Bioy Casares íntimo
Como parte de la semana dedicada a Bioy Casares, Libro de arena publica una entrevista hecha por Tomás Barna, de 1997, en la que el escritor habla de su relación con Silvina Ocampo, con Jorge Luis Borges, y con otros escritores como Cortázar, a los que lo unía el afecto. La charla recorre desde una mirada íntima las anécdotas de vida en relación con la escritura como así también la percepción de su propia obra y la trasposición a formato cinematográfico de novelas como La invención de Morel, El sueño de los héroes, o El perjurio de la nieve.
T.B.- En un capítulo del Libro Gog, Giovanni Papini llegó a sugerir que
resultaría más fácil, más accesible y más exacto escribir la historia
comenzando por el presente y así llegar hasta el principio de la misma.
Intentemos seguir ese procedimiento al recorrer su trayectoria literaria, Bioy
Casares. Una de la obras más recientes es de carácter epistolar y la ha
titulado En Viaje. ¿Qué lo motivó
para escribir esas páginas, y qué significa viajar para usted?
Bioy Casares.- Esas páginas las escribí
porque tengo la costumbre de escribir todos los días. No quiero interrumpir esa
costumbre, y en este caso se trata de una literatura epistolar que le iba
contando a otras personas. Ahora estoy bastante solo en el mundo porque no
tengo ni mi hija ni mi mujer, entonces escribo diarios de viaje. Tengo
seguramente una superstición de escritor. Creo que un día que no se escribe es
un día perdido. Comprendo que es absurdo; que la gente estará encantada en que
yo pierda muchísimos días, pero tengo esa sensación y por eso escribo siempre.
T.B.- Hablando de viaje, ¿qué opina del
"viaje interior" que más de un ser humano suele emprender?
Bioy Casares.- La aspiración es que el
viaje exterior sea un viaje interior y se enriquezca con las reflexiones o con
lo que valga de esa persona que está escribiéndolo.
T.B.- ¿Vivir... es una aventura excitante
que culmina en un inaceptable fracaso —según piensan aquéllos que temen el
final de la travesía porque allí nos acecha la muerte— o es un don misterioso
que la naturaleza o (para la mayoría) Dios nos ha otorgado?
Bioy Casares.- Son las dos cosas. La
experiencia me ha enseñado que mientras el hombre vive es feliz, y la vida me
exalta. Yo me despierto y veo la luz del día, y es un milagro que de nuevo
tengamos un nuevo día para vivir. A parte de eso me parece que la vida es muy
dura y no me gusta nada la idea de la muerte. Tengo bastante miedo y me
gustaría vivir muchos años. Estaría dispuesto a firmar un contrato para vivir
quinientos años y lo firmaría enseguida.
T.B.- Entre la infinitud de temas que ha
abordado en sus obras —Bioy Casares— refulgen la muerte y el tiempo. Y estoy pensando, especialmente, en tres
creaciones suyas que fueron llevadas al cine: El perjurio de la nieve —con el título de El crimen de Oribe-...
Bioy Casares.- Mucho mejor título.
T.B.- El suyo es más poético.
Bioy Casares.- No. El mío es más
pretencioso.
T.B.- La palabra nieve y perjurio dan un
sentido poético muy grande. Por lo menos así lo siento.
Bioy Casares.- Bueno, estoy muy
agradecido.
T.B.- Esa fue la primera película que
dirigió Torre Nilsson, y lo hizo en colaboración con su padre, Torre Ríos. Me
pareció una versión acertada. En ella actuaban Carlos Thomson, Roberto
Escalada, María Concepción César y el actor Raúl de Lange. Recuerdo ese filme y
La invención de Morel —una sugestiva
adaptación de un realizador italiano—.
Bioy Casares.- A mí me pareció
visualmente riquísima pero un poco tediosa. Un señor Lamelas va a hacer una
nueva versión con Karen Black, en Portugal. Los productores son belgas. Yo me
voy el 12 de mayo (1997) para tener una conversación con David Lamelas, en
Rotterdam.
T.B.- Así que reaparecerá Karen Black,
una actriz que me gusta mucho y estaba un tanto olvidada.
Bioy Casares.- A mí también me gusta
mucho. Además ella ha hecho otro trabajo en esta película. Tradujo la novela al
inglés para el guión. Y tiene un buen final. Porque la versión anterior tiene
un final catastrófico, sin acción. Y no puede existir un final cinematográfico
así, sino que tiene que ser con vida. Los personajes se convierten en seres
vivos.
T.B.- La tercera película a la que me
refería era El sueño de los héroes
—hablando de los temas de la muerte y el tiempo—. Esta novela suya inspiró a
Sergio Renán para dirigir su película con el mismo título. Entonces me gustaría
que se explayara un poco más sobre el significado que tiene para usted la
muerte.
Bioy Casares.- La muerte... realmente no
me gusta nada. Como le dije estaría dispuesto a postergar la mía a costa de cualquier
peripecia que tenga que pasar en esta vida. Ahora, como efecto literario o en
una película, puede ser eficaz.
T.B.- Le resulta difícil asumir la idea
de la muerte.
Bioy Casares.- Me parece raro. Estoy tan
ocupado con las cosas de la vida, que pensar que haya un momento que todo
cese... En fin, estoy interesado en el futuro, y al mismo tiempo digo: "a
mi edad el futuro es muy peligroso; puede estar esperándome para darme un
mazazo".
T.B.- Claro que están también los que adoptan
la posición de que la muerte —al fin y al cabo— forma parte de la vida; es un
accidente más de nuestra existencia, como puede ser el sueño. Pero —eso sí— uno
teniendo conciencia de lo que es la vida no puede aceptar fácilmente la muerte.
Bioy Casares.- Por supuesto.
T.B.- ¿Y el tiempo? ¿Existe realmente el
tiempo?
Bioy Casares.- ¿Será la cuarta dimensión,
o no lo será?
T.B.- A mí me preocupa mucho el tema del
tiempo.
Bioy Casares.- ¡A mí también!
T.B.- Y no sé hasta donde no hemos sido
nosotros los que inventamos la idea del tiempo desde el punto de vista
metafísico. Lo sentimos como si fuera una suerte de referencia que necesitamos,
pero que en realidad no existe. Lo que existe es la eternidad. Y todo es un presente
continuo.
Bioy Casares.- Claro. Es como si fuéramos
en un tren. Primero tenemos llovizna, después tenemos una lluvia muy fuerte, y
después nos caen piedras... Es una continuidad.
T.B.- ¿Cuáles son, para usted, los
límites entre la realidad y la apariencia?
Bioy Casares.- ¡Caramba, que preguntas
tan rígidas me hace?
T.B.- Si es que hay algún límite entre
ambas.
Bioy Casares.- ¿La apariencia será muy
distinta a la realidad, o será otra forma de la realidad?
T.B.- Al referirse a su novela La invención de Morel... Octavio Paz
dijo que "el tema no era cósmico sino metafísico" ¿qué opina usted de
esto?
Bioy Casares.- A Octavio lo conozco de
toda la vida, y no sé muy bien que ha querido decir con esto.
T.B.- La soledad y el desencuentro entre
los seres humanos son dos constantes de sus novelas y de sus cuentos. ¿Por qué
tenemos que vivir abrumados por esos dos factores de desdicha?
Bioy Casares.- Yo, entre mis libros,
prefiero Dormir al sol, porque de
algún modo siento que eso me representa de un modo más auténtico, porque La invención de Morel y El sueño de los héroes son bastante
trágicos, y yo si bien tengo una mente pesimista... tengo un temperamento más
bien optimista y despreocupado. Esos libros, me parece, que corresponden más a
la obra mía.
T.B.- ¿Qué le impulsó a escribir esa
novela cruel, en la que narra hechos muy factibles, titulada Diario de la guerra del cerdo (que
también fue adaptada al cine)?
Bioy Casares.- Lo que le puedo decir es
que un día se me ocurrió escribir una novela que se pareciera un poco a las
películas cómicas que se veían antes en los cines, precediendo a la función
verdadera. Iba a tener a jóvenes atléticos persiguiendo a viejos gordos y
pesados. Iba a ser más bien cómico. Pensando en la historia llegué a la
conclusión de que podría ser también una reflexión sobre la vida, y algo más
digno que ese film cómico que yo pensaba hacer; entonces salió este libro que
creo tiene la ventaja de ser una novela —una verdadera novela, a diferencia de
otras novelas mías que son cuentos largos—. Y veo , ahora, con cierto
desagrado, que está hecho... Es un libro...
T.B.- ¡Terrible! Pero al mismo tiempo hay
una vibración humana muy profunda en ese libro, como contraste de toda esa
crueldad manifestada por los personajes jóvenes de la obra. Y ahora pasemos a
una pregunta de respuesta ardua —o quizá no tanto—: ¿Dios existe o es un ente
de razón surgido de la imaginación del hombre?
Bioy Casares.- Para mí es un ente de
razón. Me parece un monosílabo que ha tenido un éxito extraordinario.
T.B.- Este es un toque de humor notable.
En fin, digamos que el tema de Dios es una preocupación más.
Bioy Casares.- Así es.
T.B.- ¿Qué es peor: la estupidez o la
maldad?
Bioy Casares.- Sin mucha convicción
defenderé la estupidez. La maldad me parece realmente horrible, y me parece
también una forma de estupidez. Pienso que el malo se engaña a sí mismo.
T.B.- El estúpido es más inocente.
Bioy Casares.- Claro, Es más inocente.
T.B.- Las consecuencias de sus actos
pueden ser, a veces, tan trágicas como las de los actos cometidos por el malo.
Bioy Casares.- Y cuando se dan ambas —la
estupidez y la maldad— en un mismo ser, las consecuencias serán espantosas.
T.B.- Hay quienes consideraron a su obra
literaria como fantástica; otros metafísica. No faltan los que sostienen que
entra en lo sobrenatural. Están los que aseguran que es surrealista, y también
aquellos que no vacilan en afirmar que, en muchas de sus páginas, destellos
románticos. ¿De qué carácter la considera usted?
Bioy Casares.- Yo creo que lo que
entendemos nosotros por literatura fantástica corresponde a lo que es mi obra,
o si no a algo que no me gusta nada, que es la ciencia-ficción. Cuando leo libros
de ciencia-ficción generalmente me parecen malos o no me interesan. Y tengo la
melancólica convicción de que se me ocurren historias de ciencia-ficción con
bastante frecuencia.
T.B.- Jamás se me ocurrió, leyendo su
obra, pensar en que era de ciencia-ficción, a pesar de que haya quienes
pudieran asociarlo a ella. Entre su múltiple temática —Bioy Casares— surgen,
felizmente con frecuencia, el amor y la amistad. ¡Háblenos de esas dos
vibraciones humanas!
Bioy Casares.- Sí. Creo que uno de los
caracteres mejores que tenemos los argentinos es una propensión a la amistad.
Me parece que es lo que puede ayudarnos a lo largo de la vida. Sin duda tener
amigos como referencia, que uno pueda pensar que están ahí siempre, es muy
importante. Y en cuanto al amor, es una especie de locura agradable que le toca
a uno, donde uno puede tomar cualquier decisión de la que después se
arrepentirá toda la vida —o no—, pero cuando se está en ese globo ficticio que
lo rodea al amor... uno puede ser feliz tomando cualquier decisión —como le
digo—. Después puede tener consecuencias catastróficas para la vida.
T.B.- Pero tal vez uno de los factores
importantes del amor es que se vive eso con plenitud.
Bioy Casares.- Desde luego. Eso compensa
todo. Además, convengamos que la vida si pasara sin amor nos parecería una vida
perdida, terrible. No hay la menor duda.
T.B.- Es vivir poco y nada.
Bioy Casares.- Poco y nada. Claro.
T.B.- Usted ha escrito con Silvina Ocampo
la novela Los que aman, odian, y con
Jorge Luis Borges más de una obra —con distintos seudónimos, entre ellos el de
H. Bustos Domecq.-¿Cómo fueron esas experiencias?
Bioy Casares.- Fue muy agradable, desde
luego, escribir juntos. Con Borges todo empezó así: Mis tíos, Casares, que
tenían "La Martona" que era una lechería muy importante de acá, me
encargaron —un poco como para estimularme en la literatura, aunque parezca un
tanto absurdo— un folleto sobre las virtudes de la leche cuajada y el yogurt.
Pagaban $ 16.- la página, que era bastante dinero. Yo sabía que Borges estaba
pasando momentos de estrechez económica y le propuse que hiciéramos eso juntos.
Nos fuimos a la estancia de los Bioy, que tenían en el partido de Las Flores.
La casa estaba casi destruida. Hacía muchos años que habíamos arrendado el
campo, y era una casa muy vieja, de 1837. El único cuarto que estaba más o
menos bien era el comedor, con una chimenea. Hacía un frío tremendo. Entonces
tomábamos cocoa muy espesa, y escribíamos el folleto sobre el yogurt. Aburridos
por el tema, pensábamos qué bueno sería escribir, un día, cuentos. Entregados a
eso, pasaron años, y un día —en casa de mis padres en la Av. Quintana 174—
estaba Borges y le dije: "¡Caramba, por qué no cumplimos el deseo que
teníamos entonces y escribimos algún cuento!". Nos pusimos a escribir
cuentos y nos pasó... como le puedo decir..., recibimos la lección, porque
Borges y yo —cada uno por su lado— estábamos convencidos de que uno escribía lo
que quería. Llamábamos eso: literatura deliberada. Y nos pusimos a escribir
cuentos, y no escribimos lo que queríamos sino que nos dejamos llevar por las
bromas, nos perdíamos el relato, uno le preguntaba al otro: "¿cómo salimos
ahora de esta situación, que hacemos con este personaje?". Y pasamos de
escribir cuentos relativamente legibles, como los de Seis problemas para don Isidro Parodi, a cuentos casi ilegibles.
Después dejamos por un tiempo eso, y —conteniéndonos, con un gran esfuerzo—
escribimos Crónicas de Bustos Domecq,
que creo es el libro más logrado de los que hemos escrito entre los dos.
T.B.- ¿Y con Silvina?
Bioy Casares.- Con Silvina, nuestra
costumbre era quedarnos en Mar del Plata después de la estación de verano. Nos
quedábamos hasta mayo, algo así. Hacía mucho frío. Había muchos días de
tormenta, entonces nos quedábamos en la casa mucho tiempo, y se nos ocurrió que
podíamos escribir esta historia que no sé (si ella o yo) quién la inventó. Fue
casi una cosa milagrosa, entre los dos; la escribimos con muchísimo placer, en
muy poco tiempo. Y me arrepiento siempre de no haber insistido para hacer de
nuevo otros libros con ella.
T.B.- Además de usted, entre los
escritores argentinos más relevantes incluyo a Borges, Mallea, Arlt, Cortázar,
Macedonio Fernández, Marechal y Juan Filloy. Si no es mucho pedirle ¿podría
decir dos palabras sobre cada uno de ellos?
Bioy Casares.- Sobre Cortázar le voy a
contar que estando él en Francia y yo en Buenos Aires escribimos un cuento
idéntico. Empezaba la acción en el vapor de la Carrera —como se llamaba
entonces— que salía de Buenos Aires a las 10 de la noche y llegaba a la mañana
siguiente a Montevideo. El protagonista iba al hotel Cervantes, que casi nadie
conoce. Y así, paso a paso, todo era similar, lo que nos alegró a los dos.
Realmente nos queríamos mucho con Cortázar. Hemos sido muy muy amigos, habiéndonos
visto cinco o seis veces en la vida.
T.B.- Con él no era muy difícil hacer
buenas migas, por su forma de ser, cuando él encontraba un espíritu sensible y
afín.
Bioy Casares.- Sí. No era difícil cuando
encontraba un espíritu afín, pero le puedo decir que era bastante bravo; mucho
más que yo.
T.B.- Y ahora .. algo sobre Borges.
Bioy Casares.- Con Borges hemos sido tan
amigos que me cuesta hablar de él sin que interfiera ese sentimiento, pero
puede estar seguro que lo considero un escritor maravilloso. Además, creo que
escribió cada vez mejor. Sus poemas de juventud, que tienen tanto éxito, nunca
me gustaron y se lo decía a él; y le digo que estaba de acuerdo conmigo.
T.B.- En su último período de escritor su
literatura era prácticamente conversacional, de gran fluidez. (Hernán Isnardi
—quién nos acompaña en este encuentro— acota que Borges decía que La invencion de Morel era una novela
perfecta, y que fue escrita cuando Bioy Casares tenía sólo 26 años).
Bioy Casares.- Sí, él dijo: "la
trama es perfecta, pero el estilo no lo es"
.T.B.- Me emociona y admiro esa
sinceridad, esa espontaneidad, en usted.
Bioy Casares.- No me cuesta nada, es
natural.
T.B.- En un creador de su jerarquía, de
su renombre internacional, esa modestia, esa humildad, revela una profunda
pureza.
Bioy Casares.- Muchas gracias. Hablando
de Borges debo decir que era bastante pícaro también. Cuando yo estaba
escribiendo La invención de morel, un
día, estábamos charlando muy despreocupadamente, y le di el libro para viera el
primer capítulo. Vi en la cara de Borges un rictus de disgusto que trató de
ocultar, y se puso a leer. Desde ese día, nunca más le di nada para leer, ni él
me dio nada suyo. Ahora, de libros que íbamos a escribir, sí, nos contábamos
siempre el argumento porque es grato. Que le cuenten a uno una historia es muy
lindo. Entonces si se me ocurría algo a mí: "mirá, ¿qué te parece, puedo
escribir algo sobre esto?" y se lo contaba a él; y él conmigo hacía lo
mismo.
T.B.- Siguiendo el itinerario de los
nombres que enuncié, pasemos a Roberto Arlt.
Bioy Casares.- Me gusta mucho. Lo
descubrí hace bastante tiempo. Fue un motivo de desacuerdo un poco con Borges,
aunque El juguete rabioso le gustaba
a él mucho. Tengo recuerdos de leerlo en el bosque de Palermo. Me gustó mucho,
siempre.
T.B.- ¿Y Leopoldo Marechal?
Bioy Casares.- Confieso que me gusta
menos. Su obra me parece un poco empacada
.T.B.- Vayamos ahora a Macedonio
Fernández y a Juan Filloy.
Bioy Casares.- Macedonio Fernández me
parece ilegible. Creo que debía ser un sabio oral, pero que no ha dejado casi
nada que se pueda leer.
T.B.- Un tanto inaccesible quizá.
Bioy Casares.- Inaccesible. Y Filloy me
parece una persona sumamente inteligente, pero que sus textos son un poco
engorrosos. Ya le digo: estoy más seguro de la inteligencia de Filloy, toda la
vida, que de la de Macedonio. Macedonio era una persona que veía el lado
ridículo de algo y acertaba para decir una frase que era verosímil y cómica al
mismo tiempo. Pero Filloy me parece que va más adentro. Es más sólido.
T.B.- ¿Y Eduardo Mallea?
Bioy Casares.- Yo tenía mucha simpatía
por la persona de Mallea y lo admiraba también como hombre, por su integridad y
por su inteligencia. A mí me parecía que en él pasaba algo mágico pero malo;
que esa inteligencia no le permitía escribir —no sé por qué milagro— libros
buenos. Chaves, de toda la obra de
Mallea, es el libro que más me gusta.
T.B.- ¿Y su primer libro de cuentos?
Bioy Casares.- Cuentos para una inglesa desesperada. Sí, ese libro me gusta mucho.
T.B.- Pienso que tal vez lo que le
molesta de Mallea es que su obra es sumamente densa.
Bioy Casares.- Sí, debe ser eso. Y
—pobre— fue muy muy triste la vida de Mallea. Mientras fue Director del
suplemento de literario de La Nación
lo aduló todo Buenos Aires. Y, de pronto, nadie lo aduló más. Lo olvidaron. Y
eso lo entristeció mucho en los últimos años de su vida. Yo he estado con él
bastante frecuentemente. Hemos sido miembros de jurados, juntos, y pude ver la
melancolía que tenía ese hombre.
T.B.- A través de su obra —Bioy Casares—
se desprende un soplo de amor por Buenos Aires y por el tango. ¿Qué hay de
cierto en esta apreciación?
Bioy Casares.- Sobre el tango puedo
decirle que me gustan los tangos viejos: "Entrada Prohibida",
"Hotel Victoria", "La Payanca", "El Apache
Argentino", "La Morocha". Bueno, le he dado unos cuantos; quiero
decir, los de esa época. Era la Guardia Vieja. Y... Buenos Aires, creo
conocerla bastante. He caminado mucho por Buenos Aires. He caminado por Parque
Chacabuco, he caminado por Plaza Irlanda, he caminado por el Parque Saavedra,
por el Parque Lezama, por todos lados, y le he ido tomando el gusto a una
ciudad que he querido siempre. He nacido acá; es la ciudad que más me gusta del
mundo, pero a veces quiero irme de Buenos Aires para poder cambiar.
T.B.- ¿Será verdad eso tan mentado —desde
hace algunos años— de la pérdida de identidad de los argentinos? ¡Se habla
tanto de eso! ¿Qué piensa al respecto?
Bioy Casares.- Yo creo que, por fortuna,
la identidad que tenemos es más bien grata. Lamentamos que mucha gente no
corresponde a esa idea del argentino que nos hacemos, pero siempre tiene que
ser así; no somos muñecos hechos con un mismo molde.
T.B.- Yo pienso que no es cierto. Que la
identidad no la hemos perdido. Lo que sucede es que muchos no tienen conciencia
de esa identidad.
Bioy Casares.- Es muy probable. Me parece
bien.
T.B.- ¿Llegamos al fin del viaje que emprendimos gracias a este
encuentro, o viajar es una aventura sin
final?
Bioy Casares.- Sí, esperemos que sea una
aventura sin final. Me gusta más así.
T.B.- Sería hermoso, ¿no es cierto?
Bioy Casares.- ¡Sería hermoso, claro que
sí!
Abril de 1997
Extraído de: aquí
Comentarios
Publicar un comentario