Alrededor del abismo

¿Y si en el centro no hay nada? Todo se trata de lo que lo rodea. Si lo que bordea el abismo es palabra ¿habrá una palabra que nos redima? En la búsqueda incesante de ese nombre secreto que nos nombra va la litertura. Las cartas y diarios íntimos de José Donoso van tanteando en la oscuridad a la espera de un hallazgo único, que no ocurre y que lo desplaza de línea en línea, de frase en frase. Cuentan una historia que acaso no se resuelve sino en el trágico desenlace familiar, por fuera de la palabra. Libro de arena comparte una nota a propósito de los alrededores de las cartas del escritor.



«Lo que hay detrás de una máscara nunca es un rostro. Siempre es otra máscara. Las distintas máscaras son una herramienta, las usas porque te sirven para vivir. No sé qué es eso de la autenticidad. Lo que sé es que la vida es un complejo sistema de enmascaramientos y simulaciones.»
José Donoso

Por Eugenia Galiñanes

Un escritor muere y deja tras de sí el legado de su literatura. Deja el mandato a su hija de que escriba su biografía. Le deja sesenta y cuatro diarios. Supongamos que dentro de una caja hay papeles, cartas, cuadernos. Dentro de alguno de esos cuadernos hay decenas de hojas escritas, garabateadas, dibujadas. En una de las hojas del cuaderno de la caja, quedó el bosquejo de una novela que no llegó a escribir: La hija de un novelista hereda todos sus diarios y cartas, los vende y acepta que se escriba con ellos la biografía de su padre; su hijo (el nieto) lee el libro y confronta a la madre, horrorizado por los secretos que ha descubierto de su abuelo; la madre (la hija) debe hacer frente a esos secretos y decide matar al autor del libro; el auto en que viaja a máxima velocidad se estrella; encuentran que ella se ha pegado un tiro con el auto en movimiento. La primera hija cumple con el pedido de su padre y luego de transitar las miles de hojas que él dejó atrás escribe la biografía de su padre. Tiempo después se quita la vida.
Como argumento para una novela es interesante: una ficción dentro de otra ficción. Si no fuera porque el primer par escritor/hija eran José Donoso y Pilar Donoso, su hija. Pilar escribió un solo libro Correr el tupido velo, la biografía de su padre (adoptivo) que, según ella misma describe en las palabras preliminares, tiene más que ver con un recorrido hacia el descubrimiento de la propia identidad en relación a la imagen de su padre: “De modo que este será el desafío: lograr descorrer ese tupido velo al que el mismo José Donoso, mi padre, recurría. Descubrir, finalmente, el rostro que se escondía tras sus numerosas máscaras y que ocultaban su gran temor de no ser aceptado por los demás.”
Esta idea de ficción dentro de la ficción, de absurda puesta en abismo, quizás tenga que ver más con la literatura del propio Donoso que con el desenlace de la vida de Pilar. Ella escribe: “Pero siempre me quedará la duda —y supongo que al lector también— de si lo que plasmó en estas miles de páginas de sus diarios es «él» o su propia ficción sobre sí mismo.” Como si de algún modo toda la vida de su padre hubiera sido literatura, como si la identidad entre realidad y ficción hubiera sido una sola. Según las propias palabras de Donoso recuperadas por Pilar en Correr el tupido velo:

Todavía no sé nada ni de mí ni de otras quimeras que quisiera que fueran verdad. Pero no importa si sigo teniendo lenguaje, porque significa la subsistencia de este espacio que es mi yo, pero pronto terminará. La muerte es la falta de lenguaje.”

Y los fantasmas y obsesiones que poblaron su narrativa, inevitablemente circularon en el entorno familiar. Se diluyen los límites que separan la realidad de la ficción, como si todo fuera un continuo, como si el hervidero de emociones y pensamientos de este genio creativo no pudiera circunscribirse al espacio interior. “La relación entre mis padres muestra ya la dinámica que tendrá siempre. Mi madre se siente a menudo sola, postergada por «el espacio creativo» de mi padre, que se encierra a escribir y también en sí mismo.”, dice Pilar. Pero la historia del Donoso desemparejado consigo mismo que es bien real ya estaba instalada en la palabra, ya formaba parte de un diálogo consigo mismo y con su esposa. El vínculo particular con su mujer, María Ester Serrano, comienza desde antes del matrimonio y ya revela el desajuste interior del escritor. En una carta que Donoso le envía en agosto de 1960, cuando aún eran novios, se evidencia el nivel de confianza que mantenían. A modo de confesión, Donoso le escribe:

Una tarde estaba yo en casa de un amigo que siempre sospeché de ser homosexual, sin haberlo confirmado. Llegó entonces el ex marido de una prima mía, un muchacho muy buen mozo, y pude advertir que había algo entre ellos, algo que era amor. Me conmoví hasta los huesos, me dio una envidia, una desesperación, unas ganas de tener exactamente lo que esos dos tenían —y, sin embargo, un deseo vehemente de no ser como ellos... Es esa envidia lo que está en la base de todos mis problemas, gorda. ¿De dónde viene, por qué es, qué significa? ¿Hasta dónde puede llegar a destruir nuestra vida, esa envidia mía por una situación homosexual? [...] La tentación es inmensa, terrible, pero resulta que eso (asumir una vida homosexual) me produciría tanto o más dolor que el no hacerlo. Mi neurosis es debida, ahora, a esa sensación de estar viviendo sobre arena movediza.”


Continuamente desplazado de sí mismo, de su deseo, de su identidad Donoso ha sabido dejar textos que aprovechan toda la penumbra de su soledad y de su sufrimiento para presentarnos mundos en los que las certidumbres han sido puestas en duda y llevan a reflexionar acerca de todo lo aprendido sobre cómo nos inventamos una idea de quiénes somos; sobre el lugar de la ficción, sobre el límite difuso de la ficción. Como señala Mario Vargas Llosa, ha construído “un mundo original, rico, de gran imaginería y de mucha originalidad, un mundo construido a su imagen y semejanza, en el que volcó sus manías, sus fantasías, sus fantasmas más secretos…” 

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