Cien años del nacimiento de Pier Paolo Pasolini

Mañana, 5 de marzo, se cumplen cien años del nacimiento de Pier Paolo Pasolini, el  gran cineasta y poeta italiano, que a través de su producción estética le dijo "¡Basta!" a la hipocresía y la doble moral de la sociedad en la que le tocó vivir. Conmemoramos el aniversario con esta nota de Ernesto Hollmann.



Por Ernesto Hollmann



                      "Llévate la lluvia

                                     la lluvia inmensa

                        llévate toda la lluvia donde quieras que vayas"

                                   (Ernesto Hollmann)


Hace algunos años, para el aniversario de su muerte, evoqué en Libro de arena, al autor de la que considero una de las indagaciones más  profundas de la imagen cinéfila: Pier Paolo Pasolini. En esta oportunidad quiero apelar a sus versos y recordarlo en sus poemas bellos y tormentosos sobre jóvenes icásticos y ancianidades inválidas. Además de su cine, esa máscara cruenta del grito adolorido, esa representación que muchos conocemos y admiramos, esa estética devastadora y bella como pocas, está la brillantez de su escritura,  cargada de filosofía política y desdicha humana.               

  

Pasolini empieza a investigar en la segunda mitad del siglo XX (neoexpresionismo), en una búsqueda poética que le permitiera expresar la necesidad de un lenguaje de pureza verbal y emocional, enfrentando así a las grandes figuras creativas de la neovanguardia italiana. En esta complejidad estructural se debate el pasolinismo, durante la última parte de los '50 y toda la década del '60. Para trasponer a una vanguardia que esgrimía una complejidad tropológica sin llegar a la profundidad que necesitaban (los que él llamaba "los míseros desculturalizados"), para significar una nueva poesía expresiva. 

En este mundo divergente se debate Pasolini con una propuesta heterogénea plagada de distintas fuerzas dominantes. Y es en esa época que logra un filme perfecto y una obra maestra "Mamma Roma" que lo convierte en el artífice de esa poética que buscó hasta el día de su muerte. 


Ha sido, sin duda alguna, el gran renacentista que se manifestó con absoluta creatividad en el corazón del siglo XX. Su lucha fue tenaz, contra un mundo y un orden establecidos que excluían a quienes estaban social, sexual y culturalmente desposeídos. El propio Pasolini fue expulsado del Partido Comunista Italiano por sus "aberrantes" costumbres sexuales”. La humanidad que devora a sus hijos: "No solo a los hijos desobedientes sino también a los indefinibles". Enfrentó,  con un discernimiento febril,  a una sociedad pueril y hedonista regida por el autoritarismo ideológico. 

En 1966 escribe "Poeta de las cenizas". Sus casi novecientos versos, son una expresión de las marcas a fuego que se imprimían en el alma furibunda de uno de los grandes poetas italianos del siglo XX;  


“Quisiera expresarme con ejemplos

arrojar mi cuerpo a la lucha. 

Pero si las acciones de la vida son expresivas,

la expresión también es acción. 

No esta expresión de poeta renunciatario

que no dice sino cosas 

y utiliza la lengua como voz, pobre instrumento;

sino la expresión desatada de las cosas, 

los signos hechos música,

la poesía cantada y oscura que no expresa más que ella misma, 

según la idea bárbara y exquisita de que la poesía es sonido misterioso

(Traducción: Arturo Carrera). 


Pasolini será siempre un alarido vivo en el verbo pleno de la acuciosidad, que emerge como un avispón en el mundo contemporáneo.

En 1956 publica un extenso poema, "El llanto de la excavadora", en el que refleja su enfrentamiento con esa gran urbe que es Roma, después de haber salido de su querida Casarta, (rincón amoroso de su madre) en Bolonia,  donde había vivido su niñez y su adolescencia. Un lugar en el que fue perseguido sin tregua por el PCI. Fue allí donde vivió con apasionada intensidad los encuentros diarios con los jovencísimos lúmpenes-proletarios que son la fragosidad del intelecto y la carne. Debido a la extensión del poema, destaco algunos versos:


"Sólo el amar, sólo el conocer es lo que cuenta; "

“resonante aún de mil vidas, desamor, misterio y miseria de los sentidos / me resultan enemigas las formas del mundo que aún ayer eran mi razón para existir."


"Hombres y muchachos regresan a sus casas/ rumbo a sus callejones enlodados de obscuridad e inmundicia, con ese paso blando que tanto me invadía el alma cuando de verdad yo amaba, cuando de verdad quería comprender"


"Estaba en el centro del mundo, en ese mundo de arrabales tristes, beduinos, de amarillas praderas desgastadas por un viento constante y sin paz " 


"ardiente basurero… era el centro del mundo, como estaba en el centro de la historia mi amor por él:" 

 

"hueso de la existencia cotidiana, pura, por estar tan demasiado próxima, absoluta por ser tan excesiva y miserablemente humana.".

(Traducción Guillermo Fernández).


En este poema canta al amor y a una carne corroída por la miseria, a una ciudad cubierta por basurales, que escapa hacia las montañas aledañas a la Roma de las fábricas ululantes de nubes toxicas. 



Ya a los cuarenta años Pasolini se adentra en un callejón de soledad y angustia que sólo parece apaciguarse con la muerte. Una estrofa de Miguel de Unamuno parece sintetizar el desasosiego pasoliniano: "Es celda mi camino// camino solitario// camino de calvario". En las últimas frases poéticas de las epístolas al joven Codignola parece entregado a un placer imposible de coordinar con la acucia de sus instintos devoradores y esa oquedad de la vida que lo envuelve. 


(…)

"Soy avaro, lo poco que poseo 

me lo ciño al corazón diabólico. 

Y los dos palmos de piel entre pómulo y mentón,

bajo la boca retorcida a fuerza de sonrisas,

de timidez, y la mirada que ha perdido

su dulzura, como un higo acedado,

te parecerían el retrato

justo de esa madurez que te daña,

madurez no fraterna. ¿De qué puede servirte

un contemporáneo —simplemente entristecido

en la flacura que le devora la carne? 

Dio lo que tenía que dar, el resto es árida piedad. "

(Traducción Guillermo Fernández).


La confrontación de Pasolini con las distintas proyecciones literarias vigentes en su tiempo, lo lleva a enfrentar la permanente disyuntiva entre ideología y estilo. Es este periodo, pese a tener grandes amigos intelectuales, (Giorgio Bassani, Vittorio Sereni, Attilio Bertolucci y Sandro Penna entre otros) se adentra en la llamada poesía hermética y lucha entre las dos facciones representativas de esta corriente: la anacoreta que involucra a quienes contemplan la realidad como única finalidad y la opuesta, la de la vitalidad. En Pasolini esta separación siempre es una permanente lucha entre género e ideas, ¿Dónde se sitúa el poeta? ¿En la Historia o en el "buen salvaje" de Rousseau? ¿En un antiburgués o en un revolucionario sexual? En esta complejidad del pensamiento se mueve Pasolini.



Siempre luchó por un ideario que marcara la valoración de un exponente vivo, político-social, en su discurso; Ese pasado, los jóvenes que él conoció en aquellos años del colegio hoy son otros chicos, están desahuciados como lo está el campesinado italiano en su visión desoladora de "Mamma Roma". El dolor pasoliniano se estraga en sus postreros años de vida. Nada podrá salvar a Italia de su autoinmolación.  

Solo la poesía (su verdadera Amada), es la obra pura de todas sus batallas. Aquí  lo expresa en un texto impecable: "La poesía que estoy escribiendo ahora es una poesía desagradable, desapacible, una poesía apenas consumible, también en el sentido exterior del término. Yo sé que la poesía es inconsumible, sé bien que es retórico decir que los libros de poesía también son productos de consumo, porque, por el contrario, la poesía no se consume. Los sociólogos se equivocan en este punto, tienen que revisar sus ideas. Dicen que el sistema se lo come todo, que lo asimila todo. No es cierto, hay cosas que el sistema no puede asimilar, no puede digerir. Una de ellas, por ejemplo, es precisamente la poesía: en mi opinión, es inconsumible. Uno puede leer miles de veces un libro de poemas y no consumirlo. La consumición la sufre el libro, pero no la poesía".

Todo lo que se puede escribir sobre Pier Paolo Pasolini ya se ha escrito. Su arte es una gran metáfora de su propia vida y su quehacer político. La magnificencia de su obra en general es la potencia de una meta: la poesía.

Esta dialéctica es un dilema muy difícil de analizar en homenajes o conmemoraciones. La censura ejercida por la estructura que envuelve al mundo desde fines del siglo XVIII, ha llegado hasta nuestros días. Lo prueban los infinitos ataques que sufrió Pasolini a lo largo de su corta vida y lo que padecieron desde entonces figuras como Sade, Genet, Lawrence, Flaubert y tantísimos otros. El poder del Estado siempre ha ejercido persecución y violencia, sufridas todos aquellos que se  han opuesto a lo establecido. Se trate de defensores de la libertad de pensamiento y de la libre sexualidad, o de aquellos que han vivido en pobreza coyuntural o marginalidad extrema.


Como última apreciación quiero recordar una afirmación del gran Octavio Paz que podría aclarar un poco cierta oscuridad que trasunta el arte pasoliniano: La poesía propone anular los objetos en beneficio de un lenguaje y en otros casos construye el objeto en la poética: música y pintura son el alma más pura de la poesía. Ésta es, en definitiva, la esencia misma de la poética de Pasolini. 




*Ernesto Hollmann: nacido en Buenos Aires el 23 de septiembre de 1947. Hizo crítica de cine para las revistas Siete Días, Biógrafo y El Porteño. Ha publicado Hierofanía de Samael (poemas), editado por Faro en 1992.  Fue integrante del FLH en los años '70, participó en el año 2008 de la película "Rosa Patria", de Santiago Loza, dedicada a la vida y la poesía de Néstor Perlongher. Se han publicado, además 12 poemas suyos en la antología Poesía Gay de Buenos Aires-Homenaje a Miguel Ángel Lens, de Acercándonos Ediciones.

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