Notas sobre la escritura de La vida puerca (2018)
La escritura de una obra de teatro a partir de un
texto literario, como esta gran novela, El juguete rabioso, escrita por
Roberto Arlt en 1926, nos plantea distintas cuestiones a develar y numerosos
puntos a resolver. Son formatos diferentes, uno de los cuales precede al otro,
pero esto no debería funcionar como una referencia jerárquica, que reduzca la
imaginación e impida la libertad del hecho creativo. Sobre estas cuestiones reflexiona
Alfredo Martín, quien realizó la adaptación del texto y dirige la puesta de la
obra.
"Usted escribe mal, le dijeron. Y él respondió: Si usted tiene algo
que decir, trate de hacerlo de modo que todos lo entiendan: desde el carrero
hasta el estudioso. Que ya dice el viejo adagio: ´El hábito no hace al monje´.
Y el idioma no es más que un vestido. Si
abajo no hay cuerpo, por más lindo que sea el trajecito, usted, mi estimado
lector, ¡va muerto!”. Roberto Arlt
Algunas ideas que introduce la novela y se
tomaron como punto de partida:
Esa búsqueda de dar el "gran
golpe" para poder salvarse, un propósito de esa época (años 30) tan
vigente en nuestros días.
La
inversión de situación del protagonista, quien inicia un recorrido (novela de
iniciación) donde finalmente pasa a formar parte de aquello monstruoso que
antes lo aplastaba. Encarnando a ese otro a quien se odia, traicionándose aún a
si mismo, con todo el peso y vigencia que eso tiene en nuestra sociedad.
La
delación como constitutiva de nuestro ser identitario. "La libertad es
libertad en el mal" (Oscar Masotta).
La
relación de Silvio con la lectura de Rocambole, como un procedimiento
donde la ficción precede y formatiza la realidad. Bovarismo.
El
transitivismo entre la sexualidad y el dinero. Se plantea que determinadas
prácticas sexuales corresponden a determinadas jerarquías de clases.
Algunas
precisiones del procedimiento:
En
principio que el material elegido sea bueno o muy bueno, como en este caso:
novela inicial de autor consagrado (aunque polémico) como Roberto Arlt,
premiada y estudiada desde distintos ángulos académicos, no constituye una
garantía para que el trabajo de cambio de formato, o sea la versión teatral,
sea logrado y exitoso.
Por otro
lado, toda trasposición de formato y de época, implica siempre un proceso de
contemporanización del texto a trabajar. No sabemos cómo era exactamente la
subjetividad de esa época, por más que nos documentemos tenemos que convocarla,
ya que no la estamos viviendo. O sea que siempre será una hipótesis desde acá
hacia allá.
Líneas de
cruce o de encuentro:
Hay una
primera línea de encuentro a partir de situaciones e imágenes de la novela y
nuestro imaginario sensible, que son de un carácter primario. Y una segunda
zona, que a veces es más tardía, determinada por una lectura más profunda y
vinculante del texto ya sea con el mundo del autor y sus procedimientos de
escritura, o también con la subjetividad de la época de la reescritura.
En el
primer caso un elemento espontáneo que surgió de inmediato y me impactó, es cuando Silvio Astier arroja
el cigarrillo encendido sobre el cuerpo del linyera y sale corriendo, o bien
cuando incendia la librería de Don Gaetano y hace esa referencia a un cuadro
que pinte tal acción, o ese encuentro con el "joven degenerado" en la
habitación amueblada, donde lo golpea cuando éste quiere seducirlo.
Esos
hechos miserables fueron produciendo una poética de los márgenes, de lo bajo,
lo que huele mal y no sale a la luz, que contrastaba con otras escenas como la
casa de la francesa o la casona del acaudalado ingeniero. Ahí ya había dos
universos en pugna, una confrontación que prometía un conflicto fundante.
Y en el
medio de ellos los libros, libros robados, libros entregados y multiplicados, y
los feriantes también, cuerpos para el trabajo, manejando carne y cajones de
verduras, todo eso me generaba asociaciones y preguntas que disparaban una
escritura caótica, con un contexto social de denuncia, que había que
aprovechar.
La otra
línea, más estructural y reflexiva digamos, se fue revelando como el elemento
nuclear que se repetía siempre: la traición en todas sus posibilidades,
traición al igual, al compañero, al amigo de la infancia, a la pareja ( la
Mulata delata al Rengo), a la clase (Lucio se desmarca de su origen), etc. Allí
aparecían otra serie de razones y preguntas posibles que llevaban el material a
una zona filosófica o existencial. Entre estas fuerzas se fue tejiendo y/o
amasando una totalidad hasta el planteo límite de traicionarse a sí mismo para
poder ser alguien, lo cual constituye toda una paradoja. Allí donde me realizo
soy otro.
Esclarecidos
estos puntos pude empezar a ordenar el material, que se iba escribiendo desde
el principio en escenas donde se delinearon las situaciones dramáticas con sus
acciones y los diálogos.
La premisa
fue no cerrar completamente los conflictos, de manera que se encadenaran los
actos en el cuerpo del protagonista, trasladando su carga hasta el desenlace
final.
Sobre las
escenas:
Las
escenas que decantaron no siempre coincidían con lo expuesto por el autor
literario, ni tampoco los diálogos entre los personajes.
A veces la
escena era la antelación del hecho expuesto en el libro, o solo una parte del
mismo. En otras ocasiones los conflictos necesitaban radicalizarse, hasta sus
últimas consecuencias, de manera que se hiciese ostensible un pensamiento o
idea del autor, (cuya voz se eliminaba) sin necesidad de poner en el texto sus
conclusiones. O bien, un pasaje entero de la obra se eliminaba por considerarse
demasiado anecdótico, o se convertía en un breve comentario inserto en otra
escena, luego de ocurridos los incidentes.
El teatro
plantea siempre un punto impertinente en la mirada, es muy importante elegir y
definir entonces, desde qué lugar observamos la escena.
Siempre es
importante buscar "lo paradojal", porque esa estructura de al menos
dos elementos, es muy productiva como fuente inagotable de asociaciones y
escritura.
Algo sobre
el final:
Ya en el
final, ese último encuentro de Silvio
Astier con el ingeniero Vitri, que cierra el libro de Arlt y la obra de teatro
que escribí, fue fundamental plantearlo en una escena con desenlace
abierto. Se deja en claro que se trataba
de una confrontación entre dos sujetos: uno perfectamente acomodado al sistema,
que disfruta sin culpa de sus posesiones: Ingeniero Vitri. Y otro que traspasa
su propio límite y queda marcado para siempre por la crueldad de su acto
inmundo, disparado a la vida.
*Alfredo
Martín es actor, director teatral y dramaturgo, además de Médico Psiquiatra y psicoanalista.
Se formó como actor con maestros como Raúl Serrano, Alberto Ure y Ricardo
Bartís, entre otros. Realizó la carrera de Dramaturgia en la EMAD. Entre otras, dirigió las obras Detrás de la
forma, adaptación de la novela Ferdydurke, de Gombrowicz, y Abandonemos toda
esperanza, sobre textos de Florencio Sánchez.
La vida
puerca se presenta todos los sábados a las 22.30 hs en Andamio 90 – Paraná 660,
CABA.
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