Relevo de prueba
En el día del maestro Libro de arena publica una nota en recuerdo de Domingo Faustino
Sarmiento, agitador de
las aguas del pensamiento nacional, ideólogo del proyecto civilizatorio,
militar, político, estadista, y el quizá más honorable de toda la lista de
títulos: maestro. Polémicos, incisivos, antitéticos sus argumentos se han
mantenido en el tiempo y obligan a tenerlos en cuenta y a preguntarnos siempre
por lo que hemos aprendido y por lo que nos ha legado.
Por Gregorio Galiñanes
Si me hubieran pedido que me incendiara en público creo que hubiera sido una experiencia menos dolorosa que emprender el relato de la anécdota que me une a fuego con Sarmiento. Que sirva entonces de catarsis esta confesión. Hoy que vivo en Ginebra esos recuerdos permanecen vívidos, tal vez por efecto de la distancia. Ni bien pienso en las fechas de examen que congregaban a muchos de los que llegaban al límite con las notas de alguna, varias o muchas materias, compañeros y amigos de la mañana y de la tarde peregrinando por los aún frescos corredores de "El" Colegio. Aun hoy algún olor peculiar o una brisa que anuncia el verano desencadena una catarata de recuerdos seguidas de la sensación incómoda de aquel día.
Vivo en Ginebra gracias a mi trabajo como cientifico, luego de una larga carrera en Argentina y que hoy me tiene como post-doctorando en el departamento de neurociencias de la Universidad de Ginebra. Desde un punto de vista que no es personal, sin embargo, mi historia, eso siento al menos, se vincula de un modo indisoluble con un extenso hilo de discursos conocidos, largamente escuchados, repetidos y acunados en los espacios escolares, que de un solo golpe y en el único instante de este presente se me descargan en la mente con un título y un nombre que le dan forma: Facundo, de Sarmiento. El padre de las aulas, que por estos días celebra aniversario, fue el autor elegido por mi profesora de literatura de 5° año (cuyo nombre jamás se sabrá) para revisar un par de cositas que al parecer habían quedado en el tintero que impedían el final feliz que todo alumno busca en la cursada. ¿Cómo despegarse de la piel el crudo oprobio de la traición? Faltaban tres días. Había estado estudiando para otras dos materias. No había margen ya para la lectura completa de un texto tan denso y largo. No había resúmenes posibles, no existía internet. Entre la espada y la pared deshilaché el texto de a capítulos como pude y armé una lectura rápida con los retazos resultantes. Un sobrevuelo. Voy a ser sincero... leí, cabalmente, solo el índice del libro y de ahí, de la mezcla resultante, extraje todas las hipótesis y conclusiones que me fue posible: la mirada negativa sobre el ser latinoamericano tensado entre la determinación de la tierra, las tradiciones y sus costumbres que llevan al atraso y la posibilidad abierta hacia la iluminada civilización argumentada; la inscripción de la Argentina de su época atada al lastre de los elementos coloniales como contracara de un mundo promisorio cuyo ejemplo principal era Francia o Estados Unidos; el conflicto entre la centralización y la autonomía que se refleja políticamente en la pugna entre unitarios y federales, encarnados estos últimos en la denostada figura de Rosas, en fin. No se egresa del colegio sin la lectura de este ensayo polémico tanto como agudo sobre el 'ser nacional'. El examen escrito pasó y sobreviví. No sin dudas, crei que obtendría la nota que necesitaba. Faltaba esperar el veredicto, pero mi conciencia inquieta confiaba en una rasposa redención. El día de la devolución de los exámenes la profesora llamaba uno a uno a los estudiantes. Había que acercarse a ella, en su tarima del otro lado de un imponente escritorio en roble de quién sabe cuántos años de antigüedad traído de algún lejano país europeo. De un lado ella y del otro nosotros, los bárbaros adolescentes. Llegó mi turno y la profesora sonreía ostentando su poder. "Galiñanes..." me dijo y luego de una maliciosa pausa en la que el tiempo se ralentizó, su expresión parecia predecir que mi fraude había sido descubierto. Empujado por mi conciencia comencé a hilvanar en mi mente alguna excusa que justificara la lectura incompleta del Facundo. Las palabras comenzaron a enfilarse en mi boca y en el preciso instante en el que estaban a punto de salir, aquella pausa, que había comenzado una eternidad antes, finalizó, y me dijo "... se nota que ha hecho una lectura muy buena del texto... pero su examen esta un poco desprolijo". La nota fue un honorable 8. Ese verano y todos los otros se fueron. Anuncio, antes que mis detractores pretendan defenestrarme, que el sentimiento de culpa que se apoderó de mí lo hizo con un ímpetu tan grande que no terminó esa semana sin que volviera al libro esta vez para su lectura verdadera y genuina. Confieso ahora que preferí el otro Sarmiento que es acaso el mismo, pero con otras aristas, el Sarmiento maestro que leí o imaginé en otros textos más adelante, en otros veranos de inquietud. Impresiona el fervor, el deseo y voluntad de transformación que anima su escritura, la búsqueda de los argumentos para fundar los cimientos de la modernización de la sociedad. El eje del saber en el que el futuro se resuelve: el progreso, la ciencia, la inserción en el concierto de las naciones. Sobre las horas alargadas, agazapadas ahí en los claustros, que esperaban una resolución final que cerraba con la charla, como el pasaje a otro mundo, poco queda en el recuerdo, lo que se hace indeleble es una sensación en la piel y el sabor amargo de una traición no mentada. Son las sensaciones las que nos impregnan para siempre con sus tonos e intensidades y las ideas a las que se unen. Saldada la deuda y confesada la traición me reconozco parte de un plan y una elucubración; yo mismo llegué a concretar como en un sueño un deseo que se anuda en el hilo de esa historia. No es un despropóosito mencionar que en breve me publicarán una investigación en la revista Nature Methods (de muy difícil acceso) en la que desarrollamos un método que permite utilizar un compuesto fluorescente para recubrir unas micro pipetas de vidrio que utilizamos para registrar la actividad neuronal en ratones. El compuesto que usamos se llama quantum dots y y es tan brillante que permite ver las pipetas (usando microscopia de dos fotones) adentro del cerebro del ratón a una profundidad que antes no se podía con otras técnicas que se utilizaban para lo mismo. Suena a cuento o a imaginación, no lo es. Las vueltas del destino son impensadas. Imposible librarse de las herencias, de los discursos, de los grandes pensadores que como estrategas diseñaron, como en sueños, un plan monumental que los trascendiera y con el que nos sentimos ligados, que aún hoy nos interpela y permiten pensarnos. Más cerca de Sarmiento ahora, del Sarmiento de las aulas, no del caudillo de los desiertos que siembran la antinomia civilización barbarie y sus variaciones, del proyecto de nación fundado en el proyecto de saber, de ese tipo, me siento cerca. Quizá sea falso este recorte, o la operación de una mente alucinada más próxima a los tubos de ensayos y sus luces que a los ensayos literarios, pero es lo que a mí me dejó. Saludo hoy su recuerdo y celebro a la distancia la patria, ese lugar poblado de voces como estas a las que siempre se vuelve y es por eso preciso evocar.
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