Un andaluz en Buenos Aires
Federico García Lorca vivió en la Argentina entre el 13 de octubre de 1933 y el 27 de marzo de 1934. Por ese entonces, la vida cultural de Buenos Aires se encontraba en plena efervescencia, producto de la actividad de diversos grupos de artistas e intelectuales que impulsaban un fuerte desarrollo en el ámbito de la literatura, el teatro y la música.
A partir de este hecho tan significativo, Pablo Medina, investigador y director de la Asociación La Nube -infancia y cultura-, realizó un trabajo periodístico que reúne testimonios y documentación sobre la estadía del poeta en nuestra ciudad, plasmado en el libro Lorca, un andaluz en Buenos Aires 1933-1934. Con él estuvimos conversando y esto fue lo que nos dijo.
“Nadie sabe, Buenos Aires lejano, Buenos Aires abierto en el fondo del tallo de mi voz,
el interés y la jugosa inquietud que me embargan cuando recuerdo tu trágica vitalidad,
tan sentida por mí, y el aire de añoranza que mueve los árboles de mi pensamiento al
recordar lo generoso, lo hidalgo, lo comprensivo que fuiste con mi mensaje de poeta,
hidalguía y generosidad que ha prestigiado mi obra en el ámbito de habla castellana”
Federico García Lorca
Por María Laura Migliarino
PM: A fines del verano de 1933 Federico García Lorca se embarca en el transatlántico italiano Conte Grande junto al escenógrafo Manuel Fontanals. Cuando llega a Buenos Aires se aloja en la habitación 704 del Hotel Castelar de la Av. de Mayo y desde allí organiza su vida en la ciudad. Más allá de la agenda oficial que lo había convocado, de inmediato traba amistad con algunos de los poetas, escritores y periodistas que hicieron de la noche y las calles porteñas su hábitat natural. En relación con lo popular; con la poesía, con la música, y sobre todo con el teatro de títeres, me parecía que Lorca era una figura que no había sido investigada y estudiada a fondo. Su presencia en la Argentina -adonde vino por dos semanas y se quedó seis meses- fue un acontecimiento que me llamó muchísimo la atención y que hasta ese entonces no había sido trabajado lo suficiente por los estudiosos de la vida y la obra de Federico. Así fue que comencé a juntar material y a darme cuenta que yo podía aportar información sobre algo que ha sido siempre de mi interés: su mirada de la construcción del teatro de títeres.
Lorca llega a Buenos Aires para celebrar las cien representaciones de Bodas de Sangre. Tenía una buena relación con la compañía de Lola Membrives, a la que conocía desde España, por mediación de Rafael Alberti. No había teatro español en Argentina, y muy poco en general en el exterior. En marzo de 1933, Lorca ve actuar a Lola en el Teatro Fontalva de Madrid y allí surge una hermosa amistad que los llevará a presentar la obra en Buenos Aires. El éxito es tan grande que la Sociedad Amigos del Arte lo invita a Federico a dar un ciclo de conferencias. Y él, que venía por dos semanas, se fue quedando. Y va conociendo gente. Conoce a Eva Franco, con la que monta una obra en homenaje a su juventud, hace radioteatro con actores argentinos, se encuentra con Gardel, con Conrado Nalé Roxlo, pero sin duda, una de las amistades más perdurables será la que traba con Enrique Santos Discépolo.
MLM: ¿Sabés qué mirada tenía él sobre Buenos Aires? ¿Qué impresión le quedó de Buenos Aires luego de su viaje?
PM: Hay cuatro alocuciones que él escribe cuando retorna. El mejor homenaje a Buenos Aires son cuatro charlas que él da, que se graban en las viejas cintas Edison: las “Alocuciones Argentinas”. Ahí está toda la visión que él tiene de Buenos Aires. Habla del lenguaje de los porteños, habla de su música, habla de la enormidad de esta gran extensión de la Argentina que es la pampa, y cómo la pampa va a influir en la literatura… Le llama la atención Buenos Aires, y él vuelca eso en estas cuatro alocuciones. Esto está grabado, está escrito y está traducido. Se puede leer ese texto y algunos fragmentos están publicados en el libro.
Su historia todavía sigue dándome sorpresas. Por ejemplo, en estos días se va a celebrar el aniversario de la creación del Teatro Universitario de La Plata, que fue inspirado un poco por Lorca. En el año ’33 él hace una visita, invitado por la rectoría de la Universidad de La Plata, a esa ciudad. Hay fotos con la vestimenta de él de La Barraca, y con los miembros de la Universidad de La Plata. Y ahí sugiere que sea uno de los primeros directores, un catalán que ya estaba acá, Antonio Cunill Cabanellas. Ellos se conocieron y se hicieron amigos acá, en los seis meses que estuvo Lorca. Ese personaje va a ser muy importante en la creación de la dramaturgia argentina. Una de las salas más importantes del Teatro Municipal General San Martín lleva su nombre. Bueno, ahora se va a hacer el homenaje en La Plata y me convocaron para ir a hablar sobre eso.
PM: Claramente, su influencia en el teatro de títeres. Desde muy joven Lorca practicaba el teatro de guante, o de guiñol. El último día antes de regresar a España hace una función histórica, única, El retablillo de Don Cristóbal, en el Teatro Avenida de Buenos Aires, donde reunió a gente de la compañía de Lola Membrives, a actores españoles, a Cunill Cabanellas, a Jorge Larco que hizo la escenografía, y a los títeres de Ernesto Arancibia, un gran pintor en ese momento que se convertirá en el depositario de las ideas de Lorca, juntos sentarán las bases de lo que luego será el movimiento de títeres en Buenos Aires.
Por otra parte, en esa función histórica, estaba presente mi gran amigo Javier Villafañe, que recién comenzaba con los títeres de guante, que aún no tenía muy perfilada la cosa. Pero haber visto a Lorca haciendo títeres, y la puesta en escena de El retablillo en una versión que trataba sobre cosas referidas a Buenos Aires, lo marcará para el resto de su vida.
Javier Villafañe y Mané Bernardo -que no conoció a Lorca pero que fue discípula de Arancibia- serán luego los grandes impulsores del teatro de títeres en la Argentina.
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