Por qué leo a Shakespeare


Terry tiene 17, estudia en una escuela artística, y hace algunos años empezó a hacer teatro empujado por la admiración hacia William Shakespeare, de quien conoce todas sus obras y personajes. En los días turbulentos de la adolescencia encontró, en la compañía de su autor favorito, una mano que lo sostiene, lo acompaña, y le muestra mundos fantásticos que embellecen ante sus ojos la vida cotidiana.

Scene from A Midsummer Night's Dream. Titania and Bottom (1848-1851), Edwin Landseer.



Por Terry García Aráoz

Empecé a leer a Shakespeare a los 14 años, cuando se me puso en cuestión el ser adolescente. Es divertido cómo la sociedad, regida por adultos como es, nos enseña a crecer de la mejor manera posible, pero, contradictoriamente, cuestiona aquello que es diferente. Y digo contradictoriamente porque mientras que Salinger o Fitzgerald correteaban entre los ojos de mis amigos y yo leía Sueño de una noche de verano antes de irme a dormir para soñar con un destino diferente, muchos me decían que no era la lectura más apropiada, y que mejor sería leer algo más "realista".

Siempre me pareció divertida la capacidad que se regala la gente de hablar sobre "la realidad": yo fui un niño que veía bestias en donde debía haber sombras, durmiendo todas las noches con una lucecita azul pegada a la pared, por eso jamás comprendí a quienes tenían la audacia de decirme "esos monstruos no son reales", cuando nunca logré dormir tranquilo. Entonces fue que apareció Shakespeare.

Si alguien puede embellecer el océano negro que es una tragedia, si puede cantar sobre el poder del amor aun estando encerrado en un cuarto lleno de bestias invisibles, en él creería para confiarle mi futuro. Como adolescente me sentía destinado a leer, pensar, y temer a ciertas cosas, decir algunas y callarme otras (casi siempre, las cosas que se callan son los demonios más imponentes). Pero los pájaros, hechos para cantar y volar: ¿vuelan al norte solamente para migrar? ¿Qué tal si el ave vuela para ver las estrellas y besar a Apolo cuando sale el sol? ¿Y canta para olvidar, o nada más para vivir? ¿Y si aquello que sabemos es apenas lo que estamos dispuestos a aceptar? Cuando terminé de leer Sueño de una noche de verano, la primera obra de Shakespeare que conocí, encontré un amor y una belleza tan inmensos que podrían cambiar mi mundo entero, justamente debido a que leí algo que muchos me dijeron "no debería leer".

OBERÓN.- (…) Ven aquí, mi gentil Puck. ¿Te acuerdas de cuando te senté en un promontorio y vi a una sirena sobre el dorso de un delfín entonando un aria tan dulce y melodiosa que hasta el rudo océano se apaciguó al oír su canto, y ciertas estrellas se lanzaron desatentadas de sus esferas por gozar la música de la marina doncella?
PUCK.- Me acuerdo.
OBERÓN.- En ese mismo tiempo vi (aunque no lo podías tú) volar entre la fría luna y la tierra, a Cupido llevando sus armas. Apuntó a cierta hermosa vestal entronizada hacia el oeste, y lanzó su saeta de amor con suma destreza, como para atravesar cien mil corazones; mas se extinguió el inflamado dardo de Cupido en los húmedos rayos de la casta luna, y la imperial virgen pasó sin cuidado en solitaria tranquila meditación. Observé, sin embargo, el sitio donde el proyectil de Cupido cayó hiriendo una pequeña flor de occidente, blanca como la leche, y que a causa de la herida de amor se ha vuelto purpúrea, y a la cual las doncellas llaman “amor desconsolado”. Tráeme esa flor: ya en otra ocasión te mostré la planta. Su jugo, vertido sobre los dormidos párpados, hace que el hombre o la mujer se enamoren perdidamente de la primera criatura viva que vea. Tráeme esa yerba, y cuida de volver aquí antes que Leviatán pueda haber nadado una legua.
PUCK.- Daré una vuelta completa alrededor de la tierra en cuarenta minutos. (Sale Puck.)
OBERÓN.- Una vez en posesión de este jugo, acecharé el momento en que Titania esté dormida, y verteré el líquido sobre sus ojos. La primera cosa que mire al despertar ya sea un león, un oso, un lobo, un buey, un mico travieso, o un afanoso orangután, le inspirará un amor irresistible; y antes de que yo libre sus ojos de este encanto (como puedo hacerlo por medio de otra yerba), la obligaré a que me entregue su paje.


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