Andrea Ferrari: “Me gustaría que lectoras y lectores encuentren en el libro un lugar para pensarse”

En el Programa Bibliotecas para Armar dedicamos el mes de marzo, a la mujer. Y por eso, en este 8 de marzo que las homenajea, publicamos una entrevista a Andrea Ferrari a propósito de su reciente novela El retrato de Verónica G, editada por Loqueleo. Nos pareció que por muchos motivos reseñar brevemente en la introducción parte de la historia de la novela y preguntarle a Andrea por sus claves, era especialmente valioso en esta fecha. A la luz de las profundas respuestas de la autora, creemos haber acertado.




Por Mario Méndez


La novela El retrato de Verónica G, de Andrea Ferrari es, además de bella y potente, muchas otras cosas. Entre ellas, es un sutil homenaje a El retrato de Dorian Gray, la célebre novela de Oscar Wilde, además de una contundente denuncia, en clave literaria, claro, de los manejos de la publicidad, de la maldición de las imposiciones “para ser bellos”, que padece toda la sociedad, pero que, como bien dice la narradora en la novela, sin duda afecta más a las mujeres. “Siempre fuimos las mujeres las más perjudicadas, las que más presiones sufrimos”, reflexiona Lucía, narradora testigo de un drama, y protagonista de un movimiento, el “FuckBeauty” que de tan bien contado (y quizás por lo necesario) debería existir.

La historia parece sencilla, pero no lo es. Finaliza la secundaria para cuatro amigas, entre ellas Verónica y Lucía, las dos que sostienen la trama. Y empiezan las búsquedas vitales. A Verónica, que tiene una de esas bellezas que “imantan”, pronto le cae del cielo la propuesta de entrar al mundo glamoroso de la publicidad. Una foto suya, el retrato al que hace referencia el título y homenajea a Wilde, explota en las redes, en los carteles de la calle, en todas las pantallas. Y explota en su vida. A partir de allí, lo que parecía una historia idílica se convierte en drama. No contaremos más de la novela, que hay que leer, porque es sin duda una excelente historia, pero sí le preguntaremos a Andrea Ferrari por algunas de sus claves.

-¿Cómo surgió la idea de contar esta historia, Andrea? ¿Por qué Dorian Gray?

-La idea surgió justamente de una relectura de ese clásico de Oscar Wilde. Pensaba en la obsesión de Dorian Gray por ese retrato que lo muestra joven y bello y del horror que le provoca la idea de perder esas cualidades. Me pregunté cómo se trasladaría eso a una historia que transcurriera en la actualidad, en el marco una sociedad que, creo, vive más que nunca obsesionada con la imagen, con retratarse, posar, exhibirse en las redes, compararse con otros. Y con una poderosísima industria de la estética que nos bombardea constantemente para que consumamos aquello que supuestamente nos hará más lindos, más flacos, más jóvenes y, en última instancia, más exitosos. No es necesario haber leído “El retrato de Dorian Gray” para entrar en esta novela, pero quien lo haya hecho encontrará guiños aquí y allá. Son, en definitiva, dos historias de una obsesión. 

-En varios momentos se habla de los privilegios de la belleza: las ventajas para conseguir trabajo, la confiabilidad que supone ser “lindo”, la atención diferenciada que reciben los bellos. Carola, una de las amigas, lo investiga. ¿Qué investigaste vos en la previa, para hacérselo contar a Carola?

-Leí todo lo que encontré sobre la belleza. Me interesaron mucho varios estudios que muestran cómo la gente atractiva en términos tradicionales es mejor tratada en todos los niveles. Desde niños, por sus padres y maestros, hasta en la adultez por sus pares, parejas, amigos, jefes. Que les resulta más fácil conseguir trabajo y luego obtener ascensos, que están mejor pagados, que son considerados más inteligentes y más confiables. En suma, que son enormes los beneficios sociales, afectivos, económicos, el “capital estético”, como denomina un especialista.  La pregunta que me interesa, y que ronda entre los personajes de la novela, es cómo se construye el criterio de belleza, esas pautas rígidas que determinan lo que es lindo y lo que es feo. Y más todavía, si es posible dar la espalda a esas imposiciones estéticas. ¿Se puede realmente romper con esos mandatos culturales? A eso apunta el movimiento FuckBeauty que imagina el libro. Pero aún sus propias protagonistas se muestran presas de sus contradicciones. La respuesta posiblemente es que no hay respuestas definitivas. 

-¿Hasta qué punto incidieron los recientes movimientos de mujeres en la construcción de la novela?

-Creo que la cuestión de género ha sido central en la agenda política mundial de los últimos años. En ese sentido, todos estos movimientos –Ni una menos, Me too, el movimiento por la ley del aborto—están como trasfondo en el FuckBeauty, la corriente que en la novela cuestiona la imposición de los cánones de belleza tradicionales. Pese a la fuerza que ha adquirido el movimiento de mujeres, la cuestión de la discriminación por aspecto sigue siendo poco debatida. Me interesó poner a los personajes a discutir este tema no sólo en lo que hace a la formación de políticas públicas, sino también a lo más personal: cómo estos juicios estéticos afectan la mirada que tenemos sobre nosotros mismos y sobre los otros, cómo definen la construcción de la identidad. 

-Otra de las ideas fuertes de El retrato de Verónica G es la de la exposición permanente: vivimos para mostrarlo en las redes, denuncia Carola. ¿Creés que eso es un problema grave de nuestra sociedad?

-A mí me genera una mezcla de curiosidad, fascinación y espanto la manera en que la gente se expone en las redes, a veces hasta en los detalles más íntimos de sus vidas. O el uso de esas herramientas que se mencionan en la novela: filtros fotográficos que sirven para alterar la imagen, aparecer más atractivos y recibir muchos “me gusta”. Es como construir un otro yo que vive una vida paralela, en general más feliz y exitosa que la propia. Pero no podría decir que eso sea necesariamente un problema, supongo que a mucha gente le sirve como forma de conexión. No pretendo juzgarlo. 

-¿Cómo te llevás vos, como escritora, con el tema de las redes, la exposición, los pedidos de entrevistas, mensajes, videítos?

-¡Mal! Soy bastante fóbica a la exposición. Vengo del periodismo gráfico y siempre me sentí más cómoda en el lugar del que pregunta entre sombras que en del que responde y se expone a las cámaras. Las redes sociales me interesan como un fenómeno social, no tanto como lugar de circulación personal, sólo las uso con fines profesionales, bastante poco y mal. Pero, insisto: no quiero hacer un juicio de valor, simplemente no es lo mío.  

-La idea de venderle el alma al diablo a cambio de belleza y juventud está expresada en la irrupción del Stoptime. El producto no existe, por suerte, pero viendo las depilaciones definitivas, las cirugías plásticas, los tratamientos capilares, y demás, bien podría existir y ser exitoso, ¿no es cierto? 

-- Sí, el Stoptime no existe, pero hay infinidad de tratamientos o productos que prometen el oro y el moro. Y es tan fuerte el deseo de seguir siendo jóvenes y bellos, que queremos creer, apostar y confiar, incluso en las promesas más disparatadas. Esa idea fáustica de venderle el alma al diablo (o a las farmacéuticas o a la industria estética) lejos de desvanecerse, tiene cada vez más lugar para crecer.

-¿Cómo esperás que será recibida la novela por las y los lectores jóvenes? 

-Me gustaría que lectoras y lectores encuentren en el libro un lugar para pensarse. Para discutir, quizá, cómo esos juicios estéticos afectan sus vidas, definen sus elecciones y su manera de verse. No pretendo dar respuestas, me interesa más esbozar las preguntas. 



El retrato de Verónica G.
Andrea Ferrari
Loqueleo, 2020.

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