Adiós a Carlos Busqued
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–Los clavos se aferran al tracto digestivo del animal y así podemos traerlo a la superficie sin que en el esfuerzo por escapar se despedace. Son muy voraces y tienen hábitos caníbales, más de una vez el calamar que sacamos al bote no es el que tragó el señuelo, sino uno más grande que se está comiendo al que mordió originalmente.
Cetarti estaba en el living, fumando porro y mirando Discovery Channel, un documental sobre la pesca nocturna de calamares Humboldt en el Golfo de México. El televisor estaba sin volumen porque el audio era en inglés y subtitulado en castellano. Parado sobre un bote, un tipo mostraba con una mano los señuelos usados para la pesca del Humboldt, una especie de cilindros luminosos de los que colgaban cincuenta clavitos orientados oblicuamente hacia arriba. Simulando los movimientos del calamar con la otra mano, el tipo explicaba el tema: el Humboldt se aproxima al señuelo desde abajo, abre los tentáculos y lo sujeta para tragarlo en uno o dos movimientos. Los clavos se fijan en el esófago y al pescador sólo le queda traerlo hacia el bote.
–Lo que tampoco es fácil: estos predadores de hasta dos metros de largo tienen mucha fuerza y cuando llegan al bote están furiosos. Cada temporada del Humboldt hay accidentes donde mueren pescadores. Estos animales comen con ferocidad, siempre tienen hambre y son sumamente agresivos.
Sonó el teléfono. El identificador de llamadas indicaba «desconocido», lo que significaba una llamada desde teléfono público. O de alguien que ocultaba su número deliberadamente. No atendió. Volvieron a insistir dos veces, a la tercera levantó el auricular.
–Diga.
–Buenas noches, tengo este teléfono como del señor... –del otro lado, una voz gruesa y sibilante vaciló como si estuviera leyendo– Javier Cetarti, ¿estará él?
–Soy yo.
–Ah, mucho gusto, señor. Mi nombre es Duarte, le hablo desde Lapachito, provincia del Chaco. Soy el albacea del señor Daniel Molina.
Cetarti no dijo nada, ninguno de los nombres le sonaba conocido.
–Daniel Molina era el... –la voz dudó, un poco incómoda–, ehm, concubino de su madre. Tengo una mala noticia para darle.
Mientras Cetarti escuchaba, el tipo del documental hizo que el camarógrafo apagara las luces y filmara el agua. La pantalla quedó a oscuras salvo por el amarillo del subtitulado:
–A una veintena de metros por debajo de nosotros hay un cardumen de sardinas y los calamares están cazando. Podemos ver el resplandor verde de sus ojos fosforescentes...
Carlos Busqued
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