Iris Rivera: "La poesía es un intento de decir lo indecible, es un corte vertical en el tiempo, es la intuición del instante. "
En la segunda parte de la entrevista a Iris Rivera, la autora continúa contando acerca de los mitos y leyendas argentinas, las deudas a sus maestros, como Gustavo Roldán, y Laura Devetach, el trabajo de investigación y escritura que le valió su participación en la compilación de relatos ¿Quién soy?, los desafíos y dificultades con que lidia un narrador y también el lugar de la palabra poética, que tiene la magia de nombrar lo innombrable, de moverse en una instantaneidad única. Al final la escritora leyó el poema "La niña de agua", para deleite del público.
Mario Méndez: Hay
otro de los mitos, en el que recuperás la voz de cómo se habla en el campo o en
los pueblos. Cuentos de por acá.
Encarás este relato de los pícaros, el quirquincho, el zorro, el tigre, pero con una voz muy propia.
Iris Rivera: Ahí
soy deudora de Roldán.
MM: Pero
no es Roldán.
IR: Y,
no. Era la idea, porque para Roldán, ya está Roldán.
MM: La
tentación y el riesgo son grandes ahí. Porque contás las historias del
quirquincho, el zorro y el tigre, pero con otro toque. ¿Cuál fue la
investigación ahí?
IR: Los
tomos de Berta Vidal de Battini, que está acá en La Nube, adonde vengo, y vengo
y vengo. Pablo Medina es muy generoso: los cuentos están a disposición en todas
las versiones que Berta pudo recuperar. Yo elegí los que me parecían más
interesantes, los que más me pegaban, o
me divertían más, porque son de pícaros. Las historias de Mitos y leyendas de la Argentina
no tocan la cuerda del humor precisamente, sino la del drama, la
tragedia. Los cuentos de por acá, sí
tienen que ver con el humor. Lo que ambos libros tienen en común es que hizo
falta mucha investigación. Me acuerdo de una vez que tuve que consultarle a
Roldán, porque es común que en los cuentos de populares de pícaros aparezca el
tigre. Y yo veía que era un tigre con manchas, mientras que para mí los tigres
eran rayados. Esto me preocupó: ¿de qué tigre hablaban estos cuentos? Entonces
le dije a Gustavo que necesitaba que me diera una clase. Él me explicó, que el “ tigre” del que hablan los cuentos
nuestros, es el yaguareté. El yaguareté es el “tigre americano”, así como “el
león americano” es el puma.
MM: ¿Alcanzó
a leerlos?
IR: Sí.
Le gustaron. Le pregunté cuánto le debía por la clase, y me dijo que una
botella de vino tinto. (Risas).
MM: Está
bueno. Hay un libro del que también hablamos mucho, y en el que he tenido la
suerte de trabajar con vos. ¿Quién soy?
La investigación que hiciste ahí es muy fuerte…
IR: Vos
también la hiciste, y María Teresa…
MM: Fue
un libro que, repaso brevemente, son historias de nietos recuperados. El título
correcto es Relatos sobre identidad, nietos y reencuentros. Les contaba de tu
trabajo con el relato de Jimena, que le hace a Athos, al perro, cómo
encontraste esa voz. ¿Cómo fue? Contáselos vos, que es mucho más claro.
IR: Quizás
alguno ya estuvo acá en La Nube cuando presentamos el libro. Trabajamos en
equipo, Paula Bombara, María Teresa Andruetto y yo. Vos todavía no habías
entrado en el proyecto. Igual, te sumaste de una manera muy linda, muy en
consonancia.
MM: Ya
tenía todo el campo orégano.
IR: No,
porque tu historia era bien distinta. Es bien distinta aunque igual de
conmovedora que todas. La voz y la historia de Jimena Vicario es
particularmente desgarradora porque a ella la recuperaron a los ocho años. Ella
quería a su mamá adoptiva. Aun sabiendo que era adoptada, no quería irse con
nadie, era una niña. Sin embargo el juez falló, en el sentido más amplio de la
palabra. Y resolvió que, como Jimena tenía una partida de nacimiento en Buenos
Aires, y otra en Rosario, las dos legales, entonces era, de algún modo, dos
personas. Acá se llamaba Romina y allá se llamaba Jimena. El Juez resuelve que a sus ocho años, (la
edad que tiene mi nieto ahora), va a pasar la mitad de la semana en Rosario
llamándose Jimena, con una maestra, unos compañeros, unos deberes, y la otra
mitad en Buenos Aires, llamándose Romina, con otra maestra, otra familia, otra
tarea, otros compañeros. Que va a tener que decir: “Presente”, con un nombre
acá y con el otro nombre allá. Eso sí, en las dos casas tenía un perro. Era
particularmente difícil de contar esta historia. En un momento los editores me
plantearon la posibilidad de elegir otra, justamente por esta dificultad, pero
yo ya conocía personalmente a Jimena, ya habíamos hablado mucho. Y me había
pegado muy fuerte algo que Jimena dijo en cuanto nos conocimos. Jimena fue
abandonada en la Casa Cuna, y allí la encuentra la mujer que después la adoptó.
Esta mujer trabajaba en el hospital, y cuando la encuentra, a los ocho meses,
le muestra la beba a sus compañeros, y les dice: “¿Qué hacemos con esta nena?”.
Alguien le contestó: “dejala donde la encontraste”. Eso a mí me atravesó. Esta
mujer no fue capaz de dejarla donde la encontró, y yo tampoco pude. Tenía que
ver de qué manera contar esta historia. Lo consulté con María Teresa Andruetto,
con los editores y con Paula Bombara. Estábamos caminando un día por la calle,
cerca de la Biblioteca Nacional, y le conté lo de los perros a Paula. Le conté que Jimena amaba a su perro Athos,
que agarrada de su cuello había aprendido a caminar. Hasta los cuatro años,
Jimena no mostró que caminaba, pero con su perro sí lo hacía. Hasta los tres,
no mostró que hablaba, pero hablaba con Athos. Entonces, cuando le cuento esto a Paula, ella me dice
que por qué no busco la voz de la nena hablando con el perro. Que le cuente a
Athos, me propone. Eso me abrió un camino posible. Es que siempre me atrajeron
las voces de los niños, sus maneras de decir, las palabras y los giros que
usan. Me puse a probar, y creo que encontré una voz de ficción, que no será la
de Jimena, porque no la conocí a los ocho años, pero es una niña que le cuenta
a su perro lo que está atravesando.
MM: Ahí,
además de un relato muy difícil y una historia tremenda, es muy fuerte lo de
tomar la voz de una persona que está ahí, que no es un personaje creado por
nosotros. Es una persona real que nosotros recreamos como personaje. ¿Qué te
dijo Jimena de la voz que tomaste?
IR: A
Jimena le gustó, se sintió representada. Y a mí me pasó como a vos, y creo que
como a todos, que lo más difícil era mostrarles el borrador a los nietos que se
habían ofrecido para que contáramos su historia. Ellos sabían que iba a ser una
ficción, pero mostrarles esa ficción era difícil. Vos también recreaste la voz
de Sabrina, porque son cartas que Sabrina escribe a su hermano mellizo que
todavía no apareció. Y vos contaste que fue un momento difícil cuando tuviste
que esperar a ver qué te decía. A Jimena le gustó. Solamente cuestionó algo que
yo había registrado mal cuando tomé notas durante nuestro encuentro. Puse que
la abuela era la madre del padre. Y no, era la madre de la madre. Eso solo.
Todo lo demás le pareció muy bien. Cuando presentamos el libro acá, en La Nube,
Judith Wilhem de Calibroscopio, me dijo que estaba Jimena presente. Me di
vuelta y la tenía detrás de mí. Ella me abrazo de una manera, que dije: “Ya
está”.
MM: Como
un premio…
IR: Sí,
como “la bendición, tata”.
MM: Bueno,
vamos a un tema menos denso. ¿Quién es El
Zooki, ese bicho tan extraño? ¿De dónde salió?
IR: Las
historias, muchas veces se me presentan como escenas. Laura Devetah decía que
las personas vemos con los ojos de afuera y también con los ojos de adentro. A
mí me pasa. Yo veo una escena. Y veía un personaje que iba con una bolsa atada,
de acá para allá. Y le pesaba. Llevaba la bolsa muy cargada sobre el hombro,
dando la sensación de que iba muy agobiado. Yo quería saber adónde iba. Era
como si tuviera frente a mí una ventana y este personaje pasaba de acá para
allá y de allá para acá. ¿Por qué, para qué iba y adónde? Yo quería saber
también qué había en la bolsa. Pero el tipo no la abría. Hasta que un día,
después de dos o tres años me harté de verlo pasar, y me dije que no le iba a
dar más bolilla. Y que iba a mirar atrás de él. Y ahí vi un campo de cardos.
Con los ojos de adentro, lo vi. Otro diría que con los ojos de la imaginación,
pero me gusta más cómo los llamaba Laura. Ver los cardos “con los ojos de
adentro” destrabó la cuestión. Y empecé a contar la historia sin saber adónde
iba. Los cardos empezaron a tener relación con este ser, que no era humano, pero sí. Sí, pero no. Estuve probando
muchos nombres. Como me imaginaba un humanoide pero no, terminé llamándolo Zooki. Algunos lectores le dicen Zuki.
(Risas). Las imágenes son de Viviana Brass, que lo vio así . Yo no lo veía en
detalle o no quería decir mucho lo que veía, para no condicionar a la
ilustradora, que seguramente iba a hacer algo muy distinto a lo que yo veía, y
que iba a enriquecer la historia.
MM: ¿Trabajaste
con ella?
IR: Todo
lo que nos permitió la situación. En la medida en que pudimos, lo hicimos. El
proceso de creación de este libro fue distinto al de los otros álbumes porque
no nos conocíamos desde antes con Viviana. Si volviéramos a hacer un libro
juntas sería distinto porque ya nos conocemos y nos llevamos muy bien. En este
caso, nos corrieron los tiempos de edición, como pasa a veces. De todas maneras,
ahí está el Zooki y las palabras pudieron jugar con las imágenes, que de eso se
trata.
Asistente: ¿Hubieras
elegido a otra ilustradora?
IR: No,
no. Hubiera elegido a Viviana si la hubiera conocido antes. La hubiera elegido
y la volvería a elegir, pero hubiera
pedido más tiempo para trabajar juntas.
MM: El
intertexto. Haiku. Esta es una
historia muy bella. El otro día la leímos completa, y miramos las
ilustraciones. Es una amistad intercultural, ¿cómo se te ocurrió?
IR: Me di
cuenta mucho después de dónde venía esta historia. Dentro del grupo de Laura
Devetach estaba Roberta Iannamico, la poeta. Roberta vive ahora en Villa
Ventana, pero en aquel tiempo estaba en Buenos Aires. Fuimos compañeras durante
esos diez años. Luego se mudó a Villa Ventana. Gracias a Roberta, yo conocí los
haikus. Ella me los presentó. Y me deslumbraron. Cuando Roberta se muda, no se
va al otro lado del mundo, pero la
sensación de separación fue fuerte para mí. Entonces sale esta historia, en la
que hay una niña japonesa. Lo de que sea japonesa debe haber salido por los
haikus, no pensé para nada en la interculturalidad. Tampoco salió en el momento
en que Roberta se fue. Salió a partir de que escuché decir a un niño que había plantado una pluma para que le naciera
un pájaro. Eso me pareció pura poesía, como los haikus. A partir de ahí, aparecieron otras
imágenes que querían alcanzar semejante belleza. Creo que no encontré otra tan
bella pero esa fue la búsqueda. Y después, contar la historia. Cuando María
Wernicke lo estaba ilustrando, necesitaba una pluma. No quería dibujarla.
Quería scannearla, porque se le había ocurrido que tenía que ser una pluma de
verdad. No un dibujo. Pero no encontraba una pluma tan chiquita. En ese
entonces se dio que, con otra pareja
amiga, fuimos a Villa Ventana. Obvio que yo iba a ir a visitar a Roberta. Paramos el auto, me bajé, y había un
montón de plumas chiquitas como la que María estaba necesitando. La casualidad
causal. Como el fenómeno del jeep amarillo…
MM: ¿Cómo
es?
IR: Vos
nunca viste un jeep amarillo. Pero si te comprás uno, empezás a ver jeeps
amarillos por todas partes. Yo no les hubiera dado bolilla a esas plumas, si no
hubiera estado buscando una pluma como esas.
Asistente: El
efecto mariposa. Cuando se multiplica algo que se origina en algo que buscás.
IR: Yo lo
tengo distinto el efecto mariposa…
MM: El
del pasado…
IR: El
personaje viaja al pasado y pisa una mariposa. ¿No es eso?
Asistente: No,
tiene más que ver con Jung. Con la sincronía…
IR: Ah,
entonces sí, lo de las plumas sí fue algo sincrónico. Otra cosa que nos pasó
con este libro. Marí es una creadora que no para, la complica cada vez más, se
autocomplica. Ella quería que la carta que recibe la niña que narra estuviera
escrita en japonés, pero no quería sacar los caracteres de Internet, sino que
los pintara alguien que supiera hacerlo con pincel. Empezamos a buscar, nos
llevó un tiempo. Hasta que, en el Jardín Japonés encontramos a Yuriko Takemoto,
que nos escribió la carta que reproduce el haiku de Bashó que está puesto como
epígrafe en el libro. Eso fue como un guiño, para que el que sepa leer japonés
lo lea. Lo que se lee en la carta, de abajo hacia arriba y de derecha a
izquierda, es: “En el estanque/se
zambulle una rana/ ruido del agua”,
MM: Se tomaron todo ese tiempo y ese trabajo con un libro que no sabían si iba ser editado, y que después ganó el premio ALIJA al mejor libro álbum.
IR: Ganó
varios premios. Pero antes lo habíamos presentamos al concurso de A La Orilla
del Viento y pasó sin pena ni gloria.
MM: Ya
que estamos con la poesía, Bicho
hambriento, y este otro que leímos el otro día y nos gustó muchísimo, Lo que escuchó un pajarito…
IR: ¿Les
gustó este?
MM: Sí,
nos gustó muchísimo. ¿A vos no te gusta?
IR: No sé
muy bien qué pasa con este libro.
MM: Lo
que pasa es que es divertido jugar con las canciones. Ese sinsentido y a la vez
homenaje a las canciones populares. Está muy bien. Y las otras poesías de Bicho hambriento…
IR: Yo no
me animé a decir que Bicho hambriento
, ilustrado por José Sanabria, eran poemas. Puse “Versos jugados”. Porque hay
una diferencia entre escribir versos y escribir poesía. Uno puede escribir
versos, y no estar haciendo poesía.
Puede bastar con que rimen y dé la métrica. Algunos, me parece que son poemas.
Otros, son como juegos. Como este: “En el
medio de la mar/suspiraba una cuchara/ y en el suspiro decía: ¡Cuánta sopa, y
qué salada!”. “En el medio de la mar/ suspiraba una cebolla/ y en el suspiro
decía: / ¡Qué grandota es la olla!” “En el medio de la mar/ suspiraba un
colador/ y en el suspiro decía:/ ¡Y cómo rompe el hervor!” Eso es jugar con
la métrica y la rima. También los limmericks son juegos: “Un lagarto en la
orilla del río Atuel/ se duerme al sol y se broncea la piel./ Y ahí pegado al
suelo/ no se le mueve un pelo/ porque
nuca ha tenido pelos él. “
MM: ¿Y el
título? ¿Cómo lo elegiste?
IR: El
título viene del símil-poema “Bicho hambriento” que era, para mí, una
adivinanza. Cuando lo probé en una escuela, algunos niños dieron la respuesta que
yo imaginaba, pero hubo quienes leyeron otras cosas. Por eso es que las
palabras y los lectores nunca terminan de sorprendernos. Se los leo de nuevo, a ver si se acuerdan: “Cada mañana/ un bicho verde con rayas
coloradas/ se come a mi papá. Todo lleno de estómago/ ese bicho,/ se lo come en
la esquina de mi casa./ Menos mal que no puede digerirlo./ Es duro mi papá./
Entonces a la tarde/ me lo devuelve vivo,/ cansado y transpirado, pero vivo/ me
lo devuelve./ En la esquina de enfrente,/ un bicho diferente/ y parecido”.
Asistente: Yo
había dicho que era el trabajo.
IR: Me
pongo contenta, porque eso quiere decir que no tiene una lectura sola. Tal vez
no es una adivinanza entonces, tal vez tiene algo que lo acerca a la poesía.
Alguito.
Asistente: Desde
la primera frase, cuando lo leí, para mí era el trabajo.
MM: Puede
ser la corbata, también.
Asistente: ¿Qué
es la poesía para vos?
IR: No
sé. La poesía es indefinible, es inefable. Un poema no tiene una sola lectura.
Es un intento de decir lo indecible, es un corte vertical en el tiempo, es la
intuición del instante. Los haikus son poemas, porque son la intuición de un
instante en la naturaleza, una revelación, un destello. Eso, puesto en
palabras. Hay algunos textos de Bicho hambriento en los que sí siento que son
poesía. Como: “Agua llovida. / El pico de
un gorrión/ pellizca el charco.” Y también:
“Cien margaritas./ ¿El amarillo
zumba?/ ¿O las abejas?”. De pronto surge una mirada extrañada sobre algo
que vemos todos los días, y esa mirada puesta en palabras, revela algo que no
habíamos visto antes. Un
día se me ocurrió abrir un Facebook para compartir poemas, solo para eso. La
gente pone otras cosas, pero yo pongo solamente poemas. Poemas de otros
autores. Porque me deslumbra esa manera de volverse palabra una intuición. Eso
de lo que está hablando tal poema, nunca lo hubiera visto así. El poema me lo
muestra y, desde el momento en que lo leo, se hace mía esa mirada. La poesía me
agranda la mirada, la sensibilidad. Yo creo que la poesía nos transforma. Ayer
subí un poema (no me va a salir el nombre de la autora), en el que una mamá va
con su bebé a la plaza. Viene una nena y le toca el pie al bebé. La poeta dice
eso de una forma, que ahora, cada vez que yo vea un bebé y vea que un niño se
acerca y lo toca, lo voy a ver de una manera nueva. Y eso, por obra de aquel
poema. Por eso digo que algunos textos “a renglones cortos” son versos nomás. Y
otros, son poesía.
MM: Bueno,
¿querés leer, con tu amiga Josefina?
MM: Vení
Jose.
Josefina Calvo: Buenas
tardes.
IR: A
Jose la conocí porque asistió a uno de los talleres el año pasado. Jose viene
del lado de las artes plásticas. Vi unas imágenes de las que es autora y le
propuse hacer un álbum juntas. Eso de hacer libros- álbum, es una investigación
que me sigue apasionando… Hice unos cuantos, ya vieron. Y el último fue con
Jose. Claro que, como pasó con otros, ahora no encontramos quién lo
quiera. (Risas). Se llama La niña de agua, está listo, y falta
quién lo quiera editar. Contá vos cómo fue el trabajo, Jose.
Josefina: Para
mí, este trabajo fue una experiencia muy interesante, muy rica porque fue un
diálogo. Es un texto de ella que a mí me encantó y enseguida empezaron a
aparecer imágenes. Estuve investigando un poco, salieron las primeras cosas, hubo
un ida y vuelta. Es como acercarse al mundo de otro y leerlo. Es muy lindo. La
ilustración siempre es una interpretación. Uno sale como transformado de la
experiencia.
IR: Yo
también salgo transformada del diálogo con
Jose. Ella es artista plástica, pero como ilustradora está en los
comienzos. Ahora vive en Córdoba. Nació en Ushuaia, se trasplantó a la Capital,
no toleró bien la vida de ciudad y ahora se mudó a Córdoba.
Josefina: Si,
en realidad, siempre tuve mucha relación con los libros. Desde chica. Siempre
me gustó mucho leer y escribir. Recién empecé e generar imágenes a los
dieciocho años. Y hace unos años empecé a mezclar esos dos mundos. Las palabras
y las imágenes.
IR: Y
desde las palabras, al haberla tenido en el taller, supe que Jose es poeta. Con
las palabras y con las imágenes .Me sirvió mucho escuchar lo que ella decía del
texto. Esto que ven acá es lo que se llama “una maqueta”. Es una prueba de cómo
quedaría el libro una vez impreso. Esta maqueta está hecha a mano. Contá cómo la hiciste,
Jose, porque estas no son las imágenes
originales.
Josefina: No.
Las mandé a imprimir y yo armé la encuadernación. No siento que sea una maqueta
terminada, porque las imágenes salieron más oscuras que las originales. Primero
hago todos los bocetos y luego los voy resolviendo. Por ejemplo: pegué estos
hilos con pedacitos de cinta muy pequeñitos. Mientras trabajo, dejo que todo se
vaya moviendo hasta que encuentra el lugar preciso en la composición. Ahí paso
a pegarlos. Hay un trabajo previo de composición.
IR: Me
acuerdo de que dijiste que resolviste dejar las cintitas porque plásticamente
te gustaban…
Josefina: Sí,
quedan como pequeños acentos blancos.
IR: Se
aprende un montón trabajando con esta gente ¿ven? Bueno, el libro se llama La niña de agua, y se podría decir que
es un poema narrativo. Como todo libro, empieza por la tapa.
(Iris lee y Josefina va mostrando los
originales de las ilustraciones. El público escucha y mira extasiado).
La
niña de agua
En el lago vive la niña de agua
con las tormentas se despeina y araña
las orillas
pero en los días claros se vuelve
transparente
y nadie puede imaginar que existe.
Un
pescador de lunas
arrastró
hasta la orilla su barca
cuando
caía la tarde.
La
luna que subía
brilló
en la media sonrisa del pescador
y
la niña de agua lo miró acercarse
como
se mira a un ladrón.
El
bote se movía mientras ella
sosteniendo
a la luna
dejaba
que los remos la peinaran
pero
sus piernas de agua
iban
rozando los bordes de la barca.
En
la mitad del lago
el
pescador deslizó el ancla
que
nadó como un pez
y
se prendió en el fondo.
Entonces
la
tanza silbó en el aire
y
el anzuelo cayó sobre la luna.
Un
toque apenas
una
salpicadura
pero
la niña arqueó los dedos
como
garras
y
con sus uñas blandas
desgarró
la luna.
Y
el pescador
no
la pudo pescar.
Otra
noche volvió el hombre
y
después otra
y
otra más
y
cada vez que el anzuelo
rozaba
el agua
la
niña deshilachaba la luna.
A
la séptima noche
el
pescador no usó la barca.
Se
mostró bien erguido sobre el muelle
y
ahí, frente a la niña
partió
su caña en dos.
Se
hizo un silencio insoportable
de
aire quieto
y
en la garganta de la noche
la
niña comenzó a cantar.
Era
un canto envolvente
parecido
a una niebla
casi
un perfume
y
el pescador entró en el agua
envuelto
en la canción.
La
niña de agua lo enredó
lo
llevó lago adentro
allí
donde la luna
se
balanceaba como un pétalo.
Toda
la noche estuvo el pescador
abrazado
a la niña
escondido
en su pelo
buceandolá
Pero
con
la primera luz de la mañana
el
canto de la niña se disolvió
y
el pescador estuvo solo
confundido
sin niña y sin luna
respiró
a bocanadas el amanecer
y
apartando los velos del agua
buscó
llegar hasta la orilla
Entonces
quiso hablar
quiso
decir la luna con palabras
quiso
decir la luna en el lago con palabras
y
al intentarlo le salió aquel canto
parecido
a una niebla
casi
un perfume…
En el lago vive la niña de agua
con las tormentas se despeina y araña
las orillas
pero en los días claros se vuelve
transparente
y nadie puede imaginar que existe.
(Aplausos)
MM: Nunca
habíamos tenido un show así. (Risas). Muchas gracias. ¿Alguien tiene alguna
pregunta?
Asistente: ¿Tus
conocimientos de filosofía tienen alguna influencia en lo que escribís?
IR: Es
como buscar lo mismo desde otro lado. Plantearse preguntas y encontrar algunas
respuestas provisorias, pero no desde lo intelectual, sino desde el lado de la
sensibilidad. Aunque escuché por ahí que la poesía es la respuesta a una
pregunta que nunca te hiciste.
MM: Bueno,
un aplauso grande, muchas gracias.
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