Fabián Sevilla: “Vivimos en una época en la que el libro tiene que salir a buscar lectores”
En esta segunda parte de la charla con Fabián Sevilla conversamos acerca de su relación con las editoras y editores, el desafío de trabajar con los géneros y la diversidad, el trabajo para libros de texto, de las cancelaciones, de la llegada al campo de pequeñas y pujantes editoriales de las provincias, de su propia llegada al género realista, de sus proyectos… Fue una charla intensa, interesantísima. Imperdible.
Mario Méndez: Casi al principio del recorrido biográfico mencionaste a Cecilia Repetti, tu primera editora en Aique y que luego fue editora en SM, mi amiga personal (compartimos también esa amistad), ¿Cómo es en general tu relación con los editores? ¿Te gusta o no la intervención, que metan mano, que propongan?
Fabián Sevilla: Sí. Yo soy “editorfílico” o “editordependiente”. Laburo mucho con el editor antes de sentarme a trabajar una novela. Converso mucho con el editor, discuto mucho, incluso, la sinopsis. A partir de ahí laburo yo. Y cuando entrego una novela o un libro de cuentos a un editor, está como la mitad del laburo hecho. Pero he trabajado con editores que me han hecho reescribir la mitad de un libro cuando yo creía que estaba terminado. Cecilia Repetti en ese sentido es muy exigente con sus “devoluciones en rojito”, como yo le digo. Pero me encanta porque me siento seguro cuando hay un editor muy exigente, como ella o como Cinthia Robert, con quien también he trabajado mucho. Yo me siento seguro, porque el editor no viene a joder. Viene para que tu libro esté bien escrito y aparte, no sé cómo hacen los editores como hacés vos, Mario, para leer en un nivel de profundidad muy intenso. A veces los autores no nos damos cuenta de las fisuras o de las contradicciones que tenemos en un argumento y las y los editores te las marcan. Uno se pregunta cómo hacen para darse cuenta de eso. Por eso me encanta el laburo con el editor. Yo he sido editor periodístico y maduré laburando con seis editores, así que estoy acostumbrado a eso. Siempre hay una conversación previa con el editor. Yo nunca entrego “parciales”; entrego el trabajo terminado. Si ese trabajo hay que revisarlo, no me importa, pero no entrego “parciales”. También tengo lectores críticos a los que les voy leyendo, pero no son editores. Me van dando una opinión y yo tomo lo que considero que pueda servirme. He trabajado junto a editores en libros que son un verdadero desafío, por ejemplo, uno en el que los personajes no tienen género. Queríamos que cada lector les asignara género y fue un trabajo de charlarlo mucho con la editora para poder hacerlo. Se llama Cómo se envuelve la luna para regalo. Es una historia de amor, pero yo no quería que hubiera un chico y una chica. Y eso se laburó de entrada con el editor para ver cómo hacer con la ilustración, tuve que construir frases donde no hubiera femenino ni masculino. Ahí tenés que laburar sí o sí con el editor.
MM: Supongo que has trabajado también con cuentos y obras pequeñas para libros de texto, en los que la edición suele ser más acotada a las exigencias escolares. Y ahí ocurren esas cosas de las cancelaciones. Vos escribís mucho sobre cuentos de hadas, o sobre personajes de la literatura maravillosa clásica como Frankenstein, Drácula, etcétera. ¿Cómo vivís eso? ¿Has tenido enfrentamientos? Además, ¿qué opinás del tema?, me gustaría saber…
FS: Hay una gran editorial, en la que publiqué mucho, pero sus editores se volvieron una “máquina del no”. Me mandaban la lista sobre qué no escribir. Me pedían una obra de teatro por mail, me indicaban todo lo que no podía poner y la explicación era, por ejemplo, que el libro no iba a entrar en las escuelas evangélicas si trataba tal tema o usaba determinadas palabras. Entonces, con esa editorial, que es una gran editorial, decidí no trabajar más, porque me acuerdo de había una editora con la que venía trabajando un texto, esa editora se fue, y entró a trabajar un editor amigo mío. Me llamó para preguntarme si esa obra era mía, y cuando le dije que sí me dijo que le daba vergüenza. Le dije que era lo que me había indicado la editora, y me dijo que no, que volviera a escribirla. Que no me reconocía en esa obra. Esa vez yo decidí no trabajar más con esa editorial. La mayoría de las editoriales de texto están más pregnantes al contexto, entonces me permiten tratar temas como el de la diversidad, por ejemplo, o el de la muerte o el de los nuevos tipos de familia. Acabo de entregar un cuento en el que hay una familia homo parental y no me lo cuestionaron. Hay editoriales que se están dando cuenta de que la cosa ya no es como en la época del libro Amanecer o Mi amigo Gregorio. Pero hay otras editoriales, las más grandes sobre todo, a las que el negocio les cierra más de la otra manera. Bueno, yo decidí no trabajar más con esa editorial. Así de sencillo. No por divo, sino porque no podés trabajar partiendo del “no”. En cuanto a la apertura de otros temas en los libros de textos, siento que vamos de a poco, no hay que ser tan lanzado, pero no hace falta que haya un papá en el cuento. Puede haber un abuelo con una mamá. O se puede hablar de la muerte. Este año me ha pasado. Las texteras volvieron a pedirme textos y me he dado el gusto de poder tratar esos temas, y me los han aprobado.
MM: Qué bueno. Era hora, tenían que darse cuenta. Si no, es tapar el sol con la mano. Es la realidad que tenemos. Y hablando de grandes y pequeñas, veo que hay un fuerte apoyo tuyo a una pequeña y pujante editorial mendocina, que es Bambalí. Ahí me parece que hay una interesante movida de pequeñas editoriales en las provincias, que van llegando. Incluso, leí una novela tuya que se llama Ema bajo un árbol, con la que me sorprendiste bastante. Hay un giro fuerte en tus temáticas más habituales. Con esta mujer que le cuenta cuentos a un pibe en situación de calle. Es una novela juvenil. Contanos un poco cómo fue trabajar con Bambalí, con esa novela, ¿Cómo ves la movida de las nuevas editoriales?
FS: En la última Feria del Libro de Mendoza participó Mempo Giardinelli con una charla que partición de preguntarse si existía una “literatura del interior”. Cuando fue momento para que participáramos los del público, yo le dije que había mucha movida de editoriales que desde las provincias no tenían la necesidad de pasar por Buenos Aires, que se están expandiendo y están llegando a todas las librerías del país y están convocando a autores que hasta ahora venían publicando solamente en Buenos Aires. Por ejemplo, en Bambalí están Franco Vaccarini, Olga Drennen, Laura Devetach, Gustavo Roldán, Liliana Bodoc, y yo también tengo libros ahí. ¿Qué pasó con esa editorial? Yo daba talleres para gente que quería publicar. No en todos los talleres la gente quiere publicar. Lo hice muy cerrado y había dos mujeres emprendedoras, una de ellas muy buena escritora y la otra muy buena diseñadora, que a partir del taller se animaron a crear Bambalí, un sello muy chiquitito. Me puedo dar el gusto de decir que nació en el living de mi casa. Se largaron, y la verdad es que en cinco años han conseguido cosas increíbles, incluso que la fundación Cuatrogatos las mencionara o espacios en la Feria del Libro o que dos de sus libros hayan sido elegidos hace dos años como los más leídos por los chicos en la movida que hace ALIJA. Cosas que hacen que muchos de los autores consagrados quieran publicar en una editorial del interior. Cuando hablo con ellas (Mariela Slosse y Fabiola Prulletti) les pregunto si se han dado cuenta de lo que han conseguido desde Mendoza sin necesidad de pasar por Buenos Aires, aunque ahora las distribuidoras porteñas piden los libros de ellas para distribuirlos. Porque apostaron a la calidad de los libros, y también a mezclar autores consagrados con autores nuevos. Lo mismo con los ilustradores. Pero no necesariamente de Buenos Aires. Del interior del país, y también de argentinos que están viviendo en el extranjero y están ilustrando para Bambalí. A mí me dieron la posibilidad de publicar esta novela que es Ema bajo un árbol. Yo no escribía novela realista. Pero publiqué a través de Planetalector una novela que se llama Alicia a través de las pantallas. Que se lee mucho acá en Argentina, y en México. Y cuando me pidieron una novela realista me animé a contar esta historia que es verídica. Ema existe en la vida real. Se llama Eva Reinhart. Es una abuela. Sus nietos adolescentes ya no van a su casa ni le piden que les cuente cuentos. Entonces, en una Feria del Libro se encuentra con un escritor, le compra el libro y le dice que al día siguiente va a pararse en una plaza de Belgrano R a leerles cuentos a quienes quieran. Pasa un periodista, lo publica, y esto lleva a un tema que es el de que entre los que se paran para escucharla leer hay un par de hermanitos que en realidad son niños sometidos a trabajo esclavo. Esto me pasó a mí. Eva existe, el periodista también y cuando Eva me contó lo que estaba haciendo dije: “acá hay una novela”.
MM: Qué bueno que haya abierto una puerta más; lo de la novela realista en tu obra. Ya que nos diste la primicia y tenés las anotaciones ahí, contanos un poco qué época histórica y de qué va esta novela que está por surgir.
FS: Por secreto editorial solamente te voy a decir que es un hecho que nos atravesó a todos hace cuarenta años, que en ese momento yo era un chico de doce años y que es una herida que no cierra. Precisamente, la novela está contada desde la perspectiva de un chico de doce años que ve lo que fue la guerra. En la segunda parte ese chico es adulto, y cuenta cómo a partir de un hecho que vivió en el ’82 su vida se vio afectada y cómo hoy tiene que cerrar esa herida. Para esta novela, con mi hermano hemos entrevistado a mucha gente que en esa época tenía la edad del protagonista para que nos compartan sus recuerdos de niños durante la guerra de Malvinas y los hemos mechado. Hemos pedido prestados recuerdos. Para contar a los chicos de hoy cómo los chicos de hace casi cuarenta años vivimos la guerra de Malvinas.
MM: Excelente. Gracias por habérnoslo anticipado. Ahí Débora tiene la mano levantada. Supongo que tiene que hacer una pregunta. De paso, ya abrimos a las preguntas de los participantes.
Débora: ¿Cuál es el nombre de esa novela que acabás de mencionar?
MM: Por secreto editorial, no te lo va a poder decir.
FS: Te explico. Existe una cosa que se llama “secreto editorial”. Ya conté demasiado. No puedo decir ni la editorial, ni el nombre, ni nada.
Débora: Lo conozco. Entiendo. Más adelante la buscaré por Internet.
FS: Además las editoriales se especializan en cambiarte el título, así que no sé cuál va a ser, finalmente. Por ejemplo, hay un libro de Amauta, que se llamaba de un modo, y mi editor, Mario Méndez, le cambió el título.
MM: Somos jodidos los editores. Es una pequeña revancha, porque a mí me hacían lo mismo. Creo que a la mitad de mis libros les cambiaron el título.
Débora: Soy muy interesada en todo lo que tiene que ver con la guerra. Yo también lo viví, era un poco más grande que vos, tenía dieciséis años. Y estoy en una biblioteca popular, en la que vamos a trabajar durante todo el año con el tema. Y en el momento de presentar el programa, pregunté dónde estaba la LIJ y me dijeron: “Toda tuya”. Así que estoy recopilando material. Ya lo veré, o cuando ya salga te escribo.
FS: También hay un libro de Franco Vaccarini, ahora no me acuerdo el título, pero trata el tema de la guerra porque durante ese tiempo Franco fue enfermero…
Débora: Sí, ese lo tengo en cuenta.
MM: Se llama Nunca estuve en la guerra. Y es muy buena.
FS: La recomiendo para ir “haciendo diente” hasta que llegue la de los Sevilla. Ese es nuestro proyecto ahora. Es una historia que está contada a varias voces. Y a los cincuenta y un años, queremos entender algunas cosas que en aquel momento no entendíamos. Y queremos trasmitir qué fue lo que en ese momento entendimos como niños. Entonces estamos estudiando mucho, de distintas fuentes para poder entender ciertas cosas que no entendíamos cuando éramos chicos. No puedo hablar mucho más del tema.
MM: Bueno, igual, gracias por la primicia. El año que viene habrá muchos libros para “hacer diente”, como dijiste.
FS: Esos libros surgieron en un momento en el que yo no había leído mucho fantasy. Es más, creía que era un género de lectores ñoños. Hasta que empecé a leer a Tolkien, a Úrsula K. Le Guin, a Neil Gaiman y a otros autores de fantasy. Y quise saber si yo podía escribir un fantasy medieval, bien tradicional. Acá en Argentina hay muchos escritores de fantasy, como Leo Batic, Vicky Bayona, la saga de Liliana Bodoc… Lo que yo quería era escribir un fantasy muy tradicional. En el momento de su lanzamiento no tuvo tanta repercusión, porque había mucho de escritores internacionales. Según nos explicaban, el fantasy que se escribe en el extranjero se vende más que el que se escribe en la Argentina. Sin embargo, ahora se ha reactivado y estoy teniendo una respuesta que hace siete años no tuve. Es raro lo que pasa con los libros. Hay libros con los que de entrada vos tenés mucha expectativa y no pasa nada. Y al otro año se mueven. Me pasó con un libro que se llama Ojos de gato, en SM. En su momento no pasó nada. Y de repente no sé qué pasó, pero hasta que SM decidió apagar las máquinas, iba por la quinta o sexta reimpresión. Los libros son criaturas inesperadas. Uno les mete toda la garra, la pasión, la ansiedad, las horas de café y mate… y a veces te dan una respuesta inmediata y a veces, ya me acostumbré a que un libro duerma la siesta y se pueda despertar, o no.
Ana: Como los dragones…
Ana: Claro. Yo los descubrí porque estaba buceando en los libros que vos escribiste y aparecieron estos dos que me llamaron la atención. Por supuesto, una tiene un dragón en la tapa y me llamó más la atención. Los dos son parte de una saga, ¿no?
FS: Sí, pero no alcanzamos a escribir el tercero porque ese verano escribí uno tras otro, viajaron a Frankfurt, estuvieron a punto de ser impresos por una editorial francesa que se especializa en fantasy, yo pedí un poquito de descanso, y cuando la editorial vio que los libros no se movían tanto en la Argentina decidió dejar en suspenso lo del tercero, pero no iba a ser una trilogía, iban a ser algo mucho más extendido.
Ana: Y acá están en Albatros…
FS: Sí. En Albatros tengo una colección que fue la primera que se leyó mucho y que hasta el día de hoy se lee que es Ultra Calavera. Esos libros se leen en las escuelas; me encanta que en las escuelas se lean libros de terror. Tengo varios libros con Albatros, he trabajado mucho con ellos.
Ana: Esos dos están en mi lista, así que ya los voy a leer.
FS: Empezá por Sangre de arena.
Asistente: Yo quería preguntarte cómo definís el fantasy. ¿Cómo lo diferenciás de la literatura maravillosa, o de la leyenda? ¿Qué características propias tiene el fantasy?
FS: En el fantasy, que se conoce también como fantasía adulta, a diferencia del cuento maravilloso las temáticas son mucho más crudas, más políticas. Por ejemplo, hay una pentalogía de Cornelia Funke que se llama Reckless (que la recomiendo). Es una alemana que tiene estas cinco novelas, en las que ella recuenta de una forma más oscura el mundo de los cuentos de los hermanos Grimm. En las tramas siempre hay enfrentamientos de grandes poderes. Y a diferencia del cuento maravilloso en el que los reyes no tienen nombre, los escenarios tampoco, podemos suponer que ocurren en un bosque europeo medieval, en el fantasy más tradicional hay reinos, hay una época que remite a lo medieval pero no suceden en esta dimensión. Ocurren como en una Edad Media paralela. Fijate Tolkien o la saga de Terramar, de Úrsula K. Le Guin, o en la misma Saga de los confines, de Liliana Bodoc, vas a ver que podría ser posible en nuestro mundo, pero ocurre en una especie de época paralela. Las tramas, en el fantasy, son complejas. Y los conflictos, como en Juego de tronos, siempre tienen elementos políticos, hay una lucha por el poder, la magia no siempre es maravillosa, y no siempre es buena. Son muchas las diferencias entre el fantasy y el cuento maravilloso, que es una de sus fuentes. Lo que pasa es que el cuento maravilloso es plano. La princesa es la princesa, la bruja es la bruja, el príncipe es el príncipe. Acá no. Los personajes tienen más dimensiones. El brujo, de pronto, tiene una ideología que hace que el enfrentamiento con el mago sea por diferencias ideológicas. Son novelas maravillosas en la que hay una lucha de poderes que se basa en cuestiones ideológicas. En escenarios más concretos, por más que sean ficcionales.
Asistente: Donde podría existir la lucha de clases, algo en lo que en el Medioevo no se podía ni pensar… Otro paradigma.
FS: Por ejemplo. En el cuento maravilloso no vas a ver al pobre o al rico. En cambio, acá hay una organización política y social, muy compleja.
Asistente: Es el paradigma del siglo XX. ¿Cómo se llama la saga de la autora alemana que trabaja con los hermanos Grimm?
FS: La serie se llama Reckless, que es el apellido de un personaje. Es del Fondo de Cultura Económica. De Cornelia Funke. Es una escritora alemana maravillosa que en México se la lee muchísimo, pero que en Argentina no ha tenido el éxito que se merece. Para mí, es una de las referentes de la literatura fantástica del siglo XXI.
MM: Bueno, si no hay más preguntas llega el momento de agradecer. Fabián, ha sido un placer. Mandale un abrazo a Ariel que anda por ahí. La verdad es que es un hermoso cierre para nosotros, para Bibliotecas para armar y para el Laboratorio de análisis y producción de LIJ haberte tenido en esta charla. Te va a llegar la desgrabación para revisarla, para que el año que viene inauguremos el blog con esta entrevista.
FS: Muchas gracias por este espacio La verdad es que me siento honrado por quienes han venido antes y también por vos Mario. Te quiero muchísimo, te respeto. Cuando era chico quería ser como vos. (Risas). Esto mismo le digo a Franco cada vez que nos encontramos. Gracias a ustedes por las preguntas, por escuchar las respuestas y las opiniones de este escritor mendocino.
MM: Muchas gracias y hasta pronto.
FS: No, gracias a ustedes.
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