GP: Con Mónica…
AOK: Sí.
GP: Con la señora con la que tiene una relación.
(Risas).
AOK: No sabía qué hacer, porque no tenía cómo
rebuscármelas. Y le dije a mi mujer que me venía a Buenos Aires a hablar con un
amigo que es Juan Sasturain. Le dije que iba a pedirle algún dato de algún
diario en Quilmes, en Campana, donde fuera, para establecer un vínculo laboral
y poder rebuscármelas con eso. Y él me preguntó por qué me iba a ir a Quilmes o
a Campana, y me dijo que me quedara acá. Me armó una reunión con Cascioli, el
dueño de la revista Humor. Ellos estaban lanzando una revista nueva. Entonces
me quedé ahí, ellos me ayudaron a conseguir un lugar, un departamento, hice
venir a mi familia a Buenos Aires, nos instalamos y desde ahí no paré más.
Trabajar en La Urraca me permitió un montón de cosas. Primero, me permitió
crecer profesionalmente, porque de un día para otro estaba trabajando al lado
de los tipos que había admirado toda la vida. Por suerte me tocaron tipos ultra
generosos con los cuales aprendí mucho. Además, me sirvió como vidriera para
mostrar mi trabajo en un montón de lugares. Empecé haciendo cosas con Raúl
Fortín que fue uno de los creadores de Humi, la revista para chicos. Hacíamos
trabajos para una fundación, con dibujos infantiles, y un día los llevé a
Billiken, en la época en la que era de Vigil. Empecé a trabajar en Billiken,
trabajé mucho tiempo ahí, hice las tapas durante mucho tiempo, y después de ahí
empezó la cosa. Eso me permitió ir vinculándome con gente del medio, mostrar
trabajos y empezar a ilustrar libros. Fue una cosa muy natural, como que se fue
dando sola, y la verdad es que me encanta. Porque hice un montón de cosas,
ilustraciones políticas, historietas, humor gráfico, historieta erótica, pero
para chicos nada…
MM: ¿Y hoy ilustrás exclusivamente para chicos?
AOK: Hoy hago cosas para chicos, nada más. Por ahí
hago alguna otra cosa, pero son con amigos. A un amigo que tiene una revista
cultural en La Plata, le puedo dar algo de lo que hago paralelamente con el
trabajo editorial. Dibujo porque para mí es una necesidad, quiero dibujar, a
veces quiero decir cosas que no puedo decir en un libro, o a lo mejor sí. Pinto
y hago cosas más grandes, por ahí, y esas cosas se las doy a este amigo que
tiene una revista y puede usarlas para una imagen de tapa.
MM:
¿En Billiken
firmabas esas tapas?
AOK:
Sí, ahí firmaba,
pero había tanta cosa en la tapa… (Risas). Yo le contaba a Mario que cuando
apareció la posibilidad de ilustrar las tapas de Billiken, lo primero que se me
vino a la cabeza y lo que quería hacer realmente, era recuperar el espíritu de
las tapas de Lino Palacio. Con mi dibujo, pero ese concepto. El director de
Billiken en ese momento venía de Tres Cruces, que hacen salchichas, no tiene
nada que ver… (Risas). Pero es real, porque era un multimedio. Y me decía la
cantidad de cosas que había que vender. Y se perdía, no lo podía hacer. En
algún punto las padecí un poco esas tapas.
Asistente:
¿Mucho tiempo
estuviste haciendo las tapas?
AOK:
Y sí, cuatro
años, una cosa así.
Asistente:
¿Y Humi? Duró
poco…
AOK:
Humi tuvo dos
etapas. Una en la época de la dictadura, en la que yo no estaba, vivía en
Rosario. Después hubo un reflote de Humi que duró muy poco.
MM:
¿Y cuándo sale La
Nación de los chicos, en la que estaba Oche trabajando?
AOK:
También trabajé
ahí. Hice algunas colaboraciones.
MM:
Estaba Oche, que
también había trabajado con La Urraca.
AOK: Claro.
MM: ¿Y vos Gabi? ¿Cómo llega una abogada de Derechos Intelectuales y Marcarios, a una editorial especializada en libros infantiles?
GP: Yo tenía relación con ilustradores desde el
lado del Derecho. De hecho, armamos la editorial con un ilustrador, y yo iba a
hacer la parte de Derechos Intelectuales. Faltó experiencia, porque de última
la editorial es un negocio muy complejo, que tiene un montón de aristas, más
allá de editar el libro. No es solamente sacar el libro, mandarlo a imprimir o
hacer la maqueta. Hay que saber distribuirlo, hay que saber venderlo, hay que
saber promocionarlo, presentarlo. Fundamos la editorial en el 2007 con un
ilustrador, y al año y medio el ilustrador dijo que no era para él, que
desconocía todo esto, plantó bandera, yo me encontré con la editorial y
preguntándome qué hacía con eso. Teníamos una única colección de libros que se
llama Relatos de Perrigatos, que era
una colección de libros álbum, en la que Alejandro era uno de los ilustradores.
Una colección que sacamos en el año 2007, que aún hoy la seguimos vendiendo y
es una de las colecciones más vendidas. La fuimos adornando, modernizando, no
es la misma que sacamos en el año 2007, pero los textos y las ilustraciones sí
son los mismos. Me acuerdo que entré al depósito, y eran cajas y cajas de
libros y me preguntaba qué hacer con todo eso. Fue un gran desafío. Y dije
“vamos por esto”. Yo soy una persona muy apasionada y estaba convencida de que los
lectores se forman en la primera infancia. Si nosotros logramos que un chico se
convierta en un lector, va a ser un lector para toda la vida. Y soy una
convencida, además, de que un chico que lee va a ser un adulto que piensa, y que
va a tener una imaginación muy desarrollada. Me parece que el libro es una
herramienta, que es una gran arma para librar muchas batallas. Y me parece que
hay que hacerlo desde la primera infancia. Por eso decidí que fuéramos con eso.
¿Qué podía pasar? Que no resultara… Y la verdad es que resultó. Fue un trabajo
muy arduo, me encontré en el camino con personas muy generosas, que me
indicaron caminos, me abrieron puertas. Mario es uno de ellos, Adela Basch,
Alejandro, que me acompañó siempre, Poly Bernatene… Nos fuimos profesionalizando, fui armando un
equipo de profesionales, y la editorial fue avanzando. Empezamos a participar
de la Feria, nos asociamos a la Cámara del Libro, que ayuda mucho a los
pequeños editores, es un gran respaldo, nos asesora en un montón de cosas, y
llegamos a lo que es hoy Riderchail, que es una editorial chiquita, pero
profesional, que respeta a los autores y a todos los que trabajan con ella.
AOK: Yo lo que creo, es que uno como autor lo que
quiere hacer es un libro lindo. Hoy lo hablábamos con Mario. Uno no lo mide en
rédito monetario. El libro puede salir bien o mal, se puede vender mucho, poco
o nada, pero uno quiere hacer un libro lindo. Y para hacer un libro lindo,
tenés que ir a una editorial chica. Estos libros que hicimos, eran un proyecto
que teníamos en la cabeza. Queríamos hacer un libro que hablara de este y de
aquel tema, pero que fuera un libro lindo. Entonces vamos a laburar como
corresponde, a buscar una tapa como corresponde…
Asistente: El tema es que coincida el “lindo”
tuyo con el del editor.
GP: El proyecto lo armamos juntos.
AOK: Se habló mucho. Esto no salió así porque sí.
Se trabajó mucho. Los libros tenían otro formato, y ellas me dijeron de
buscarles un formato apaisado que era mejor.
GP: Él se volvió loco. Tenía las ilustraciones de
este libro, Artsardam, y nosotras le
sugerimos que cambiara el formato. La autora decía que le parecía lindo y él
que se estaba volviendo loco.
AOK: Si vos me hacés cambiar las cosas por un
capricho, no me va a gustar nada, pero si está fundamentado…
GP: Hicimos toda la maqueta y le mostramos que de
esa manera el texto se iba a lucir más.
AOK: Si vos lo que querés es hacer un lindo libro,
vamos. Hagámoslo. Y eso se puede conseguir en una editorial más chica, ese diálogo,
esa forma de trabajar más en equipo, yo creo que se consigue en editoriales más
chicas, no en las multinacionales.
GP: No voy a criticar a las grandes, pero lo que
tienen las editoriales chicas, y Mario también lo sabe, es que tendemos a no
descatalogar los libros. Si un libro se vende poco, nos empezamos a preguntar
por qué se vende poco, para ver por dónde podemos llevarlo para venderlo más.
Dónde hay que presentarlo, dónde hay que ponerlo, si no es éste el canal de
comercialización, busquémosle otro. En una editorial grande, con la cantidad de
títulos que tiene, si uno no se vende, ya fue.
Asistente: ¿Cuántos libros sacan anualmente?
GP: Este año sacamos diez, a pesar de la crisis… si
los editores supiéramos qué libro va a ser un best seller, seríamos todos
millonarios. Y ninguno lo es. Los libros siempre nos sorprenden. En mi caso, yo
quiero estar convencida del libro que estamos haciendo. Si estoy convencida y
después no se vende o se vende poco, vamos a tratar de buscarle la vuelta para
revertir eso.
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