Molinete Conventillo, diez piezas teatrales de Florencia Aroldi
El conventillo es el escenario
que, en el teatro argentino, simboliza procesos sociales, políticos y
culturales que signaron nuestra historia. La dramaturga Florencia Aroldi eligió
el título Molinete conventillo para el libro que recoge diez de sus
piezas teatrales, que transitan diferentes aspectos de nuestra identidad.
En el mes dedicado a la lectura de
textos dramáticos, Libro de arena comparte la reseña que sobre ese libro
realizaron en el blog Lunateatral, dedicado reflexionar sobre el campo
teatral argentino, Azucena Esther Joffe y María de los Ángeles Sanz,
especialistas e investigadoras teatrales de extensa trayectoria.
Por Azucena Ester Joffe y María de los Ángeles Sanz
“…pienso
en la mejor manera de arropar al silencio y convertirlo en relato. (Florencia
Aroldi)
Un libro
interactivo le suma a la relación entre el escritor y el lector un plus
diferente. El escritor siempre tiene presente a la hora de su trabajo, en su
imaginario, la figura de un lector ideal, un destinatario a quien va dirigida
su palabra y el sentido de la misma. La sorpresa de encontrarse con la
posibilidad de intervenir en esa acción primaria es una oportunidad de sentirse
mucho más cerca, del pensamiento del autor, y aseverar como lo hacían las
vanguardias que la mirada subjetiva del observador es el que completa la obra.
Desde el prólogo la autora se conforma como sujeto literario, que no esconde su
cabeza de la realidad social, las palabras no son la manera de escapar, sino
por el contrario de darle especificidad, cuerpo, a un recorrido donde el otro
está presente siempre, aunque no se encuentre el cómo:
Voy porque
soy blanca descendiente de inmigrantes europeos. Voy, renga, rota, negra,
india, mestiza, enamorada, entusiasmada, violada, desaparecida, perdida,
sangrando, apasionada, enajenada, puta, analfabeta, muerta, voy sabiendo que
ninguno de ellos podrá habitar ninguna de las diez piezas teatrales, de este
Molinete Conventillo. (10)
Por otra parte,
el título elegido para nominar el conjunto de diez obras, es un significante
que nos lleva, a la infancia, y a una cotidianidad que tiene que ver con la
inmigración y con el teatro. Molinete algo que gira y promete en las manos de
quien juega, el teatro es lúdico; conventillo como espacio donde las acciones
se mueven entre la risa y el llanto, forma para dibujar desde la escena el
rostro del que emigra. Rostro constituido por un imaginario que tipifica y
cristaliza, pero permite ver y verse. Florencia Aroldi tiene una profusa
trayectoria como dramaturga, tanto para niños como para adultos, y en sus obras
reina un rico imaginario que se nutre de la materia que ofrece la realidad, la
memoria, y su experiencia como actriz.
En Caprichosa,
del alma mía, la metáfora se traslada de las iniciales de las tres
primas:
Alma, Adela y
Amanda, “[…] las tres A como decía el abuelo, ¿Se acuerdan? (32); a la pequeña
corporeidad de colita, la mascota “desaparecida” de la que no se conoce su
final, y que pasa a ser una víctima NN. “Adela: Convéncete, no va a volver.
Colita murió. Murió. Y no fuimos capaces de darle cristiana sepultura. (Ambas
hacen la señal de la cruz)” (36). El padre desaparecido de Alma, se
convierte en analogía con el cuerpo inocente del animal, que corre su misma
suerte: la incertidumbre. La elipsis temporal luego de la huida de Alma con
Luciano nos lleva del 76 al 82, y a la muerte de la tía Malvina. La tragedia
familiar sirve de metáfora para la nacional. En 1982, 2 de abril, Guerra de
Malvinas, el dolor de la pérdida nuevamente de gente joven, los golpes y el
encubrimiento, cajas de chocolate y cartas que la tía no recibió, a pesar de
haber sido enviadas, y un velatorio a cajón cerrado; la hipocresía de pretender
ser quien ya no se es:
Amanda: ¿Por
qué mentís Adela, decile que no es cierto, pagamos religiosamente todos los
meses.
Alma: Dieron
mis datos, no paran de llamarme y de llegar cartas.
Amanda: No
estoy entendiendo ¿Debemos un mes, dos?
Adela: Debemos
ocho meses. Llamaron para sacar a mamá y a papá. (43)
El próximo salto
temporal nos encuentra en la época menemista, las tres primas en una reunión
familiar, el té como la excusa para decirse todo lo que el tiempo ha guardado,
y realizar hacia el final la justicia poética requerida.
Candy
Crush Saga, grotesco contemporáneo, nos presenta
una situación mínima, el robo de una caja de caramelos importados, y la tensión
de saber quién es el criminal que ha cometido tamaña hazaña. El primer acto: la
denuncia, como un policial se presenta el caso, hay un comisario, la víctima, y
un falso abogado. El robo no es lo importante, sino nuevamente la analogía con
el contexto social. Aquellos que se atreven a disfrutar de aquello que por
clase, les está vedado:
Dominique: Y
si tengo que ir presa por haberle dado a mis hijos, a María y a Titina de
probar el sabor de lo inalcanzable, iré presa con mucha honra. Si mi pecado es
haberles dado el néctar de los dioses, la ambrosía, o por tirarnos en el somier
King Size… (101)
La grieta
presente entre la relación de las dos hermanas y un secreto que flota en el
aire, y que avanza como un siniestro fantasma. Versión tras versión de los
hechos, las verdades ocultas revelan su espejismo, y todos y cada uno van
desnudando su rostro verdadero, la caída de la máscara es precisa y necesaria.
Y por último la conciencia de comprobar que todos de alguna manera, fueron los
que metieron la mano en la lata de los caramelos, aunque uno sea el que pague
las consecuencias. El encadenamiento de las situaciones, provoca la risa y un
humor irónico, que busca la sátira de una sociedad, la nuestra.
En Glamour
de camping desde la primera didascálica se nos presenta una situación
extraña, la relación asimétrica entre el espacio físico y la apariencia de los
personajes. Un concepto que ya aparece en el oxímoron del título de la obra;
nada menos glamoroso que un campin, donde reina la vida natural. Florencia
Aroldi, con un diálogo fluido va develando el mundo de clase media que aspira a
más, y vive en un mundo de apariencias, Rosa, Julián y finalmente el enigmático
J, el espejo donde se miran, pero no se reconocen, el hijo. No llevan una vida
de emociones familiares, sino la de la pretensión de ser diferentes, poseer
aquello que les puede brindar status, sin darse cuenta que ese camino los lleva
al abismo.
Rosa: Me
dijiste que esto no era una aventura, que podíamos pasar a una casa más grande
con jardín y pileta, que si vivíamos acá un año, hacíamos esa diferencia con lo
que cobrábamos de alquiler para los extranjeros. Pero la diferencia no está a
nuestro favor, Julián. (165)
Una chejoviana
situación, ante la parálisis y la indiferencia sobre el dolor de los otros, una
pasividad que encierra un dolor profundo, que no quiere ser expuesto, la
negación.
La edad de
las máquinas es una textualidad de poética
absurdista, presenta sus personajes sin nombres referenciales, sólo el uso de
pronombres, y los ubica en una situación atemporal y a espacial. Cinco
personajes, tres masculinos, dos femeninos. Los personajes se mueven
mecánicamente.
La
pronunciación es mecánica, alternativamente acelerada y monótona, casi como un
zumbido. Cada personaje, inmediatamente, se dirige a su cubo y lo ubica en fila
paralela al proscenio. Luego, cada uno se coloca a la derecha de su respectivo
cubo, y todos comienzan a trotar en el lugar hasta agotarse físicamente. Suena
de nuevo el silbato, y al mismo tiempo los personajes se callan. (194)
Diálogos
fragmentados, transgredidos, de sentido que se construye a partir de ciertas
palabras que van conformando una línea de significados, en un collar de
significantes; humor y ambigüedad. Los nombres, el tiempo, una identidad en
proceso, y la memoria que se escurre entre los pliegues de la historia.
Ella 1: Pero
hubo tiempo que sabía.
Ella 2: Pero.
Ella 1: Hubo
un tiempo.
Ella 2: Que
sabía.
Él 1: Yo
tampoco sé. […]
Ella 1: ¿Cómo
le gustaría que me llame?
Él 1: No
sé. Eso me lo tiene que decir usted.
Ella 2: No
me llamo Catalina.
Ella 1: No
me llamo Clara. (197)
La
extensión de las mariposas al igual
que La edad de las máquinas, está construida en una poética no
realista, donde la metateatralidad, lo lúdico, están en función de un sentido,
que nos habla de nuestra propia inercia, de nuestra dificultad para recordar y
luego ser. Fragmentación de los diálogos, entre personajes que son de una
identidad difusa, nominados por su condición de género: Hombre, mujer. El
epígrafe de Dalí, nos da una pista, una huella de que la trama busca el camino
de la identificación: “No te empeñes por ser moderno, por desgracia, hagas lo
que hagas, es la única cosa que no podrás evitar” (245). Ser
de nuestro tiempo es siempre destino, nadie escapa al destino inmerso a su
tiempo. El uso de pronombres, con la fuerza de imprimir presencia. La
reiteración de los parlamentos, las voces que surgen de una temporalidad ciega,
y un espacio sin límites. La cosificación del ser humano, cubos por personas:
Hombre 3: Esa
mujer pare porque usted lo imagina.
Mujer 2: Sea
más delicado es un hombre después de todo.
Mujer 3: Un
hombre que confunde cubos con personas no es un hombre.
Hombre 3: Si
usted no sabe dónde tiene su alma no es mi problema.[…]
Fragmentos de
cuerpos, de tiempo, de memoria, de alas de mariposas, que siempre vuelven, y un
dolor que es difícil de compartir por quien está cosificado, por quién no
piensa por cuenta propia, por quién se niega a imaginar, y a sentir.
Hombre 3: Usted
sabe que no es posible que yo sienta
Hombre 1: Usted
sabe que no es posible que yo sienta su dolor…
Hombre 2: Usted
sabe que no es posible que yo sienta su dolor en mi cuerpo. (269)
Las textualidades
de Florencia Aroldi, se apropian de todos los procedimientos posibles para
hablar de aquello que la hiere profundamente y se niega a olvidar y a convertir
en un pasado de arqueología. Su presente es este, y lo sufre de manera
artística, con su dolor por el país y sus contradicciones, sus errores, sus muertos
insepultos, sus mariposas; ella teje una urdimbre de palabras que rescatan la
memoria colectiva. Sin dejar de permitirnos, que más allá de seguir el
recorrido de sus palabras, podamos construir el propio, para seguirla o volver
sobre sus pasos y dejar en la arena de la suma de palabras, nuestra identidad.
Molinete
Conventillo nos permite, a partir de su texto
impreso y de su material multimedia, realizar este interesante recorrido por
las diez piezas (hemos comentando de forma azarosa sólo cinco textos). Libro
Disociado Editores potencia el placer individual por la lectura en esta
perfecta conjunción que nos sumerge en el particular estilo de la dramaturga y
directora, quien nos interpela desde cada intersticio. Un material profuso y
necesario para estudiantes y docentes, investigadores y críticos, espectadores
y lectores.
Compartido desde: Luna teatral
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