André Gide: la escritura de la lucha

Hace unos pocos días, el 19 de febrero, se cumplieron 70 años del fallecimiento de André Gide, el escritor francés que fuera premio Nobel en 1947. Nuestra ya habitual colaboradora de lujo,  la profesora Ana Emilia Silva, da cuenta en esta nota de la vida y la obra, por cierto vasta e importante, de este gran escritor.





Por Ana Emilia Silvia*


“Yo me complazco en imaginar, en creer en un estado social en que la alegría sea accesible a todos, en que haya hombres a quienes la alegría pueda también engrandecer”.


En André Gide, vida y obra configuran un todo. Tomas Mann afirma que fue “ante todo un hombre de letras y un moralista más que un simple novelista”. En su obra podemos encontrar ausencia de dogmatismo, la afirmación rotunda sobre la libertad individual y una ética nunca independiente de la estética.

Se animó como pocos a defender el derecho a la diferencia, en una época en que las personas de distinta tendencia sexual eran consideradas enfermas o pervertidas. En Corydon (1924), a la manera de los diálogos socráticos, desarrolla su postura sobre la homosexualidad, tanto en la historia de la naturaleza, la historia de la humanidad y el campo de las artes.

Su recorrido vital fue el centro de su obra, explicarse a sí mismo constituyó materia central. Por esta característica, nuestro abordaje abarcará algunos hitos biográficos, ejes de su escritura.

Escribió poesía, novelas, obras de teatro, textos críticos y autobiográficos e hizo de la defensa de los esfuerzos individuales para alcanzar la autorrealización, punto clave de su pensamiento. 

Nació en Francia en 1861, hijo único de una familia de holgados recursos. Vivió en un ambiente austero, tensionado tanto por la familia paterna, en la que respiró el puritanismo extremo del mundo hugonote y el catolicismo de su madre, signado por la austeridad religiosa. 

Creció en medio de dos climas espirituales: el agrario y el burgués. Fue un niño retraído y no fácil. A los once años murió su padre, al que sentía como un gran amigo y quien, a través de la lectura de la Odisea y Los viajes de Simbad, lo inició en la literatura. A causa de esta muerte fue criado por su madre y dos tías.

Su salud endeble hizo que dejara de asistir a la Escuela Alsaciana.  Distintos profesores desfilaron por su casa, uno de ellos dejó su impronta: el señor de Lanux, quien le reveló el mundo de la música. Gide aprendió a tocar el piano, Bach, Chopin y Schumann lo acompañaron en su vida y la técnica de estos maestros influyó en su escritura. Por otro lado, el señor de Lanux fue el modelo para forjar a La Pérouse, personaje de su novela fundamental, Los monederos falsos, de la que nos ocuparemos en este artículo.

El tiempo de la infancia con las contradicciones familiares y la incipiente búsqueda de la identidad y la paz interior quedarán plasmados en Si el grano no muere, donde evoca la casa materna y la tierra en la que su padre había nacido: “En las proximidades del Gardon crecían los asfódelos, y en el mismo lecho del río, casi todo él seco, una flora semitropical… Aunque todavía faltaba para llegar al pueblo, oíamos ya el tañido angélico de sus campanas; ahora teníamos que tomar un sendero apenas marcado, que vacilaba entre los pinos…”.

En 1890, al finalizar el bachillerato, se anotó en un curso de filosofía dictado por León Blum y René Berthelot, que será el disparador para que sus proyectos literarios cobrasen forma y se aisló para escribir la primera de sus obras impresas: Los cuadernos de André Walter, donde aparecen los tópicos que recorrerán su obra. La lucha entre el ascetismo y el amor a la vida y sus placeres, la lucha entre lo apolíneo y lo dionisíaco. 

A pesar que no tuvo ningún éxito, el libro le abrió las puertas al mundo literario de París, de la mano de su amigo Louys y tanto Mallarmé como Heredia lo respaldaron.

En 1893, junto con Albert Laurens, hace su primer viaje por África del Norte. Allí enferma gravemente y al recuperarse, la alegría de estar sano da origen a Los alimentos terrenales, libro en el que expresa una abierta exaltación al disfrute vital, un manual hedonista.

Al regresar a Europa, pasó el invierno de 1894 en Brévine donde escribió Paludes, que se contrapone con Los alimentos terrenales. En vez del canto a lo vital, indaga sobre todo lo que debe abandonar. Estas reflexiones lo llevan nuevamente a Argelia. Allí tendrá un encuentro decisivo con Oscar Wilde y compartirá con él algunas experiencias africanas, que recordará en Si el grano no muere y en el libro de 1910, Oscar Wilde.

Al morir su madre, Gide se casa con su prima Madelaine Rondeaux, quien fue su amor platónico desde la infancia. Matrimonio infortunado, que no llegará a consumarse.

En 1902, publicó El inmoralista, relato en tono confidencial que narra las controversias espirituales de Michel, un hugonote, casado y sus contradicciones entre su naturaleza y el deber ser. León Blum definió este texto como “el libro más directo, el mejor construido, el más limpio y sencillo de trama, de Gide”. La novela presenta la lucha entre la naturaleza y la moral, establece una reflexión sobre la libertad individual en estado puro. Habla sobre el tomar de la vida lo vital, lo peligroso, el contacto con la realidad. Se hunde en las posibilidades de ser, y en liberarse para saber ser libre.

En el prólogo de El inmoralista, Gide escribió que “en arte no hay problemas para los que la obra de arte no sea solución suficiente”.

Michel, el protagonista, es un joven intelectual que ha pasado su vida entre libros. Para cumplir con el deseo póstumo de su padre acepta casarse con su prima. En su viaje de bodas enferma gravemente, luego, en Francia, en plena recuperación, descubre que han nacido en él nuevos impulsos y decide escucharlos, pero no los hace visibles, continúa con la máscara social, en una imagen distorsionada de sí mismo.  Este es un punto de inflexión que sacudirá su existencia. Siente que quiere ser libre, gozar del placer y aceptar su naturaleza homosexual recién descubierta, sin embargo, decide continuar su matrimonio porque la devoción y el cuidado que su mujer le brinda, lo hacen feliz. 

En París se reencuentra con su amigo Ménalque, el verdadero inmoralista, que será su cicerone en el nuevo camino de Michel.

La filosofía de Ménalque se centra en el olvido del pasado y la certeza de que cada día brinda posibilidades de felicidad, pero para lograrla hay que renunciar a los imperativos impuestos. Las convenciones morales y sociales anulan la individualidad y la realización personal.  El hombre para ser libre y entregarse a la belleza debe superar la cultura heredada, destruir los modelos anteriores y las pautas establecidas. El texto narra la historia de una lucha constante para alcanzar respuestas y otra ubicación en el mundo. El ideario de Nietszche y de Oscar Wilde es el sustento filosófico de la novela.

En 1912, Gide publica en Gallimard, junto con otros textos, El regreso del hijo pródigo, basado en el relato del Evangelio, según Lucas (XV: II- 32).

El relato se centra en dos pilares: el sufrimiento y la ternura. Está estructurado en cinco apartados:

  • El hijo pródigo y su partida en busca de la libertad y la felicidad

  • El padre que lo comprende

  • El hermano mayor, que ha llevado una vida proba y le reprocha su proceder

  • La madre que lo colma de ternura y consuelo

  • El diálogo con el hermano menor, que decide partir en busca de la libertad y la felicidad y se promete no fracasar

Narra la historia de una peripecia fracasada y ante la pérdida, el viajero debe regresar derrotado y reencontrarse con su familia, que lo recibe con un festejo.

A partir de la parábola bíblica, Gide recrea en un texto moderno, ambientes y personajes del Evangelio.

Personalidad multifacética, además de la labor literaria, Gide fue un verdadero maestro y orientador. Intentó que cada uno de sus alumnos siguiera su propio camino. “Sé quién eres” era su recomendación habitual y sostenía que “la preocupación de todo verdadero maestro es la de enseñar a prescindir de él”. 

Su labor docente se desarrolló en la en la revista La Nouvelle Revue Francaise, que comienza a difundirse en 1904, y contó con la colaboración de Claudel, Valery, el propio Gide, Malraux, Sartre y Camus. En dicha revista, en 1909, publica La puerta estrecha. Novela breve, intensa e imprevisible, escrita en primera persona, en la que Gide desarrolla con objetividad, sin emitir juicios, el conflicto entre el amor y la religión, y los efectos devastadores que esta última puede provocar. Analiza las consecuencias mutiladoras, cuando se restringe el amor y las justificaciones del ser humano para optar por la infelicidad. Con tono de confesión íntima, desnuda los efectos de la moral puritana al negar las fuerzas naturales de la vida.

Un versículo dicho por el pastor, sintetiza el espíritu de la obra: “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque la puerta ancha y el camino espacioso conducen a la perdición”. El que opta por el camino más estrecho, el del sufrimiento, encontrará la verdadera Vida. Esta visión del mundo se arraiga en Alissa, la joven protagonista, enamorada de su primo Jéróme, que fluctúa entre el placer, el sacrificio y el remordimiento. Sumida en la ambivalencia, las cartas que envía a su prometido, introducen al lector en el meollo del conflicto. 

En 1914, publica una de sus novelas capitales: Las cuevas del Vaticano. La historia se centra en el falso secuestro del Papa León XII, a manos de la masonería y la estafa urdida por el perverso Protos, quien propaga el secreto entre los fieles, a fin de conseguir dinero para el rescate. La novela es una sátira contra ciertos aspectos del mundo vaticano y los círculos católicos.

Gide denomina este texto “sotie”, farsa burlona, a la manera de Rabelais y le sirve para realizar una crítica a la iglesia católica y a la ingenuidad de muchos de sus miembros. Además, la palabra “cave” abre un abanico de interpretaciones. Además de significar bodega o cueva para almacenar bebidas, en el argot francés se denomina así al ingenuo, cándido, fácil de engañar. Este significado bien sirve para definir al personaje de Amédée Fleurissoire, víctima de la estafa de Protos y que representa a la otra estafa: la iglesia católica y la religión, que priva al ser humano de su autenticidad, de su libertad y de toda posibilidad de aventura.

Por otro lado, Amédée es la presa servida para que Lafcadio, otro de los personajes claves, e influido por Protos, ponga en práctica su experiencia del “acto gratuito”, acto que devuelve al ser humano a una inocencia original. Es un acto de máxima libertad, que no obedece a ningún imperativo ni pretende absolutamente nada. Es un crimen sin sentido que restituye a quien lo realiza, a un estado anterior al pecado original y, por consiguiente, lo libra de la culpa. Por su gratuidad se lo comparó a la obra de arte, teoría a la que los surrealistas se sumaron.

Responde a una postura filosófica que sostiene que las acciones deben ser totalmente libres porque allí se encuentra la particularidad del individuo.

Gide, gran admirador de Dostoievski, da un paso más con el personaje de Lafcadio. El héroe dostoievskano de Crimen y castigo, Rascolnicoff, después de asesinar a la vieja usurera, se debate con su conciencia, por el contrario, Lafcadio luego de arrojar a las vías del tren a Amédée, a quien no conocía, permanece insensible. Carece de culpa, solo ha realizado un experimento para manifestar su capacidad de decidir. Se sitúa al margen del bien y del mal.

Esta novela causó grandes controversias y en medio de la guerra, Lafcadio se convirtió en un símbolo y Gide fue centro de muchas polémicas, situación que lo impulsa a viajar a Inglaterra en compañía de un amigo. De regreso escribirá otra de sus novelas más famosas, La sinfonía pastoral, que publica en 1919, cuando Gide tenía cincuenta años.

Relata las angustias de un austero pastor protestante de la región del Jura, casado y padre de cinco hijos. Escrita en primera persona, está estructurada en dos cuadernos o diarios íntimos, en los que el protagonista vuelca sus vivencias y reflexiones acerca de la moral puritana y los sentimientos de culpa generados por el amor.

La novela narra la historia de una muchacha ciega, que el pastor encontró cuando lo llaman porque una anciana sordomuda acababa de morir. La joven de unos quince años es ciega, casi no habla y vive en condiciones deplorables, rayanas con la animalidad. Conmovido ante la situación, el pastor la lleva a su casa, donde no es bien recibida por su mujer, que lo increpa diciéndole: “¿Qué otra nueva carga se te ha ocurrido ahora echarte a las espaldas?”. No obstante logra alojarla y la menor de sus hijas, Carlota, decide llamarla Gertrudis.

Luego de asearla y cortarle el enmarañado cabello, comienza para el pastor la ardua tarea de sacarla del mundo de las sombras y asomarla a la luz del conocimiento, guiado por los consejos de su amigo el doctor Martins: “Sobre todo no trates de ir demasiado de prisa; ocúpate de ella a una hora determinada, y nunca un tiempo excesivo…” y le sugiere que lea un cuento de Dickens, El grillo del hogar, porque le será de gran ayuda.

Día tras día aplica el método de Martins, Gertrudis irá descubriendo sonidos, formas, hasta incorporar el lenguaje como otro punto de contacto. Al poder dialogar puede manifestar el asombro ante todo lo que comienza a percibir: “¿Será verdad que la tierra es tan bella como cuentan los pájaros?”.

Con el aprendizaje del alfabeto braille, se introduce en la lectura y su poder de captación será aún más agudo. La música también será un detonante para acceder a la belleza y a la plenitud de los sentimientos.

Una tarde va con el pastor a un concierto, en el que ejecutan la Sinfonía Número 6, La Pastoral de Beethoven y Gertrudis queda arrobada, en estado de éxtasis. Percibe que la naturaleza se manifiesta en esos acordes y define esta emoción diciendo que ella, aunque no ve, conoce “la dicha de oír.”

Poco a poco, sin que se percate, los sentimientos del pastor se transforman en amor absoluto hacia Gertrudis. Un amor pasional que niega y reviste de caridad cristiana, de protección hacia un ser desvalido. Esta ceguera lo llevará a actitudes nefastas. Su mujer y el hijo mayor Jacques, que también ama en silencio a la joven, perciben que ese afecto es un sentimiento mucho más fuerte que, como un alud, desencadenará una serie de episodios incontrolables.

En 1926, después de su regreso de África como enviado especial para las colonias, publica dos libros Viaje al Congo y Regreso de Chad. En ambos critica seriamente al régimen colonial francés y pide reformas para flexibilizar el trato hacia los africanos y la explotación de los recursos.  En ese mismo año se publica Los monederos falsos, considerada su obra maestra. Esta novela le llevó seis años de arduo trabajo y en ella reúne todos los tópicos desarrollados en los textos anteriores y un hito renovador en la literatura contemporánea. Gide innova tanto en el manejo temporal de la acción, en un abanico de historias entrelazadas, en un sistema de ejes múltiples y una teorización del género novelesco.  El texto resulta un interesantísimo híbrido entre la novela, el ensayo y el problema de la veracidad. 

En el Diario de Los monederos falsos, escrito por el propio Gide a fin de reflexionar sobre los procedimientos que estaba implementando en su novela, afirma que “El mal novelista construye sus personajes, los dirige y los hace hablar, el novelista verdadero los escucha, los mira actuar”.

La novela narra un complejo entramado de relaciones amistosas, familiares, amorosas de una ambigüedad constante y la forma de vida de los personajes. Para esto utiliza distintos recursos narrativos: mezcla y alterna distintos géneros narrativos: carta, diario íntimo, esquelas.

La trama se centra en tres personajes: Bernard, Olivier y Eduard, el escritor.

Luego entran en escena diversas historias:

-Vincent, hermano mayor de Olivier, que abandona a Laura, su amante embarazada y huye con Lady Griffith, a la que asesinará en un viaje a África.

-Georges, hermano menor de Olivier, un pequeño delincuente que será miembro de la banda que hace circular las monedas falsas.

-Armand, amigo de Olivier, un joven depresivo y nihilista que será captado por el siniestro conde de Passavant.

-La de los padres de los jóvenes. 

-El padre de Bernard, prestigioso jurista y hombre muy recto, que investiga la circulación de las monedas falsas.

-El padre de Olivier, imbuido en su doble vida, la familiar y la que lleva con su amante.

Otro de los elementos innovadores es lo metaliterario: todo se centra en la novela y la reflexión sobre la relación del género narrativo y la realidad. Es la literatura que se mira a sí misma.

Hay dos narradores, que alternan sus voces, uno es el que narra la historia general y el otro es Eduard, también escritor, que escribe una novela llamada Los monederos falsos. Este aspecto posibilita que realidad y ficción jueguen entre sí.

Gide construye un triple tratamiento de los personajes: juez, parte y testigo y lo logra a partir de Eduard, al que conocemos por su Diario, en el que reflexiona sobre sí, sus vínculos con los otros personajes y sobre la novela que está escribiendo.

Los lectores leemos Los monederos falsos y la novela de Eduard también se llama de este modo, por consiguiente se establece un juego de espejos que André Gide denominó “puesta en abismo” y así se la llama en el campo de la narratología.

La puesta en abismo es imbricar una narración dentro de otra narración, similar o del mismo tema. Es un relato interno, una duplicación. Es el “desarrollo de una acción dentro de los límites de otra acción. Ocurre cuando un personaje de la historia relatada, toma a su cargo la narración de otra historia… convirtiéndose así en personaje narrador de una historia secundaria o de segundo grado”, tal cual afirma Helena Beristáin.

A través de este artículo, hemos procurado asomarnos a la abundancia de ese mar, que es la producción de André Gide. Nos han quedado muchos aspectos sin abordar, pero este intento es una propuesta a regresar al maestro, bajo cuya sombra, muchos lectores nos albergamos.


* Ana Emilia Silva es profesora (USAL) y licenciada en letras, egresada de la Universidad Nacional de San Martín. Se ha diplomado en Lectura y Escritura por FLACSO y por la Universidad Nacional de San Martín en las Diplomaturas en Literatura Infantil y Juvenil y obtuvo el Postítulo en Literatura Infantil y Juvenil: CEPA.

Es narradora oral, discípula del profesor Juan Moreno. Integra la Comisión Directiva de ALIJA y es miembro de la Academia Argentina de Literatura Infantil y de la Academia Alas.

Escribe poesía y narrativa, varios de sus textos integran diversas antologías.

Coautora de libros de texto en Lengua y Literatura para Editorial SM y Editorial Kapelusz  y autora de Prácticas de Lengua y Literatura. Pasar la Posta.

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