Mempo Giardinelli: “Que un pueblo lea o no lea, es una decisión política”

Esta segunda parte de la charla con Mempo Giardinelli comienza con un amable reclamo del entrevistado: hablar de literatura para niños y jóvenes. A partir de ese pedido, Mempo se refirió a su obra para chicos: a la serie de Celeste y a las “Valerias”, a Cuentos con mi papá, a El oso marrón (hermoso cuento que leímos cuando lo esperábamos) y a la reciente antología para jóvenes Tito nunca más. También habló de su pasión velezana, de los narradores orales como “performers”, de la promoción de la lectura, de la lectura digital frente a la lectura en papel y durante todo el tiempo, desde luego, nos habló de literatura.



Mempo Giardinelli: Che, ¿y de literatura para niños no tenemos nada que decir? ¿No me preguntás nada? Porque yo tengo ganas de hablar de lo que ustedes llaman la LIJ…

Asistente: ¿Y vos cómo la llamás?

MG: Nosotros hemos tomado una decisión en nuestro instituto, el postítulo de Pedagogía en Lectura Literaria tiene como una de las posibilidades “Literatura para niños y jóvenes”. Porque nos parece que lo predominante es para quién está escribiendo. La literatura no puede ser infantil. Ni es adulta, ni es de tercera edad, ni es juvenil. No puede serlo. Lo determinante es para quién se está escribiendo. Está pensado desde el lector o lectora. Si me leen los chicos de ocho años que están en tercer grado de la escuela “Tal”, no es literatura infantil. Es literatura para niños. La que hacemos, la que enseñamos, la que leemos, la que proponemos. Ese “para”, está enalteciendo el sentido. Es toda una concepción que nosotros desarrollamos, y que no la proponemos de manera agresiva ni como alternativa. Simplemente, nosotros nos sentimos más contenidos en esa.

MM: Vos sabés que acá, Ema Wolf, que fue una de las entrevistadas, decía lo mismo. Lo que pasa es que se impuso este nombre de LIJ y está canonizado, es muy difícil cambiarlo, pero ella dijo lo mismo. Que consideraba que debía ser la “literatura para…”.

MG: ¡Vamos Ema todavía! (Risas).

MM: Y varios escritores y especialistas piensan eso. Uno de los orígenes de la literatura mal llamada juvenil…

MG: Ah ese libro yo todavía no lo tengo, pero acaba de salir. (Se refiere a Tito nunca más).

MM: Entonces esta pregunta me va a costar. Mirá el índice. La selección la hizo Julieta Pinasco, que estuvo este año ahí, en el Foro.

MG: No. Julieta hizo el estudio. La selección la hice yo. Con las editoras de la casa. Posiblemente Julieta haya trabajado con ellas, sí. En este tipo de libros sí participo. Pero en un libro de cuentos que hago yo no se mete ni mi conciencia. Acierto o me equivoco yo, y es mío. Pero este otro tipo de textos, es una composición colectiva.

MM: Coincidirás, quizás, en que la literatura para jóvenes, o juvenil, es más de apropiación. Hay mucha obra que no se escribió pensando en lectores jóvenes, y que los jóvenes se apropiaron… No sé si te parece así…

MG: Absolutamente. En realidad los únicos textos que yo he escrito pensando en un lector niño, o en un lector joven son los que tengo publicados. Los de Celeste, las “Valerias”, Cuentos con mi papá, que escribí en una factura muy parecida a esta, El oso marrón, El perro Fernando… Pero son textos que de repente, cuando aparece la idea, cuando empezás a trabajar, te vas figurando un interlocutor niño, que tiene que ver con las generales de la ley. Como padre, como abuelo… incluso metí la pata, porque Celeste es mi hija, obviamente. Y estaba muy orgullosa. Y tengo una serie que se llama Valeria, que es mi nieta mayor. El problema es que tengo cinco nietos más, y todos están esperando que les ponga el nombre… (Risas). Ya les expliqué que Valeria simboliza todo.

MM: No creo que los conformes…

MG: No, sobre todo al segundo, Tito, que es un personaje divino de once años, y me ha bautizado “Tata”. Entonces dice: “El Tata acomoda las cosas para favorecer a Valeria”. (Risas).

MM: Entonces ¿cómo fue seleccionar estos cuentos para lectores jóvenes que venían de otro libro? “Yarará como manguera”, el que da título al libro, que es “Tito nunca más”…

MG: Estos libros que hace Santillana, que en realidad ahora es Loqueleo, son antologías.

MM: Vos seleccionás.

MG: Sí, yo les mandé una propuesta, digamos, que eran diecisiete o dieciocho cuentos, de los que sabía que iban a seleccionar diez o doce. Hicieron esa selección. Después la conversamos, había algunos que ellos no tomaron y a mí me parecían indispensables. Y otros que yo no hubiera puesto, y ellos consideraban indispensables. Por ejemplo, un texto como “El hincha”, que es el que cierra este libro, creo que es demasiado extenso y demasiado específico. Es un cuento muy popular en el mundo futbolero. En Vélez… no te digo. Está en la página Web. Yo soy muy futbolero. Ahora no. Este año estoy alejado porque no voy a pagar para ver futbol. Y no pago. Para ver a Vélez, que soy socio, si estoy en Buenos Aires voy a la cancha. Pero bueno… es un cuento que yo lo encuentro más para grandes futboleros. Y sin embargo las chicas me decían que estaba bien. Bueno, entiendo que de eso ellas saben más que yo. Negociamos y quedó. Lo único que pedí fue que quedara como último cuento, porque es un cuento más largo. Son varias páginas… pero los otros, bueno…

MM: Tito nunca más”, que es el del pibe que viene de la Guerra.

MG: Sí. Me gustó eso. Que el primero y el último cuento del volumen sean futboleros. Pero todos los demás no, yo no quería. Incluso cuando me mostraron la prueba de tapa me pareció que daba la impresión de ser un libro futbolero. Y en realidad no lo es. Tiene dos cuentos de fútbol. Incluso les dije a las chicas que me parecía que eso era para los varones. Ellas son las que saben de eso, las que tienen criterio. Pero está bueno, está lindo.

MM: ¿No lo habías visto?

MG: Todavía no.

MM: Encima hay un libro de Sacheri que se llama Esperándolo a Tito, que es bien futbolero… da esa marca. Es más… yo diría que “Tito nunca más” no es un cuento futbolero, es un cuento más de la Guerra…

MG: Bien, bien. Exactamente. Es un cuento sobre un jugador de fútbol…

MM: Y sobre su desgracia.

MG: Claro, pero no es un cuento futbolero.

MM: El otro día nos preguntábamos con Álvar, uno de los concurrentes de siempre, si el hincha de Vélez es tu viejo.

MG: El homenaje es a mi papá. Y hay un modelo de personaje que es mi viejo. Mi papá murió cuando era chico, así que tengo recuerdos muy vagos, pero tenía una imagen fuerte de mi papá. Ver a mi papá era verlo los domingos, que era el día familiar. Durante la semana se lo veía menos. Mi papá trabajó en una panadería, después trabajó en un comercio, después vendió cosas, y era un hombre humilde, que tenía tercer grado de la primaria. Estaba poco en la casa. Cuando estaba en la panadería se iba a las dos de la mañana porque tenía que ir a prender el horno. Y venía cansado… Entonces, la imagen amorosa que tengo de mi papá, es la de cuando se levantaba los domingos a las siete de la mañana, y amasaba la pasta. Era italiano y todos los domingos amasaba la pasta. Iba cambiando: una semana, tallarines; otra semana, ravioles; otra semana agnolottis, panzottis… Era el día que cocinaba papá. Hacía su salsa… terminábamos de comer y prendía la radio. Teníamos una de esas radios viejas, con una antena enorme. Y la única radio que se enganchaba era Radio Chaco, la del pueblo, que tenía una antena cerca del río, y que retransmitía con Radio El Mundo de Buenos Aires, donde todos los domingos estaba Fioravanti, que era el gran relator. Mi viejo se pasaba todos los domingos, era sagrado… a veces lo veía que se cortaba las uñas… o estaba en calzoncillos si hacía mucho calor. Yo tengo esa imagen de él, es una imagen muy linda, y es un poco la imagen que está en el cuento. Pero la historia en sí, no es la historia de mi papá.



Álvar Torales: ¿Su padre era porteño?

MG: Bonaerense. La familia es de Ramos Mejía, de Ciudadela, de Morón… una tía en Floresta… en Villa Luro. Pero todos velezanos. Esa cosa muy italiana. Vivía don Pepe Amalfitani.

MM: Yo también soy futbolero. Debe haber sido duro ser el único hincha de Vélez en Resistencia…

MG: Sí, para mi viejo esa era una carga.

MM: ¿Y para vos?

MG: Yo, en el Nacional ya tuve un compañero que apareció, tenía un apellido bien tano, ahora no me lo acuerdo… Y era hincha de Vélez. Un día no me acuerdo cómo, nos dimos cuenta de que los dos éramos velezanos. Hoy ya creció. Hay tres peñas de Vélez en Resistencia.

MM: Bien. Seguramente el público también tiene algunas o muchas preguntas. A ver Débora…

Débora: Con respecto a lo que hablabas del lenguaje, ¿qué opinás de los narradores orales, que nos apropiamos de los cuentos y al narrar hacemos algunas modificaciones?

MG: Yo creo que el narrador oral es un performer. Una buena sesión de narración oral, que puede ser deliciosa, es una performance, es un monólogo que está tomado de un cuento. A mí es un tipo de práctica que me gusta ver, como voy al teatro, que me gusta mucho. Creo que no tiene que ver con la promoción de la lectura. Hay un error cuando se habla de los narradores. Porque para la promoción de la lectura, lo que hace falta es la lectura. Por ejemplo, nosotros, con las abuelas, que muchas veces se saben el cuento de memoria, nosotros decimos: “Aunque sepan este cuento, ustedes tienen que leer”. Es importantísimo. Los chicos tienen que ver el “objeto libro” en la mano. La lectura grosa sale de ahí, no sale de ustedes, los narradores. No es que ustedes lo rehicieron. No es una interpretación. El texto literario no se interpreta. El texto literario se lee. Me dirán del teatro… por supuesto. Yo he hecho teatro también, y sé cómo funciona. Y este libro, con directores que eran muy morcilleros, cuando sabías el texto te largabas a morcillear a lo bestia y el tipo te daba con una zapatilla. Y otro te permitía más. A mí me ha pasado eso. Ya tiene que ver con cada director. Pero yo siento que son dos disciplinas, que se tocan en el hecho de que hay un mismo texto, pero el trabajo con el texto es completamente diferente. El narrador, narra. Es una versión libre, si vos querés. Y no necesariamente es promotor de la lectura. Son dos cosas diferentes. N mejor ni peor. Distintas. Y como yo trabajo en promoción de la lectura, quiero que las abuelas lean. Y que las maestras y los bibliotecarios lean. Eso tiene que ver con otras cosas. Hay una tendencia que creo que no ha sido muy feliz, de meterle a la lectura un montón de floripondios y de otras cosas. “Metemos música, nos disfrazamos para leer, traemos las campanitas y hacemos ruido…” Nada de eso es promoción de la lectura. Son cosas lindas, divertidísimas, fantásticas, las hacemos entre todos, jugamos los padres… pero eso no crea un lector. Son dos cosas diferentes.

Asistente: Volviendo a lo que decía la compañera… Yo como narrador he tomado textos tuyos y no puedo decir todo lo que escribiste… Entonces lo acomodo…

MG: ES que estás creando otra disciplina. Y está bien. Y si lo hacés bien, es una maravilla. Hoy hay muchos espectáculos que hemos llevado incluso a los Foros, que son buenísimos. Está todo bien. Lo único que digo, es que eso no es promoción de la lectura, que es lo que a mí me interesa.

Asistente: Claro. Pero me ha pasado, que le he narrado un cuento a la gente y les ha interesado ir a leerlo.

MG: Por supuesto. Y conocí hace años en Chile a un narrador muy famoso que ahora no me acuerdo cómo se llama… Carlos no sé cuánto. Una especie de trovador que recorre Chile, con una performance extraordinaria. Él andaba con una camioneta, y llevaba libros. Y los textos que él leía, los vendía a precios muy accesibles. Y la gente le compraba después. Cuantos para niños, jóvenes, grandes. Era muy interesante. Él solo se acompañaba de esto que vos estás diciendo.

Álvar Torales: Yo leí recientemente una de sus primeras novelas, El cielo con las manos, y quería formularle una impresión para que después se explaye sobre ella, y después va la pregunta. A mí me pareció, fundamentalmente, una hermosa novela de amor, con pasajes muy graciosos, no me pareció misógina, pero sí algo machista. Tal vez humorísticamente machista… no sé si cabe el término. Y la pregunta sería, si esos personajes desopilantes que están ahí, tienen algún viso de realidad, o es pura ficción.

MG: A ver, por dónde empezar… (Risas). Los personajes de la literatura, por lo menos en la que he tratado de hacer durante toda mi vida, ninguno es real y todos lo son. Yo tomo cosas. A un personaje mío le pongo la nariz de Fulano porque es una nariz preciosa. O los ojos de tal para el otro. O una manera de caminar. Es decir, he hecho composiciones que así vienen y así las continúo. Pero así me vienen a mí. Esa novela fue saliendo del dolor del exilio. Es mi novela del exilio. Creo que tuve necesidad de escribirla, a partir de un texto que escribí en un hotel, una noche en que estaba muy muy triste. Un hotel en Bruselas. Yo estaba realmente muy desgarrado, por cosas que tenían que ver con la familia, los compañeros. Uno sufría mucho por las desdichas de familiares y amigos en el país. Y escribí un texto, que contra fácticamente, necesité que fuera divertido. Para que la tragedia pudiera ser un poco alivianada. Y a partir de ahí, el personaje de Chiquito empezó a resultarme muy divertido. Después me di cuenta de que la novela es de una corriente que funcionó mucho en la literatura, que son las novelas que llaman de “ritos de pasaje”. De la infancia a la adolescencia. Ahora hay de otro tipo, pero en general son novelas con un fuerte contenido machista. Desde El guardián entre el centeno, hasta Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco… Son textos clásicos. Sin saberlo yo me metí en eso. Y es una novela de rito de pasaje. Creo que es tremendamente machista. Ese libro lo hicimos en México, y me acompañó Elena Poniatowska. Fue una temeridad de mi parte. Trabajábamos juntos en un taller, y entonces le pedí que me lo presentara. Fue una temeridad, porque además puse la cabeza en la guillotina, para que me guillotinara. Y ella piadosamente me subrayó algunas cosas, y tenía razón. Es una novela tremendamente machista. Supongo que también tenía que ver con el momento que yo vivía. Yo soy hijo del machismo argentino y latinoamericano. Yo me crié en eso. Me crié entre mujeres, en un ambiente muy femenino del cual creo que tengo mucho, pero nunca dejé de ser el machito de la casa. Mandato que me encajó mi mamá cuando quedó viuda. Este tipo de cosas pesan mucho. Mis primeras experiencias, se las encajaba a Chiquito. Las experiencias que tenía Chiquito, eran las que de alguna manera yo venía trayendo. Sufrí mucho con esa novela, que tuvo un éxito enorme, pero estuve muchos años sin reeditarla. Muchos años. Como quince años. Incluso cuando volví a la Argentina, ni la mencionaba. Tenía pudor. Yo estaba cambiando en mi vida. Asumir el machismo, reconvertir una educación clásica si vos sos consciente de ello, y te vas dando cuenta de que en el mundo en el que te movés va a estar equivocado todo el tiempo si no hacés algo… Y yo, lo que hice, fue escribir. Seguramente exorcicé todo eso en Santo Oficio de la Memoria. Que tardé nueve años en escribirla, y que es de alguna manera, no una reivindicación, porque uno no escribe para eso, pero es un cambio que tiene que ver con una evolución en la vida. Yo he sido un hombre muy afortunado con las mujeres. Tengo tres hijas, mis parejas han sido muy felices, con mujeres que me ayudaron, que me enseñaron, que me cambiaron… Feministas todas… Me acuerdo de que una vez estaba en Boston, me impresionó una pared, en la que decía “El feminismo no solo es cosa de mujeres”. Está bueno. Quiere decir que también es mío. Después tuve durante unos años una pareja con una militante feminista dura, dura. Uno va cambiando en la vida, va aprendiendo. Cuando pude naturalizar esto, (por lo menos sé que no soy sexista), pude volver a publicar la novela. Es una novela que tiene su encanto y que me ha dado muchas satisfacciones, que funciona bien. Otra novela que la he cambiado ustedes no se imaginan cuánto. (Risas). De la primera edición, a la versión actual de EDHASA, la morigeré mucho. Incluso mi mujer me cuestionó por qué la estaba cambiando tanto. Y es porque quiero que quede esta. La otra, que la estudie algún crítico que tenga ganas. El cielo con las manos que hoy me representa, es esta. Además, yo soy un convencido de que mientras el autor está vivo, ¿por qué no va a cambiar? Si yo fuera pintor, y pinto un mural, y tres años después voy a tu casa, y está en tu pared y nos tomamos un whisky y te digo que no me gusta, te digo “Dejame”, y lo cambio. Porque yo estoy vivo. No sé si está bien o está mal... Sé de grandes músicos que escribieron de una manera que después van perfeccionando. Yo no sé si la Novena Sinfonía de Beethoven que nosotros escuchamos es la primera o la décimo quinta que debe haber escrito, en veinte pentagramas distintos, Beethoven. O los copistas de Beethoven. Mientras el autor está vivo, la obra está viva.

Asistente: Borges era muy de cambiar los textos.

MG: No lo sé. No me extrañaría.

MM: Ahí está Mauricio… a ver…

Mauricio Epsztejn: Mi pregunta es sobre el tema físico de la lectura. Es decir, la lectura en el libro y la lectura en un celular, o en la tablet. Hay algo en lo físico que yo no puedo reemplazar por lo digital. En la lectura en público de la que vos hablás… ¿tiene algún peso? A mí me gusta el papel.

MG: Estás planteando varias cosas. La primera es que te gusta el papel. A mí también me gusta el papel. Yo también lo prefiero, tiene que ver con una cuestión etárea, fuimos formados así. Pero la lectura digital también me encanta. Leo más en digital. Por ejemplo, si voy a hacer un viaje, me llevo mis dos libros, si va en tren que es más despacio, mejor. Y si es un viaje internacional, también. Me encanta el papel. Pero también tengo en mi celular, dos o tres libros… Por ejemplo, Don Quijote de la Mancha, lo tengo en e-book. Como es un libro que me encanta y me divierte hago una lectura fragmentada. Leo el capítulo 14… ya lo conozco… Leer así en el cosito, a mí me encanta. Esas son reacciones que tienen que ver con el placer de cada uno. La cuestión profunda que me parece que plantea tu pregunta es lo que yo llamo el domicilio de la lectura. A mí, como autor y como pedagogo de la lectura, la verdad es que no me preocupa el domicilio. Me preocupa la lectura. Si yo veo que mi hija está con la pantalla, le pregunto si está paveando, y me contesta que no, que está leyendo. Y el verbo que uso, determina. Está “paveando”… por ahí está ocho horas mandándose fotos… pero si está leyendo, el domicilio es el mismo. Para pavear o para leer. Y en la vida, también. Porque el chico que aprende a leer, juega y lee en su dormitorio. Puede agarrar un libro y dejarlo. Puede agarrar el dispositivo y lo mismo. No hay mejor lectura ni peor lectura, por estar en soporte digital o en el otro. Sí está lo que tiene que ver con la nostalgia.  Yo creo, además, que el papel no va a morir. Va a haber menos. Va a quedar más como un factor testimonial. No va a estar mal. Le va a venir mejor a los bosques del planeta. Yo lo que celebro, y te lo sugiero, y a todos los que peinamos canas… a mí me encanta la oportunidad que tuve, y que mi viejo y mi vieja no tuvieron. De conocer esto, y de frecuentarlo, y e hacerlo mío. Y las posibilidades que tiene. A mí no me sirve para escribir, pero para leer y todo… Con el whatsapp casi no escribo. Yo hablo. Nunca escribo. No escribo un mail el en teléfono. Pero recibo todo. Esas son cosas con las que cada uno se las rebusca.

Asistente: Usted dijo que está la colección Leer por leer por el Bicentenario…

MG: No, son dos colecciones distintas. Una es Leer por leer, y la otra son Los libros del Bicentenario.

Asistente: En el del Bicentenario, en el último hay varios cuentos, y el último se llama “La pasión según San Martín”…

MG: De Mario Goloboff.

Asistente: Ese cuento está incompleto en esa antología…

MG: Lo que pasa es que La pasión según San Martín, es un libro de Mario. Y cuando nosotros armábamos las antologías del Ministerio, nos pasó en muchos casos que había textos que valorábamos, pero no podíamos ponerlos enteros. Entonces, con la autorización de los autores, lo sintetizábamos para que cupiera. No me acuerdo de este caso en particular, pero el asunto era que preferíamos que entrara una versión sintética del texto, y no que quedara afuera porque era demasiado largo. Eso como norma. No me acuerdo del caso puntual de la obra de Mario.



Asistente: La clave de lectura que yo seguí en ese libro fue, en función de los textos introductorios, que son el prólogo tuyo, el del ministro y el de la presidenta. Y en ese sentido me parece que se cumplen las intenciones de la antología. Como que hay un camino lector muy coherente desde el inicio.

MG: Bueno, me alegro. Justamente eso era lo que tratábamos de hacer.

Asistente: Por esa razón me pareció muy extraño que ese fuera el último texto, porque además Cristina (N de la R: Fernández de Kirchner) hace una alusión o un homenaje a los lectores de su época, a que ellos se construyeron un espacio lector.

MG: Qué interesante esto que estás diciendo. No lo había notado. Creo que tenés razón. La verdad es que no me acuerdo de las circunstancias.

Asistente: En su texto ella les hace un homenaje a los lectores y lectoras de su generación, nombra las quemas de libros, pero yo también sentí que ella se refería a ese “Proyecto Evita”, de llevar libros a todo el país. Y ese cuento también habla de Evita, entonces me pareció como muy extraño. Cuando lo leí, como lectora sentía que faltaba algo. No sabía que era un libro entero. Me pareció extraño que empezara el libro así, y ese texto estuviera al final…

MG: Interesante. ¡Buena lectora! Muy buena crítica. Me sorprende. No tengo respuesta a eso. No me acuerdo de cómo fue el debate, porque discutíamos cada texto, cada cosa… ¡Es mejor tu pregunta que mi respuesta! (Risas).

Asistente: Yo soy profesora de la Provincia Buenos Aires, de la zona de Vicente López. Estos Cuentos para seguir creciendo me encantan, porque el primer día cada chico ya tiene uno. De Leer por leer no hay tanto. Los del Bicentenario los leo con los de sexto, y les encanta porque tienen el libro en papel. Yo después les paso con el pendrive otras lecturas.

MG: Eso se va a acabar, desgraciadamente.

Asistente: Los fines de semana yo les paso mi libro, así que los de doce, trece años también tienen el papel. También leen mucho digital, pero se les mueve… en el aula los junto. En general, elijo lo que hay en Biblioteca, que hay mucho. Ellos prefieren en papel.

MG: Hay una cosa que está santificada y canonizada. Uno piensa en EL LIBRO. Piensa en un objeto de papel. No sé si irá a cambiar… Qué se yo.

Asistente: Hay libros álbum ahora en biblioteca, con dibujos… Hay mucho material, y la biblioteca tiene mucha vida.

MM: A ver Débora otra vez…

Débora: En relación con lo que decías y con lo que decía Mauricio del libro en papel o el electrónico… ¿la actitud cuando vas a leer cómo es?

MG: Si yo lo tengo en papel, lo leo en papel. Pero si no lo tengo, y estoy en una clase y lo necesito, agarro la computadora o lo que tenga y lo busco y lo leo de ahí. Lo protagónico es el texto. El cuento, el poema…

MM: Julia…

Julia Cittá: Mi pregunta está un poco planteada en función del último Foro, que fue en el Chaco. Yo seguí las notas de Karina Micheletto en el Página. Y algo que remarcaba al margen de la cantidad de asistentes y de la convocatoria, la cantidad de docentes que habían asistido, planteaba que por momentos había una suerte de tensión entre plantear la cuestión de la literatura y de la política. Como si fueran dos cosas por separado. Karina mencionaba bastante en sus notas esta tensión.

MG: Ella debe haberlo sentido quizá en entrevistas. En realidad no hubo tanta tensión. Después de mi discurso inaugural hubo una mesa que tenía que ver con las políticas de lectura en América Latina. Creo que en alguna intervención lo dije: que un pueblo lea o no lea, es una decisión política. El corpus político de la Nación, desde el presidente hasta el Congreso, decide si ese pueblo va a ser lector o no lector. El problema de la lectura, como el problema de la educación, no son cuestiones pedagógicas solamente, son una decisión política. Pero a mucha gente no le gusta la palabra política, de hecho, estamos viviendo el triunfo de la antipolítica, pero la verdad es que en el Foro hubo dos o tres reparos, que están bien… qué se yo. Antes de ayer recibí los resultados de la encuesta que hacemos. Es una encuesta larga que se les hace el último día a los asistentes. Al azar. Y esta era una muestra de setecientas personas, un universo bastante interesante. Y una de las preguntas que hacemos tiene que ver con esto. Y el reparo era del 0.84%. En tanto público, es poco significativo, y es un reparo, en cierto modo, pueril, porque no es que la política de lectura se está imponiendo en el Foro. Pero si viene gente argentina o del extranjero que narra su experiencia, nosotros no hacemos censura. Alguna vez ha habido gente muy heavy, muy densa… hay de todo. Pero al mismo tiempo, hace uno o dos foros, cuando fue Horacio González (el texto de Horacio es denso), y habló durante veinticinco minutos en una ponencia excepcional, la gente lo aplaudió de pie. Es posible que haya habido dos… diez personas que no lo entendieron o que no les interesó. Pero no es un Foro ideológico. Es un Foro de ideas que tienen que ver con el mundo de la lectura, y en el cual tenemos una posición asumida. Creemos que el Estado tiene que ser el encargado de regular, de llevar la bandera del fomento de la lectura. Porque si no… ¿quién publica dos millones de ejemplares de esto? Nadie. ¿Qué editorial transnacional te lo publica? De Leer por leer deben andar por los seis o siete millones de ejemplares de cada uno de estos.

Asistente: Hay que sostenerlo desde el Estado.

MG: Ahora se acaba, ahora no hay más. Se acaban los que están… guárdenlos, cuídenlos, porque no va más. Es terrible esto…en fin…

Asistente: Todo esto que estamos hablando tiene relación directa con la reducción de personal que está ejecutando en el Biblioteca Nacional.

MG: Es todo parte de lo mismo. Yo ni quiero decirlo, pero por eso hay organismos que mejor que no se toquen. Lo de la Biblioteca Nacional es grave. Lo de la Biblioteca del Congreso del otro día… Porque además, hasta están mal asesorados. Alguien podría decirles que se callen en lugar de decir estupideces. Si no hace falta… en fin…

Asistente: En el Museo del Libro y de la Lengua, toda la parte de Historia de la Lengua la desmantelaron.

MG: Y sí… pero cambiemos de tema.

MM: Ahí, Fernando.

Fernando: Entendí que en tu preocupación por escribir está la preocupación por organizar las ideas. Contabas que en todas las reediciones vas haciendo algún cambio. Dijiste que esos cambios buscan la manera de decir las cosas de forma más compacta, más directa, y que te hacía ahorrar páginas, incluso. Si alguien leyera tus ediciones viejas y las nuevas, ¿podría encontrar allí los cambios en tu percepción?

MG: ¿Pero quién se va a poner a ver eso? Algún obsesivo. Y bueno, yo no le recomendaría a nadie que haga eso.

Fernando: Pero si lo hiciera ¿notaría cambios en tu mirada sobre las cosas?

MG: No, no. Ni en lo narrativo ni en lo filosófico. Ningún cambio. Son cuestiones de lenguaje. Si vos querés, coqueterías de un tipo que quiere decirlo con más brillo. Me digo a mí mismo que suena mejor lo de ahora que lo de antes.

MM: Seguramente habrá muchos que quieran que les firmes ediciones nuevas y viejas. Cerramos acá, con un fuerte aplauso.

MG: Con todo gusto. Muchas gracias.


APLAUSO FINAL. 

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