Alberto Pez y Roberto Cubillas: “Hoy el laburo del ilustrador está mejor visto, hay más información, de todo tipo”

En esta segunda parte de la entrevista comenzamos hablando de las visitas a las escuelas y las sorpresas que esas visitas muchas veces brindan, para luego volver a hablar del trabajo conjunto y sus particularidades, así como de los maestros en los que abrevaron en sus orígenes –aquellos que los deslumbraron, como Ayax Barnes, Napoleón o Harold Foster- y los colegas que, en la actualidad, todavía logran deslumbrarlos. Una hermosa charla, con dos grandes amigos, dos grandes artistas.


Mario Méndez: Ustedes van a escuelas. Y a veces van como autor integral, con una obra de los dos, y otras veces como ilustradores. ¿Cómo es la recepción que tienen en las escuelas?

Roberto Cubillas: Yo voy muy poco. Él va. (Risas). Voy a la de mis chicos porque me engancharon una vez…

Pez: Él disfruta las mieles del éxito a través de que otro va y labura. (Risas). Ahí, por un lado está la labor de los feriantes, o de las editoriales en sí, que arman las visitas para apoyar la adopción del libro. El tema con los chicos, hablando con amigos que son escritores, que no dibujan, es que al escritor a veces le cuesta un poco, porque lo que tiene es la palabra. Es una bendición tener la palabra, leer bien, narrar… Pero cuando dibujás, se hace más fácil. En mi caso, preparé una actividad que se llama “Del tablero al libro”, en la que hago una especie de reseña desde que nace la idea, hasta que se empieza a bocetar y todo el proceso que sigue hasta la imprenta. Sumado a eso, un audiovisual, donde voy mezclando archivos PDF, imágenes… por ejemplo, muestro editados conceptuales y story boards para una película, There be Dragons, de Roland Joffe; parte de esta peli se filmó acá en Luján. Nosotros trabajamos haciendo todo lo que era conceptuales y story board. Entonces tomé fragmentos de la peli y rescaté los dibujos que habíamos hecho para el director para mezclarlos y mostrar a los chicos para que sepan que, si a ellos le interesa, si cuando sean grandes se deciden por  la gráfica, pueden hacer una variada gama de cosas. Por eso se incluye esto, que tiene que ver con el cine. Después llevo los trabajos que se hicieron para Paka Paka, sobre todo Nariz de Lata, que es una serie para chicos de nueve años en adelante…

RC: Un poco más chicos…

P: Bueno, seis… En esa serie me encargué de los story boards.
Robert me hizo un armadito con algunos capítulos, y yo voy mostrando el proceso de cada uno. Vuelvo a esto de lo del autor con el chico que a veces tiene que llevar el libro, charlar, que le pregunten… con esto se hace más dinámico, trato de ocupar una hora escolar; cuarenta y cinco minutos, no pasamos de ahí. Hacia el final hago un sorteo de láminas ilustradas por Cubillas y firmadas por ambos y si la editorial me da libros también los sorteo. Y eventualmente algún que otro dibujo “de cocina”, en relación con bocetos y esas cosas. Se hace divertido. Y el chico siente, y el docente y el bibliotecario también, que tenés un compromiso. Que no estás “haciendo murga” con el pibe sino un trabajo serio pero a la vez dinámico y entretenido.
En cuanto a los sorteos, no los hago con los chiquitos de Jardín. Se ponen tristes si no se llevan algo, entonces, lo que se hace es regalar un par de láminas para la salita. Y si ellos quieren después les hacen el marco.

MM: Es bueno este cruce, porque vos vas con libros en los que en general, la idea y el texto son tuyos pero los dibujos son de Roberto. Sin embargo, utilizás tu recurso como ilustrador. Pero los pibes, ¿de qué te preguntan? ¿De los dibujos o de los textos?

P: Las preguntas siempre son de cajón: “¿Cuándo empezaste a dibujar?” Vos estás ahí, levantan todos la mano, elegís a uno y te pregunta cuándo empezaste a dibujar. (Risas). Lo óptimo es cuando ya se hizo un trabajo previo y pensaron las preguntas.

RC: A veces tienen un trabajo previo, con un libro…

P: Estuve en colegios donde los chiquitos hacían una obra completa en plastilina, cerámica o cartón.
Con “Tecitos de lágrimas de dragón”, por ejemplo, en el colegio Lausanne de Lanús, reprodujeron la casa de los personajes con la cama del abuelo y todo, además de dragoncitos de plastilina o papel maché… y uno de los papás que era locutor, había grabado el cuento “Mimosaurio” para la obra de teatro que otra salita había preparado. Tengo el audio en casa. Te encontrás con esas sorpresas.

RC: O con libros hechos artesanalmente.

P: Siempre que vas te traés los libros hechos por ellos.

RC: Sobre la obra. Reinterpretados. El del chanchito lo habían hecho todo como un CD, un desplegado ilustrado… Estaba buenísimo. Igual, siempre el contacto con los chicos está bueno para que vean qué está haciendo uno. Si le interesa algo, sabés que estás bien, porque uno labura con ese espíritu lúdico.

Álvar Torales: También está la tarea de la maestra. Algo parecido veíamos cuando iban escritores a las bibliotecas. En algunos casos había una tarea formidable de la maestra. Habían leído, y salía diez puntos. En otros casos no habían hecho nada, y era un tedio… un aburrimiento con la pregunta de cuándo habían empezado a escribir. Y nadie entendía nada. La mediación de la maestra es fundamental.

P: Debés estar muy atento a su spam de atención. Tenés que agarrarlos cierta cantidad de minutos y hacer un trabajo que los mantenga interesados. Si internamente sentís que la actividad está yendo por otro lado, inmediatamente hacés lo del sorteo, que es nada más que un aditivo, pero que al nene le gusta. Eso es lo lindo a veces.
Al final vienen con el dibujo o el libro para que se los firmes. Perfecto.
Todo se facilita si la escuela organiza bien cada aspecto de la visita.
Me acuerdo de una escuela, que está entre Flores y Caballito, una escuela pública. Me llaman. El asunto es que los chicos no habían adoptado el libro, pero se me iba a pagar la visita. Perfecto. Voy, hacemos la charla, termina, los chicos súper cariñosos… abrazos, fotos… Me habían dicho que pasara por Dirección. Voy, me reciben con un tecito, unas medias lunas, comemos… Entonces la directora me despide. (Risas). Todo bien. Listo. Agarro las cosas, me voy yendo, y llega la maestra corriendo por el pasillo… “¡Pez, Pez!”. Me doy vuelta, le digo que pasé por Dirección y me dice que ella va a pagarme, porque juntaron plata con los chicos.
No me olvido más. Falta el violín acá… (Risas). Agarra un puñado de billetes con las migas de los alfajores, y te juro Negro que se me empezaron a caer las lágrimas. Me niego a recibir la guita y ella me dice que por favor no le haga eso. Yo tenía un nudo en la garganta. Salimos y ella seguía insistiendo, me pedía por favor que aceptara el dinero.
Menos mal que venía un taxi. Lo paré, le di un beso y me fui. Iba en el taxi y me daba vueltas la cabeza.
Si empezamos a escarbar, ahí había cierta cuestión organizativa que se tendría que haber arreglado desde Dirección, qué se yo. A mí me habían invitado y listo. Sabía que iba a un lugar con pocos recursos. Pero el desenlace… eso del manojo de billetes con migas de alfajor. Fue así, como muy casero todo. (Risas).
Siempre ha sido positivo el feedback con los chicos.



MM: Un paso atrás, porque vieron que el eje de la charla que hasta ahora no hemos tomado era “Las parejas creativas”. Hoy Roberto lo decía en el bar y me llamó la atención, ¿Cómo sabés que un texto es para tu ilustración y cuándo no? Y ¿cómo se deciden a laburar juntos?

RC: En realidad, lo primero que empezamos a hacer fue a bocetar cosas juntos. A tener una idea y empezar a tratar de publicarlos. Él recién empezaba a escribir. Entonces para mí era más fácil intervenir en el texto. Decirle “Acá me complica dibujar una ballena, por qué no ponés otra cosa”. (Risas). Era un texto intervenido. Después él empezó a escribir no solamente pensando en mí, sino sus ideas, y algunas de esas ideas no las veía para mí. O porque trato de buscar una síntesis de elementos que si a mí me viene un texto en el que tengo que dibujar toda una ciudad no me siento cómodo, entonces le digo que no. O porque la cantidad de texto, a mi criterio, es demasiada, o no se va a complementar con el dibujo. Yo necesito lugar en el que hacer algún chiste, hacer que se complementen, que se arme ese concepto de supuesto libro álbum. Que no importa si lo es o no. Lo que importa es que el texto y el dibujo se vayan complementando. En esos casos le digo que no, pero en otro los vamos ajustando. Y él ahora enganchó para laburar con otros autores, con otros dibujantes…

MM: Se engañan… (Risas).

RC: Con O’ Kif y con algún otro. Igual yo a él lo aliento bastante a que escriba directamente y lleve a editoriales, como hacés vos. Y a lo sumo que te den dos o tres ilustradores para elegir.

MM: Por ahí me llega a mí y digo que con ese ilustrador no trabajo… (Risas). Pez se quejaba de que no es tan pareja la cuestión del trabajo conjunto.

P: Es mi comisario estalinista… (Risas).

RC: Lo tengo dominado en ese sentido. Yo tengo más libertad para opinar, para intervenir en el texto, para decirle que en un lugar sobra una línea… A veces le hago tachar en el Word, pero no admito nada del dibujo. De hecho, le he rebotado cosas en las que después vi que tenía razón. Yo tuve una época en la que hice cosas poniendo colores muy oscuros, y él me decía que lo veía muy oscuro… “No, está bien”.

Asistente: ¿Este?

MM: La balada del basilisco.

RC: Ese es re oscuro. A mí me gusta, pero era una etapa en la que estaba medio deprimido, y ponía todo oscuro. Y él me lo decía. Yo le contestaba que a los chicos les iba a gustar… Y era todo gris. Después le di la razón. Esos libros están destinados a…

MM: ¿A los adultos? ¿No anduvieron?

RC: El texto está buenísimo. Si lo hiciera hoy, le daría mucho más humor y color a la gráfica.

Asistente: Mi hija no es un prototipo de jovencita. Ha tenido muchos de estos libros, entonces no tiene el problema del chico al que no le gusta…

RC: No tiene el parámetro del de las hadas. (Risas).

Asistente: Se dice que “no le gusta” a los chicos en general… Pero a ella le encantaba, cuando era chica lo recitaba de memoria, fascinada.

RC: Que bueno… Es que es una balada…

Asistente: Los dibujos le gustaban… ¿Ya no te gusta?

RC: Ahora lo haría más simpático. Trataría de suavizar la gráfica con ciertas vueltas de humor que tiene el texto. Ahí la gráfica está un poco por su lado, es medio agresiva. A mí me gusta más lo que hago ahora. Por ahí a mi criterio fui refinando algunas cosas, y otra persona puede pensar que ahora hago todos circulitos. Porque yo trato de construir todo geométricamente. En ese “no tanto”, a pesar de que es vectorial y digital, no es tan geométrico o tiene cosas de color más pesadas. Ese es uno de los casos que él me había dicho que estaba un poco oscuro.

Asistente: ¿Y la idea cómo surgió?

RC: La idea la teníamos, ¿no?

Asistente: Es una leyenda de San Juan… (Risas).

RC: Teníamos un libro de mitología. ¿Cómo se llamaba el autor?

P: Salía de ahí, de los seres mitológicos argentinos…

RC: Era un libro de editorial Plus Ultra que se llama Fauna del Terror. Después puedo buscar el nombre del autor. Está redactado muy toscamente, parece un informe policial, no le pone nada de onda. A cada bicho le pone qué parece, que come tal cosa, y así. Pero estaba bueno, porque recopilaba todo de acá, recopilaba de Uruguay, me acuerdo de que estaban con el basilisco y había empezado a estar de moda Harry Potter, y había un basilisco, que no era este, pero el de acá venía de ese. Adaptado, venía de un gallo y esas cosas más de campo, pero lo habíamos sacado de ahí.

P: La idea también en esa época, era que Robert tenía ganas de dibujar cosas mejicanas…

RC: Norteñas. ¿Mejicanas? (Risas).

P: Mejicana. Vos mismo me lo dijiste…

RC: Me gusta mucho la gráfica mejicana, las calaveras…

P: Yo conocí a José Guadalupe Posada por él. Esa cosas que le voy debiendo a mi amigo. Un montón de gente.

RC: No, pero ese era el del zombie, que lo hicimos mejicano. Yo me acuerdo de que era campero porque aparecía un gaucho acá, un viajante…

P: Era la idea esa. El lobisón…


MM: Che, y hablando de leyendas, y ahora que está Silvina Díaz, la editora acá, ya que hablábamos de los destacados de ALIJA, Mitos vikingos, que ganó uno de esos premios… ¿Cómo encarás un laburo así con leyendas y con mitos? ¿Te interesa a priori?

RC: La verdad es que no me interesaba nada.  (Risas).

Silvina Díaz: Le terminó gustando.

RC: Me terminó gustando, sí. Me terminó gustando mucho más lo que leí y lo que me puse a ver que lo que logré. Sobre todo por la autora, Cecilia Blanco, que había hecho una búsqueda de gráfica sobre todo. De vikingos hay muy poca información grafica. Poca documentación. Hay algunas armas, cascos y podés darte una idea pero lo de las representaciones de Loki y de Thor, por ejemplo son todas europeas. Después de que invadieron, de que ya los vencieron y es como lo cuentan. Estuvo buena esa búsqueda. Quedó bien.

P: Es hermoso ese libro.

RC: Igual, cuando lo empecé me imaginaba Los libros de Polidoro, los libros de Ayax Barnes, que tiene hecho el de Homero, el de la Odisea, que son increíbles. Por ejemplo, la cabeza de Odiseo, y un barquito en collage… Quería llegar a eso y no llegué. Quedé ahí en el medio, fui como suavizando la gráfica.

Asistente: Hay colores ahí…

RC: Sí, pero es todo más formal que eso en ese punto.

Asistente: La edición es más linda…

RC: La edición está muy linda, sí. Está muy cuidada.

Silvina Díaz: Lo de las solapas…

RC: Claro. Si lo abrís se completa la acción de la tapa. Se hace como un postercito donde aparece el gigante de hielo y allá está Odín.

Silvina Díaz: Tiene unas reminiscencias de Barnes…

RC: Sí. En todo lo que hago. Barnes para mí es lo más. Es de esos tipos que nunca me dejaron de gustar. Tuve modas, de tipos que me gustaron mucho una época y después te cansás, o los viste mucho… Pero Barnes, o Steinberg, o Gustavito Roldán que soy fanático…

P: Bueno, toda esa gente “nace” en Polidoro.

MM: Gustavito no, porque es más joven.

RC: Gustavito no, pero estaban en la casa, en el comedor.

MM: ¿Y cuáles son tus maestros?

P: Bien, vuelvo a lo que pasó con Napoleón… yo tenía cinco años, nunca había visto esto (Pez muestra nuevamente el libro ilustrado por Napoleón) Hay una parte en la que dice: “Nosotros, los del pueblo”. Miren lo que son estos personajes. Bueno, primera vez, con mis cinco años, que veía a alguien que dibujaba como yo. Porque esto es netamente infantil. Un tipo que tiene la pierna colgada en el cuello como si fuera una bufanda y totalmente desarticulado. Es infantil y Napo decidió a propósito utilizar ese estilo y si la quiso pegar con un chico, fue conmigo.
Recuerdo estar pasando una y otra página; le tenía terror a esta luna, era algo muy fuerte. Entonces, cada uno de estos dibujos, para mí significaba algo. Por ejemplo, acá lo intervine, acá hice mi primer perfil (que es el de esa bruja) acá abajo. Es intervención mía. Esto para mí fue fundacional. Tenía cinco años, todavía no leía, y mi vieja se tomaba el laburo de hacerlo todas las noches.
Crecí y vinieron épocas en las que me pegué a las revistas de Columba: Fantasía, El Tony, D’Artagnan… fascinado con El Príncipe Valiente, La historieta de Harold Foster en El Tony.
Un día sucedió que en la hora de literatura estaba sin prestar atención en clase; teníamos una profesora divina, esmirriada, pequeñita… realmente era heroico como trabajaba con una horda de turros como nosotros en ese aula. Yo no era particularmente quilombero además me gustaba leer, pero aquel día había decidido que era mejor copiar un dibujo de mi revista que prestar atención a la Srta. Caballero Vidal.
De pronto veo un par de zapatitos femeninos al costado de mi banco; era ella.
No me olvido más. Estaba mirándome. Y pensé… “Bueno, amonestaciones”. En esa época se usaban las amonestaciones, 15 y estabas afuera.
Me dice: “¿Qué hace Quiroga?” Y le digo: “Perdóneme”. Y me dice: “¿Pero qué tiene ahí? ¿Está dibujando? Muéstreme.” Y yo, con el corazón en la boca le paso la revista. Y me dice: “Ah. Le gusta la historieta. ¿Qué autor es este?” “Harold Foster”. Ella no tenía idea. “Qué buenos dibujos. ¿Y ha leído cosas medievales?... como ¿El Cid Campeador?... este año vamos a verlo”. Le dije que me gustaba la fantasía y el género de espada y brujería, y comienzo a nombrarle dibujantes de historieta. Ella no tenía idea. Y me dice: “Mire, hagamos una cosa, yo le voy a traer algo para que usted lea, pero sobre todo se lo voy a traer para que usted vea los dibujos. No sé si los habrá visto”. A todo esto, yo ya sentía que estaba zafando. (Risas).
Queda todo bien, yo totalmente avergonzado pero con alivio. La próxima clase atiendo a lo que no había atendido hasta ese momento, y ella cae con un tomo de La muerte de Arturo, de Thomas Mallory ilustrado por Aubrey Beardsley.
Jamás había visto algo así. Un dibujo de línea deslumbrante.
Lo leo (no solo los dibujos son preciosos), era una edición española, y me empiezo a interesar en el poema en sí.
El asunto es que de ahí en más Aubrey Beardsley fue un disparador hacia diferentes estilos y de a poco empecé a explorar la obra de otros ilustradores, sobre todo los ingleses. Leyendo a Roald Dahl, conocí a Quentin Blake, Tony Ross…y después a descubrir cosas de ilustradores más antiguos, Arthur Rackham, John Tenniel, N C Wyeth… Se hizo como una melange de estilos. Y lo bueno, sobre todo después, trabajando con Cubillas, fue que a través de él empecé a conocer otras tendencias en gráfica y pintura: Basquiat, Gary Panter y mucho más.

AT: La historia de la profesora de Literatura parece el comienzo de un romance. (Risas).

Asistente: ¿Después la viste a la profesora?

P: Creo que esa mujer también fue fundacional para mí. A partir de ahí fui un muy buen y atento alumno de Literatura.

Asistente: Hace cuatro años trabajaba en secundaria y “pesqué” a un pibe que dibuja bárbaro. Debe tener dieciocho, debe estar terminando la escuela. Hice algo parecido. Lo vi dibujando e inmediatamente los hice a todos armar una historieta. Y el pibe dibujó. Los otros estaban enojadísimos, decían que él se iba a sacar diez. (Risas).

P: La miserable competencia… (Risas).

Asistente: Así que lo mandé al Palais de Glace…

P: Genial lo que hiciste. Es eso.

Asistente: Nunca me dijo nada más. Le dio una vergüenza tremenda, era un pibe súper tímido.

P: En mi caso, yo iba a un colegio bastante estricto, el Don Bosco. Todo se monitoreaba allí.
Y está bien, yo no me puedo quejar del colegio. He salido amándolo. Si bien no te podías cruzar mucho de carril porque se venía el hachazo. Esta profesora era muy buena, y nosotros lo sabíamos. Por eso abusábamos.
Lo que ella hizo conmigo, como vos hiciste con ese chico, fue genial.

Asistente: No sé si yo hice. Capaz que el pibe llega a ser famoso sin mí. (Risas).

P: Falleció hace tiempo. Gran docente… esa gente con carnadura, brillante.

MM: Ya que dijiste que estas cosas quedaron en el pasado. Hoy… ¿quiénes les gustan? De los nuevos ilustradores de acá o de afuera…

RC: Yo estoy entusiasmado con colegas… Algunos nombres no recuerdo ahora. A veces me pasa que veo tantas cosas en Internet, que me acostumbré a guardarlas, en una pestaña de Favoritos, que es como la calculadora. Te olvidás de hacer la cuenta. Pero bueno, el dibujo de Gustavo Roldán (hijo), o como firma él ahora, Gustavo Roldán Devetach, el laburo de Cristian Turdera, que también es amigo, me gusta mucho, Mariana Ruiz Johnson, que también me gusta mucho, Natalia Colombo que también es amiga… Con la gente amiga es difícil separar el laburo de lo que hacen. Últimamente, por una cuestión de tratar de conseguir algo de laburo afuera, estoy mirando mucho a los ilustradores franceses, en busca de líneas que puedan servirme. Francia tiene un mercado editorial gigante. De los demás que nombré me gusta todo lo que hacen. Valeria Cis también me gusta mucho. Es otra línea, mucho más descriptiva que la mía. Me gusta ver cómo llenan de detalles el espacio. A mí no me sale, directamente.

MM: ¿Y vos?

P: De la lista de Robert, Turdera es enorme.
Gusti, por supuesto.
Gustavito Roldán es como un clásico y… hay un chico (a los cincuenta y cuatro me parecen todos muy chicos), que se llama Pablo Elías y que tiene algunos laburos perfectos para iluminar un manuscrito del siglo XIII. Admiro lo que hace ese pibe. Que a su vez firma también como Pavel le Monstre, y fabrica monstruitos con madera, chapitas y otros objetos… eso está mas cercano a la escultura. Pero lo que produce como Pablo Elías me encanta. Lo tengo en Instagram y siempre veo sus posts.
Y de afuera… hay tipos que sigo siempre. Mike Mignola, por ejemplo, porque me gusta Hellboy. Un estilo único y sus historias se nutren mucho de literatura irlandesa.
Mitos folklóricos irlandeses que me fascinan. Siempre vuelvo a Mignola.
También la dupla Peter Milligan-Duncan Fegredo, ingleses ellos… y es como dice Robert, siempre hay algo nuevo, no te alcanza la cantidad de favoritos que vas poniendo y después te olvidás.

MM: ¿Y a la historieta volvieron? ¿Han hecho o tienen el proyecto de hacer historieta?

RC: No. Yo hice una historieta muda hace un tiempo, para muy chiquitos, que se llamaba “Los buñuelos”… El libro se llamaba Mundo Buñuelo, la hacíamos para Paka Paka, estaba en Capital Intelectual, pero no pasó nada.

Asistente: A mí me encantó.

RC: Pero no pasó nada. No sé. Era muda, era rara. Ahora tenía el ofrecimiento para hacer una historieta, también muda, para Mamut Cómics. La editorial es muy buena, se las recomiendo, porque tiene separados por edades. Para Preescolar, después hay para algunos chicos más grandes con un poquito más de texto, después una más Juvenil… está muy buena. Iba a hacerlo ahí, pero en mi caso los dibujos para la historieta son como ilustraciones, le perdí la mano. Tampoco fui nunca un gran historietista. Me gustaba la historieta, pero no sé si hacerla. Me gusta mucho leerla,  sigo leyendo historietas, pero no sé contar bien.

MM: ¿Y vos?

P: No paso de dos cuadritos. Me cuesta. Cada vez me cuesta más dibujar. (Risas).

MM: Pero cada vez te cuesta menos escribir, ¿o no?

P: Me pasa con Robert aunque con él tenemos esa dinámica de la que hablé antes; me pasa con Ale O’ Kif, me está pasando ahora con Pablo Zweig… me gusta hacer cosas y sentir que otros las ilustran. Me encanta. Me gusta ponerme del otro lado.

RC: Igual, más allá de hacerla o no, lo que me parece que pasó con la historieta este último tiempo estuvo bueno. Que volvieran a la historieta hasta los manuales, me parece que fue una decisión astuta, ayuda a leer. Lo veo con mis chicos. Les compro una historieta y la leen, si no, no los puedo hacer leer un libro. O libros muy cortos, pero por ejemplo, al mayor, que tiene diez, no puedo darle a leer un libro que tenga tres líneas. No sé si la historieta tiene un mercado o no, pero hay cosas interesantes, se revalorizó.

MM: Hay un reconocimiento, aparece en los manuales. ¿Alguna pregunta de amable público?

Asistente: Me parece que todos los ilustradores, por lo que estoy escuchando, tienen este vínculo con la historieta, más allá de que después lo hagan o no lo hagan. Como que se enganchan con la historieta de entrada. ¿O no?

P: Por lo menos para nuestra generación era tan fuerte… Tenías todo Columba, Ediciones Record, los mexicanos de EN, ese tipo de cosas que de otra manera no llegaban. Incluso películas.

Asistente: O sea que la ilustración estaba ahí…

P: Es lo que dije en un momento, el país produjo una cantidad de ilustradores… Napo, Izquierdo Brown, Cascioli, Blotta, Fontanarrosa, Crist… innumerable cantidad y en una época maravillosa. Y si vamos más atrás muchos mas todavía, no olvidar que Rico Tipo tenía un tiraje impresionante. Yo conocí a un dibujante de Rico Tipo, Don Rafael Martínez, mendocino, que en un momento se dio el lujo de vender su casa, porque le gustaba mucho viajar, comprar con su esposa una casa rodante y salir a recorrer todo el país en ella mientras iba dibujando para Rico Tipo. Supongamos que llegaba a Jujuy, hacía dos o tres viñetas que mandaba por correo a Buenos Aires, y recibía los pagos en cheques. Cuando él me contaba eso yo decía: “¡Guaaaau!”… Claro, eran otras épocas. Pero, en fin, siguen saliendo dibujantes; como hablábamos recién. Es así.

RC: Creo también que tiene que ver con una generación de cuarenta, cincuenta seguro que van a la historieta. Si agarrás de veinte o treinta, y por ahí están pegados al muralismo, a la animación, al grafiti… me parece que el acceso y la forma cambiaron. Pero en el caso de muchos de nosotros, sí, porque además no estaba valorizado el laburo del ilustrador. Yo lo conocía a Roberto Páez, y nadie más. Y en cambio conocía montones de historietistas. Y ahora, el laburo del ilustrador es más valorado, hay más información. La gente que empieza ahora o que empezó hace un tiempo, sabe que esto es un oficio.

P: Los ochenta fueron geniales. Incluso a principios de los ochenta, tanto acá como para los que trabajaban en Europa. Había un montón de revistas de historietas. Para mí, ver Fierro en San Juan cuando apareció fue increíble. Yo no podía creer esa tapa de Chichoni…

MM: ¿La de Maradona y el tren?

P: No. La primera es una mujer metamorfoseada en máquina que recibe un chorro incandescente en su sexo. Un buen día la veo en un kiosco. No podía creerlo. Entonces le digo al quiosquero si podía hojearla, la agarro, la abro así… ¡Bang! Moebius. Y sigo viendo adentro… ¡Bang! Muñoz y Sampayo… fue increíble.
No sé si se provocaría ese efecto ahora.


MM: Pero es lo único que quedó. Vos hoy decías de la melancolía de La Urraca… Lo único que quedó es Fierro que sigue saliendo cada tanto.

P: Totalmente.

MM: ¿Vos tenías una pregunta Álvar?

AT: En realidad no es una pregunta, es una observación. Sobre un dibujo tuyo, una caricatura, tal vez la más famosa, de un compañero que está acá… (Risas). Señalarte que salió bastante favorecido. (Risas).

MM: (mostramos la caricatura que hizo Pez para el libro El camino de San Martín)

Gracias Alberto…

P: Uno se divierte con eso. Yo pensé: “El Negro se va a poner contento”…

MM: Seguro.

P: Después me llama y me dice que lo puso en el muro de Facebook…

MM: Sí, es algo para mostrar porque es muy divertido.

P: En otro libro que hicimos para Norma, dibujé un Spinetta. Porque sé que le gusta y le hice un Spinettita.

MM: En Los buscadores del Tuyú, es verdad. Que barbaridad. Hemos recorrido un largo camino. Bien, si nadie tiene otra pregunta, despedimos acá a los amigos con un aplauso.

APLAUSO FINAL

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