Conversaciones
Amanda
observa las palabras
deja que se posen
en las pestañas en los hombros
hechas rocío o
lluvia fresca de verano
y que los sonidos aniden
en su pecho.
Palabras dedicadas
robadas otras,
la enredan.
Ella las saborea
las demora las sopesa
se cuelan como hormigas
hunden sus granos
en tierra ávida
dibujan con palitos.
Las aprieta en su mano
sabe tantas como sus dedos
no las dice
aunque la madre insista
guarda nombres
galletitas en la boca.
La merienda
desarma sus migas
es un sol viejo.
Algo vuela
se hace sonrisa
el viento sopla desde la punta
de un dedo
ella abre el silencio
del interior de una corola
su voz durazno arma la fiesta
señala el vaso transparente
y dice.
Living
Pido hundirme
en un monte de silencio y luz
para corregir poemas en la compu
solo puedo hacerlo así:
sin sueño, hambre ni obligaciones.
Pero mi hijo también está luminoso,
dibuja con un amigo en el living
se deslizan entre murmullos de lápices de colores
una cápsula de risas vuela sobre la mesa.
Los dos viven en el papel, los lápices son ramas
de un refugio donde solo caben ellos.
También al más grande
lo trajo su deseo
de acariciar la guitarra en el sillón
exprimirla como a una fruta rara.
Renuncio una vez más
asombrada miro los sonidos,
van cayendo sobre todas las cosas
en una lluvia suave.
Las tardes con Felipe
de a ratos cada uno
él mata zombies en la compu
yo atiendo un paciente
descuelgo doblo guardo ropa
le digo cortala
y dibuja luchas diminutas
sacan chispas las vocecitas.
Se estira como gatos
en sus rincones la presencia
del otro, una forma
de la calma.
Sirvo un licuado de banana y pera
con almendras gordas
remojadas para la ocasión.
Antes de salir a inglés
y hacer la maldita tarea
nos acomodamos en el sillón
el último rato de sol
antes que se enoje
y se rompa la tarde
buscamos la liana de algún libro
una costura invisible
de pájaros y voces
se meten en el cuerpo
llevándonos a un bosque
que nos sostiene en el aire
en el aire.
Oleaje
No son momentos de zambullirse
como cuando te leía un cuento de chico
vas y venís con la compu
armás tu caverna portátil, impenetrable,
habitada por luces y voces.
Voy bordeando los costados
a pasos de cangreja
pendo de algún comentario
que milagrosamente asoma en tu boca.
Te preparo un licuado, galletas de manzana
volvemos al principio:
al hilo silencioso de la nutrición
que sobrevive como una roca
el oleaje de tu adolescencia.
Te llevo a una fiesta lejana
intento sacar temas
como un mozo que lucha
una propina
tus monosílabos
cierran uno a uno
los frascos de las conversaciones
mi voz te es ajena
peor si se acerca.
Esas son las probabilidades del humor:
nubarrones de indiferencia
chubascos de ira.
Me ciño al rol de chofer
-cocinera y bancaria será otra vez-
hundiéndome en las aguas
de la incondicionalidad,
agrias de este lado.
Mejor que la radio ocupe
nuestro desierto,
al fin alguien me habla.
Te dejás llevar
por la luz de tu celu
mientras recorremos
los pedacitos
del camino
que nos queda.
Hablábamos
la conversación iba
bordeando una zona neblinosa
como quien tantea un río
donde pronto
no hace pie.
Algo contaste de la pelea con Juli
te dije cosas
las rechazaste
después, te oí decirlas.
Las murallas fueron perforándose
en ciertos huecos
me deslizaba hacia vos
sin rozar las partes sólidas.
En esas condiciones, hablamos
te volviste chiquito
terriblemente herido
no de un raspón en la rodilla
no de un problema en la escuela.
Natalia Schapiro nació en Buenos Aires. Se recibió de psicóloga y asistió al taller literario de Laura Devetach. Algunos de sus libros son Lucía y la varita china, Cuentos callejeros, A la vuelta del mundo, A salto de cangurito, Diario de dragones, Una tertulia inolvidable, ¿Alguien anda ahí?, Dorotea cumple mil, 100% fútbol, Cumpleaños a golazos. Además de escribir le gusta trepar montañas, andar en bici y comer torta de manzana.
" su voz durazno" Qué bellos todos!
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