Las pruebas de vida: cartas que quedaron de la guerra de Malvinas
Por Mateo Niro*
Como algún concurso masivo de televisión o la visita de un astro de la música, la política o la religión, la guerra de las Malvinas, entre otras cosas, generó una práctica epistolar de características extraordinarias. No resulta común, claro, tal densidad de correspondencia enviada a un territorio particular con disparidad de relaciones –familiares, amistosas, amorosas, desconocidas- pero con un mismo referente. Estas últimas, a las que llamamos desconocidas, fueron la cosecha de campañas oficiales que promovieron la escritura y el envío de misivas a los soldados argentinos inmersos en el conflicto bélico. Bolsones con correspondencia firmadas con nombres y apellidos como sacados al azar de la guía telefónica, dirigidos a anónimos con la remota cucarda de héroe, llegaron a las manos cuarteadas de los jóvenes combatientes. Al recibirla, éste nada sabía sobre quien le escribió cada una, sólo lo que el escribiente pudiera haber dicho de sí mismo, como el revés del juego del amigo invisible: el remitente llevaba nombre propio, mientras que el encabezado era un minúsculo sustantivo común, un tipo: soldado.
Guillermo fue uno de ésos. En el sorteo había sacado 972 (“marina de cabeza”) y unos días antes del 1ro.de junio de 1981 le había llegado la citación de alistamiento para cumplir con la obligatoriedad del servicio militar. El destino fijado fue el Batallón de Infantería de Marina nro.3 de La Plata, provincia de Buenos Aires; como todos, hizo la instrucción y, en abril del año siguiente, ya era soldado viejo. Esa tarde estaba de franco y en su casa recibieron la llamada telefónica. La urgencia no podía valerse de la pereza epistolar para informarle que debía presentarse esa misma noche. Guillermo, cuando recuerda, cuenta varias cosas de ese día: que su madre le avisó con suficiente congoja del llamado; que él estaba en el departamento de unos amigos, Patricia y Patricio; que al despedirse y estar bajando en el ascensor, escuchó que el hermanito de ambos gritaba: “¡te vas a la guerra!”. Guillermo se presentó como todos en el horario convenido, sin más lo subieron a la bodega del fokker y el avión descoló. Dice que estaban muy apretujados, que eran demasiados para el exiguo espacio, que nadie conversaba con nadie, un poco por el sueño pero mucho por la angustia e incertidumbre, hasta que se escuchó una voz de conscripto que dijo que nadie se preocupara por el apiñamiento, que a la vuelta seguramente irían más cómodos.
El avión que llevaba a Guillermo y a todo el batallón no aterrizó en las Malvinas. Él se entero más tarde. Nadie les había dicho dónde irían ni a qué. Los paisajes, en el último sur, son todos iguales. Cuando bajaron vio un cartel, como el de las estaciones ferroviarias, que decía: “Río Grande”. Sintió, aunque titilante, que le volvía el alma al cuerpo, como aquel que cae por un precipicio y queda colgado de una delgada rama. Sabía que sólo restaba un ligero tirón para que la rama cediera y llegar así sí al último peldaño de los infiernos, pero algo era algo. Al tiempo, se fue dando cuenta por sus propios medios –oído avizor sobre conversaciones susurrantes entre oficiales- del por qué estaban ellos ahí: el BIM 3, así se llamaban, tendría dos funciones estratégicas en ese lugar del confín del continente: la de ser reservistas –de hecho, ya les había tocado al BIM 5 estar en Río Grande y luego trasladarse a las islas; y, por otro lado, proteger la frontera con Chile, enemigo íntimo de esos tiempos, por donde, sugería cierta hipótesis, podrían penetrar las fuerzas inglesas al continente. Ahí estuvo Guillermo, desde mediados de abril hasta el final de la guerra. En todo ese tiempo, recibió y envió muchas cartas. Primero por el correo tradicional, más tarde a través de un sistema no oficial -un compañero que iba y volvía a Buenos Aires para trámites personales e institucionales de la superioridad llevaba y traía la correspondencia de sus camaradas. Las cartas quedaron en una cajita forrada, por todos estos años, sin tocarse, al fondo de la baulera de la casa paterna.
Las cartas permiten fijar ciertos elementos de la micro-historia que la memoria tiende a confundir, seleccionar, borrar, olvidar. Pero no sólo por el hecho de ser escrito es posible esa fijación singular, sino también porque se construye como un registro simple e inmediato, un género primario, según la tradicional clasificación de Bajtin. La carta guarda con buena conciencia el punto de vista y las valoraciones de quien consigna. Además, las protege con celo: tanto, que no se le permite ni siquiera al autor real de la carta, luego de haberse desprendido de ésta, enmendar ciertos elementos a lo que la nueva historia señala como conveniente; la materialidad de esa escritura se ha desposeído de su enunciador y está, con suerte, en manos de su destinatario. La carta en cualquier tiempo permite ese registro como una crónica en segunda persona que da cuenta del hecho pero también de quien lo percibe, de quien lo cuenta. Pero en tiempos de grandes sucesos, la carta hace las veces de historia mínima que se nutre de la grande, la del tendal de los cuerpos mutilados o lo que de esos dice la TV. También, por supuesto, la devuelve transformada: es así que varios textos periodísticos, literarios y fílmicos que registran en una gran mirada esa Historia llevan consigo la práctica epistolar como referente o modo de relato. Cuando el acontecimiento es la guerra, esa huella parece abrirse paso como un discurso pequeño, interpersonal, de sujetos casi anónimos que se escriben, para contarse cosas de la vida o, aunque más no sea, para la comprobación más grave, la misma que hace el enfermero al tomar de las muñecas al moribundo.
La carta es tan antigua como la escritura y opera, fundamentalmente, como un sistema de comunicación diferida entre ausentes: el uno no está con el otro, y tampoco se corresponden sus aquí ni sus ahora. Tanto es así que los elementos centrales de la enunciación aparecen necesariamente fijados en el encabezado –Buenos Aires, 21 de abril de 1982 Querido Willy- y en el pie –Tu amigo Diego. La irrupción de cada nueva tecnología a través del tiempo tuvo como intención permanente la restricción de ese diferimiento, es decir, hacer más breve ese hiato temporal, que el ahora de uno esté cada vez más próximo del ahora del otro (1). Lo que antes hacía la carreta después lo hará el automóvil; lo que antes hacía el barco, luego lo hará el avión. Sea como sea, la carta se trata siempre de una correspondencia entre ausentes: ausente está el remitido cuando se escribe, ausente está el remitente cuando se lee. La distancia es definitoria para que una carta tenga sentido de ser enunciada. Por eso más allá de algunas teatralizaciones como ciertas epístolas amorosas que van de la mano del que escribe a la mano del que lee sin mediaciones, son la ausencia y la distancia los patrones determinantes. Es justamente por esto que la epistolaridad requiere irremediablemente de terceros sujetos y tecnología externa que intermedien. Eso trae consigo ciertos riesgos. Tanto que los aparatos jurídicos de los Estados modernos necesitaron legislar sobre el respeto a la intimidad de esos mensajes a los que el diferimiento podría funcionar como coartada para la transformación, censura, extravío o mera intromisión, consignando en sus leyes fundamentales cuestiones que tienen que ver con la inviolabilidad de la correspondencia. La Constitución Argentina, en el artículo 18, dice entre otras cosas: “El domicilio es inviolable, como también la correspondencia epistolar y los papeles privados.”
Si de ausencia y distancia hablamos, son la carta del convicto, del exiliado, del recluta, tipos en donde dichas condiciones se exageran. Esa ausencia y esa distancia son irreductibles, por el trazado de un límite infranqueable entre los cuerpos que requieren necesariamente de la carta para que los mensajes se trasladen de un lado a otro. Pero, como será visto, con reservas.
El teatro de operaciones en la guerra de Malvinas fue ajeno, distante, otro mundo. Desde los territorios de origen partieron cartas a los seres queridos ausentes para dar cuenta, a simple vista, de cómo quedaron las cosas, del afecto que se tiene por ellos, de las noticias del mundo que dejaron, del deseo que les cuenten cómo andaba por allá. la vida. Como decíamos, la guerra externa parece ser uno de los casos en que se extreman estas condiciones de diferimiento, ausencia y necesidad de intermediación. Es dicho común el que dice que lo primero que se pierde en una guerra es la libertad de información. Esto se liga, generalmente, a la información que circula por los medios masivos de comunicación. Pero también se inmiscuye en la información interpersonal. La carta, sin dudas, resulta un medio afín para la transformación porque hay tiempo y ausencia entre escritura y lectura. El compás de espera al que se asiste entre la mano que arroja la carta en el buzón y la que la recibe en su caseta permite que el mensaje pueda ser operado, modificado o, directamente, quitado del circuito. Éste puede ser uno de los motivos de funcionamiento aliado entre la guerra y la epistolaridad.
Las cartas de/a Guillermo (2) a propósito de la guerra de Malvinas son 55. Las que viajaron por el correo oficial exhiben en el sobre un inmenso sello que dice, en mayúsculas y recuadrado: “CENSURA NAVAL ARGENTINA”. Esto que parece un gesto de buena conciencia ante un proceder violatorio, funciona más bien como aviso hacia la carta sucesiva: la correspondencia que sale y entra a la guerra es y será violada. A su vez, el procedimiento está subrayado en el mismo objeto-carta vejado, roto y abierto el sobre como un acto probatorio contra el disimulo (3). Se trata, a diferencia de la grande, la que se ejerce sobre las agencias de noticias, la radio y la televisión, de una censura artesanal, íntima, que surte efectos cortos: en el soldado, en su familiar, en su amigo o en su querido invisible.
De las 55, sólo una sufre un explícito cercenamiento en el mensaje. Ésta es:
Bs. As. 26 de abril 1982
Querido Willie:
Me alegró recibir tu carta, ciertamente me sorprendió muchísimo ya que no tenía noticias tuyas hacía mucho tiempo.
Espero que las cosas no esten tan mal, y que vos la estes pasando tan bien como dice tu carta.
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
Tu carta llegó después del ataque en las Giorgias y vos la escribiste antes así que… no importa.
Willie, espero, que no estés enojado por lo que pasó, aunque si lo estuvieses estarías en todo tu derecho; pero te pido disculpas, realmente fue una estupidez de mi parte no habértelo aclarado yo misma.
Espero que vuelvas pronto, así tenemos una charla y aclaramos todo aunque sea un poco tarde.
¡Ah! Con respecto a los saludos de Marcela te aclaro que me es imposible dárselos, ya que estamos peleadas hace más de dos semana (cuando vuelvas te cuento).
Con referencia al frío, mi colegio mandó un toco de chocolates, galletitas, caramelos y alguna q' otra cosa para que coman (espero que estén orgullosos y agradecidos a mi colegio).
Bueno Willie espero que sigas bien y recibir pronto noticias tuyas.
Un beso y suerte
Silvia
PD: Ni en el sur dejás las D.R.F. (que ¡imbesil!) (¡me embole!)
La censura, en estas cartas -en esta carta-, se materializa de una manera muy precaria: con un fibrón negro un tanto gastado. A partir de ésta, la censura se transforma en un tema explícito del intercambio epistolar (“Me llama mucho la atención eso de que tacharon dos renglones de mi carta, creo no haber puesto nada censurable, no importa no tendría mucha importancia.” De Silvia, 20 de mayo), y se elude con un sistema diferenciado del oficial. Esto no tiene que ver con la eficacia de una estrategia de traspaso de información confidencial, sino más bien con el pudor de un acto privado.
Realmente estoy muy contento x haber recibido noticias suyas y a partir de ahora no va a haber problema con el correo (q' tarda un montón / ni con la censura, ya q' Pablo va a ir y venir seguido, entonces va a llevar y traer cartas (por lo menos así lo espero yo).
De Guillermo a sus padres, 10 de mayo
¿Qué será lo que el censor censura? Podría pensarse en informaciones reservadas del propio conflicto o en valoraciones reprobatorias de la guerra o de la alta oficialidad. Lo que resulta interesante señalar, a partir del relevamiento de estas cartas, es que el soldado tiene sólo conocimiento de su breve circunstancia mientras que el civil –el de afuera- padece el flujo encorsetado de información que sostienen los medios masivos de comunicación ya controlados. Tanto es así que las informaciones que llegan a Guillermo son las reproducidas acríticamente desde la televisión, la radio, los periódicos. Por otro lado, más allá de ser una situación no deseada, se trata, a consideración de todos, de una “guerra justa”. Esto le cuenta a Guillermo un amigo desde la ciudad de Córdoba:
Se ha generado asi una guerra de desgaste en trincheras en donde los ingleses llevan las de perder ya que pierden material que no pueden reponer fácilmente, además, como es de tu conocimiento el frío esta causando estragos junto con la nieve y las heladas en las filas inglesas principalmente porque se encuentran a la intemperie, sin poder hacer fuego y renovar esos contingentes con tropas frescas, cosa que nosotros podemos hacer perfectamente, por lo que el frío nos afecta menormente.
Te diré que le hemos hundido 6 barcos por ahora otros 4 debieron volver a Inglaterra a reparar graves averías y los 2 portaaviones tuvieron tambien que volverse por las averías que sufrieron con lo cual se volvieron inoperables. Como te daras cuenta se han quedado casi sin cobertura aérea, y es así que nuestra fuerza aérea controla los cielos.
De Mario a Guillermo, 8 de junio
Guillermo reconoce que la información le llega únicamente en forma de carta, como si los hechos le perteneciesen más al mundo exterior, al otro que quedó, que al que vino. El aislamiento únicamente es penetrado por esa información íntima, que reproduce como loro lo que dice cada comunicado oficial, duro, tendencioso y reglado. Solamente luego, muchos meses después de la guerra, con la dignidad del burlado, aparece el desengaño como referencia.
De Patricia a Guillermo, 29 de diciembre
El control al que fue sometida la información masiva no dista de la guarda artesanal que se le dio a cada una de las cartas y al mensaje íntimo. Esta censura se hace posible en la carta y no en otros sistemas instantáneos de comunicación interpersonal –por ejemplo, la comunicación telefónica. Por eso resulta interesante dar cuenta de la carta como un sistema aliado a este tipo de procesos (4).
La materialidad de la carta permite determinados usos que se agravan en circunstancias como la guerra. Uno es la fetichización: el pequeño objeto que se traslada, la caligrafía insegura, una fotografía que llega al destino remoto. El otro, quizá resultado del primero, es cierto ánimo de acumulación. Digamos: cuantas más cartas se reciben, más se es querido. Y en estos sentidos es donde aparece el carácter performativo de la carta. La carta, más que constituirse en canal del mensaje, se transforma en mensaje mismo, acto. Como las cartas amorosas, no resulta tan importante el significado de sus palabras sino que sean dichas, la mera enunciación (5).
Un rosario de vaguedades atraviesan las cartas que le llegan a Guillermo: largos parlamentos sin sentido, casi sin referencia, sólo rellenar renglones que justificaran que ese mensaje atraviese miles de kilómetros.
Espero que hayas recibido la carta n°2 que te envié, o sea la anterior a ésta; ya que siendo esta la N °3 la anterior es la n°2; consecuentemente la anterior a la N °2 es la primera, después de la cual te mandé 2 cartas, la anterior y ésta (UHF, casi me trabo!!!)
De Diego a Guillermo, 9 de mayo
Esto, sumado a sintagmas metadiscursivos del tipo: no tengo nada qué contarte, no sé qué ponerte, etc. abundan en las cartas que llegan a Río Grande. Pero todas, con o sin algo para contarle, piden respuesta.
Las cartas de guerra también parecen requerir, como las de amor, su correspondencia (6). Las cartas de guerra explicitan el deseo de que el vínculo no se corte y esto es explicitado a veces con ánimo gentil o con gestos de gratitud sobre el potencial eco. Otras, con modalidad imperativa. Podemos pensar que en esto confluyen cuestiones del tipo expuesto más arriba: si me escribís es porque me querés y quiero que me quieras. Pero si desarrollamos más este esquema, nos encontramos con otras aristas. En las cartas de guerra, a diferencia de las amorosas, se produce un desequilibrio entre los dos polos de la interlocución –digamos, para este caso:
(un) soldado Guillermo
(muchos) padre, madre, hermana a, hermana b, amigo a, amigo b, amigo c, etc.
Esto permite la cuantificación relativa: a mí me querés más/menos que a tal otro que le escribís menos/más.
Además, si la correspondencia en los sujetos amantes se convierte en testimonio presente de la vitalidad del vínculo, en la carta de guerra lo que se prueba es la supervivencia -literalmente hablando- del sujeto que enuncia. La carta, en la guerra, funciona como prueba de vida: la caligrafía, el pequeño gesto personal, la broma íntima, la firma, indican que todavía se está ahí.
Espero que les escribas [a tus padres] pronto, porque están muy preocupados por vos, yo de todas maneras les dije que estabas muy bien, y ayer los volví a llamar pero tampoco sabían nada de vos ¡"escribiles"! que están muy preocupados.
Willie, si querés escribiles acá, que a mi casa llegan las cartas (por si les escribiste y allá no llegaron) yo ni bien me llegan se las doy a ellos.
De Silvia a Guillermo, 6 de junio
En las cartas de Guillermo a sus padres, cada una empieza con el sintagma “estoy bien”, como si quisiera decir: lo digo: estoy bien, o mejor: porque puedo decirlo, estoy bien. Todas las cartas, aun las que dicen no tener nada que contar, aun las que dicen preferir esperar a que vuelva para poder hablar y no el fastidio de tener que escribir, le ruegan que responda, como latiguillo, como deseo, como obligación, que le permita ver en la línea que está detrás del paciente, esa que se mueve al compás de cada sístole, de cada diástole.
Hay sintagmas valorativamente antagónicos sobre el rol que le cabe a Guillermo en medio del conflicto:
•Elogio: “Te agradecemos lo que estás haciendo por todas nosotras y por el país, estamos orgullosos de vos y de todos los chicos que están en el sur, defendiendo una causa justa, como lo son nuestras Malvinas.” (De Lucy y Ana, 9 de junio)
•Pesar: “Recién acabo de hablar con Patricia (cada 10 minutos dice: pobre Willy, pobre Willy; yo lo digo cada 15 min.)” (De su amigo Diego a Willicito, 7 de mayo)
Lo que se presenta es la tensión calificativa en un mismo sujeto entre el condenado y el héroe. Condenado, porque no eligió ir a donde las balas pican tan cerca; héroe, porque lleva calzada –aunque de prepo- esa ropa y viaja a enfrentar al antagonista, el enemigo rubio, Goliat. De ahí surge esa ambigüedad de tanto orgullo y piedad manifestados, tanta honra que se confunde con la compasión.
(…) pero quiero decirte que me siento orgulloso que estés ahí para defender mi patria, nuestra patria; aunque al mismo tiempo deseo que estuvieras aquí, junto a tus familiares y a tus amigos, que en realidad formamos también parte de tu familia, una gran familia.
De Diego a Guillermo, 9 de mayo de 1982
El espacio de límite en que se encuentra Guillermo –reservista en Río Grande- potencia esa tensión en el otro sobre dónde cargar las tintas, si en el halago al héroe distante o en el deseo ferviente de su vuelta como si nada hubiese pasado, un hijo/hermano/amigo de a pie como el de antes de haberse ido a la guerra. En ese limbo, la fatalidad parece no haberse aún definido.
En esta disyuntiva entre elogio y pesar, al recortar cierto tipo de cartas, aparece una opción brava a favor del polo del héroe. En las llamadas cartas al soldado argentino, éstas nos permiten dar con un discurso más estandarizado que el anterior, el de las cartas familiares o amistosas. Se trata de cartas que salieron de escuelas, congregaciones y particulares animosos, para llegar a anónimos sujetos que estaban en la remota guerra. Iban, por supuesto, con firma, pero sin destinatario propio sino más bien fijados en su rol. El receptor real era azaroso, pero debía sí o sí cumplir con los rasgos expuestos. Esta práctica fue estimulada por campañas simbólicas –escriba cartas- que acompañaban a las campañas fácticas –envíe bufandas, chocolates, dineros, etc. Obviamente todas pasarían por la censura, ya que atravesarían los kilómetros a través del correo oficial.
Buenos Aires, 23 de abril de 1982
No se cómo te llamás, o cómo se llaman todos ustedes, pero cuando escuché que podíamos escribirles, me puse a hacerlo de inmediato.
Desde que comenzó este problema con las Malvinas, quise aportar algo de mí para solucionar el conflicto, y ahora ha llegado el momento. (…)
De Karina a un conscripto argentino
En su Morfología del cuento (7), Propp dedica varios párrafos a la tarea del héroe. Sin detenerse en la identidad de cada actor, dice que éstos llevan adelante las funciones constitutivas del cuento fantástico. Para que los actos del personaje en cuestión se lleven adelante, resulta necesario que existan determinadas motivaciones. Es requerible que exista motivación al inicio del relato para que éste se ponga en marcha. Luego, la motivación estará dada también por los actos sucesivos propuestos por el propio relato (por ejemplo, la supervivencia). Tomando este modelo, podemos relevar que en las cartas al soldado argentino subyace, mucho más que en las cartas íntimas, la idea de patriotismo como motivación. La suma de las acciones, entonces, de ser una condena pasa a ser una gesta. La inserción de una razón de ser a eso que está sucediéndole a cada destinatario innominado de esas cartas genera que las hojas estén plagadas de frases rimbombantes de amor a la patria, amor al prójimo, amor al futuro promisorio. Si no fuera así –un destino de héroe- tampoco esas cartas tendrían su razón de ser (8).
Tenemos la misma edad que vos y podemos comprender lo que estás sintiendo, pero es tu deber como argentino defender lo que es nuestro y que nos pertenece.
De Lucía, Ana y Mariana a querido soldado que defiende su Patria, 25 de abril.
En esta situación tan difícil que está viviendo nuestro país quería decirte que realmente me siento muy orgullosa de vos y de todos tus compañeros, que se encuentran allí para defender nuestra patria. Pero también quería decirte que nunca pierdas la fé en Dios, él es tu mejor amigo y es el que te va a ayudar y mucho. Yo desde aquí, estoy pidiendo mucho por la paz y por todos ustedes.
De Sabrina a un soldado, querido amigo, 28 de abril
El héroe participa, según la tópica de estas cartas, de una gesta patriótica de la que las jóvenes (9) se enorgullecen y acompañan con el espíritu desde el afuera. Siguiendo a Propp, la oración al cielo que aparece cruzando todas las cartas al soldado argentino, se convierte en el medio mágico que se le otorga al héroe para enfrentar al antagonista. Sintagmas del tipo “si te sentis mal pensa que yo rezo por vos” (10), “queremos que sepas que te vamos a tener presente entre nosotras y vamos a rezar por vos” (11); “yo voy a poner una intensión personal para vos ya q' no tengo ningún conocido alli (por ahora)” (12) abundan y son meras muestras de este esquema.
Es así que la distribución de roles y funciones a partir de la enunciación puede darse de la siguiente manera:
•yo (femenino): rezar/pensar (espíritu);
•vos (masculino): guerrear (cuerpo).
Esto permite establecer una ligazón activa en donde aquello que es lejano se vuelve próximo, y el yo participa del acontecimiento, el sujeto pasivo se vuelve activo. Incluso más: en todas las cartas aparece esa construcción de acompañamiento espiritual con cierto rito del donante. Desde afuera se acciona para que llegue, además de rezos, bienes materiales, intentando demostrar cuánto se hace por la causa del héroe y por el héroe mismo. Y más aún: para ser coronada en el final feliz, es necesario dar con aquella construcción de enunciador(a) singular.
Una estrategia para esto es ser agente comprometida con la causa del afuera, trabando lazos con sus seres íntimos que también lo esperan y estableciendo una supremacía por sobre las otras pretendientes en la intermediación entre el adentro y el afuera.
Veamos un caso de pesquisa: ¿A qué no sabés qué? Recién busqué tu apellido en la guía y con ayuda del código postal descubrí que había 2 MURPHY con CP 1426. Y llamé a esas casas (ademas de otras en las que la gente me ofrecía su ayuda diciendo "Yo conozco una flia. Murphy que vive aquí o allá) y al final dí con tu casa. Me atendio tu mamá y después de preguntarle si tenían algún familiar en el sur y que me contestaron que sí, le expliqué que yo había escrito una carta con destino a un Soldado Argentino y que te había tocado a vos. Le conté lo que me escribiste y tu mamá se puso muy contenta. Me dijo que te dijera que todos estaban bien.
De Karina a Gullermo o Willy, 9 de junio
O, lejos de rodeos, ésta explicita la intención:
No quiero que esta carta sea como algunas que seguro recibiste anteriormente. Todos decian algo parecido a agradecerte porque luches por la patria porque ella te necesita y cosas similares. (…) Espero que me contestes si podes, me gustaría saber que pensas. Tambien quisiera que no dejes esta carta con todas las que seguro te hayan mandado
De Patricia Caporale a soldado, 11 de mayo
Por último, en las cartas al soldado argentino se da un tipo de escritura particular, afectada, poética. Quizá se relacione con ese discurso vernáculo y escolarizado sobre la Patria, privilegiando el tú por sobre el vos (“Querido soldado que defiendes mi Patria” (13) / “detrás de ti está la juventud Argentina apoyandote” (14)), el pretérito perfecto por sobre el indefinido (“ahora ha llegado el momento” (15)), el futuro sin perífrasis (“lograrás sentirte bien” (16)), como así también cierto léxico extrañado (“cuando te levantes, y te sientas abatido” (17)). Pero también se liga con una restricción de género ligado a un destino desconocido o incierto, una botella en el agua, una letanía más que una conversación. Tanto es así que frente a la respuesta, es decir, cuando la plegaria se transforma en conversación, muta el registro de la almidonada poética a la floja coloquialidad (“No te imaginarás la alegría que sentí cuando recibí tu carta; ya me imaginaba que no me ibas a escribir porque hacía mucho tiempo que te había escrito” (18)).
Por supuesto que cada una esperará, primereando en la fila, el regreso de su héroe convertido en gloria. Si es que eso –héroe, gloria- resulta ser el caso.
El extenso corpus de cartas guarda, obviamente, un claro referente común. El principio de existencia de esta correspondencia tiene que ver con la ida de Guillermo a Río Grande por causas por todos conocidas. Tan conocidas son que permiten no nombrarse ostensiblemente sin por ello perder ese sentido denotado. Las cartas construyen infinidad de rodeos a un sustantivo tan común como “guerra”. Ésta pareciera ser la palabra maldita, aquella que no se nombra aunque se sabe, que se esquiva adrede por pudor, por temor, por respeto al destino.
Podemos hacer de esto un glosario, pero quizás resulte más ilustrativo agrupar por tipo de construcción retórica que permite eludir lo innombrable. Para cada caso, utilizaremos un ejemplo que, como tal, representa a múltiples expresiones.
•*generalización:
1. todo (algo más grande que incluye la guerra): “con sus mas sinceros deseos de que todo esto se termine de una vez y por esa vía tan anhelada como es la de la paz (19)” (De Jorge H. Guattini a estimados amigos, 8 de mayo)
2. los momentos actuales (asimilar la guerra a una sucesión de tiempo): “somos tres chicas argentinas que vivimos junto a vos y con todo el País, los momentos actuales” (De Lucía, Ana y Mariana a querido soldado, 25 de abril)
•*sustitución (sinonimia):
1. conflicto: “son una minoría que no toma conciencia de la gravedad del conflicto” (De su amigo Diego a querido Willy, 21 de abril)
2. problema: “Desde que comenzó este problema con las Malvinas” (De Karina a un conscripto argentino, 23 de abril)
3. situación: “preocupados por vos y también por toda esta situación” (De papá y mamá a querido hijo Willie, 28 de abril)
4. cosa: “La cosa se está poniendo cada vez más fulera.” (De Laura a queridísimo Willy, 9 de mayo)
5. asunto: “Aquí en Buenos Aires, se está tomando el asunto con mucha euforia y gran patriotismo” (De Diego, su mamá y Luis a querido Willy, 9 de mayo)
6. lucha: “la movilización por esta lucha con los ingleses” (De (Omar), un tío que siempre lo recuerda, su tía Beatriz, Omar chico, Patricio y Nicolás, 10 de mayo)
7. recuperación: “Cuando termine la recuperación de las Malvinas” (De Mario a estimado “Boggie” (el aceitoso), 13 de mayo)
•*particularización (desmembramiento semántico en porciones más pequeñas que lo conforman)
1. kilombo: “No se armó ningún kilombo todavía en donde vos estás” (De Claudio a estimado cabezón Willie (como están las cosas, mejor decir Guillermo), 4 de mayo)
2. acontecimiento: “siguiendo los acontecimientos” (De Laura a queridísimo Willy, 3 de mayo)
•*elisión / uso de pronombre
1. “espero que concluya” (De Patricia Caporale a soldado, 11 de mayo)
2. “parece que va bien” (De papá, Claudia y mamá a querido hijo Willie, 21 y 23 de mayo)
3. “me alegra que estés algo alejado del principal foco” (De papá y mamá a querido hijo Willie, 28 de abril)
4. ” esto termine pronto” (De mamá y papá a querido hijo Willie, 30 de mayo)
La palabra “guerra” parece esconderse como la de la penosa y larga enfermedad, que en los pasillos oscuros del hospital nadie nombra.
En las cartas de/a Guillermo, en un momento dado, el implícito se desnuda por algún esmero de honestidad y la palabra “guerra” se pronuncia. Esto genera un tipo de intercambio distinto al habitual. Quien enuncia la palabra maldita es la madre de Guillermo, en una extensa carta plagada de elementos simbólicos –la imagen de la madre enchida de orgullo que plancha la ropa del hijo que se va al campo de batalla.
No sé que saben ustedes de esta guerra, pero creo que debes estar al tanto que se está combatiendo con todo, de una manera que jamás nos pudimos imaginar que nos ocurriera a nosotros.
No sé que pasará en las Naciones Unidas, pero indudablemente los ingleses sólo van a aceptar "alto el fuego" si les conviene, si no, no. Así que los chicos de las Malvinas tendrán que apechugar, y salir adelante. No se puede saber si esto va a durar, y cuanto. Así que ustedes, los muy jóvenes tendrán algo por delante. No lo dudes.
Willie, si la lucha llega a donde estés, usa todo ese coraje que tenés adentro, y pensá sólo en salir a flote, en no dejarse caer. El espíritu lo puede todo, o casi todo. Acá te ayudamos con el pensamiento, y creeme querido, que eso llega. Hay que ser optimistas, y ver que saldremos adelante, y los vamos a hacer bolsa. No se la van a llevar liviana. Te aseguro que por lo menos nos van a respetar como personas. Eso también es importante. Bueno, a otra cosa.
De (papá, Claudia y) mamá a querido hijo Willie, 23 de mayo
La palabra llega como conjuro. Y el mismo reta al silencio, y trae consigo apreciaciones de valor y coraje para hacerle frente a la maldición y exorcizarla. También la acota, la pone entre paréntesis cuando termina el desahogo. En la respuesta, el paciente recoge el guante y reacciona ante la explicitación, la acepta con rigor, como si ya supiera del destino y que el pacto de no nombrarla era sólo una delicadeza hacia el resto, hacia ella misma, su madre.
Me sorprendió mucho la forma en q' me escribís vos, mamá, sobre todo este quilombo (20), muy agresiva, enérgica, pero eso a la vez me gusta, sólo q' no te imagino diciendo todo lo q' escribís (PARECÉS LA ESPOSA DE GALTIERI - NO TE ENOJÉS ¿EH?)
Se q' la cosa (lease GUERRA (21)) se está poniendo cada vez peor, pero no se preocupen xq' aunque acá haya problemas a mi no me va a pasar nada. (En serio, estoy seguro). Aunque las posibilidades de q' haya lío es remota.
De Willy a queridos todos, 26 de mayo
Por supuesto, luego de la enunciación formal de la palabra maldita, vuelve a la sustitución que permitirá dar cuenta de que el pacto no ha sido roto para siempre, que sólo fue un desliz y continúa vigente. En ninguna otra carta vuelve a decirse hasta el final, cuando los cañones se hubieron callado, el tumor hubo sido extirpado. Cuatro días después de la rendición de las tropas argentinas aparece en puño de su hermana la palabra. Ahora sin mayúsculas ni exuberancias, como quien habla de una gripe:
¿Qué tal el Mundial en colores? Buenísimo el partido con Bélgica ¿no? Recién vimos el de Hungría que estuvo bastante bien.
Como te imaginarás estamos bastante más tranquilos ya que parece que se acaba la guerra, esperamos que a vos te ocurra lo mismo.
No sabés del quilombo que te estás salvando, porque está plastificando los pisos (esto no se banca)
De Claudia a querido Willie, 18 de junio
El quilombo, como se ve, ya fue otro.
La carta se representa en la guerra de Malvinas como uno de los tópicos sobresalientes. Esto se revela en obras artísticas, periodísticas o analíticas –este trabajo, por ejemplo. Podemos pensar que existe un imaginario guerra-carta que naturaliza los usos al abordar esas temáticas. Algunos elementos los he expuesto en los apartados anteriores: diferimiento, permisibilidad frente a la censura. También, la rusticidad de las tecnologías que hacen posible que la carta se produzca. Agregaré a éstos algo más: la carta –como documento escrito- sobrevive a la guerra y también a sus muertos con una vitalidad singular. Ahí está, congelada, la expresión del de entonces como si el tiempo no hubiese pasado. Quizá también porque a la escritura –o a la palabra en general- se la considera “el reflejo del alma”. Tanto es así que, como la carta del suicida, alguno se valió de ella para dejar un mensaje póstumo sabiendo que podía hacerse la lectura posterior al sacrificio (22). Como dice Kafka en una de sus famosas cartas a Milena, la misiva es una conversación entre fantasmas (23).
A su vez, para inmiscuirnos y analizar los grandes acontecimientos –la guerra de Malvinas por caso- las cartas constituyen un documento que registra las modestas versiones (24) y los pequeños relatos en primera persona. Alguno de ellos, testigos que hacen ver lo que el plano general relega y oscurecen lo que la Historia realza, el árbol por sobre el bosque. El análisis se vuelve plausible por la pervivencia del corpus al tratarse de una pieza escrita –a diferencia, por ejemplo, de una conversación cotidiana- y funciona como contrapeso de los discursos homogéneos de esa Historia. Es que la carta, como fuente primaria, parece evidenciar, más que lo que ve, al ojo viendo o la mano que escribe, allá lejos, como un cuchicheo en el inmenso estruendo de la guerra, “no se imaginan cómo los extraño”.
Notas
(1) Ésta, obviamente, fue la primera gran noticia de las distintas variantes de las comunicaciones instantáneas. En todo momento nosotros haremos referencia al llamado correo tradicional, en donde lo que transita es no sólo el mensaje sino también la cosa y su aura. No trabajaremos en este texto la problemática de las cartas electrónicas porque deberíamos abundar en una serie de cuestiones de distinta índole a la central del artículo.
(2) La totalidad de las mismas, en su versión digital, se pueden consultar en el sitio del Centro de Documentación Epistolar (www.cartas.org.ar). Seguiremos, en todos los casos de cita de las cartas de/a Guillermo, la trascripción literal de dicho sitio electrónico. Asimismo, en todas las referencias se consigna la fecha de la misiva, elidiendo el año 1982.
(3) Podemos referir como ilustración contraria de este “acto marcado” las acciones a las que es confinado el protagonista del film alemán La vida de los otros de Florian Henckel-Donnersmarck, en las que por un proceso de calentamiento, el servicio secreto de la Alemania oriental abría los sobres privados y revisaba una a una la correspondencia con sigilo.
(4) Con la proliferación de los usos electrónicos, la censura debió recomponer sus estrategias. En todos los casos, lo que se vuelve indispensable es –como en la carta- retardar la inmediatez que se da entre emisión/recepción generando ad hoc el diferimiento.
(5) Así lo expone Nora Bouvet en La escritura epistolar: “Porque postula la verdad de la enunciación, no la verdad del enunciado, el amor por escrito a distancia es puro acto, puro preformativo.” (Buenos Aires, Eudeba, 2006, p.94)
(6) Bouvet llama a la práctica epistolar amorosa la “retórica de la súplica de respuesta” (p.96)
(7) Propp, Vladimir, Morfología del cuento, Buenos Aires, Juan Goyanarte, 1972
(8) Siguiendo los usos paródicos que el propio Bajtin propone, podríamos pensar como disparate de este género el encabezado: Querido desertor.
(9) Todas las cartas al soldados argentino (de Guillermo) son de mujeres. Esto puede darse por cuestiones ligadas a la escritura –las mujeres fueron/son más dispuestas al arte de escribir cartas- o por la selección del receptor real. Las cartas al soldados argentino, según me contó Guillermo, eran desembaladas de la saca y, según el nombre de pila, elegidas por los propios soldados del batallón.
(10) De Patricia Caporale a soldado, 11 de mayo
(11) De Lucy y Ana a querido Willy, 9 de junio
(12) De Patricia a Guillermo, 10 de junio
(13) De Lucía, Ana y Mariana a querido soldado, 25 de abril
(14) De Patricia Caporale a soldado, 11 de mayo
(15) De Karina a un conscripto argentino, 23 de abril
(16) Id. 16
(17) Ibidem
(18) De Karina a querido Guilermo (o Willy), 9 de junio
(19) En todas las citas de este apartado, las itálicas son mías.
(20) Las cursivas son nuestras.
(21) Mayúsculas en el original.
(22) “Querido Papá: Cuando recibas esta carta yo ya estaré rindiendo cuentas de mis acciones a Dios Nuestro Señor. Él, que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto: que muera en el cumplimiento de mi misión. Pero fijáte vos ¡qué misión! ¿No es cierto? (…) / Néstor Roberto Sánchez en Sarmiento (Chubut) el día de la partida de su regimiento rumbo a las Malvinas, el 27 de marzo de 1982. Debía ser entregada a su padre por un camarada, en caso de que él muriera en combate, lo que ocurrió dos meses después.” del libro Cartas de Malvinas, p.67.
(23) “La facilidad de escribir cartas tiene que haber traído al mundo –considerado desde un punto de vista exclusivamente teórico- una terrible perturbación de las almas. Porque es una relación con fantasmas –y no sólo con el fantasma del destinatario, sino también con el propio-la que se va gestando bajo la mano que escribe, en esa carta y, más aún, en una serie de cartas de las cuales una corrobora a la otra y puede apelar como testigo.” (Cartas a Milena , Buenos Aires, De la flor, 1974, p. 253)
(24) En el libro Cartas de Malvinas, Germán Marcelo Ferrero, su editor, dice en el prólogo: “Queremos que sean los testimonios escritos de los que vieron esta guerra los que nos cuenten su versión de la historia. En cada palabra, en cada hoja de esos papeles de patriotas se siente la intensidad y la grave experiencia de aquellos momentos decisivos. Sentimos en la firmeza y en el temblor de la letra la voluntad y la emoción de esa hora. E intuimos, con el rumor de fondo del viento y el mar, en medio del fragor de la lucha y el ensordecedor estallido de los proyectiles, la soledad de la angustia y la grandeza de los hombres enfrentados a su hora suprema.” (Córdoba, editorial Brujas, 2004)
*Mateo Niro (Buenos Aires, 1972) es licenciado en Letras por la Universidad Nacional de Buenos Aires. Está realizando estudios de perfeccionamiento sobre glotopolítica en la misma Universidad. Ha participado de diversos congresos y publicado artículos en revistas especializadas sobre temas ligados al hipertexto y a la epistolaridad. Sobre este último tema, organizó el Centro de Documentación Epistolar (www.cartas.org.ar), cuyo objetivo es la concentración de cartas que circularon por nuestro país en las décadas pasadas. Es docente de Semiología (UBA).
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