La poesía de Glauce Baldovin
Marzo llega siempre con su Mar… Una marea incesante y rugiente que comienza el 8 con el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras, y continúa un doloroso 24 donde el oleaje grita Memoria-Verdad-Justicia.
En estas aguas nos sumergimos, para convidar hoy la lectura de poemas de la escritora cordobesa Glauce Baldovin. Mi signo es de Fuego así se llama el libro que reúne su poesía completa y fue publicado por la Editorial Caballo Negro.
Comparto aquí palabras de José Di Marco, en ocasión de la presentación del libro Mi signo es de fuego:
Ella escribió por la memoria y por la esperanza, en contra del miedo y el olvido. Estamos aquí recordándola. Recordemos, entonces, esas palabras suyas. Imaginémonos construyendo una herencia. Seamos inteligentes. Seamos sensibles. Seamos compasivos. Leamos a Glauce Baldovin.
¡Oh, la decidora!
La que permanecerá en los días como simple memoria.
La síntesis del tiempo. El testimonio.
Glauce Baldovin
En la solapa, esta breve pincelada nos acerca a esta poeta maravillosa:
Glauce Baldovin (Río Cuarto 1928-Córdoba 1995)
Lectora voraz y autodidacta escribe desde temprano. Participa en varias publicaciones como la revista Mediterránea, dirigida por su hermano en la década del 50, y Vertical, entre otras. Militante del Partido Comunista primero y del Partido Revolucionario de los Trabajadores después, también fue militante de la seducción, la fuga, la fábula y la dispersión. Así se acumularon poemas reescritos una y otra vez, manuscritos regalados a los amigos o dejados en las hojas en blanco del algún libro o cuaderno. No fue hasta 1987 que su obra comenzó a ser publicada con Poemas (Libro de Lucía, El fuego, El combatiente), su primer libro editado, producido por Julio Castellanos (Alción Editora).
La dispersión continúa hasta hoy y quizás nunca terminemos de completar la obra de Glauce. También dictó talleres. Su casa siempre estuvo abierta para lectores y escritores más jóvenes que aún hoy reconocen su legado.
Tuvo dos hijos, Sergio, el menor, desaparecido mientras estaba bajo bandera en mayo del ‘76, y Claudio, fallecido en un accidente treinta años después. Algo de su mirada está hoy en los ojos de sus nietos Pablo, Federico y Lucía.
Elena Anníbali en un exquisito prólogo escribe:
“…el repaso por estos libros de Glauce, me llevan a pensar en la poesía como una plataforma para el registro de lo testimonial, de la memoria, que puede ser familiar, histórica, individual, también, sí pero expresada en las maneras en que desborda y trasciende la intimidad del yo, del sujeto lírico, para convertirse en portavoz de toda una generación arrasada por la violencia institucional y la burocracia en el peor de sus sentidos: como la inteligencia organizada al servicio del horror.
Tengo para mí, que el libro De los poetas contiene una de las formas más dolientes y explícitas de nombrar ese horror, esa falta, ese despojo; es a todas luces, un grito. ¿Cómo dice ese grito que es el caos y el desorden de la voz, la forma más primitiva y elemental de expresar el espanto? La dedicatoria inicial propone la tesis de la lectura: “Palabras de poetas tan amados vinieron en mi ayuda / inyectaron en mi voz nueva savia / desataron nudos / abrieron caminos para que yo cantara”. El recurso de la intertextualidad, la palabra del Otro, viene a ordenar ese grito, a relevar una voz que se presume sin forma, sin contenido: “¿Qué palabra, qué expresión para significar terror, tortura, agonía? / Aquello que triza enloquece y finalmente mata/ ¿en qué brebajes / en qué diccionario podré hallarlo? // Trato de expresar tu muerte. / Este hueco en que me ha convertido tu muerte: / mitad escorpión, mitad mujer como nuez endurecida. / Pero son un puñado de polvo mis palabras”. Aquí, la tradición literaria-cierto canon personal-el mapeo literario que también muchas veces resulta, además, afectivo; la memoria de las lecturas (Keats, Prévert, Borges, Brecht, Eurípides, Pessoa, Whitman, Li Ching Chao, etc.) acompaña, encauza, y en ocasiones también tensiona y complejiza la escritura y las figuras. Es necesario, el recurso, para poder hablar desde sí, para moderar ese grito, pero también para darle voz a los ausentes, a los desaparecidos, a los torturados. Allí va el cuerpo y la voz, a lo innominado, a lo que el lenguaje no conoce. En Ni olvido ni perdón: “Murmuran zumban bromean hablan / hablan y cantan cantan y hablan. / Voz que estremece nuestra piel esparce fragancias enciende fogatas. / ¡Haroldo Sebastián Oscar Ángeles Pablo Susana! / Sigan ululando sigan rugiendo / sigan con el murmullo del estruendo. / La voz de la sangre. / ¡La voz que estremece la tierra”.
En y por la palabra se puede recuperar lo silenciado, y ese es el poder que se puede oponer al Poder…”
¡Pasen y lean!
IX
Ordeno los libros me detengo en cada uno lo apretujo
Homero Teócrito San Juan Manrique
Whitman Brecht Rilke Perse
El Popol Vuh Galeano Carpentier
Rulfo Poe Hesse Borges Vallejo.
Que por Ósmosis me vayan penetrando.
La Soledad acaricia un sobre saca el papel,
Mientras lee solloza hunde la cabeza en las manos.
Me asomo por sobre su hombro:
Es una carta de nuestro hijo secuestrado
Fechada en abril del setentaicinco en las Cataratas
donde me dice
“aquí todo es luz verdor quisiera ser una pantera alada “.
La Magia revuelve hurga en los cajones
Artera imperativa
Pone en mis manos el documento de La Teología de la Liberación
Que tanto nos lacerara.
Tanta luz dice la Soledad encendiera en estas horas aciagas.
Con su dedo verde nervado la Magia señala un párrafo.
¡Oh pérfida maldita bruja amada!
Comprendo su mensaje.
Llevarlo a la poesía hacerlo de todos salvarnos.
Solidariamente salvarnos.
XII
Es necesario Amigas
nos dice la Soledad
hacer un alto en el camino
-el lugar nos es propicio-
reflexionar sobre los senderos recorridos:
rectas círculos concéntricos quebradas zigzagueantes
cardar el pasado
perfumar y ovillar la fibra que nos resta
y comenzar otra vez
como tantas veces comenzamos
pero ahora con un paso diferente
una alegría serena agridulce como las almendras
más la sabiduría que los años han ido acumulando.
XVIII
Por la mañana el sol entra a nuestra alcoba
Baña el macetero con potus crotos helechos
La máquina de coser de la abuela transformada en mesa
Donde están los diccionarios
-benditos compañeros de toda la vida-
y termina recostándose en nuestro lecho:
es naranjo mandarino limonero.
La Magia vuela por los rayos del sol juega danza.
De pronto abre el Pequeño Larousse ilustrado
Corre en mi busca y señala CRIBAR .
Cribar digo cernir tamizar.
Dejar pasar las sombras quedarse con la luz
dejar pasar la mentira la traición la crueldad
retener la verdad
el amor
la ternura
el hechizo las alas.
Dejar transitar las ansias de poder
-corruptas perversas genocidas-
Retener la porfía de luchar contra miedos
frustraciones
amargor
amenazas:
mantener el heroísmo de vivir cada día
levantando la palabra HERMANO
como sacramento y espada.
Sergio
Predestinado nació para la vida
para la filosofía y los viajes siderales
y con Heráclito empezó a construir su mundo
aquel río eterno que siendo el mismo cambia a cada instante.
Quiso la revolución de la alegría
del hombre conquistando el universo
y de las rosas.
Amaba al sol al mar a la pantera
Y nunca se atrevió a matar una serpiente
por más que su presencia lo erizara.
Fue su amor por todo lo que existe
por lo que palpita de una u otra forma.
Y en su joven sabiduría eligió como meta el pensamiento
Su esplendoroso rigor
El miedo a las contardicciones.
¿Hubiera sido poeta filósofo o simplemente su oficio
un imprentero?
Nadie lo sabrá jamás. Le trizaron su tiempo
El silencio
El silencio es recordar nuestras voces
la tuya y la mía
hablando sobre el sol
los avatares de la humanidad
el amor
los barcos.
El milagro
Tantas veces quebré mi esqueleto tantas veces lo recompuse.
Sin saber anatomía fui dejando huesos en la tierra
Falanges fémur omóplatos crestas ilíacas vértebras.
No sé con los que cuento aún
Y sin embargo estoy de pie cara al sol
sostenida por brisas arbotantes,
alimentándome con tu asombro
con cada una de tus palabras.
La opción
Es imposible negar esta tristeza
el esternón como quebrándose
el aire que no llega a los pulmones
y las ganas de no estar no saber
no haber estado nunca.
Pero es tan criminal como el crimen vivir en la tristeza
andar desparramándola
contagiándola como una peste
y aunque esté casi inválida mi voluntad
tendré que optar finalmente por la alegría o la muerte.
La alegría
Bajo el sublimado altar de la tristeza yace la alegría.
Postergada.
Olvidada.
Casi un estigma.
Hela aquí: junto al hombre que cruzamos en la calle
en el pan
el corazón del alcaucil, la cebolla, la manzana
la golondrina que huye y retorna
la memoria
la canción que nos llega de lejos y cantamos.
La aurora, el crepúsculo, el rocío, la garúa.
El primer higo que ha madurado.
La noche que soñé que regresabas.
El gorrión que bajó a comer migas en mi patio.
Los poemas IX, XII, XVIII pertenecen al libro Nuestra casa en el tercer mundo.
Los poemas Sergio, El milagro, El silencio, La opción, pertenecen a El libro de Sergio. Este libro que fue hallado por la familia, lo tenía junto a muchos otros textos, mecanografiados, en una carpeta. Se ignora la fecha en que fue escrito.
El poema La alegría, está en el libro Promesa Postergada.
Todos estos libros están reunidos en Mi signo es de fuego, Poesía completa, Glauce Baldovin. Caballo Negro editora.
Glauce Baldovin
Caballo Negro Editora, 2018.
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