Fragmento de Rolling Thuner: con Bob Dylan en la carretera, de Sam Shepard

En Rolling Thunder: con Boy Dylan en la carretera, Sam Shepard escribió una suerte de cuaderno de bitácora, de la gira con la que Bob Dylan y su banda presentaron su disco Desire, a partir del otoño de  1975. Fue un viaje lleno de desvíos ocasionales e impensados. Uno de los más interesantes es el que da testimonio de la visita de Allen Ginsberg y Dylan a la tumba de Jack Kerouac cuando pasan por  Lowell, en el estado de Massachusetts. El poeta había muerto en octubre de 1969. Compartimos el fragmento del texto con el que  Shepard relata ese momento.


En el camino de Lowell

Allen va delante, en el asiento de al lado del conductor. Algunas de las personas que se sientan en ese lugar, y que saben conducir un coche, se sientan de modo distinto de las que no saben. Allen es uno de los que no saben. Se sienta como de costado, los rizos negros algo canosos dan saltos como muellecitos sobre sus orejas, la cabeza inclinada hacia abajo sobre los Mexico City Blues de Kerouac, pilas de otros Kerouac que se le caen de las rodillas: Dr. Sax, Visiones de Cody, Los vagabundos del Dharma…, todo un flujo de palabras que pintan unos lugares hacia los que vamos derechos. El primer atisbo de Lowell es un borde de la autopista, es lo contrario de lo que llamaríamos romántico. Esqueletos de edificios negros de ladrillos ahumados, casas de tablones apilados, parquecitos cochambrosos, gimnasios marrones. Nos desviamos hacia allí mientras Allen continúa con su narración. Kerouac, a saltos por su infancia. Esta vez nos viene siguiendo  un periodista de la Rolling Stone, en un Ford Galaxy rojo. Jack, el chofer, hace unas cuantas derrapadas divertidas y deja atrás al sabueso. Paramos en el salón Nick’s, un pequeño y deprimente bar de Massachussetts que es propiedad de Nick Sampas, el cuñado de Kerouac. Dentro hay una especie de movida policial haciendo propaganda al candidato local a alcalde o gobernador o algo así. Bebedores de cerveza con aspecto de curtidos. Todos borrachos al mediodía. Decoración con papel pintado, espaguetis a la carta, pan de ajo. El sitio es verdaderamente ruidoso, y en circunstancias diferentes hubiera vuelto paranoico a cualquier palurdo. Sin embargo, todo está preparado para nosotros, y los hermanos Sampas nos reciben con buen ánimo y auténtica hospitalidad. Nick Sampas tiene cuerpo de caballo percherón y habla como si estuvieras en el extremo opuesto de la sala aun cuando estés justo a su lado. Tony es lo contrario de su hermano. Alto, delgado, de voz suave, en cierto modo te recuerda irremediablemente a William Burroughs. Fuma sin cesar y habla de sus recuerdos de Jack. En la apred, perdida entre docenas de retratos de otra gente del pueblo, hay una polaroid en color de Jacky una chica sacada allí mismo, en Nick’s. Tomada como un mes antes de su muerte. Se le ve muy hinchado, y como macerado. Nos sirven unos grandes platos de espaguetis  y una cerveza fría, mientras pasamos revista a las distintas localizaciones donde queremos aparecer con Tony, que sonríe cuando oye los nombres, como si cada uno le trajera a la mente su propia imagen especial.

Salimos en la gran furgoneta de Tonycon la calefacción puesta a toda potencia. A medio camino del cementerio, para visitar la tumba de Kerouac, Tony saca un magnetofón una cinta especial.

-Esto se grabó en el bar. No creo que lo oído nadie fuera de la familia.

Encaja la cinta en su sitio y de inmediato se oye la voz de Jack. Hablando como un fantasma a través del tiempo. Ginsberg lo escucha con una sonrisa. Ahí está, justo dentro de una camioneta, atrapada en su pueblo natal, la voz gastada y rasposa del propio Kerouac. Es evidente que está colocado, porque va haciendo asociaciones  sin parar, unas veces entonando una vieja canción, vaqueras, otras marcando el ritmo del lenguaje sobre las rodillas, trenes. Borracheras, guardafrenos, California, “el fantasma de medianoche, buena codeína, gritando al tomar la curva, todos los jockeys se marchan en Cadillacs, campos llenos de patatas, el valle de Santa Clara; Morgan Hill, calando en el pasado, fábrica de cemento, parece Kafka, ensaladera del mundo, lo único que tienes que hacer es tomar un aeroplano, llenarlo de mayonesa, volar por encima y soltarla, ahora zumbando hacia el instituto”. Nos colamos en el camposanto por unas verjas de hierro negras, están cavando unas nuevas tumbas, , nombre viejos sobre piedra: “Mahonney”, “O’Keefe”, Killmarten”, “Benoir”, “Ti Jean”. Nos paramos.

 

Lowell: notas

 

Reino de la infancia

pueblo natal- raíces

inocentes- Dr. Sax-  orígenes del profeta

lenguaje

nacimiento y muerte en el mismo lugar

renacimiento

vida después- reino después de la muerte

protección con la religión

superstición

católica

religión/miedo

escapar por los viajes

Ambrose Bierce

Lafcadio Hearn

hablar en lenguas

milagro

 

Lowell: localizaciones

 

Tumba

Biblioteca

Instituto

Mill Co.

Iglesia baptista (¡qué santo nos librará!)
Puente de la calle Moody

Almuerzo textil

Orfanato

Gruta

Castillo (Dr. Sax)

Lugar de nacimiento

Salón Nick’s

Salón de billares (jugar con apuestas fuertes- almas y cancio-

        nes pecados)

 

Cantando sobre la tumba

Octubre- Lowell

 

Allen recita a Shakespeare, el pasaje favorito de Kerouac: “Cómo mi ausencia como un invierno ha sido… ¡qué escalofríos he sentido, qué oscuros días he visto!/ ¡Qué desnudez de antiguo diciembre por todas partes!” Es casi justo la época del año en que murió. Árboles enhiestos y desnudos, sábanas de hojas caídas. Dylan y Ginsberg sentados en el suelo, piernas cruzadas, observando una placa de mármol pequeñita, medio enterrada  en la hierba: “TI-JEAN (pequeño Jack), John L. Kerouac, Mar.12, 1922- Oct. 21.1969- VIDA CON HONOR- SU ESPOSA STELLA Nov.11, 1918-“ Dylan va  afinando su Martin mientras Ginsberg hace que su pequeño armonio portátil aliente sus notas por el prado. Muy pronto toma forma un blues lento en el que ambos intercambian versos, y luego Allen se introduce en un poema improvisado a la tierra, al cielo, al día, a Jack, a la vida, a la música, a los gusanos, a los huesos, a los viajes, a los Estados Unidos. Yo intento mirar a los dos tal como se me aparecen en ese momento, sin ninguna idea especial acerca de quién o qué son, sino intentando simplemente verlos allí, delante de mí. Y aparecen como hombres corrientes con un propósito secreto en la cabeza. Cada uno de ellos opuesto, pero aun así en armonía. Vivos y cantando a los muertos y a los vivos. Sentados directamente en la tierra, encima de huesos, debajo de árboles, y oyendo lo que oyen.

 

(…)

 

Lowell, Massachussetts

 

Ahora, frente a unos quemados Kerouac, Cassady y todos los que se fueron al otro mundo, esta vida parece un milagro. Todavía en marcha. Ignorando todo eso. Respetándolo, pero no complaciéndose en el remordimiento. Allen y Dylan cantando sobre su tumba. Allen, leno de visa, esperanza y resurrección. Poetas de esta vida del ahora. Esta vida de aquí. Esta que se vice y es vivida.

                                                                               Muerto y no lo sé. Vivo y haciendo

                                                                               Los vivos tienen una idea muerta

                                                                                                                 Kerouac

                                                                                                                 Mexico City Blues


Rolling Thunder: con Boy Dylan en la carretera
Sam shepard
Anagrama, 2018.

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